Opinión
Cómo movilizar el voto en las ciudades será la llave del cambio en las elecciones gallegas

Si los gallegos y las gallegas votan como votaron en las elecciones generales, la izquierda ganará, ¿pero será suficiente con llamar a votar al pueblo progresista? ¿Por qué las izquierdas pierden tantos apoyos entre unas elecciones y otras?
pontón noriega beiras
La líder del BNG, Ana Pontón, junto al portavoz nacional de Anova, Martiño Noriega, y el histórico dirigente nacionalista, Xosé Manuel Beiras.
9 feb 2024 08:00

En una entrevista reciente, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo Yolanda Díaz afirmaba que “si Galicia vota igual que en las generales de julio, habrá cambio en la Xunta”. En las últimas generales, las izquierdas consiguieron un 50,2% de los votos en Galicia y en 2019 rondaron el 54% de los sufragios. La afirmación de la líder de Sumar se dirige a evitar lo sucedido en el último ciclo, donde los éxitos en las generales vinieron acompañados por la derrota en las autonómicas de 2020. Por lo tanto, si atendemos a los últimos resultados, la afirmación es acertada: si votamos como en las generales, la izquierda gana. ¿Será suficiente con llamar a votar al pueblo progresista? ¿Por qué las izquierdas pierden tantos apoyos entre unas elecciones y otras?

La Galicia urbana: progresista en las generales, desmovilizada en las autonómicas

Los fracasos de las izquierdas en las autonómicas de 2012, 2016 y 2020 se relacionan con el aumento de la abstención, especialmente en la Galicia urbana y semiurbana, es decir, en los ayuntamientos que se concentran en las provincias de A Coruña y Pontevedra, especialmente en la franja atlántica —donde vive el 75% de la población gallega—, pero también en A Mariña y en algunas zonas de Lugo y Ourense. Un dato de la cuenta del peso demográfico de las urbes: sólo en las siete grandes ciudades gallegas reside cerca del 40% de la población y eso sin contar con sus áreas metropolitanas.

Con los datos de las tres últimas elecciones gallegas, podemos observar que los 86 ayuntamientos de la Galicia urbana y semiurbana tienen mayores niveles de abstención en comparación con los 229 ayuntamientos restantes

Si atendemos a los datos de las tres últimas elecciones gallegas podemos observar que los 86 ayuntamientos de la Galicia urbana y semiurbana tienen mayores niveles de abstención (35,55%, 36% y 40,36%) en comparación con los 229 ayuntamientos restantes (32,67%, 33,13% y 37,03%), que podemos clasificar como semirurales, rurales o muy rurales. Si aislamos los ayuntamientos semirurales, muchos de ellos más próximos a la realidad de un ayuntamiento urbano que de uno rural —pensemos en Noia o Muros (A Coruña) —, las diferencias de participación se amplían hasta más de seis puntos. En los ayuntamientos urbanos, la diferencia de participación entre las generales de 2023 y las autonómicas de 2020 es de más de catorce puntos.

Paralelamente, los resultados muestran que en estos territorios es donde más se reducen los apoyos de los progresistas, perdiéndose más de la mitad de los ayuntamientos urbanos, incluidas tres de las siete grandes ciudades gallegas. Esta abstención urbana, a su vez, se agudiza entre las clases populares, tal y como desgrana la última investigación de Carretando con datos de las siete grandes ciudades gallegas.

La derrota de los progresistas atiende a tres claves: se reduce la participación general en las autonómicas, se produce una mayor abstención urbana y los sectores más empobrecidos son los que más se abstienen

En resumen, la derrota de los progresistas atiende a esta triple condición: primero, se reduce la participación general en las elecciones autonómicas; segundo, se produce una mayor abstención urbana; y tercero, dentro de las grandes villas y ciudades, son los sectores más empobrecidos los que más se abstienen. La Galicia urbana es el bastión del bloque progresista, y sin la movilización de estos votantes no habrá cambio en la Xunta.

¿Qué está pasando en la Galicia urbana?

El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) nos ayuda a dibujar un panorama de la sensibilidad actual en la Galicia urbana. Los habitantes de las urbes son los que muestran más preocupación por los problemas comunes a todos los gallegos y gallegas: el paro, la sanidad y la crisis económica preocupan más en la ciudad, así como las infraestructuras o la falta de inversiones en sectores punteros. Sin embargo, llama la atención que cerca de la mitad declaran su falta de interés en las elecciones autonómicas.

