Opinión
Alfonso Rueda: de la nobleza del Estado a la presidencia de la Xunta

El candidato del Partido Popular no es ni un semejante ni un hombre hecho a sí mismo. Abordamos las continuidades y novedades con respecto a Feijóo, así como la posición de clase que lo llevó hasta la cúspide de su partido.
rajoy rueda feijoo
El expresidente Mariano Rajoy junto al candidato a la presidencia de la Xunta, Alfonso Rueda, y Alberto Núñez Feijóo.
20 ene 2024 05:30

Cuando Alfonso Rueda accedió a la Presidencia de la Xunta era un perfil poco conocido para la mayoría del electorado, incluso para más de la mitad de los votantes del Partido Popular. En la mayoría de los medios aparece como un técnico a la sombra de Alberto Núñez Feijóo que, a base de su gestión y su lealtad consigue situarse en la cúspide del PPdeG. En aquel momento, a mediados del 2022, cuando el ahora líder del PP sustituye a Pablo Casado, Rueda acumulaba una experiencia como diputado autonómico de 13 años, ocupando el segundo puesto más importante del ejecutivo: la Consellería de Presidencia, Administracións Públicas e Xustiza. El PPdeG sabía que su nuevo líder, a pesar de ser a mano derecha de Feijóo, tendría que procurarse un liderazgo propio. Comenzaba la maniobra: continuar el legado de Feijóo y explotar las novedades potenciales de Rueda.

Las tres patas de Rueda para el continuismo con Feijóo

Las primeras continuidades sucedieron en el seno de la organización. El PPdeG hizo un conjunto de actos con el objetivo de traspasar el legado simbólico de Feijóo. Dijo que Rueda era el “mejor sucesor posible” y resaltó su vitalidad: “Es un triatleta”; también la conexión con los poderes  públicos cómo “conocedor de la Administración Pública”; la lealtad al partido y también, dijo, sus virtudes morales. Rueda se presentó frente a los suyos como un candidato de consenso y como alguien capaz de un hito histórico: la movilización de 7.000 avales de las cuatro provincias gallegas. Observar como trataron de fundamentar la idea del estilo Rueda poniendo la base en la “humildad, trabajo, cercanía, sensatez y amabilidad”, da buena cuenta del marco de comprensión que ha pretendido instalar.

El perfil técnico de Rueda semejaba idóneo para continuar con varios puntos nodales del discurso del PPdeG, bien cimentado en esa hegemonía “más naturalizada a través de los aparatos administrativos y la gestión técnica” que en el combate ideológico. Rueda continúa con la concepción patrimonial de las instituciones, insistiendo en un objetivo: equiparar al PPdeG con la Xunta y a la Xunta con el PPdeG. Con el propósito de conseguir la identidad de ese binomio mantiene tres ideas fuertes.

La primera de ellas es la defensa de una Galicia estable. Rueda defiende la noción de Galicia como una “isla de estabilidad” frente a las “turbulencias políticas a nivel nacional”. En este sentido, presenta a la Xunta como un referente en cuanto a gestión: la “primera comunidad de España en aprobar los presupuestos para el año 2024”, que también lleva “15 años aprobando los presupuestos en tiempo y forma”. Votados siempre y exclusivamente por los diputados y diputadas de su formación política que han ostentado la mayoría absoluta en el Parlamento de Galicia en las últimas cuatro legislaturas.

La segunda es la defensa de la “Galicia en la que vivimos”. Rueda parte de un marco conservador de la autonomía que considera que las cosas están bien como están y por el cual no es preciso desarrollar más competencias. También expone una visión esencialista del pueblo según la cual la tarea de un gobierno es ajustarse a los valores primordiales de los gallegos: la cautela y la estabilidad. Se expresa con transparencia en el combate al BNG, fuerza amenazante: “Esperamos que los gallegos estén libres en el mañana de ningún nacionalismo”. La acusa de un sentimiento patológico que llama “nacionalismo enfurruñado” y de acomplejarse de su propio pueblo, al que desearían cambiar por otro, por lo visto: “Defendemos una Galicia que no tenga envidia de nadie (...) que poco entiendo a los que dicen que les gustaría que Galicia se pareciera más la otros sitios”.

La última idea fuerte es la identificación del PPdeG con el sentido común, con las “políticas con sentidiño”. Esta idea es deudora del paradigma postpolítico, consistente en presentar los asuntos económicos como actividades de gestión técnica y los programas neoliberales como únicas opciones realistas. Rueda tiende a personificar el saber objetivo y neutral que exige el postpolítico. Un ejemplo está en la respuesta que le dio a Ana Pontón, líder del BNG, sobre la propuesta de una tarea eléctrica gallega: “¿Qué es eso de la tarifa eléctrica gallega? Nuestras propuestas son realizables”. Estas tres grandes ideas representan algunas de las principales continuidades entre ambos liderazgos, pero Rueda presenta dos grandes novedades.

