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El ascenso de la ultraderecha en toda Europa es un hecho incuestionable. Parecía que el movimiento de los indignadxs había servido de freno, pero tras las elecciones andaluzas ha quedado claro que el caso español no va a ser por más tiempo una excepción.
Tras la clausura del ciclo político inaugurado con el 15M, los espacios dejados por la decepción y el repliegue institucional están siendo disputados por posiciones supuestamente radicales y anti-políticas fomentadas desde el propio sistema: campañas que ponen el foco en la inmigración, la unidad nacional o la inseguridad en los barrios están sirviendo como forma de penetración de una nueva extrema derecha. Se trata de una corriente que parte de Estados Unidos y se extiende apoyada por las elites locales como un nuevo mandato de la globalización.
Para responder a la cuestión de cómo hacer frente a esta nueva extrema derecha, será conveniente tener claro a qué nos estamos enfrentando, cuánta es la urgencia y cuánto el peligro real que supone. Cuánto de cerca estamos, como diría Agamben, de que el estado de excepción pase a ser la norma. Es decir, conocer cuánto de fascista y qué de fascista tiene esta nueva derecha extrema. Por otra parte, y dado que el fascismo es una máquina de generar falsos problemas con el fin de disipar las energías sociales, será también oportuno aclarar cuáles de los problemas que plantean son reales y cuáles no, o si son falsos los problemas o solo son ilegítimas las soluciones. Pero antes de contestar a todas estas preguntas se hace necesario plantear una cuestión previa, esta es la que se refiere a los limites del fascismo; es decir, qué entendemos por fascismo.
Desde su surgimiento como movimiento político en la Italia de entreguerras del pasado siglo la definición del fascismo no ha dejado de ser fuente de polémica. La controversia incluye las preguntas sobre sus componentes, su naturaleza última o sobre qué regímenes políticos pueden incluirse bajo este termino.
El fascismo se caracteriza como régimen totalitario en su voluntad de imponerse al resto de ideologías y cosmovisiones
En el pensamiento liberal, el fascismo se ha entendido como una forma particular de totalitarismo. Con este término se designa el conjunto de nuevos regímenes políticos que surgen en respuesta a la crisis de la democracia liberal tras la I Guerra Mundial en Europa. Aquí se incluiría el fascismo italiano, el nazismo Alemán o estalinismo, entre otros. Hannah Arendt señala que lo fundamental en este tipo de Estados es su “ función totalizadora”. Según ella, no es su contenido teórico lo que los define; pueden intervenir ideologías muy diferentes e incluso opuestas como “la lucha de razas” del nazismo o “la lucha de clases” del comunismo. Lo caracteriza como régimen totalitario en su voluntad de imponerse al resto de ideologías y cosmovisiones, así como de extender sus principios a todos los ámbitos de la vida humana, y ello mediante el uso de la violencia. Desde esta perspectiva el fascismo o el nazismo no surgirían como reacción al peligro revolucionario, ni se diferenciarían básicamente del comunismo, restando importancia a lo que supone Auschwitz.
En contraposición, la línea dominante de las interpretaciones marxistas entienden por fascistas aquellos sistemas políticos interesados en estabilizar las relaciones de propiedad capitalista, asegurando el dominio económico y social de las clases medias y altas. En esta definición podemos distinguir dos componente o dimensiones; una funcional: su misión histórica, salvar el capitalismo ante el empuje revolucionario. Y otra estructural, que se refiere a las clases sociales en las que se apoyaría: burguesía industrial y financiera, junto a la pequeña burguesía, clases poseedoras de tierras, élites militares y vinculadas al Estado, y escasa presencia del proletariado urbano.
A diferencia de la interpretación liberal, la ortodoxia marxista no presta atención a la dimensión política del fascismo, a su forma de ejercer el poder. Este sería un tercer componente que podríamos denominar como formal o político. En él se pueden incluir toda una serie de características de orden metodológico que le son propias, como la supresión de la democracia representativa, la dictadura del partido único que se acabará fundiendo con el aparato del Estado, la eliminación física del adversario o el uso de la violencia como su forma de praxis política. A lo que podemos añadir el culto al líder o la utilización de instrumentos de control social: propaganda, dominio de los medios, movilización de masas. En palabras de Carl Smith, la política entendida como una guerra civil.
En resumen, podemos definir el fascismo atendiendo estas tres dimensiones: una estructural, una funcional y otra referida a la praxis política. Pero el problema es que estas dimensiones solo se expresan una vez que el fascismo está ya instalado en el poder, se refieren a un fascismo maduro. Sirven para definir un Estado fascista, pero aquí se trata de poder identificarlo con antelación.
