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Universidad
Elogio del funcionario neoliberal
Desde la distancia me llega una noticia que se ha viralizado entre la comunidad universitaria. Un profesor de una universidad centenaria de nuestro país se ha dirigido a sus alumnos de grado con una misiva encabezada por una provocativa frase: “Te estamos engañando”. En la entrada, publicada en la red social Linkedin, el ínclito docente glosa brevemente los males que aquejan a la universidad, centrando gran parte de la crítica en la motivación de un alumnado que adolece, a su juicio, de falta de habilidades básicas para cursar estudios superiores.
La declaración ha sido acogida con una amplia y variada contestación por parte de docentes, discentes y medios de comunicación. A sabiendas de que la entrada debe de responder a una reflexión personal sin aspirar a dibujar un retrato fiel y objetivo de la realidad universitaria vigente, ni aportar afirmaciones generalizables, sino un boceto realizado con trazos subjetivos, dicha reflexión suscita una serie de consideraciones que me parecen fundamentales.
En primer lugar, el título del escrito es engañoso. Un lector poco precavido podría inferir que el profesor se somete a una severa autocrítica señalándose como educador en ignorancia, como ha escrito el profesor Steve Keen, refiriéndose a la enseñanza de la economía. O que, en su calidad de experto en Agnotología, ha publicado la entrada para ayudarnos a comprender las claves de la ignorancia y las formas de manipular la información. Un lector más avezado se inclinaría por pensar que el profesor, conocedor del arte de la retórica como el sofista desaprensivo Giorgias, se ha convertido en un mercader del conocimiento y usa dicho arte para defender unos contenidos engañosos en nombre de la ciencia.
En última instancia, un lector familiarizado con la Historia del Pensamiento Económico podría entender que se tratara de una llamada de atención en tono irónico dirigida a sus estudiantes de grado, en la línea de la realizada por la economista británica Joan Robinson a mediados de los sesenta y recogida recientemente por el profesor Juan Torres López: hay que saber economía para no dejarse engañar por los economistas.
“El docente culpabiliza al alumnado de la pésima situación de la Universidad, centrándose en sus pocas motivaciones y no en la estructura de la propia enseñanza de la economía y sus textos clásicos, que siguen planteando cuestiones como si los últimos 20 años no hubieran existido”
Pero, con un giro brusco de guion y haciendo gala de la metodología individualista inherente a la teoría económica neoclásica que profesa, el esforzado docente culpabiliza al alumnado de la pésima situación de la Universidad, centrando su atención en sus débiles motivaciones y en su escasa preparación. No se hace eco de que estamos entonando el réquiem del estudiantado como “forma de vida”, como apuntaba recientemente el filósofo Giorgio Agambem.
En una sociedad cada vez más saturada de información, el problema es cómo digerirla y procesarla, y no focalizar el análisis en cuestionar cómo llegan los estudiantes a la universidad. En el escrito tampoco se alude a planes y contenidos anclados en el pasado, que ofrecen al alumnado certezas en tiempos de incertidumbre y desconectan a docentes y discentes. En este sentido, pese a las recurrentes crisis, en la enseñanza de la economía universitaria se mantiene el núcleo teórico, y los textos clásicos siguen planteando cuestiones como si los últimos 20 años no hubieran existido y soslayando aspectos cruciales de la realidad social y ambiental.
A tenor de lo dicho, ¿dónde reside el engaño que reza en el título del escrito y que ha despertado tanta expectación? Para su autor, el engaño consiste en permitir la entrada en las aulas a un alumnado sin capacidad de expresión y vocabulario muy básico, de torpes modales (uso del portátil o teléfono móvil en horas de clase) y vestimenta inadecuada (¿expulsaría del aula a Don Antonio Machado por su “torpe aliño indumentario”?); y en hacerle creer que vale lo que no vale, bajando el nivel y reduciendo los contenidos, evaluándolo de forma continua para aumentar el número de aprobados y exigiéndole un nivel ínfimo en sus trabajos y presentaciones.
Una propuesta de solución con claro enfoque neoliberal
La solución, a su juicio, no debe buscarse en “el Estado, los sindicatos, los cantos de sirena de los -ismos, o las redes sociales”, sino en el propio alumno. En este sentido, afirma, la motivación puede aumentarse mediante “el pago de una matrícula de cuatro ceros” o desviando al alumnado a una universidad privada de calidad creciente.
Esta propuesta de solución, de clara orientación neoliberal, me lleva a la segunda consideración. En la entrada se confía en las motivaciones del alumnado y en el precio, y también, aunque en menor medida, en la capacidad innovadora y los esfuerzos individuales del profesorado para solucionar un problema sistémico.
