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Documental
Bazar Kirpa, el legado e identidad sindi de Rakesh Narwani
Con El Bazar de mis padres, el realizador Rakesh Narwani rinde homenaje no solo al establecimiento que su familia regentó durante 36 años en la malagueña y céntrica calle Carretería, sino al legado de sus padres, marcado por la migración, el trabajo y el amor en la diáspora.
La música permea este film, así como la imagen que tiene el director de su madre. “Siempre la recuerdo cantando”, afirma como narrador omnisciente de la película, relato en el que lamenta que “ella no era la que contaba las historias en casa y nadie le preguntaba por qué. Yo tampoco”. De Laal Chunriya, de Sonu Nigan y Alka Yagnik, a Dum Dum Deega Degaa, de Mukesh, las canciones van desgranando momentos importantes de la vida de la familia, que permiten a Narwani explicar que creció sin ser consciente del esfuerzo de su madre por impedir que el Kirpa Bazar, o “el indio”, como lo llamaban en el barrio, desapareciese.
De Delhi a Málaga
La única de diez hermanos en estudiar una carrera universitaria, Tara, como muchas mujeres en India, perdió su nombre con el matrimonio. Pasó a llamarse Manju. Cuando terminó los estudios, su familia comenzó a buscarle marido. El rubor tras ver una fotografía del padre de Rakesh en Ceuta evidenció para sus seres queridos que había elegido al hombre con quien compartiría el resto de su vida. Un migrante que también había cambiado de nombre. De Bhagwan a Paco Narwani, facilitando que la clientela del bazar Marisol, en el que trabajaba en los setenta en la Ciudad Autónoma, lo nombrase con mayor facilidad.
Bhagwan pertenece a “la minoría sindi, originarios de Sindh, en el actual Pakistán. En 1947, tras la partición de India y Paquistán, miles de sindis hinduistas se convirtieron en refugiados en su propia tierra. Comenzó así una cruda diáspora para el pueblo sindi”, explica la voz en off de Rakesh en el documental, mientras se observan antiguas filmaciones de su familia paseando por la urbe ceutí, donde su padre consiguió ahorrar lo suficiente para que se produjese la ansiada reunificación familiar.
Y de Ceuta, a Málaga. Era 1982 y el creador audiovisual tenía solo un año. Mientras crecía, observaba la misma imagen una y otra vez: su padre reparando algún reloj y su madre revisando facturas detrás del mostrador, mientras él y su hermana Poonam hacían los deberes entre tecnología china, japonesa e india a saldo. Los jueves por la tarde, tenían la fortuna de jugar a videojuegos con sus amigos, gracias a las posibilidades que les ofrecía el establecimiento.
Conforme fue creciendo, el director del filme se fue alejando de lo que la tradición india le había dictado, ya que, “tal vez por ser hombre, se ha podido escabullir”. Como primogénito varón, tenía la obligación de heredar el negocio familiar, así como ayudar a sus progenitores en caso de necesidad. Y la necesidad llegó, como en el caso de cientos de familias malagueñas, con una carta en la que se informaba de la subida del alquiler.
Liquidación por gentrificación, no por jubilación
La gentrificación y turistificación que asfixia desde hace años la almendra del centro de Málaga, también lo hizo con el Bazar Kirpa, cuya alma siempre fue Bhagwan. Buen vendedor y mejor relaciones públicas, tuvo que enfrentarse al nuevo arrendamiento propuesto por el dueño del local, que ascendía a 2.500 euros al mes. De no ser pagados, obligaban a la rescisión del contrato y al abandono del local el 27 de febrero de 2018. Y así fue.
“Liquidación total”, rezaba uno de los carteles que yacían en la entrada del bazar durante los meses anteriores a su cierre. Desde Los Jamones, un bar ubicado frente al establecimiento, se veía al director de la cinta, con el trípode fijo, frente al negocio que articuló la vida de su familia durante décadas. “Estoy grabando un documental sobre el bazar”, decía sonriente y algo melancólico cuando nos cruzábamos cerca del número 84 de la calle Carretería.