Viejo y nuevo fascismo
Para responder a la pregunta que tenemos planteada acerca de las diferencias y similitudes entre nuevos y viejos fascismos, o cuánto de fascista hay en la nueva extrema derecha, hay que fijar la atención en una componente que hasta ahora ha sido desechada por las dos principales corrientes de pensamiento que han tratado el tema: su contenido ideológico. Se trata de determinar cuál es la ideología propia del fascismo.
Tanto desde el ámbito liberal como desde el marxista hay coincidencia en la imposibilidad de definir su ideología. Como se dijo más arriba, Hannah Arendt no concede mucha importancia al contenido teórico de los Estados totalitarios. Adorno, por su parte, considera que la llamada “ideología fascista” no es tal, no posee la coherencia de una construcción racional. Para este autor, el contenido ideológico del nazismo no era tomado en serio ni por sus propios promotores; su estatuto era puramente instrumental y para ser aceptado dependía necesariamente de la coerción externa.
Por su parte, Umberto Eco, en un famoso artículo, identificó hasta 14 características de lo que el denominó Ur-Fascismo o Fascismo eterno. Para Eco, al contrario de lo que se podría pensar, el fascismo no tiene una ideología propia, el fascismo es un collage de diferentes ideas filosóficas y políticas que no forman un sistema en absoluto: muchas se contradicen, o no le son exclusivas. Monarquía y líder carismático, revolución y tradicionalismo, control absoluto y mercado libres, etc. Según este autor “Mussolini no tenía una filosofía, solo tenia una retorica".
Hay que ampliar el contenido del concepto más allá del que se refiere a un conjunto de ideas organizado y coherente
Estas visiones utilizan un concepto de ideología muy restringido, limitado únicamente a su significado como sistema teórico. Para responder a la cuestión que nos ocupa hay que ampliar el contenido del concepto más allá del que se refiere a un conjunto de ideas organizado y coherente. Zizek hace uso más complejo, incorporando conceptos cercanos al de habitus o al de cultura en antropología y atiende a elementos no del todo conscientes y no del todo explícitos. Parte del análisis hegeliano de la religión (elemento ideológico por excelencia, según Marx) y haciendo uso de su distinción entre doctrina, ritual y creencia distribuye el conjunto de nociones asociadas al termino ideología alrededor de estos tres ejes de análisis. Así diferencia la ideología como conjunto de ideas o teorías sobre el mundo, de la ideología en su apariencia externa, su materialidad: instituciones, rituales (la prensa libre, las elecciones, el mercado). Y por último, de la ideología como experiencia espontánea de la realidad, como sentido común.
Respecto al primer eje, a la ideología como doctrina explícita, ya ha quedado claro el amplio consenso respecto a su falta de contenido. Tampoco va a ser útil considerar sus representaciones públicas, sus instituciones o sus edificios. Esta dimensión solo se expresará en el Estado fascista, como se dijo antes, en un fascismo maduro e instalado en el poder.
De estas tres vertientes del concepto ideología solo nos puede servir la tercera, la parte de la ideología que viene incorporada en la cultura, aquella que se expresa en la forma espontánea de entender el mundo, en las relaciones sociales y que se refleja en lo cotidiano: las acciones, las estrategias, las actitudes, pero también los comentarios, los chistes, así como en los productos de la industria cultural tales como las letras de las canciones, el cine, los titulares de la prensa, el deporte o la pornografía. En resumen, el conjunto de actitudes y presupuestos implícitos que configuran la red que sustenta la reproducción de las practicas económicas, legales y políticas.
Volviendo a Umberto Eco, con respecto a la pregunta de si existe un solo fascismo, si el franquismo o el nazismo pueden incluirse bajo ese término, el semiólogo italiano responde de forma afirmativa. En palabras de Eco a la noción de fascismo le sucede lo mismo que, según Wittgestein, acontece con la noción de juego. Los juegos son una serie de actividades diferentes que muestran un cierto parecido de familia. Así, es posible eliminar de un régimen fascista uno o más de sus elementos y siempre podemos reconocerlo como tal. Quítesele al fascismo el imperialismo y se obtendrá Salazar, quítesele el colonialismo y obtendrá el fascismo balcánico, añádasele el catolicismo y obtendrá el franquismo; y lo mismo puede incluir el paganismo de la mitología nórdica que el folclore celta. Tenemos una serie de características que pueden aparecer en distintas combinaciones, pero bastará con que una de ellas esté presente para "hacer coagular la nebulosa fascista".
A pesar de esto, Eco no cree que haya una esencia del fascismo: "el fascismo no posee ninguna quinta esencia, ni tan siquiera una sola esencia". Sin embargo puede que sí exista un centro en torno al cual se organice la matriz de significados que todas estas características conforman, un núcleo oculto bajo ellas que aporte una unidad de sentido y que no desaparezca aunque se altere la forma en estas se conjuguen. Para rastrear este posible núcleo, esta esencia, se puede acudir a la exposición de dos contradicciones irresolubles que están en la base de la constitución del fascismo y que inevitablemente lo determinan.