¿Hay Galicia más allá de la era Feijóo?

La primera es la estatalización de su campaña. El PPdeG insiste en los temas que ocupan al PP en la política estatal: Sánchez y sus socios de gobierno. Si en las elecciones del 2020, en el contexto de la pandemia, Feijóo ya había ensayado una campaña agresiva contra lo Gobierno central, en la actualidad, Rueda tratará de aprovechar al máximo las contradicciones surgidas en el seno de las alianzas parlamentarias del Gobierno del Estado español.

Serán las elecciones gallegas más estatalizadas de las últimas dos décadas y buena muestra de esto son los sentidos impresos en el anuncio de navidad Galicia Rueda. En este, aparecen elementos meméticos como las fruterías identificadas con el me gusta la fruta de Isabel Díaz Ayuso, el rechazo del independentismo catalán, con un faltón “aquí no paramos, ni de coña”, o la identificación de un joven conductor con Feijóo, de quien lleva una foto en su coche.

Rueda se maneja con solvencia en estos temas, sobre los que se ha manifestado en múltiples ocasiones: arremetió contra lo uso del gallego en el parlamento estatal tachándolo cómo una “cesión a Puigdemont”, a la ley de amnistía y a las alianzas del PSOE. Se trata de incorporar en su campaña el recetario estatal del partido, que percibe a Sánchez cómo “rehén de parte de su propio gobierno”.

La división del espacio a la izquierda del PSOE o el independentismo catalán serán puntos nodales también en el discurso de Rueda, que se presentará como el defensor de una Galicia agraviada: “Galicia no es una sucursal de serie b, Galicia tiene su personalidad (...) Cada gallego va a tener que pagar 400 euros para perdonarles la deuda”. 

La estatalización de la campaña será una novedad, pero la agresividad de la ofensiva no. Rueda fue uno de los artífices de las campañas más agresivas que podemos recordar: aquella que cargó contra lo bipartito de Touriño y Quintana. El eje de aquella campaña guarda paralelismos con la actualidad. Se trató de una ofensiva de desprestigio contra el bipartito, centrada en la acusación de corrupción y mala gestión y en el aprovechamiento de las tensiones internas entre el PSdeG y el BNG. Años después, como consejero, Rueda se implicaría en la acusación contra el PSdeG de la 'trama agraria', con la que se trató de probar que el PSdeG había mantenido una trama de financiación ilegal con las Unións Agrarias y que se archivaría años después.

En aquellos años, el PPdeG se apartó del galleguismo conservador de los tiempos de Fraga e incorporó a su discurso elementos propios del nacionalismo español, concretamente del aznarismo, promoviendo una ofensiva cultural que cristalizó en las manifestaciones de Galicia Bilingüe, en las que el propio Rueda participó en primera fila.

La distancia entre lo que dice que hay y lo que hay

La otra novedad que presenta Rueda con respecto a Feijóo se refiere a una singularidad que este no tenía: su cercanía. Se trata de un liderazgo con el que es más fácil identificarse y su simpatía es un valor del que el PPdeG quiere sacar rédito. Desde su entrada en la presidencia, y especialmente desde los últimos meses, los populares apostaron por instalar en la opinión pública un relato sentimental sobre Rueda. Su participación en el late Land Rober de la CRTVG es el ejemplo más claro de esta apuesta. La suya sería la historia de un hombre hecho a sí mismo, familiar, moderno (runner, fan de las motos) y próximo a la gente (le gusta tomarse unas cañas y es cofrade del jamón en A Cañiza). A Rueda no le incomoda presidir la petición viral de matrimonio de un policía o reconocer en una entrevista que ha fumado algún porro de joven.

Rueda no es exactamente ni un semejante ni un hombre hecho a sí mismo. Tiene un origen familiar poco común tanto en lo referido a la clase social como al grado de responsabilidad política. Por el lado materno (Lola de Valenzuela López-Montenegro) procede de una familia de ascendencia señorial que guarda lazos de cercanías con el clan de los Garrido Valenzuela, cuyos miembros integran algunas instituciones poderosas como el Instituto de Crédito Oficial o la patronal de Pontevedra. Por el lado paterno (José Antonio Rueda Crespo), tuvo como referente a un jefe del IRYDA y representante de Alianza Popular próximo a Mariano Rajoy que, desterrado de la política tras apoyar a la Coalición Galega de Xosé Luis Barreiro, fue recuperado por Xosé Cuíña en los 2000.

