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Desperdicio alimentario
¿Sabes cuánta comida tiras?
Cada año se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos a lo largo de toda la cadena, entre un tercio y un cuarto de la producción mundial. Este despilfarro no sólo un problema ético, sino que conlleva graves consecuencias medioambientales. Mientras que la voluntad política para acabar con el problema es escasa, las iniciativas ciudadanas se multiplican. Yonodesperdicio es una de ellas.
Seguro que no eres consciente de la cantidad de comida que tiras cada día y menos aún de la cantidad de desperdicio de alimentos que has generado a lo largo de tu vida. O a lo mejor consideras que apenas tiras comida. De hecho hasta puede que creas que nunca desechas nada. Pero esta creencia de muchos/as de nosotros/as contrasta con la realidad.
Hasta hace poco era imposible saber el desperdicio de alimentos que estábamos generando en el mundo, puesto que no existían datos contrastados. Ahora sabemos que cada año desperdiciamos 1.300 millones de toneladas de alimentos a lo largo de toda la cadena, entre un tercio y un cuarto de la producción mundial. Y que no todos los países contribuyen al desperdicio de comida de la misma manera.
En Europa tiramos 89 millones de toneladas de alimentos a la basura, y el Estado español es el séptimo de la UE que más desperdicia, con 7,7 millones de toneladas desaprovechadas cada año. Solemos pensar que ese desperdicio procede en gran mayoría de la industria, pero el 42% del total en Europa se produce en nuestros hogares. En los países del Sur, en cambio, el desperdicio de alimentos suele darse en los primeros eslabones de la cadena alimentaria, por falta de infraestructuras para mantenerlos en buenas condiciones.
El desperdicio de comida pone en evidencia el fracaso del sistema alimentario actual. Este sistema nos presenta un panorama chocante y desigual. Uno de cada tres alimentos acaba en la basura, mientras que 815 millones de personas son víctimas del hambre. El desperdicio agrava la situación, ya que tiene graves repercusiones en la seguridad alimentaria mundial porque implica una reducción de la disponibilidad global de comida y dificulta el acceso a la misma, especialmente, de las personas más vulnerables.
El desperdicio alimentario no es solo es un problema ético, sino que tiene además graves consecuencias medioambientales. Cada alimento que comemos ha sido producido utilizando recursos naturales tan valiosos como la tierra o el agua. Para producir una hamburguesa de carne, con pan, queso, la típica hamburguesa completa, se utilizan 2.529 litros de agua. Imagina toda el agua desperdiciada cuando dejamos ese último cachito de hamburguesa.
Además, según la FAO, el desperdicio de alimentos es el tercer productor mundial de gases de efecto invernadero después de China y Estados Unidos, contribuyendo, por tanto, en gran medida, al calentamiento global. La huella de carbono del desperdicio se estima en 3.300 millones de toneladas de CO2 liberado anualmente a la atmósfera. Y como solo una pequeña cantidad de los alimentos desechados son compostados, el resto, acaban en los vertederos emitiendo en su descomposición gas metano, que es hasta 23 veces más nocivo que el dióxido de carbono.
Tirar comida es tirar dinero, energía, insumos y el trabajo de todas las personas que participaron en la cadena alimentaria. En el caso del Estado español, un informe realizado por Fusions-UE en 2011, cifró el coste del desperdicio en nuestros hog
Hemeroteca Diagonal
¿Es esto consumo responsable?
La responsabilidad de nuestras acciones pasa también por diferenciar qué comemos de a quién nos comemos.
Esta problemática necesita que haya cierta responsabilidad política que impida que toneladas de comida acaben en los vertederos. La Comisión Europea contempla ya el desperdicio de alimentos como uno de los puntos para abordar en su plan de Economía Circular, y recientemente ha presentado una serie de directrices para revalorizar alimentos que han sido descartados para el consumo humano, pero que pueden ser usados como alimento para animales. En cualquier caso, aunque ya existen algunas iniciativas políticas, todavía queda un largo camino por recorrer.
Mientras que los políticos se ponen las pilas en materia del despilfarro, nosotros/as como consumidores/as tenemos mucho que hacer en la lucha contra el mismo. Recordemos, que en nuestro país, el desperdicio se produce mayoritariamente en nuestras casas. Por ello, os dejamos algunas acciones sencillas que podemos hacer en nuestro día a día:
- Servir y cocinar porciones de comida más pequeñas. Inventar recetas de aprovechamiento.
- Comprar solo lo necesario. Comprar a granel para adquirir sólo la cantidad exacta.
- Dejar los prejuicios a un lado y comprar frutas que aunque no son “bonitas” son saludables.
- Almacenar y conservar los alimentos de forma adecuada.
- Entender las fechas. La fecha de caducidad indica que después de ese día el alimento ya no debe ser consumido. La fecha de consumo preferente, sin embargo, indica que el alimento debe ser comido preferentemente antes de llegar a esa fecha, pero que sigue siendo seguro para el consumo.
- Pedir para llevar lo que ha sobrado en el restaurante.
- Compostar los desperdicios orgánicos.
- Compartir.
Compartir con la gente de tu alrededor. Compartir con tus vecinos/as, compañeros/as de trabajo, amigos/as, familiares y también con gente anónima. Yonodesperdicio te da esta oportunidad.
Yonodesperdicio, es una iniciativa de la ONG Prosalus que pretende crear una red ciudadana comprometida contra el despilfarro de comida. Esta plataforma online que cuenta con una web, y una app tanto para android como para iOS, pone en contacto a personas que quieran compartir los alimentos que, por diferentes motivos no van a consumir y acabarán en el cubo de la basura. Es una iniciativa inspirada en el consumo responsable y colaborativo e incorpora prácticas habituales de sostenibilidad. El objetivo es concienciar a la ciudadanía de que los pequeños gestos suman y que desde nuestros hogares podemos hacer mucho para disminuir el despilfarro de comida. Cualquier persona se puede registrar como usuaria a través de un formulario muy sencillo, y empezar a compartir alimentos desde ese momento.
A partir de ahora, antes de tirar ese tomate piensa el esfuerzo y los recursos que se han puesto en él, piensa en el valor que tiene más allá de su precio. Como consumidores/as podemos hacer mucho para disminuir el desperdicio de alimentos y recuerda que juntos/as podemos lograr un sistema alimentario sostenible para las generaciones presentas y futuras.
Antiespecismo
“Comer es un acto económico, ético y político”