Opinión
Masculinidad tradicional, factor de riesgo

La relación entre masculinidad tradicional, entendiéndose como la necesidad de ser fuerte y no mostrar fragilidad, y mayores problemas de salud está avalada por diversos estudios. Pero en tiempos de pandemia, se constituye además en factor de riesgo para la comunidad. 

Operario mascarilla laboral
Alfonso Torres Un operario con mascarilla atendiendo una instalación eléctrica.
18 may 2020 11:30

Queremos pensar que el final de la pandemia está ya en el horizonte. Que se irá al menos de España aunque siga azotando a otros países que hayan sido tan poco precavidos como al principio también nosotros lo fuimos para finalmente extinguirse y pasar de los telediarios a los libros de historia.

Hasta ese momento lo que tenemos es la llamada “nueva normalidad”, ese as en la manga de la comunicación política para enseñarnos que la palabra “normal” ya no significa lo mismo que significaba en enero. Ahora la normalidad viene revestida de medidas de seguridad y cuidado de la salud... y en esto los hombres tenemos un problema.

En cuanto a salud es un dato mayoritariamente conocido que en los hombres la esperanza de vida es menor que en las mujeres. Lo que es utilizado como argumento recurrente de los reaccionarios frente al feminismo (“¿Cómo te atreves a decir que tengo privilegios si muero antes que tú?”) rara vez es desarrollado para entender su porqué. Desde el análisis de la masculinidad hay un factor que lo explica en gran medida, la necesidad de ser fuerte y no mostrar fragilidad.

Para que no se desmorone nuestra imagen de autosuficiente, estadísticamente los hombres vamos menos que las mujeres al médico de atención primaria

Al hablar de salud, intentar no mostrarse vulnerable se traduce en términos generales en descuidarse. En 2018, la Organización Mundial de la Salud realizó un estudio titulado “La salud y bienestar de los hombres en la región europea” que venía a confirmar esta idea y relacionaba los estereotipos tradicionales de la masculinidad con una peor salud para los hombres que los seguían. Entre las maneras de descuidarse derivadas del mandato de género estarían: una mayor exposición a riesgos laborales, tendencia a la mala alimentación (propio de quienes nunca vieron como tarea suya responsabilizarse de la comida) y, además, un mayor grado de consumo de alcohol y tabaquismo. A respecto del alcohol, la OMS hace referencia a un estudio ruso que llegaba a mantener que el consumo de bebidas alcohólicas de alta graduación ayudaba a “elevar o mantener el estatus de un hombre en grupos de clase trabajadora facilitándole el acceso a una posición de poder asociado con el ideal hegemónico de lo que es un verdadero hombre obrero”.

Hay un último motivo para relacionar masculinidad con mala salud, el más importante de hecho. Para que no se desmorone nuestra imagen de autosuficiente, estadísticamente los hombres vamos menos que las mujeres al médico de atención primaria. La cosa cambia si hablamos de las urgencias de un hospital. Los hombres buscamos ayuda, en este caso sanitaria, cuando ya no nos queda otra pese a que pueda ser demasiado tarde, cuando el miedo a la muerte supera al miedo de verse (ser visto) vulnerable. Por lo que en muchos casos los hombres no sólo no se responsabilizarían de los cuidados sino que tampoco desarrollan un autocuidado que mejore su calidad de vida.

Por otro lado está el dilema de la seguridad y la masculinidad según el cual los hombres son los responsables de la seguridad de los que les rodean, en mayor medida sus familias, pero temerarios con la suya propia. Como ejemplo podríamos mencionar que la mayoría de accidentes de tráfico lo provocan hombres, especialmente cuando son motivados por exceso de velocidad y más aún cuando está el alcohol de por medio.

Según un estudio del Instituto de Investigación del Automóvil, adscrito a la Universidad Politécnica de Madrid, los hombres sufren el doble de accidentes que las mujeres siendo además más graves, la diferencia es aún mayor cuando vemos las cifras de infracciones por drogas o alcohol al volante, hasta cinco veces más que las mujeres. Además, están más dispuestos a ocupar puestos de trabajo que supongan un alto riesgo para la vida del que lo ejerce.

El riesgo y la temeridad no es la única forma mediante la cual se relacionan seguridad y masculinidad, también está el factor de la autonomía o la autodeterminación. Dicho de otro modo, tú no eres quién para decirme a mí, hombre, lo que tengo que hacer. El gobierno puede estipular una serie de normas pero es cada hombre el que decide cuál cumple y cuándo la cumple.

El problema de apelar a la responsabilidad de los hombres en un contexto de crisis sanitaria es que, en muchas ocasiones, anteponemos nuestro género (y las normas que lo acompañan) antes que la seguridad o la salud pública de quienes nos rodean

Y ante todos estos problemas de la masculinidad aterriza una pandemia cuya clave para sobrevivir a ella y que no vuelva, que no se produzcan rebrotes, es cuidar la salud de uno mismo y seguir las medidas de seguridad. ¿Cómo evitamos que haya un repunte de infectados mientras haya hombres que no se ponen mascarillas porque les hace sentir vulnerables ante la mirada de otros hombres? ¿Cómo evitamos un rebrote mientras haya hombres que pueden notar síntomas del virus pero prefieren hacer vida normal y contagiar a más personas con tal de no ir al médico para evitar sentirse frágiles? ¿Cómo vamos a salir de ésta si hay hombres que no le reconocen al Estado que tenga autoridad para confinarles en sus casas y se amontonan en su barrio gritando “¡libertad!”?

Desde el principio de la crisis sanitaria el Gobierno de España, así como los gobiernos de los demás países que se están enfrentando al virus, han apelado a la responsabilidad cívica. Fue así cuando la pandemia llegó al país, después, le siguió el estado de alarma lo que cambiaba la responsabilidad cívica por el aparato coercitivo del Estado para aquellos que no cumplieran con las normas necesarias para parar la extensión del virus. Pero ahora toca la desescalada y la consiguiente “nueva normalidad”. Pronto terminará el estado de alarma porque se trata de una restricción de libertades importante que no se puede mantener en el tiempo más que de forma excepcional por lo que volveremos a depender de nosotros mismos, de nuestra conciencia cívica. El problema de apelar a la responsabilidad de los hombres en un contexto de crisis sanitaria es que, en muchas ocasiones, anteponemos nuestro género (y las normas que lo acompañan) antes que la seguridad o la salud pública de quienes nos rodean.

Masculinidades
Cuidar, la revolución pendiente de los hombres

Los hombres siempre hemos pensado que cuidar es algo femenino, y por ello no terminamos de asumir como propias estas tareas.

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