Contradicciones
La primera de ellas es la que se refiere a contradicción capital/trabajo, el conflicto de clase propio del capitalismo, que aquí, ni se resuelve ni se atenúa. El fascismo intenta generar una falsa unidad en la sociedad entorno a la raza y la pertenencia a la nación por encima de las diferencias de clase. La lucha de clases se disfraza con la ideología Volksgeist, al mismo tiempo que en todos los ámbitos se extrema la competitividad y la jerarquización propias de una sociedad en la que se mezclan los valores del darwinismo social y el militarismo. Valores que se expresan de forma cómica en la teatralidad de sus puestas en escena o en el culto al líder y la relación de este con las masas a las que desprecia, o en su vertiente más cruda, en las políticas raciales y eugenésicas.
La segunda contradicción se ancla en el modo de enfrentar la crisis del capitalismo. Ante la crisis económica de los años 30 surgen tres respuesta diferentes: la del socialismo real de la URSS, la keynesiana y la respuesta fascista. La repuesta económica del fascismo se puede entender como una especie de keynesianismo militarista. Militarista tanto por el hecho de que incorpora un férreo control sobre la mano de obra, como por la energía o voluntad que impulsa toda su actividad económica. Pero al contrario que en las políticas del new deal, no se basa en el pacto capital-trabajo, ni en alterar el reparto de la riqueza producida; el Estado fascista aumenta la demanda agregada mediante la producción de armamento, que será el motor de una economía enfocada a la guerra.
Los regímenes fascistas de entreguerras se van a configurar como regímenes desarrollistas y guerreros, pero esta respuesta impone unos límites y unas necesidades que no se pueden obviar. Se puede optar por producir tanques en vez de mantequilla, pero una vez se han producido, estos han de ser usados para que la fábrica de tanques no detenga la producción, al tiempo que habrá que conseguir, por otros medios, la mantequilla que se ha dejado de producir. Una economía organizada entorno a la producción bélica acaba produciendo, como no podría ser de otro modo, guerra.
Una contradicción incide hacia el interior de la sociedad y otra hacia el exterior, pero ambas con el mismo resultado. Guerra: guerra interna y guerra externa, la guerra está intrínseca e indisociablemente unida a este tipo de regímenes. El fascismo como forma de huida hacia delante, un salto al vacío para salvar el capitalismo sin alterar sus estructuras.
Guerra sin fin, muerte y destrucción es lo único que el fascismo puede ofrecer a futuro. Para sustentarse en esta certeza necesita de una cultura que la normalice y la legitime como única realidad posible, necesita construir en la población un habitus, un carácter y un sentido común acorde con el mundo que inevitablemente produce: "(…) Me habían dicho que la guerra permanente era la condición normal para un joven italiano" (U. Eco). Esta es la cultura que reconocemos en los uniformes de la SS o en el himno de la legión. Una cultura psicópata, criminal y absurda que va contra la vida. Y este es el horror que emerge en el centro de la ideología del fascismo, su núcleo de significado, su esencia tanatopolítica.
Es esta ideología que ensalza la guerra, esta ideología de lo perverso, lo obsceno y lo sádico, lo que define al fascismo. También es lo que comunica los viejos y los nuevos fascismos, y es aquí donde se ancla el aire de familia que reconocemos. Esto es lo que de fascista tiene la nueva extrema derecha, y en cierto sentido, es esto lo que de bueno tienen los fachas.
Lo bueno que tienen los fachas es que aunque se presenten vestidos de honrados ciudadanos preocupados por el bien común, con un discurso blanco y aseado, solo hay que cuestionarles, obligarles a justificarse, rascar un poco la superficie y enseguida emerge lo delirante y la obscenidad criminal de sus propuestas.
El fascismo es un dispositivo que fabrica continuamente falsos problemas y falsas soluciones
Eso no quiere decir que haya que obviar el malestar o los problemas de los que se sirven, que son reales y urgentes. Pero sí hay que poner en claro cómo actúa el fascismo y dejar en evidencia sus intenciones. El fascismo no viene a resolver problemas, en palabras de Wu Ming: "El fascismo es un dispositivo que fabrica continuamente falsos problemas y falsas soluciones. Identifica enemigos ficticios, señala chivos expiatorios, se apropia de las energías sociales y las canaliza hacia conflictos sucedáneos […] Falsas soluciones que retroalimentan los auténticos problemas y dividen a quienes deberían estar unidos".
