Expectación ante los avances hacia una “paz trumpiana” entre Ucrania y Rusia

La primera semana de agosto ha sido clave para una probable resolución que “congele” la guerra de Ucrania. Los medios occidentales han detallado los posibles puntos de un acuerdo y la reunión entre Putin y Trump ya tiene fecha: el 15 de agosto.

El próximo viernes 15 de agosto, en Alaska, si nada se tuerce, será tomada la fotografía política más importante de la década. Desde el jueves 7 de agosto, la Casa Blanca y el Kremlin coincidían en afirmar que Vladimir Putin y Donald Trump se encontrarán para hablar de Ucrania. Se tratará del primer encuentro entre los presidentes de las principales potencias nucleares del mundo desde 2021, cuando Putin y el anterior presidente estadounidense, Joe Biden, se vieron las caras en Ginebra. En ese momento no se había producido la entrada de tanques rusos en Ucrania que reavivó e internacionalizó un conflicto que sigue abierto desde 2014.

Durante su campaña electoral, el presidente Trump proclamó que pondría fin a la guerra en Ucrania en cuestión de días, tan pronto como llegara al poder. Más de seis meses después de su regreso a la Casa Blanca, el 28 de julio envió un ultimátum de “diez o doce días” a Rusia, ante la pasividad de Putin en sus intenciones de finalizar la guerra. Si bien el plazo inicial era de 50 días, el presidente estadounidense decidió acortarlo sin dar motivo alguno. Pero la reunión del 6 de agosto entre el propio Putin y el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, que Trump declaró como “altamente productiva” ha supuesto un aplazamiento de facto y sin fecha concretada de ese ultimátum. El secretario de Estado Marco Rubio ha comentado que el emisario estadounidense presentará una propuesta de alto el fuego cotejada con el Kremlin, pero de momento no se sabe en qué consiste ese posible punto de encuentro para el fin de la guerra.

Zelensky ha dicho que “parece que Rusia está ahora más abierta a un alto el fuego. La presión sobre ellos está funcionando”

A pesar de que en las últimas semanas Trump parecía haber perdido la paciencia con su homólogo ruso, el mensaje del neoyorquino en el que anunciaba el alto el fuego concluía con una frase que no debe hacer optimista al bando ucraniano: “Esta es la guerra de Biden, no la de TRUMP. ¡Yo sólo estoy aquí para ver si puedo ponerle fin!”. Tras la reunión entre Witkoff y Putin, la prensa oficialista rusa declaró la victoria de su líder, si bien los más cautos afirmaron que Putin había ganado únicamente tiempo.

La interpretación del tercer actor —el de menor peso específico— en esta historia, Volodymyr Zelensky, ha sido opuesta. Pese a los desplantes de Trump, el presidente ucraniano es consciente de que su futuro político pasa por conservar el favor político de Trump, a quien se ha rendido la Unión Europea, necesaria proveedora de fondos para la compra de armas. Zelensky, que está satisfecho con los mensajes tras la reunión del emisario estadounidense con Putin, cree que “parece que Rusia está ahora más abierta a un alto el fuego. La presión sobre ellos está funcionando”.

Zelensky es protagonista, también, de lo que debería ser el siguiente hito tras la reunión Putin-Trump: una cumbre en la que estén presentes los tres, o un encuentro con Putin que sigue pareciendo improbable y que todos, salvo Trump, han enfriado con más o menos énfasis. El presidente estadounidense busca esa foto de los tres líderes escenificando algún tipo de acuerdo para presentar a su electorado una victoria en un momento internamente delicado por el desenroscamiento del caso Epstein.

Cesiones previstas para la congelación de la guerra

Pese a que esa foto supondría un cierre político de la cuestión, está por ver el impacto en el campo de batalla de ese encuentro, si es que llega a producirse. En el mejor de los casos, se produciría una “congelación” de la guerra, como ha declarado el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, un cese del enfrentamiento que deja en el aire cuestiones como las cesiones territoriales o el ingreso de Ucrania en las estructuras formales de la OTAN o la Unión Europea.

De cara a un posible alto el fuego, Putin quiere un compromiso firme y vinculante que garantice que Ucrania no entrará en la OTAN y pide que el territorio que ha quedado bajo dominio ruso durante la guerra continúe bajo su mando. Por su parte, Zelensky asegura que nunca reconocerá la soberanía de Rusia en las regiones ‘conquistadas’ por Moscú y especula con la integración de su país en la Alianza Atlántica.