“La Universidad no puede entenderse como una institución rígida, neutra y atemporal, sino como un constructo resultado de la realidad socio-económica actual”
Sin embargo, el universo de la educación es un espejo donde cristalizan las contradicciones de la sociedad, de ahí que la Universidad no pueda entenderse como una institución rígida, neutra y atemporal, sino como un constructo resultado de la realidad socio-económica sobre la que se asienta. En este sentido, la ciencia y la investigación universitaria no han escapado a los efectos de la concepción neoliberal del conocimiento como mercancía y de la Educación Superior como factor de crecimiento económico. El asalto del neoliberalismo a las universidades, como lo calificó Noam Chomsky, ha producido una auténtica revolución copernicana del marco normativo y de la cultura del profesorado, privatizando el conocimiento público y constituyendo una suerte de Capitalismo Académico.
La institucionalización del modelo neoliberal en la educación superior se ha traducido en la implantación de la idea de productividad empresarial, la generalización de la competencia y la aplicación de una nueva gobernanza centrada en los sujetos y que actúa mediante incentivos y sanciones como método de control y evaluación para forjar un sujeto motivado por la búsqueda del rendimiento.
“Las últimas reformas educativas están forjando la interiorización por parte del profesorado de la lógica neoliberal, dificultando la reflexión y la acción colectiva, cambiando la agenda de investigación y devaluando la práctica docente”
Las últimas reformas educativas están forjando una nueva subjetividad mediante la interiorización por parte del profesorado de la lógica neoliberal, dificultando la reflexión y la acción colectiva, cambiando la agenda de investigación y devaluando la práctica docente. Mediante el sistema de evaluación, la trayectoria académica se somete a la implacable ley “publica o perece”, con grave detrimento de la docencia.
Como ha subrayado Antonio Novóa, la principal enfermedad de las Universidades a comienzos del siglo XXI es el desequilibrio existente entre la enseñanza y la investigación, cuyos resultados rara vez se trasladan a las aulas. Ello provoca que se dedique cada vez menos tiempo al estudiantado y que la universidad se aleje de su función central, la educación superior de las nuevas generaciones. Tal desequilibrio es perceptible en el lenguaje.
Así, en la carrera académica, el éxito, lo que vale decir, el resultado de la “dedicación” investigadora, se premia con la reducción de la “carga” docente, sobre la que, en teoría, debería pivotar dicha carrera. Como subraya Quim Brugué, incluso profesores con inequívoca vocación docente admiten que dedicar gran parte de su tiempo a la docencia puede tener negativos efectos en su trayectoria académica.
En su opinión, el profesorado afronta su actividad docente desde una satánica mezcla de desinterés y desconcierto. Un desinterés, provocado por un modelo de carrera académica que margina la docencia. Un desconcierto, relacionado con el alejamiento de la institución del entorno sociopolítico y generado por la tensión existente entre el tiempo del mundo real y el de las aulas, dado que la enseñanza no sigue el frenético ritmo de las transformaciones que tienen lugar en el entorno socioeconómico.
"Proponer al estudiantado que busque la calidad en la universidad privada desde la tribuna de la institución pública es una falsedad indigna de ser pronunciada por un profesor”
Para finalizar, quiero referirme a un aspecto relevante al que alude en tono irónico el título de esta breve reflexión, Elogio del funcionario neoliberal. Con este encabezado, deliberadamente provocativo, no quiero emular al profesor cuestionado y engañar a mis lectores con un título equívoco. Tampoco me propongo utilizar la retórica en el sentido que lo hacían sofistas desaprensivos como Giorgias en su “Elogio de Helena de Troya”.
Lo que pretendo con estas palabras es denunciar, como ha hecho el profesor de la universidad de Sevilla Ángel Hierro, la existencia de personas que desde el interior de la institución que les cobija arrojan piedras sobre el propio tejado. Proponer al estudiantado que busque la calidad en la universidad privada desde la tribuna de la institución pública, sentenciaba el profesor Hierro, es una “falsedad indigna de ser pronunciada por un profesor”. Como ha denunciado Nuncio Ordine, el neoliberalismo ha introducido un Caballo de Troya en la universidad, en cuyo interior ha instalado un pequeño ejército de traidores al servicio público, como les llamaba Pierre Bourdieu o, por parafrasear a Tzvetan Todorov, de enemigos íntimos de lo público, que pueden provocar que el futuro de la universidad pública sea una “nube turbia”.
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