La opción es enfrentarlos, no rehuir el conflicto, pelear todos los temas y no concederles espacio. Hay que no asumir los consensos y re-politizar los problemas. A modo de ejemplo: este otoño el presidente del comité de empresa de Navantia justificaba las movilizaciones convocadas en defensa de la venta de bombas a la dictadura Saudí con el argumento de que las calles de Cádiz estaban llenas de niños pasando hambre. El Alcalde de Cádiz, perteneciente Podemos, avaló esta postura, y a pesar de ello fue criticado por su falta de rapidez a la hora posicionarse a favor de la defensa de los puestos de trabajo de Astilleros. Nadie puso en duda la situación de hambre de los hijos del presidente del comité de empresa, ni mencionó su vinculación con partido político alguno, ninguno de los sindicatos mayoritarios apuntó que se trataba de un problema que afectaba a la sociedad en su conjunto y no solo a los trabajadores de Navantia. O que correspondía al Estado aportar las soluciones o las ayudas económicas necesarias, y que si esto no fuera así, y llegado el caso, que seis mil trabajadores bien podían organizarse para asaltar todos los supermercados que hicieran falta en un país donde la comida se produce en abundancia.
Aparte del peligro que supone dejar cualquier decisión en manos de semejante individuo, si hoy al presidente del comité de empresa de Navantia le parece bien el bombardear niños en Yemen, mañana, igual de bien le puede parecer hacerlo en Sevilla o en Barcelona. Solo hace falta que la compra de un televisor de más pulgadas, un viaje a Tailandia más lujoso, o una entrada en la final de la copa desde la que se vean más cerca a los jugadores del Real Madrid, se consideren socialmente una necesidad tan legítima como la de comer.
El discurso de la nueva extrema derecha solo triunfa si se les regala el espacio. Solo perdemos si aceptamos la definición del mundo que nos ofrece, solo si asumimos que la vida de los niñxs gaditanxs depende de la matanza de los niñxs en Yemen y no de la forma en que organicemos nuestra sociedad, solo en este caso el fascismo habrá ganado.
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En serio, SOLO "la nueva derecha" entra en la definición del fascismo?
Porque yo veo muy a "podemos", erc, o bildu dentro de esos parámetros.
Interesante, completo y complejo artículo. En El Salto también he leído hace poco a Jacinto Ceacero preguntarse si los dueños del cortijo español habían regalado publicidad a la ultraderecha ¿por llevarnos hacia el fascismo o quizá la clase dirigente esta dividia en cuestiones sociales? Hay capitalistas modernos en temas sociales (aborto, etc.) y un capitalismo facha tradicionalista (y de las JONS). Dice Romero que el fascismo lleva a la "guerra". Definamos el término "guerra" como enfrentamiento entre ejércitos (como las guerras mundiales) y NO como la invasión de Irak por Yankilandia, que en ningun caso puede calificarse de guerra (como no llamaríamos pelea a la paliza de un boxeador de 20 años y 100 kilos a un chaval de 12 años y 70 kilos). García Calvo de forma certera hablaba de "guerritas en los márgenes" (como Libia, etc.). El fascismo del siglo pasado creaba guerras y el actual guerritas en los márgenes. El fascismo de ayer surgia como cortafuegos de la revolución social; hoy el fascismo hace parecer a la mafia del PPSOE como partidos de centro, y ese es uno de sus principales papeles: permitir al PPSOE tomar medidas ultraderechistas y luego decir que los de extrema derecha son otros partidos. Por otra parte si el articulista llama "socialismo real" al capitalismo de estado de la antigua URSS, ¿por qué no llama "patriotas" a los ultraderchistas? Parece que el combate antifascista puede empezar por las palabras y no conviene usar términos que quiten hierro a regímenes totalitarios. Si el PPSOE - Ciudadanos toman medidas de derecha extrema: ¡que no nos vengan con el cuento de que han sido empujados por un pacto con la ultraderecha racista, fascista y homófoba!.
Lo bueno que tienen los fachas es que pronto se les ve el cartón totalitario y dictatorial.
En consecuencia, los demócratas genuinos deben unirse para pararles los piés antes de que consigan un enfrentamiento civil que es su verdadero objetivo para perdurar.
Uno de los mejores artículos que he leído sobre el fascismo. Muy necesario. Muchísimas gracias
Todos los parametros del fascismo encajan para calificar el Trumpismo como tal.
El fascismo internacional sueña con la cuarta guerra mundial en la que puedan administrar el colapso capitalista en marcha para hacerlo perdurar.
Todos los haters de las redes votan Vox porque pretenden que sus odios estupidos sean entronizados a "ideología" de estado.
Y yo no soy más, ejem, ¿cómo se dice ...? pq soy muy, ejem, ¿cómo es que se dice ...?