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Del ciclo contra el shock de la crisis a la emergencia del feminismo y el contraciclo conservador-populista. Un análisis sobre la situación política y las posibilidades de futuro.
1. El ciclo 15M-22M y las luchas transversales contra recortes, despidos y austeridad (Mayo 2011-Marzo 2014)
Crisis económica e hipotecaria, desempleo y empobrecimiento de mayores de 45 años, jóvenes, mujeres o autónomos, fueron curados con la gasolina de los recortes adoptados por el gobierno de Zapatero a partir de Mayo de 2010. El fuego prendería tras el pacto sindical por la jubilación a los 67 años. Una crisis de representación política y sindical, bajo la que estallaría el 15M, en sintonía con movilizaciones que atizarían medio planeta entre 2011 y 2012. En las redes nacía la indignación, pero en las plazas se construía comunidad. Se abría un ciclo a largo plazo y, como una abeja, se polinizaban nuevos sectores sociales. Quien se socializó en el 15M (en las plazas o siguiéndolo en las redes), apareció [polinizado] en alguna de las movilizaciones posteriores, montó asambleas en sus centros de trabajo, o impulsó candidaturas políticas. Al 15M de 2011 le siguieron centros sociales, preferentistas, Mareas y PAH en 2012 y 2013, junto a miles de EREs que desembocaron en conflictos laborales.
Rajoy, como Tatcher, decía “no hay alternativa”, esperando que quienes estaban en las calles se cansaran. Mientras, políticas de austeridad y aprobación de una legislación represiva que desincentivase las movilizaciones. Sin golpearles también en las urnas, llegaría el gatopardismo de Ciudadanos-UPyD. Por eso, el millón de personas que tomaron las calles de Madrid el 22M de 2014 serviría de trampolín a un Podemos recién conformado. La movilización social, en reflujo en 2013, se hace política en la histórica primavera de 2014, provocando un seísmo electoral en las elecciones europeas.
2. El ciclo Podemos y la victoria electoral… a la vuelta de la esquina (Marzo 2014-Octubre 2016)
El terremoto electoral provoca un gabinete de crisis en la sala de máquinas del régimen. Abdica el Rey, cae Rubalcaba, asciende Pedro Sánchez y CiU comienza su transformación. UPyD, un partido nacido del conflicto vasco casi cerrado, se volatiliza en manos del joven Albert Rivera, nacido en el conflicto catalán que viene. Solo aguanta Mariano Rajoy. En la izquierda también hay renovaciones y el empuje de Podemos lanza a Alberto Garzón en IU y, posteriormente, a Unai Sordo en CC OO. Pero no sólo eso, la llegada de Podemos, junto a la irrupción del 5 Stelle y la victoria de Syriza a principios de 2015 inquieta a las élites de Bruselas. O frenan la austeridad o el sur de Europa se volverá incontrolable... y levantan el pie del acelerador en España o Portugal (no así en Grecia), fiando todo a la devaluación salarial.Lo alertaba en marzo de 2015 Isaac Rosa: “Las mejores mentes de mi generación presentándose a primarias”, en un proceso tan “sugerente como inquietante”
La victoria parece posible … y cercana. Centenares de miles de personas comienzan su participación en asambleas de Podemos, a las que se unen activistas del 15M y de otros ciclos anteriores. En 2014 y 2015, los círculos se convierten en el mayor espacio de participación social. Si los activistas de 2011-2014 se formaron en las plazas del 15M, en las mareas de funcionarios, en centros sociales ocupados, en medios de comunicación alternativos, en la PAH o en las Marchas de la Dignidad, los de 2015 se socializan en esos círculos de Podemos. La política toma el centro. También tiene efectos secundarios. Se sustrae capital humano de los movimientos sociales. Lo alertaba en marzo de 2015 Isaac Rosa: “Las mejores mentes de mi generación presentándose a primarias”, en un proceso tan “sugerente como inquietante”.
