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Arte
Arte sin nómina
Todo ser debe gritar. El artista piensa y cuando piensa, repite: “Todo ser debe gritar. Todo ser debe gritar”. El artista está en guerra contra su tiempo, contra la historia. Cuando se le deja un momento a solas, el artista habla consigo mismo y pronuncia: “Hay una gran tarea destructiva, negativa por hacer. Barrer, asear”. Al artista zombi, sin embargo, solo le queda la resignación, boxear contra la burocracia y calmar su rabia. La rabia no vende.
Todo lo sólido se desvanece en el aire. Alexia Sayago, performance, acción, teatro y más teatro. 3.000 euros en los últimos 12 meses. “¿3.000 euros? Creo que me estoy pasando… y quítale los impuestos”. Madrid, Barcelona, Valladolid, Ibiza, Tenerife. Arte vivo y de carretera y manta. Ha llevado su obra allí donde ha podido cargar con su peso, que a veces es su cuerpo y a veces el de otras. “Hemos asumido el fracaso”, dice desde la serenidad. “La precariedad viene de dentro. De casa”, adereza el soliloquio. “Si te dedicas al arte asumes la precariedad. No lo justifico, es así”, sigue. Alexia recuerda cómo su madre no alcanzaba a entender su proyección artística, así que cuando estrenaba una obra de teatro ella le pedía un Goya. “Mi madre, mi propia madre”. ¿El mejor Goya es el que arde?
Arte
Arte Artistas zombis
Liam McDonell, cine y fotografía. “¿En el último año? Unos 1.000 euros”. Todos los dardos le llegan para subestimar su proceso creativo: “Como si esto fuera innato, como si ya lo tuviera desarrollado”. Como si no supusiera un tiempo, como si ese tiempo, en manos de un artista, no existiera, no pasara. “Recuerdo estar sacando fotos a mis colegas en una excursión. Teníamos 16 años. Siempre llevaba la cámara. Una compañera de clase miró las fotos y dijo: ‘Qué buenas fotos saca tu cámara’”. Como si detrás del visor no hubiera un ojo que mira y piensa. “La vida del artista es un constante ‘qué buenas fotos saca tu cámara’, pero no tú”, se duele.
Xavier Achurra, videoarte y fotografía, del analógico al digital. 250 euros, es decir, muy poco tiempo entre manos para crear. Xavier tiene la sensación de estar empezando. Siempre empezando. Muchos “¿Qué mierda haces?” y “¿Qué es eso?”. También unos cuantos “Qué raro, no lo entiendo” y algún “¿De verdad piensas que lo que haces sirve para algo?”. “Para crear necesitas dinero. El tiempo que tienes lo inviertes en otras cosas, no en el arte. O tienes dinero o tienes tiempo. Resumen: tiempo y dinero. Igual tienes dinero y no tiempo. O tienes tiempo y no dinero”. Silencio, titubeo. “La verdad es que pocas veces tengo el dinero para tener tiempo”. Silencio, de nuevo, ahora resignado. Y como Xavier tiene poco dinero, su tiempo se lo lleva otro y su creatividad se apaga y su violencia se merma, su capacidad se desorienta y su oportunidad se escapa. Se zombifica.
¡Míranos! ¡Aún no estamos exhaustos! Mientras estudiaba, Alexia exponía, se exponía y a la vez trabajaba en un restaurante como ayudante de cocina. “No concibo no trabajar en varias cosas a la vez. Sé que mi supervivencia depende de eso”. No imagina otra vida. Una vida alejada del destajo, las deshoras, el cansancio. “¿La inestabilidad del artista? Saber que nunca vas a tener un contrato con el que pagar el alquiler”. ¿Lo contrario? “Que se pague mejor el arte. Suerte. Contactos. Puf. Estar en el lugar ideal en el momento concreto”.
“¿La inestabilidad del artista? Saber que nunca vas a tener un contrato con el que pagar el alquiler”
Liam pone parte de su energía diaria en estar aquí y en estar allí. Ahora trabaja para otros en la producción audiovisual y puede discernir lo que considera, de raíz, trabajo como empleo y lo que considera trabajo como creación artística. “Así es más gratificante. Más, al menos, que vivir… que intentar vivir de mi propio arte, vendiendo mis fotos. Trato de crear fuera del trabajo que me pagan”. ¿Hay una linde, una frontera clara? “Preferiría ser profesor de inglés cinco horas al día y artista durante tres”, ríe. O eso parece.