“Aún recuerdo mi primera paga: mil pesetas por vender un Sony Auto Reverse”
Conversaciones sobre su infancia se entremezclan magistralmente con regañinas rutinarias en cualquier negocio, ligadas al esfuerzo de su madre por tener siempre mercancía o a la alegría de su padre por la venta de algún producto de importación. “Aún recuerdo mi primera paga: mil pesetas por vender un Sony Auto Reverse”, comenta orgulloso Rakesh, que aparece en escena durante todo el documental, ya sea en la boda de su hermana en Delhi cuando tenía 20 años o los días previos al cierre de un negocio que es parte indisociable de la identidad y su legado familiar.
“Mi abuela me decía que los sindis siempre tenemos que estar preparados para huir en cualquier momento. Recoger todo rápido y marchar”, lamenta el narrador entre imágenes de los integrantes de la familia recogiendo los últimos enseres de la tienda. “Hoy es el último día. Echaré de menos estar todos juntos vendiendo”, afirma. La tristeza contenida dentro del bazar, contrasta con la algarabía de la Cabalgata de Reyes, en una oposición mágica que vaticina que la vida sigue.
Trabajando en su propio legado, Bazar Films
Si bien Rakesh Narwani tenía claro que no quería dedicar su vida al bazar, su pasión por el cine es también parte de su legado familiar. Esta película sobre la diáspora no hubiese sido posible sin el archivo documental de la boda de sus padres, de sus vidas en Ceuta o en Málaga; ni sin los apoyos del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), la Junta de Andalucía y el Festival de Málaga, que le ha permitido contar con la tutoría de la cineasta Carla Simón, Oso de Oro de la Berlinale este año por Alcarràs, para la ficción sobre la misma temática en la que está trabajando en realizador audiovisual en la actualidad.
Hace siete años, la artista visual Paula Villegas y Narwani crearon la productora independiente Bazar Films, responsable de El bazar de mis padres, de la que Villegas es productora ejecutiva y directora de arte. En el documental también colaboran otros nombres conocidos de la cinematografía malagueña, como Concha Barquero en el montaje o Alejandro Alvarado en el desarrollo del guion que, a veces, recuerda a Pepe, el Andaluz (Alvarado y Barquero, 2015), sin perder de vista trabajos sobre la diáspora, como The Farewell (Lulu Wang, 2019) o Blinded by the Light (Gurinder Chadha, 2019) u obras nacidas de la experiencia personal, como la de su tutora en Verano 1993 (Carla Simón, 2017).
Mientras estudiaba Comunicación Audiovisual, el director del filme ya formaba parte del grupo que promovió Cinema Política, una muestra documental en la Facultad de CC. Comunicación de la Universidad de Málaga en la que se promovían debates sobre temas de actualidad. Después continuó estudiando en Parma, Nueva York o Salamanca.
Y llegó el 15 M, lo que supuso un antes y un después en su cinematografía. Junto la periodista Laura Rueda dirigieron 15M: Málaga despierta (2013), documental sobre el movimiento ciudadano que nos ilusionó en 2011 y en el que colaboró el fallecido José Luis Sampedro. “Era una propuesta nacional, en la que distintas ciudades harían su propio documental y luego se unirían”, me dijo tras una de las proyecciones del Festival de Cine en Español de Málaga, evento donde se proyectó, dialogando con la exhibición paralela en La Casa Invisible, el pulmón del centro de Málaga que resiste al desalojo.
Siempre te puedes encontrar a Rakesh Narwani saliendo del cine y, en la mayor parte de los casos, ese cine es su querido Albéniz, un edificio de 1945 en el centro de Málaga que sigue contraprogramando al turismo masivo gracias a eventos como el de hoy, en el que habrá un doble pase de El Bazar de mis padres, a las 19:30h y a las 20:30h. Disfruten de la proyección.