Al cansancio tras la hiperactividad del 2011-2014, llegará la promesa de “asaltar los cielos” rápido (que sucede en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Coruña u Oviedo). Las calles ya no son el principal lugar de lucha, que pasan a ser las redes sociales y las conversaciones políticas en bares y centros de trabajo. El cambio se defiende (con éxito) en el día a día frente a los Indas y Marhuendas que encarnan el ataque del régimen. La necesidad de tomar las calles desaparece para cientos de miles de personas.
Un gobierno estatal parece posible durante 2015 y 2016 pero lo evitan errores propios y aciertos en la gestión del PP (fomentar el miedo a Podemos para que su corrupción pase a un segundo plano y se activen sus votantes). El bloqueo parlamentario supone una victoria: Podemos no gobernará, pero puede bloquear cualquier gobierno. Sólo queda una solución: la implosión del PSOE, tras el abstencionazo comandado por un Javier Fernández que venía de ser el fontanero del Pacto del Duernu entre PSOE y el PP asturianos.
Con Rajoy en Moncloa, la ilusión política decrece (pero se mantiene a nivel municipal y autonómico). La revuelta de las bases sanchistas del No es No unida a la corrupción del PP en la primavera de 2017 (operación Lezo, Púnica, Gürtel, imputaciones a dirigentes del PP en Murcia, Oviedo o Valencia) da los únicos respiros al ciclo de cambio. Tras el fallido (pero exitoso) intento de moción de censura de Podemos en junio de 2017, Pedro Sánchez amaga con otra moción ese otoño junto a Podemos y los nacionalistas. Pero el PP, vía crisis catalana, volverá a mandar al redil al nuevo PSOE y cortocircuitará esa amenaza.
No se asaltaron los cielos y la reconstrucción llegará de la polinización producida tras el aprendizaje político de miles y miles de personas que tras tres años en Podemos entenderán que la lucha política hay que trasladarla de círculos (vaciados) a causas concretas, donde se encontrarán (con desigual intensidad en cada territorio) con los núcleos activistas, también renovados. Los ciclos de cambio no se detienen.
3. El ciclo feminista (del 15M de 2011 al 7N de 2015 y al 8M de 2018)
El feminismo trató de abrirse paso en el 15M. Mensajes feministas aparecían en las plazas y, no sin controversia, fueron incorporados. Formarán parte del mensaje en los movimientos sociales posteriores y muchas de las dirigentes de las Mareas y la PAH serán mujeres. Sólo tres años más tarde, en 2014, tumbarán la reforma de la ley del aborto y con ello al ministro Gallardón, poco antes de que dirigentes políticas como Ada Colau, Manuela Carmena o Ana Taboada lideren el cambio a nivel municipal.Ante el discurso movimentista oficial de “las calles se han vaciado”, ellas responden “os habréis ido vosotros, nosotras estamos en las calles”
El ciclo abierto explotará el 7N de 2015 con una histórica manifestación en Madrid que marcará un nuevo punto de inflexión. El feminismo pasa de ser transversal a ocupar el centro de la transformación social. Las agresiones sexuales y los asesinatos tienen efecto catalizador: “nos matan, nos violan, cualquiera puede ser la siguiente”, o “quiero ser libre y no tener miedo o ser increpada al salir de noche”. Prende el sentimiento de comunidad, especialmente en las generaciones más jóvenes que sufren la nueva ola de machismo.
A raíz de ello, se suceden manifestaciones (cada vez más transversales y más rejuvenecidas) contra la ley del aborto, contra las agresiones sexuales en las fiestas populares (de San Fermín a Avilés, Zaragoza y las grandes ciudades del Estado), por los derechos de personas LGTBI, por el juicio y contra la sentencia a La Manada (las mayores concentraciones espontáneas del último lustro) y, en defensa de los derechos de las personas trans a raíz del bus del odio de Hazte Oír.