Cuando se les pregunta por su percepción sobre la situación política y económica de la Galicia actual respeto a la de hace cuatro años, el grueso de los urbanitas dice sentir que todo sigue igual. Y asumen que así seguirá después del 18F: en comparación con el resto de Galicia, el deseo de cambio es mayor, pero la expectativa del mismo es menor. A La pregunta sobre quién cree que ganará las elecciones, un 79,2% declaró que seguro que el PP. Al ser preguntados por quien le gustaría que las ganara, sólo un 37,8 % optó por el PP. Es más, si observamos sólo los datos de Vigo, A Coruña y Ourense —únicas tres urbes con más de 100.000 habitantes— la creencia en la victoria del PP sube hasta lo 82%, mientras que el deseo de que gane baja hasta lo 29,2%.

El pesimismo de esta ciudadanía urbana parece vaticinar una ausencia total de sorpresas en este 18F. La “isla de estabilidad” anunciada por Alfonso Rueda necesita de este mar de pesimismo: no hay sentimiento más desmovilizador que la impotencia. Las gentes de la ciudad valoran peor la gestión del PP y sienten sus ideas más representadas por las formaciones de izquierdas (55,2%).

La urbe es la que menos desea que haya un gobierno del PP pero la que más cree que lo habrá; la que más se preocupa por los problemas del país, pero la que menos atiende a las elecciones; la que más considera que la situación política y económica sigue igual, pero la que peor valora la gestión del PP. La Galicia urbana es una marea de contradicciones, pero también el motor del bloque progresista. ¿Por qué se desmoviliza en las autonómicas?

Una explicación: la Galicia reducida

En su Galicia reducida, el analista Rodri Suárez propone que la desvinculación de las masas urbanas con la política autonómica se relaciona con la extensión de una idea de Galicia que la reduce a un territorio rural, atrasado y que gira alrededor de Santiago. En esta idea de Galicia no está representada su realidad urbana, sus sectores modernizadores ni el resto del territorio que no es Santiago. Este “marco conservador y centralista” atravesaría a todo gallego y gallega, de derechas o izquierdas —de Fraga a Bautista Álvarez—, y beneficia al PPdeG porque no interpela a la población urbana, es decir, a la población más de izquierdas.

Esta idea parte de una fantasía que, en palabras del analista Antón Baamonde, “ve en el campo a expresión genuina del ser gallego”, y produce en nosotros una percepción de Galicia como una rémora del pasado: como algo a conservar, propio de otro tiempo. Estas percepciones se resumen en imágenes que reclaman la nostalgia por un mundo perdido: el del rural, la arcadia campesina y los lazos comunitarios. El autor da innumerables ejemplos de estas imágenes: como el discurso parlamentario de Emilio Pérez Touriño en julio de 2005, donde dijo que “el mundo rural es y será siempre parte del alma más entrañable de esta tierra”; o la reflexión de Castelao en el Sempre en Galiza, en la que decía que la “santísima trinidad gallega” era “Árbol, vaca, pescado”.

Es esta idea ruralizada de Galicia la que se activa cuando hablamos de unas elecciones autonómicas. Una Galicia rural que los sectores sociales urbanos sienten como propia, que incluso aman, pero que está muy alejada de su realidad cotidiana. En las autonómicas, la “lógica defensa del territorio gallego” se convierte en una sentimentalidad conservadora respecto de esta Galicia rural y entrañable.

Es difícil que una trabajadora precarizada de Ponteareas, o un joven en la búsqueda de vivienda en A Coruña, puedan sentirse interpelados por una diagnosis que sobreentiende la condición parasitaria de las ciudades sobre el rural

Esta visión puede explicar la derrota de las derechas en las autonómicas de 2005, la cual se produjo después de una catástrofe para la naturaleza como la provocada por el Prestige, de un “golpe a la Terra”. Las izquierdas pudieron capitalizar la crisis del PPdeG que, en tanto cómplice en la devastación de la tierra, perdió la capacidad de representar esa sentimentalidad conservadora. La crisis de los pellets, de una dimensión distinta, activó esta sentimentalidad de defensa de la tierra y se coló en los temas que más preocuparon a la ciudadanía en el inicio de campaña.

Otra dimensión de este marco conservador es la idea de Galicia como un pueblo atrasado, ignorado, caciquil, tradicional y pobre. De nuevo, son ideas que atraviesan tanto la izquierda como a la derecha. Para el caso de las izquierdas el autor rescata la hipótesis colonial sobre Galicia, condensada en las dos obras más populares: O atraso económico da Galiza, de Xosé Manuel Beiras, y la Problemática nacional e colonialismo, de Ramón López Suevos y Francisco Rodríguez. La idea principal de la hipótesis es considerar que las relaciones sociales y económicas en la Galicia están supeditadas al interés de España —al estilo de una colonia interior según Beiras—, lo cual produce no sólo un subdesarrollo de las fuerzas productivas del país, sino la dejadez y la subalternidad del pueblo gallego.