Tampoco resultan comunes amistades como las de Juan Carlos Aladro, fiscal jefe de Pontevedra, o Javier Domínguez, presidente de Sogama. Esta última empresa posee participaciones (10%, junto con el 40% del gobierno gallego, 38% de Abanca y 12% de Reganosa) en la sociedad Impulsa Galicia, un antecedente del fondo de apoyo para proyectos empresariales de 300 millones de euros anunciado por Rueda en el Debate sobre el Estado de la Autonomía.

El relato sentimental sitúa a Rueda en sus inicios como un humilde comercial que vendía fondos de inversión puerta a puerta y que a base de esfuerzo consigue acceder a un buen puesto como funcionario. La realidad es que Rueda pertenece a la tecnoestrutura y guarda más similitudes con la “nobleza del estado” de la que hablaba Bourdieu que con el ciudadano común.

Sus oposiciones, preparadas con el actual secretario municipal de O Porriño Eduardo Fernández Portela, no son accesibles para cualquier ciudadano: implican años de preparación y son costosas económicamente. Con ellas accedió a una carrera como funcionario de la Administración local, de la que obtuvo habilitación nacional y categoría superior, lo que lo llevó hasta ala Dirección Xeral de Administración Local de la Xunta en el 2005. En esos años se perfilará como un candidato adecuado, y en 2006, sustituye a Xesús Palmou, de quien fue jefe de gabinete, en la secretaría general del PP. Aquel ascenso se haría bajo el abrigo de Palmou y el impulso de Romay Beccaría, una de las personas más influyentes en Feijóo, catalogado por muchos analistas como el Andreotti de la derecha española.

El relato sentimental de Rueda sitúa su carrera política en el momento en el que lo llama Feijóo. Algo que resulta falso: en la década de los noventa acumula experiencia en el Ayuntamiento de Pontevedra y se convierte en el líder provincial de las Nuevas Generaciones.

La de Rueda es una de esas trayectorias típicas del PP. Un perfil técnico híbrido entre el público y el personal que ve en su condición una virtud a la hora de gobernar. Esta condición es la que supo aprovechar para ascender dentro del partido: durante su desempeño profesional en los ayuntamientos de Cervantes, A Cañiza y Cambados conoce a figuras relevantes como son César Mera, Manuel Cores Tourís o José Benito Suárez Costa. Estos perfiles conectan a Rueda con las élites del partido en distintos momentos y le hacen merecedor de una confianza interna.

Las dinámicas internas del PPdeG prometen una reproducción similar de las nuevas élites del partido, tal y como se observa en compañeros de viaje como Paula Prado, Ángeles Vázquez y Diego Calvo, o en el tiempo acumulado en política institucional de gran parte del grupo parlamentario gallego: de los 43 diputados populares 29 tienen dilatadas trayectorias como políticos profesionales y 14 llevan mínimo dos legislaturas.

¿Qué podemos esperar de Alfonso Rueda en el futuro?

Los populares trabajan desde hace tiempo para que en el 18 del febrero Rueda se inscriba en la línea de sucesión de los presidentes populares: Albor, Fraga y Feijóo. El tiempo dirá si el caso de los pellets o los balances negativos sobre su presidencia son suficientes para que el PP pierda la mayoría absoluta en el parlamento gallego.

La hoja de ruta programática se expuso durante su sesión de investidura, el proyecto “trabajo, familia y futuro”. El discurso de Rueda se influenciará por las corrientes que atraviesan al PP, una organización integrada en la jaula de hierro del Estado que se caracteriza por un gran tamaño interno y por componerse por dirigentes centrados en la conservación de sus puestos. Rueda habitará las contradicciones propias del PP, que compone un discurso económico individualista con una moral tradicional-conservadora y pretende encarnar el liberalismo hispano al mismo tiempo que se implica en una deriva reaccionaria en sus alianzas con la extrema derecha.

La posición del PP estatal cambiará el ideario procedente de la tradición política del PPdeG, un partido, en palabras de Emilio Pérez Touriño, “moderado, central y galleguista”. De momento, tal y como dejó entrever en el acto de proclamación de su candidatura, Rueda recoge la testigo de todos los que le antecedieron: Albor, un “señor de los pies a la cabeza”; Fraga, el “ciclón” creador de un “partido amplio”; y Feijóo, el líder “insustituible”.

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