Los conflictos laborales comienzan a tener rostro de mujer durante 2016 y 2017. Ante el discurso movimentista oficial de “las calles se han vaciado”, ellas responden “os habréis ido vosotros, nosotras estamos en las calles”. Desde las trabajadoras de ayuda a domicilio y las Kellys, a teleoperadoras y trabajadoras de sectores tradicionales. La huelga ‘vital’, que incluye consumo, cuidados, estudios y trabajo, supone un punto de inflexión en el sindicalismo social que proponía el 15M. Es decir, cuando llega el 8M ya ha pasado mucho. Es la revolución del feminismo.
4. El contra-ciclo populista-conservador (de Octubre de 2016 hasta la actualidad)
España es una rara avis en Europa. Cuando llegan crisis y recortes, no hay lepenización de la política. Ni UKIP, ni Frente Nacional, ni Trump ni revival del fascismo como en Alemania, pero tampoco (aún) regeneradores desde las élites económicas, como Macron o Renzi. El 15M tiene, efectivamente, un efecto inmunizador. La culpa de la crisis no está en los inmigrantes, sino en la “casta” corrupta y económica (“no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”).Pero como toda inmunización, no siempre es permanente. En el entre-tiempo (y la depresión del 26J), un nuevo ciclo comienza a armarse. Anti-político, desde la derecha sociológica, populista y transversal, macronista pero también trumpista (incluyendo fake news y discursos de odio en redes).
Desde movilizaciones contra los impuestos con participación de amplios sectores sociales, hasta uso del yihadismo para fomentar el odio a los inmigrantes tras los atentados de Barcelona y Cambrils. Un ciclo que el editorial Mayo de Atlántica XXII “Entre la España del 15M y la España de las banderas” define como “reducción de los impuestos, cadena perpetua revisable y mano dura contra los nacionalismos periféricos. Es decir, más Estado central y policial y menos Estado del Bienestar y de las autonomías”. Aunque “el PP con un lenguaje más clásico y Ciudadanos con uno más moderno, pero cada vez más alejado del centro, compiten por ser los portavoces de esta indignación de derechas”, en las movilizaciones también hay rechazo al conjunto de la clase política.
El descontento económico decrece pero la crisis de representación política sigue activa y hay más pesimismo político que económico
Este ciclo rompe la hegemonía de la agenda marcada por el 15M: Ciudadanos se desinfló una y otra vez en los comicios electorales de 2015 y 2016, donde se debatía sobre corrupción y precariedad. Las elecciones catalanas del 21-D de 2017 muestran lo que puede suceder si la agenda electoral gira sobre este ciclo populista-conservador. ¡Ojo! También ha habido efectos colaterales. Las cargas policiales y la represión a políticos catalanes ha provocado una independencia emocional de dos millones y medio de catalanes que, abortada la secesión en el corto plazo (Junqueras dixit), solo podrán apoyar la ruptura a nivel estatal, en una brecha que tardará años en cerrarse.
5. El nuevo ciclo que llega por la redistribución y recuperación de derechos (Enero 2018 hasta la actualidad).
El final de 2017 y el principio de 2018 permite reabrir un nuevo ciclo político, heredero parcialmente del 2015. Predominan las movilizaciones no para evitar recortes sino para ampliar derechos, no contra bajadas de sueldos sino para exigir subidas. Y se producen en todas los sectores. Toman las calles desde los policías de Jusapol (que habían nacido en el ciclo populista-conservador pero ponen un segundo pie en este nuevo ciclo) a los pensionistas (y mujeres pensionistas), desde las plataformas de educadoras del 0 a 3 y los sindicatos del profesorado educativo a los autónomos o a jueces y fiscales que vivieron congelaciones salariales. Convive la organización en redes sociales con las tradicionales plataformas. El hilo conductor es, o puede llegar a ser, “si hemos sufrido los sacrificios, ahora que hay recuperación nos toca recuperar los derechos perdidos”.Señala Metroscopia que el descontento sobre la economía española ha disminuido 38 puntos en los últimos cinco años (del 96% de 2012 hasta el 58% en 2017), mientras el descontento político ha aumentado del 79% al 83%. Es decir, el descontento económico decrece pero la crisis de representación política sigue activa y hay más pesimismo político que económico (aunque se mantiene un 23% que considera ‘mala’ su situación económica familiar).