Nuestros corazones no están cansados porque se alimentan del fuego, del odio y de la velocidad. Xavier se emplea de cara al público. Le entregan un billete y hace las cuentas para devolver el cambio. Aguanta el chaparrón de poner buena cara detrás de un mostrador. “Hay que pagar el alquiler, la comida, los materiales”. Xavier tiene la mala costumbre de intentar sobrevivir. “Últimamente he sacrificado producir más, he decidido crear menos para descansar más. Entras en un bucle donde ya no hay espacio para ser creativo. Entras en un agujero. Solo empezaba a serlo de madrugada, demasiado agotado… Tenía 15 minutos de actividad para luego decir que esto es una mierda”.
“Hemos hecho la trampa desde dentro. ¿Es el arte trabajo? Muchas veces siento que no. Muchas. Dedico muchas horas a investigar y aprender. Esto no es solo una idea fugaz y ya. Conflicto. Todo lo que produces está relacionado con lo que tú eres. ¿Las críticas? Un gran peso. Porque con la comida sigues una receta, ¿sabes?”. Alexia está pensando en alto, habla, entra en guerra contra sí misma, acepta el duelo y sigue. Aquí, en su lugar, desde el principio hay esperanza, pero también desazón y falta de certidumbre: “Echas una convocatoria y no te cogen. Echas otra convocatoria. Tampoco te cogen. Echas una más. Nada. Y luego, seguir teniendo el ánimo de echarlas. Qué cansado, qué problemático”.
Alexia continúa: “A veces las becas no son económicas. Te exponen en una sala. Es guay. Tienes que venderte, hacer currículum, aprendes un montón… A veces tienes que pagar tú, por ejemplo, el envío de las obras”. Produces, te agotas, te vendes y pagas por seguir en la rueda. “No sabes si estás ganando o estás perdiendo”. A veces la beca a la que quiere optar Alexia está muy lejos de su línea de trabajo. ¿Entonces? “Haces un buen dosier, preparas una obra que cumpla las bases, ocupas muchísimo tiempo… y tampoco consigues nada”. “Trabajar produciendo ideas para convocatorias, sin ton ni son… a no ser que seas un puto genio, es incompatible. Encrucijada: tienes que comer y a la vez hacer las cosas bien”. Y a volver a empezar.
“Para crear necesitas dinero o tiempo y la verdad es que pocas veces tengo el dinero para tener tiempo”
Liam sigue el mismo itinerario. Enlaza convocatorias, becas, concursos. “Vivir de beca en beca no es vivir, para empezar a ver de qué comes”. Frustrante, muy frustrante, dice: “El arte no va sobre eso”. Xavier prepara una sentencia y enuncia: “La mayoría del arte que se produce se realiza becado o subvencionado. Propuestas, convocatorias, concursos, residencias”. Eso no es un problema en sí, dice. “Pero los que tienen la oportunidad de hacerlo son los mismos cinco de siempre”. Ya no se puede ni entrar en la rueda: “Cada vez es más difícil entrar en el circuito institucional del arte”. “Todo el arte actual es falso porque carece de impulso, agallas y pasión”, diría Elaine Sturtevant.
Culturas
La clase obrera de la cultura en la era Amazon
En el acto de entrega de la cartera, el ministro de Cultura saliente, José Guirao, le dijo a su sucesor en el cargo, José Manuel Rodríguez Uribes, que “los ministros, los concejales y los consejeros no hacemos la cultura, la hacen los creadores y los ciudadanos”. El problema es en qué condiciones se realiza en un mundo dominado por corporaciones gigantes que imponen sus normas, como Amazon y Google.
¡Haced hueco a la juventud, la violencia y la osadía! “No solo artista zombi, soy una persona zombi”, admite Liam McDonell. Un zombi hecho y derecho. “Lo normal dentro de la maquinaria del Capital, por mucho que nos quieran vender otra moto. Un zombi más en la ruletita del trabajo, de nueve de la mañana a cinco de la tarde. No somos más zombis que otros trabajadores”. ¿Tienen la capacidad, los zombis, de ser auténticos? “En el arte hay necesidad de verdad, no de sinceridad”, pensaría Kazimir Malevich. Y la verdad nunca ocurre fuera de nosotros mismos. Xavier Achurra se mira al espejo para dibujarse a sí mismo: “El artista zombi intenta sobrevivir e intenta luchar contra el sistema de precariedad y contra el elitismo”. “Si no tiene un sueldo digno quien está ocho horas diarias limpiando suelos… ¿voy a exigirlo yo?”, vuelve a entrar en el bucle Alexia Sayago.
“Todo ser debe gritar”, reiteraría, de nuevo, Tristan Tzara. Porque el arte es allí donde nos juntamos, y es para mí y para los míos, porque hay que acabar con todo. Porque a veces tienes que acabar contigo mismo. Sin más dilación, buenas tardes, señoras, señores y artistas zombis sin nómina.