Antigitanismo
La memoria siempre vuelve

Muchos “aman” el flamenco de la misma manera en que un taxidermista “ama” a los animales que diseca o que un señor “ama” a las mujeres a las que silba por la calle: como una carcasa con la que adueñarse de la belleza ajena y de su relato.
Paquera
La Paquera de Jerez en un fotograma del documental Rito y Geografía del Cante de RTVE

Tal como recogen las investigaciones de Iván Periáñez, la presencia cotidiana de una memoria colectiva es clave en la transmisión y el aprendizaje del flamenco, así como los traumas que traen consigo los procesos de subalternidad, persecución y etnocidio.

Parece que durante la gala de los Latin Grammy, celebrados estos últimos días en Sevilla, eligieron olvidar precisamente que eso de cante flamenco no es más que el eufemismo por el que se conoce al cante gitano andaluz.

Hablamos de identidad y memoria histórica, no de posesión: esta música, a poco que se conozca su naturaleza, no está pensada para pasar por los engranajes de la industria más comercial —que todo lo vacía, desdibuja y plastifica—. Al menos, no sin el dolor de los pueblos que la sostienen.

Es curioso que insistáis en que deberíamos sentir agradecimiento con ese tipo de artistas por “revolucionar” el flamenco, si la misma esencia de este arte es revolucionaria

Si los Grammy pretendían tejer ese homenaje al flamenco que tanto prometieron, no tiene sentido alguno que abriese la ceremonia una artista absolutamente privilegiada frente a la identidad gitano-andaluza, que al cantar finge nuestro acento —un accesorio estético más, su habitual cartón piedra—, que ha aprendido teoría y técnica del flamenco en una escuela conocidamente clasista y que lleva años siendo cuestionada por su empeño en manosear la memoria de las dos columnas que sostienen el cante.

Racismo
Del eslogan a la pura realidad: el antigitanismo es siempre institucional

La realidad sangrante de la brutalidad policial en base al perfil racial/étnico está todavía velada en nuestro territorio a causa de siglos de tabú en torno al carácter represor de las fuerzas de seguridad del Estado.

La culpa no debe recaer solo en ella: está claro que las grandes discográficas y la prensa más leída no entienden de quejíos o de que la boca sepa a sangre al cantar. Desde luego, menos todavía conocen la realidad material de la Andalucía más empobrecida o la historia del Pueblo Gitano en España —cosa que no les impide caricaturizar nuestras reflexiones y contradecir lo que tengamos que decir sobre nosotros mismos—.

Si dieran importancia a que leyes y pragmáticas hayan obligado al gitano a abandonar sus trajes, lenguas (caló/romané), costumbres, cantes y bailes, entonces entenderían el carácter “anónimo” de las letras tradicionales: tenían que cantarse clandestinamente, por miedo a los castigos institucionales. Tampoco es casualidad que dichas letras estén repletas de palabras gitanas, como duquelas, garlochí, camelar, acáis o Undebel.

Pero es que todo esto ya lo sabéis.

Podríamos dejarnos hoy el tiempo y la salud en volver a desmigar aquello que siempre contradecís con el mismo paternalismo que en otras luchas no estáis dispuestos a tolerar, pero, ¿cuándo os toca a vosotros escucharnos sin deshumanizar?

De verdad, es muy frustrante el tener que hacer constantes paralelismos con luchas con las que sí sois capaces de empatizar y asentar unos límites: por muy profundo y complejo que sea vuestro marco teórico para analizar otras situaciones, con el antigitanismo no hay manera de que entendáis que no os toca definir, sino mirar desde otros ojos.

La industria es antigitana y no le interesan las venas sino el envoltorio

Si para interesaros por la música que nació de nuestro anhelo de dejar un testimonio necesitáis que una artista paya, rica, catalana y académica se disfrace con esa estética y además le dais la razón cuando niega que el flamenco tenga identidad gitana, el problema está en vuestro privilegio. Periáñez lo deja bastante claro: “La desinstitucionalización es uno de los elementos característicos del proceso de aprendizaje del ser y sentir flamenco(s), así como de sus formas musicales, ya que es resultado de relaciones familiares, interfamiliares y comunitarias producidas en contextos de pertenencia (casas de amigos y familiares, barrios, plazas, bares, peñas) y momentos significativos (bodas, bautizos, pedimentos, cumpleaños o fiestas como la Navidad)”.

Es curioso que insistáis en que deberíamos sentir agradecimiento con ese tipo de artistas por “revolucionar” el flamenco, si la misma esencia de este arte es revolucionaria. Es la revuelta de la cultura popular, que es de donde nace la sabiduría común y colectiva que transforma el mundo. No necesitamos una revolución neoliberal de un grupo de personas apoyadas con el dinero que nace de la acumulación del capital a costa de la vida.

Además, todos los primeros revolucionarios del sonido eran gitanos y/o andaluces y existe una amplísima hemeroteca que lo corrobora. Con muchísimos menos recursos, tanto económicos como tecnológicos, hace ya décadas que lo pusieron todo del revés. De lo de “modernizar” ni hablamos: la actuación de Israel Fernández y Niña Pastori no fue televisada ni ocurrió dentro de la gala, aunque cantasen un martinete con un yunque y un martillo —como los gitanos antiguos de las fraguas—, y aunque el flamenco con ellos tuviera pulso y víscera.