Bloomberg avanzó que Rusia podría obtener el control total del Donbass, incluso de las partes que el ejército ucraniano ha conseguido retener

El medio de comunicación polaco Onet explicó, sin citar fuentes, la propuesta estadounidense, que incluiría el reconocimiento de facto de los territorios ocupados por Rusia aplazando la cuestión del estatus durante 49 o 99 años. También la propuesta incluiría el fin de las sanciones y, a largo plazo, el reestablecimiento del comercio en materia de energía. A cambio, el documento supuestamente presentado por Witkoff no aborda la cuestión del veto al ingreso de Ucrania en la OTAN.

Otro informe, publicado el 8 de agosto por Bloomberg, especifica que Rusia podría obtener el control total del Donbass, incluso de las partes que el ejército ucraniano ha conseguido retener. En el caso de Jersón y Zaporiyia, el acuerdo dejaría el control territorial según las líneas de batalla actuales. No está claro en qué situación quedaría Crimea, controlada por Rusia, pero fundamental para Ucrania.

En cualquier caso, una reunión bilateral entre Rusia y Estados Unidos sin mensaje de alto el fuego y sin Zelensky ya es una buena noticia para el Kremlin, que ha dado muestras, en la última semana, de cierto nerviosismo ante las amenazas de sanciones y represalias a sus principales socios. Y una reunión sin su presencia es una pésima noticia para la Unión Europea, que vuelve a quedar marginada de las conversaciones, a pesar de más de tres años de apoyo a Ucrania —y de ser la gran financiadora de la guerra— y también pese a las ofrendas desorbitadas prometidas a Trump.

Trump amenaza a través de los aranceles a los socios de Putin

La amenaza que usó Trump para lanzar el ultimátum contra Rusia fue la misma que viene usando para todos los países desde que asumió el cargo: la imposición de fuertes aranceles; no solo a Rusia, sino también a todos los países que le están comprando gas y petróleo. Uno de los países en el punto de mira de Trump es la India, el segundo socio comercial de Rusia. El país dirigido por Modi ha sido uno de los grandes beneficiados de la prohibición autoimpuesta de la UE de no comprar petróleo y gas a Rusia, y ha pasado a convertirse en el segundo comprador de petróleo ruso, a menudo para su reexportación con sello indio a los propios Estados Unidos y la Unión Europea. El 27 de agosto, si no hay cambios, los aranceles a los productos indios subirán del 25% actual hasta un 50%. 


Un golpe a la economía de un país que ha sido tradicionalmente “amigo” de Estados Unidos y que, de hecho, es el país más cercano a Washington de todos cuantos componen el grupo económico de los BRICS, a los que Trump ha puesto en el punto de mira. Los primeros resultados de esas represalias contra India se han hecho notar. El gobierno de Narendra Modi ha suspendido, según una información de Reuters, sus planes de adquirir nuevas armas y aviones estadounidenses. El pasado mes de mayo, el magnate estadounidense se jactó de haber sido una pieza clave en el alto el fuego en la región de Cachemira, donde indios y paquistaníes protagonizaron una escalada de violencia considerable.

Este no es el único frente que Trump tiene abierto por lo que a los aranceles respecta: esta misma semana le ha reclamado a la Unión Europea un monto de 600.000 millones de dólares, algo que él califica como “un regalo de los europeos a los estadounidenses”, como condición sine qua non para mantener los aranceles a la UE al 15%. 

Trump también tiene la mirada puesta en Brasil, país al que ha amenazado con imponer unos aranceles del 50% si no se detiene el proceso judicial contra su ‘amigo’ Jair Bolsonaro, actualmente imputado por intento de golpe de Estado y asociación ilícita y en arresto domiciliario desde el pasado lunes 4 de agosto.

En una llamada telefónica entre Xi Jinping y Putin que trascendió el viernes 8 de agosto, el primero le trasladó su satisfacción por la posibilidad de un acuerdo sobre Ucrania auspiciado por Estados Unidos

El otro objetivo de los ataques de Trump, China, que también ha mantenido los intercambios comerciales y el comercio de crudo con Rusia, permanece a la expectativa. La guerra de los aranceles con el país dirigido por Xi Jinping sigue también “congelada” y desde EEUU no se descarta una nueva prórroga de 90 días.

Según ha declarado Celso Amorim, asesor especial para Asuntos Internacionales de la Presidencia brasileña, India, China y Brasil, tres de los países BRICS, plantearán una respuesta conjunta a los planes de impuesto geopolítico de Washington.

