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Economía social y solidaria
Pensando Economías Alternativas Transformadoras desde Andalucía
El Mercado Social Andaluz se mueve.
El 6 de diciembre se han dado cita varias iniciativas y organizaciones de cinco de las provincias andaluzas procedentes de la Economía Social y Solidaria.
Periodismo digital, agroecología, movilidad sostenible y feminista, o finanzas éticas se sentaron a tejer y asentar un tejido económico transformador con vistas a los próximos 2 años, planteando acciones coordinadas que permitieran generar visibilidad, ampliar la base de iniciativas de producción y de consumo y cohesionar una identidad en torno a la Economía Transformadora.
La cohesión, así como la articulación para cubrir el máximo de nuestras necesidades en la red, son dos elementos de debate sobre los que parece existir consenso. De este modo, generar espacios que aglomeren las iniciativas en nodos locales, que coincidan en fechas determinadas para incrementar su visibilidad fue una de las propuestas. Este formato ya se ha llevado a cabo en alguna de las provincias andaluzas, habiendo sido evaluado positivamente y elegido como actividad fundamental en la agenda. Además, campañas coordinadas a nivel andaluz y articulación de la comercialización también se introdujeron en esta agenda, algo que reduciría el impacto ambiental, consolidaría la red de redes, y mejoraría la atracción de otros agentes de la Economía Social y Solidaria andaluza que aún no se encuentre asociada a redes locales.
La potencialidad de Andalucía como territorio para las Economías Transformadoras
Esto resulta un punto de inflexión emocionante de REAS en Andalucía, que abre las puertas a consolidarse y fortalecer alternativas al Capital. En este sentido, resulta relevante y prometedor ver un nuevo impulso en torno a la construcción de Mercados Sociales en distintas provincias de la mal llamada “subdesarrollada” Andalucía, por ser territorio con grandes potencialidades en lo que se refiere a la Economía Transformadora.
Como periferia de la Europa del Capital en crisis, Andalucía presenta características compartidas con otras regiones del Sur del Mediterráneo: tasas de paro escandalosas, exclusión social, desahucios sistemáticos y otros indicadores, que dan cuenta de una realidad en crisis crónica, en donde se culpabiliza a la víctima desde la lógica neoliberal, de ahí que Oscar García Jurado use el término “surdesarrollado”.
Además, en esta crisis civilizatoria en la que nos encontramos, lugares como Andalucía, construidos como periferia, son deliberadamente empobrecidos, paradójicamente pese a la extremada riqueza en bienes comunes naturales de sus territorios. Así, su gente adolece de no tener alimentos y hogares indispensables para vivir, mientras que los productos agroalimentarios son exportados al Centro de Europa y las casas vacías sirven para especular u hospedar a turistas de medio mundo. Una "maldición de los recursos" como teoriza el estudioso Alberto Acosta, de recursos naturales, pero también paisajísticos, sociales y culturales, que hacen que Andalucía sea tierra que da (o que se lo quitan), pero que poco recibe.
Si el capitalismo nos propone un individualismo competitivo realmente inexistente, las regiones de esta periferia, por su condición, presentan un mutualismo histórico característico de los pueblos del Sur
Sin embargo, las críticas que se hacen al “desarrollo” desde diversas periferias del mundo, observan que determinados aspectos propios de las sociedades que habitan esas regiones tachadas de “subdesarrolladas”, resultaban muy interesantes de cara a proponer alternativas actuales sostenibles con la vida como sugiere Amaia Pérez Orozco en Subversión feminista de la economía. Si el capitalismo nos propone un individualismo competitivo realmente inexistente (puesto que somos seres "ecodependientes" e "interdependientes" como señala Yayo Herrero), las regiones de esta periferia, por su condición, presentan un mutualismo histórico característico de los pueblos del Sur, una manera de ser con el otro, que se ayuda colectivamente, como bien ha remarcado Pastori Filigrana en el aniversario del 4D.
Lo que hoy conocemos como solidaridad y cooperación, y que resulta una práctica reivindicada por los nuevos movimientos sociales, está presente en la cultura popular andaluza del confiar y compartir, del invitar y el convivir en espacios públicos. Este elemento no es fortuito: el movimiento cooperativista andaluz data sus inicios en 1840, donde se asentaron los procesos de construcción teórica de su proyecto económico y social. Desde las cooperativas de consumo, que buscaban protegerse del desabastecimiento de las clases populares del siglo XIX, las agrupaciones artesanas y gremiales, que construían comunidad y autonomía en oposición al avance del capitalismo de la dinastía Saboya, o las cooperativas industriales de finales del siglo XX en pleno régimen franquista, que recomponían la vida allí donde el franquismo no podía llegar. Esta capacidad de organización queda reflejada en 1979, en donde más del 30% de las cooperativas en el Estado español se daban en territorio andaluz.
Con ello, no quiero idealizar lo popular como idóneo, sino subrayar que el elemento solidario no es una propuesta nueva en las regiones construidas como periferia, sino un aspecto de su cultura que ha sido menospreciada y en parte eliminada por el sometimiento de Andalucía como colonia interna de Europa, pero que aún se encuentra en algunas prácticas que podemos identificar quienes habitamos en Andalucía.