También debería dar para reflexión aquello de que el Pueblo Gitano tenga miedo de señalar a según quién: si te penalizan como artista por decir que alguien está monetizando tu cultura mientras descontextualiza el origen y se lleva todos los méritos, la industria es antigitana y no le interesan las venas sino el envoltorio. Si los seguidores de esta persona ven los Grammy y comentan que ha sacado a los palmeros de las Tres Mil Viviendas y que los gitanos le van a quitar el oro en cuanto se gire en el camerino, más de lo mismo. La reflexión no está en nuestro tejado.

Música
Cathy Claret, y el flamenco se hizo pop
Rubia gitana de raíces francesas y pionera de la fusión flamenca, Cathy Claret es una figura que bien merece una reevaluación de sus logros artísticos, poco valorados.

Lo que está claro es que muchos “aman” el flamenco de la misma manera en que un taxidermista “ama” a los animales que diseca o que un señor “ama” a las mujeres a las que silba por la calle: como una carcasa con la que adueñarse de la belleza ajena y de su relato, sin que lo que “aman” pueda negarse.

Nosotras nos acurrucamos en las voces paralelas de Dolores Agujetas y Nina Simone, aclarando la primera que ella es gitana y no flamenca, y Nina que ella no hacía jazz, sino música clásica negra. Los mediocres acaban muriendo y su verborrea no la recuerda nadie, pero la memoria siempre vuelve.

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albamoraleda
24/11/2023 13:41

me encanta rosalía pero me ha encantado también este texto y me gustaría saber más, ¿alguna idea de por dónde puedo seguir?

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gabrielfdpb
22/11/2023 16:41

Gracias de un payo al que le gustan este y otros artes, y ninguno de cartón piedra ;)

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Antonino
22/11/2023 14:22

Y sin ánimo de polemizar, vista la abundancia de artículos que vienen apareciendo aquí sobre lo que denominan antigitanismo, quiero decir que este asunto me resulta parecido a la postura del estado de Israel con las críticas recibe por sus actos contra el pueblo palestino. Si te posicionas en contra, eres antisemita. Si no suscribes todo lo que dicen algunas personas sobre el pueblo gitano, eres antigitano...
Creo que el camino del victimismo exagerado no conduce más que al aumento de la antipatía.
Los siglos de persecución no deben llevar a ésto en ka actualidad.

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marjim.laura
21/11/2023 20:38

¡Hola! Realmente no quiero hacer una valoración del contenido porque considero que el sistema de comentarios es lo que tenemos y nos queda, pero no permite un intercambio en "igualdad" ni provechoso. Como socia del medio me gustaría saber si es posible "marcar" los contenidos de manera más clara. Entiendo que esto no es un reportaje ni un trabajo periodísticos, sino una opinión de personas concretas (por cierto, me encantaría conocer más sobre lxs autorxs de opinión que contribuyen, que haya algo más de info que no sea sólo sus nombres, para conocer desde dónde [nos] opinan); entiendo, entonces, que este tipo de contenido debería estar "marcado" como "opinión" y/o alojado en la sección de blogs.

Por otro lado, si las autoras me leen, me encantaría saber qué opinión les merecen las escuelas, academias y conservatorios de cante, toque y baile (las de barrio y las gestionadas por instituciones) a los que vamos a aprender muchisísisisisimas personas que no entendemos de purezas, duquelas ni sangre en la boca. ¡Gracias!

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Antonino
21/11/2023 15:02

Tanto abusar del término "antigitanismo", empieza a resultar abusivo, cansino e injusto. Al parecer, todo es apropiación cultural, antigitanismo, etc. Cualquiera diría que el pueblo gitano es perfecto, inmaculado. Por poner un sólo ejemplo, podría poner muchos más, es gracioso recordar cómo el politburó romaní puso verde a Arantxa Echeverria y a su película "Carmen y Lola", ante el silencio de estas buenas gentes se quejan por todo. Y decir que esa película hablaba de una historia de amor entre dos mujeres, al margen de que fueran gitanas o no. De hecho eran mercheras, no gitanas.
En fin.....

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Sirianta
Sirianta
24/11/2023 15:49

Pues no conocía la existencia del pueblo merchero, así que le agradezco mucho la mención, que me ha permitido buscar información y maravillarme con lo descubierto. Muy interesantes todas las incógnitas sobre esta etnia.
En cuanto al tema del antigitanismo, no soy nadie para opinar del mismo, puesto que en mi isla no hay gitan@s, que yo sepa; o al menos no hay comunidades gitanas establecidas. Pero sí que he conocido y tratado con gitan@s en Andalucía y en Sicilia, y en ambos casos se trataba normalmente de personas consideradas de segunda, siempre bajo la sospecha de delinquir... Me refiero a la percepción que la gente tenía, no a mi propia percepción. Por eso sí veo justificado el hablar de antigitanismo, porque existe y lo he visto. Otra cosa es el análisis profundo de por qué esto sucede, análisis que no tengo la capacidad de hacer, por supuesto.
Le deseo un feliz día.

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