En una llamada telefónica entre Xi Jinping y Putin que trascendió el viernes 8 de agosto, el primero le trasladó su satisfacción por la posibilidad de un acuerdo sobre Ucrania auspiciado por Estados Unidos. El Ministerio chino de Exteriores ha respondido lacónicamente a las amenazas de sanciones por parte de Trump como consecuencia de los acuerdos comerciales con Rusia y ha asegurado que el objetivo de Pekín es “garantizar la seguridad energética en función de nuestros propios intereses nacionales”.

Intensificación de los ataques sobre Ucrania 

En las últimas semanas, Putin, haciendo oídos sordos a las peticiones de Trump, ha intensificado los ataques aéreos sobre Ucrania. De hecho, los supuestos avances en la mesa de negociación no se corresponden con la realidad del frente, activo como consecuencia de la campaña de verano. Los informes de la guerra dicen que el ejército ruso mantiene su guerra de desgaste y avance terrestre efectivo en Jarkov y el Donbass, además de una campaña de ataque sobre las zonas alejadas del frente a través de drones, especialmente los kamikaze Geran-2, de la que ha alertado el propio Zelensky.

Según The Economist, el ataque con drones ha conseguido mejorar su eficiencia desde el 5% anterior al 15% después de junio, gracias a las mejoras en la fabricación. “Desde el verano pasado, [Rusia] ha quintuplicado la producción mensual de Gerans, según el servicio de inteligencia militar ucraniano”, indicaba el medio británico. 


El contexto antes del encuentro Putin-Trump invitaba a pensar en una escalada armamentística, hasta el punto de que el pasado 2 de agosto, tras un calentón en redes sociales con el expresidente ruso y actual agitador del Kremlin Dimitry Medvédev, el presidente estadounidense anunció que había dado órdenes de un reposicionamiento de dos submarinos nucleares. 

Aunque el mensaje no es claro —esos submarinos apuntan desde hace tiempo a Rusia y los planes del Pentágono no parecen haberse visto afectados por la bravata— el ruido nuclear fue una forma de llevar al paroxismo los momentos de mala relación de Trump con su antaño aliado, Vladimir Putin. Desde el Kremlin se le intentó quitar importancia al asunto y el portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov, hizo un llamado a la cautela. Desde el entorno del Kremlin se desacreditó a Medvédev, que actualmente ocupa el cargo de vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, bajo el argumento de que no representa ninguna postura oficial y se intentó rebajar el tono.

Los recientes anuncios de entendimiento entre Estados Unidos y Rusia afectan a una Unión Europea, que ha reclamado, hasta ahora sin éxito, su papel en las mesas de negociaciones

Más efectiva que las órdenes de despliegue fue la aprobación por parte del Senado de EEUU de un proyecto de ley de gastos que incluye mil millones de dólares en ayuda a Ucrania, una ayuda menor en comparación de lo que aportan los países europeos, pero suficiente para animar a Zelensky. Unos días después, el 4 de agosto, el propio presidente ucraniano anunciaba que Países Bajos, Suecia, Noruega y Dinamarca comprarían mil millones en armas estadounidenses para la defensa de Ucrania.

En virtud de sus compromisos electorales, Trump sigue optando por descargar en la UE el coste de la financiación de las armas para Ucrania. El plan desde la Casa Blanca es hacer caja con esas compras y con las tangencialmente relacionadas del rearme de la UE, algo a los que parecen haberse plegado todos los países europeos —con la salvedad aparente de España, que anunció esta semana estar buscando alternativas para la compra de cazas F-35 Lightning II. 

Los recientes anuncios de entendimiento entre Estados Unidos y Rusia afectan a una Unión Europea, que ha reclamado, hasta ahora sin éxito, su papel en las mesas de negociaciones y que hace tan solo una semana acariciaba como un triunfo el claro distanciamiento entre la Casa Blanca y el Kremlin. No está todo perdido para esa parte de la gobernanza europea, representada por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen y la responsable de política exterior, Kaja Kallas. Hay pocas certezas de que Putin quiera poner fin a una guerra sin un acuerdo que suponga una humillación para la UE —que explicite que Ucrania se mantendrá alejada de la pertenencia institucional a OTAN y a la propia UE—, y la Comisión y el Consejo Europeo tiene la baza de las sanciones.

Eso generaría un problema con Washington a quien, en todo momento, se ha tratado de apaciguar aun a costa de la propia pérdida de credibilidad de la UE refrendada con la claudicación firmada en Turnberry. Hasta ahora las señales emitidas desde la UE insisten en que Putin no es de fiar y que puede estar jugando con Trump. A la espera de una fotografía que daría la vuelta al mundo de producirse, la del encuentro entre los dos mandatarios de Rusia y EEUU, se mantiene una cautela que invita poco a pensar en la paz real.

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