Economía social y solidaria
“La sociedad de consumo nos empuja a consumos irracionales”
Esta semana tendrá lugar en Córdoba el
Encuentro Internacional de Economías Transformadoras
, promovido por Reas Andalucía y la Universidad de Córdoba. Conversamos con Brenda Chávez, experta en consumo y alternativas económicas y una de las ponentes del evento.
La potencialidad de recuperar estos espacios de convivialidad es enorme de cara a construir economías alternativas y solidarias, ya que han sido y siguen siendo espacios de resistencia vital, donde la gente se entrelaza para poder soportar el paro y la pobreza estructural. Me refiero a la práctica de cocinar para más gente con el “por si acaso”, al acto de muchas señoras andaluzas mayores comprando un pan a quien no tiene nada en la calle, o a los numerosos formatos de intercambio de economía informal que permiten subsistir cotidianamente a familias. Si bien estas actividades de reproducción social no están exentas de la crítica por la existencia de una división sexual del trabajo, mi intención es poner en valor dichas prácticas por generar redes de resistencia que vinculan a las personas, retomando el concepto de rescatar los cuidados históricamente realizados por mujeres, como algo fundamental para el desarrollo de la inteligencia emocional, según ha sugerido Mariagiulia Costanzo Talarico en el Encuentro de Economías Transformadoras de Córdoba.
Otro aspecto vital de la Andalucía hecha periferia es su relación con el medio ambiente de su territorio. Cuando observamos las tasas de éxodo rural que afectan a otras Comunidades del Estado Español, se observa que en Andalucía esta dolencia no es tan alta como en Castilla La Mancha, Castilla-León o Aragón, que encabezan la lista según el INE. Este hecho muestra que, más allá de las razones que puedan esgrimirse de la actividad económica que representa el sector agropecuario aquí por ser la “huerta de Europa”, la realidad es que en Andalucía, la gente se queda más en sus pueblos por algo.
Ese arraigo y vinculación a su territorio es manifiesto cuando se conversa con jóvenes migrantes andaluces. Casi la totalidad de la gente andaluza con la que he convivido cuenta lo duro que ha sido salir, el cómo agradecen “escaparse” a su tierra, y lo bien que comen en “casa”. Es habitual que la gente con la que converso tenga padres, madres, abuelos o abuelas de pueblo, y que sigan manteniendo su pequeña huerta de traspatio o tengan un vecino/a que lo haga, lo que les lleva a describir detalladamente sus memorias colectivas del cómo se compartía la comida, de lo bien que olía, y de qué bien sabía. El puchero, los calentitos, los garbanzos con espinacas, la pringá, son platos populares aun presentes en esa gastronomía casera, que sin ser hipervisibilizada como la cocina de autor, resulta tener un valor particular que les vincula a su tierra.
Resulta necesario prestar atención a estos elementos bioculturales, aquellos que no pueden entenderse sin mirar los vínculos entre la cultura local y el territorio que se habita
Junto con el habitual conocimiento detallado de una geografía que no se encuentra en los libros de texto, da que pensar que lo andaluz tiene sentido en la actualidad, y que lo local tiene valor de uso para ellos y ellas. Es en este sentido que resulta necesario prestar atención a estos elementos bioculturales, aquellos que no pueden entenderse sin mirar los vínculos entre la cultura local y el territorio que se habita, por ser esenciales para construir redes de Economías Transformadoras en Andalucía, y generar nuevas lógicas que aludan a lo local y lo justo como eje fundamental.
Un tercer aspecto de cara a pensar la red de Economía Social y Solidaria es el carácter de reciente construcción de Andalucía como frontera de Europa. La dialéctica negativa en torno a la migración africana, agudizada por el cierre del paso italiano y las lógicas neofascistas, chocan frontalmente con el lugar de paso y mezcla cultural que constituyó Al-Andalus. Sandro Mezzadra, en su último libro, indica que la frontera, lejos de representar solo un confín, supone por el contrario una articulación particular exclusiva para el capital, que se beneficia al permitir la inclusión selectiva de personas para abaratar la mano de obra.
Feminismos
Cómo colocarle las 'gafas violetas' a una organización social
El pasado fin de semana fuimos invitadas a la Escuela de Som Energía para debatir sobre cómo introducir una perspectiva de género y prácticas feministas en la cooperativa. Compartimos las reflexiones que allí hicimos, por ser extrapolables a otras organizaciones sociales y de la Economía Solidaria. El texto bebe de diversos trabajos de múltiples compañeras que incorporamos conformando así una autoría colectiva extensa que se nutre y crece día a día.
Por lo tanto, con la intención de enriquecer las propuestas para una Economía Transformadora, me resulta interesante recordar el hilo que une Andalucía a los pueblos africanos, por su presencia histórica ocultada en el territorio andaluz, como se evidencia en el documental de Miguel Ángel Rosales, Gurumbe. De esta forma, el reto de Andalucía es aprender y acercarse para fomentar estas potencialidades de cara a un mutualismo intercultural necesario en las Economías Transformadoras.
El espacio generado que se propone asentar una red de Economías Transformadoras en Andalucía, representa una luz de esperanza en tiempos convulsos, un motor de cambio que permita generar masa social articulada en torno a propuestas sólidas, asentadas en el territorio y su cultura, y con horizontes transformadores que coloquen la vida en el centro.
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