Ambos libros, publicados en los setenta, son interpretados por muchos sectores del soberanismo gallego como el retrato más acertado de la nación, también en la actualidad. Estas teorías parten de una relación de dominación y expolio entre España y Galicia, entre la ciudad y el campo. Estas explicaciones corren el riesgo de no ser operativas políticamente, es decir, de no servir para explicar los problemas reales que preocupan a la sociedad gallega. Es difícil que una trabajadora precarizada de Ponteareas, o un joven en la búsqueda de vivienda en A Coruña, puedan sentirse interpelados por una diagnosis que sobreentiende la condición parasitaria de las ciudades sobre el rural, o que perciba determinadas identificaciones culturales, tales como hablar en castellano, como elementos alienantes que los alejan de sus intereses objetivos. Esta noción de “atrasismo” e “insulto” manejada por la izquierda soberanista sería otra expresión del reduccionismo de la Galicia realmente existente.

Otro aspecto de este marco es el centralismo compostelano. Tomar la parte por el todo: el compostelanismo como sinónimo de galleguidad. El libro de Suárez narra la disputa por la capitalidad y explica la centralización de los recursos en la capital como parte fundamental en la construcción de la autonomía. También trae a colación numerosos ejemplos de este centralismo en el campo de los imaginarios, como una de las primeras declaraciones de Feijóo como presidente en 2009, donde decía que “Galicia tendrá dos iconos, la catedral de Santiago y el Gaiás”; o las recurrentes convocatorias nacionales de la izquierda en la capital, por no hablar de la concentración de los actos del Día da Patria en la ciudad —coincidente en fechas con el día de Santiago—.

Otras dos historias ilustran el desfase entre la Galicia reducida y la Galicia realmente existente: la primera es la polémica representación hecha por la IA de las mujeres de cada comunidad autonómica española, que para el caso gallego aparecían representadas como mujeres mayores con un gesto amargado. Otra es una anécdota de Manuel Gago, que comenta que frente a la pregunta de “¿qué es Galicia? realizada en un concurso infantil, los niños aludían a la “abuela de la aldea, las vacas, la empanada, la fiesta del patrón, los campos, una carballeira, un mirador, la muiñeira”.

En ambas historias aparecen percepciones sobre lo que es Galicia lejanas de la experiencia cotidiana. La Galicia urbana aparece como un espacio invisible, falto de deseo y carente de imaginación política, no hay un reconocimiento ni de las ausencias ni de las potencialidades de la misma. Esa idea de Galicia no interpela a los sectores de la sociedad que pueden liderar una modernidad posneoliberal, centrada en la dotación de infraestructuras y transportes públicos, la transición ecológica, en la reducción del tiempo del trabajo o en el robustecimiento de un sistema público de cuidados.

Esta Galicia urbana y modernizante existe, pero parte de la misma se queda en casa en las autonómicas, pues no se percibe a sí misma como parte del relato de la autonomía. En estas condiciones, es sencillo para lo PPdeG postularse como “el partido que más se parece a Galicia”.

Construir un relato de Galicia nuevo, una sentimentalidad gallega progresista, es necesario para atraer a las masas populares urbanas hacia la política autonómica. Se trata, más que de una traducción automática de los intereses en votos, o de la llamada a activar el voto progresista, de una política del deseo: de construir una idea de Galicia centrada en su potencial de modernidad, en el que puede llegar a ser. Sólo así puede competir la izquierda gallega con los marcos conservadores del PPdeG (“La Galicia que somos”, “La Galicia que funciona”).

La desmovilización de los progresistas de las urbes ya es un hecho que está siendo interpretado por las izquierdas. Encontramos esta inteligencia estratégica en el liderazgo de Ana Pontón y en los giros comunicativos del BNG, con el abandono de los discursos más esencialistas en torno la identidad gallega, como por ejemplo respecto al idioma. También en Sumar, con medidas especialmente dirigidas las mujeres y a la población urbana y joven, como por ejemplo la propuesta de un metro ligero en las áreas metropolitanas de Vigo y A Coruña.

De momento, la estrategia parece estar dando resultado. En el Preelectoral del CIS, más de un 80% de los habitantes de la Galicia urbana dicen que irán a votar con toda seguridad, casi diez puntos más que en las anteriores elecciones autonómicas. Veremos si el próximo 18F las izquierdas evitan los sucesos de 2020, donde perdieron un 20% de los apoyos recibidos en las generales de 2019 y las ciudades fueron responsables del 44% de los votos perdidos.

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