Continuar en el discurso de que todo sigue igual, nos coloca fuera de la realidad. Por ello es necesaria una alianza transversal entre diferentes sectores sociales: de la recuperación a la redistribución. Eso no quiere decir que la crisis ya ha pasado. Se mantiene el desempleo, exclusión social y precariedad y trabajadores pobres, junto a un necesario ciclo de movilización que lucha contra EREs, despidos y devaluación salarial en continuos conflictos laborales. Pero también existen sectores de trabajadores para los que en su imaginario colectivo la crisis se ha atenuado. El paro ha descendido, y los alquileres (burbuja mediante) suben. Si lo peor ya ha pasado, pueden engancharse al discurso de la recuperación y pelear por la redistribución.
A nivel sindical, veremos viejas novedades. La respuesta sindical desde el 2011 ha basculado entre la concertación social y el apoyo al ciclo de cambio ante el riesgo de desborde (huelgas generales en 2012, apoyo a movilizaciones de pensionistas y, parcialmente, al 8M). Alimentar la ola para no ser superados, pero sin promoverla. Si el ciclo 15M condujo a una huelga general, el del 8M-pensionistas puede ocasionar otra este 2018.
También está comenzando una coalescencia de luchas, como en el ciclo 15M: las reivindicaciones, mantienen su autonomía pero forman parte de un todo, y unas refuerzan a otras al entenderse dentro de la misma agenda de cambio. Más allá, quienes se socializaron entre pensionistas y 8M (incluso con papel secundario), liderarán movilizaciones, polinizarán nuevos lugares, impulsarán candidaturas políticas durante la próxima década. Volverán, pero no a los mismos lugares. Será el relevo de liderazgos sociales y políticos. Y no desde dentro de los partidos, sino desde fuera.
Un último apunte. El 15M no se entiende sin la batalla por los derechos de libertad en la red ante la Ley Sinde y la campaña No les votes. Y el nuevo ciclo no se entiende sin la lucha por la libertad de tuiteros y raperos (un ejemplo, en dos semanas una autoinculpación musical por la libertad de expresión consigue dos millones de reproducciones).
Juicios a diputados de Podemos o políticos catalanes, detenciones tras opiniones contra la monarquía e Iglesia en redes sociales o canciones, cárcel para activistas sociales, informes de las cloacas del Estado, pero también suaves sentencias en violencias sexuales que cuestionan la legitimidad judicial… La cataluñanización de la agenda política española también ha acelerado la estrategia punitiva del régimen, aunque ha conectado redes de solidaridad. Pero a la represión se le combate no aislándose sino ampliando las respuestas en el conjunto de la sociedad.
6. Aprendizajes: Un movimiento para vencer
Tenemos ya los ingredientes de la mezcla electoral del 2019. El feminismo será eje central. Quien crea que el ciclo feminista consiste sólo en dar más presencia a algunas mujeres, se equivocará. La revolución es de fondo y calado. Están en cuestión las prácticas, los liderazgos, la agenda política. Se tiene que hablar más de escuelas de 0 a 3 y corresponsabilidad, más del estado de la dependencia a nuestros mayores y de trabajo de cuidados, más de brecha salarial y grieta de género en las pensiones, más de precariedad con rostro de mujer y más (mucho más) de violencia y agresiones (y de violencia judicial e institucional). Se tiene que hablar de una concepción de la unidad social que retoma el 8M. Y, por supuesto, tienen que hablar más ellas. El feminismo no es un tema, es la articulación.Las candidaturas políticas del 2019 no deben dejar de ser parte del movimiento que les ha aupado. Si en 2015 todo el mundo entendía que Podemos y las candidaturas municipalistas eran la expresión del ciclo 15M, eso no se debería de dar por garantizado actualmente. Estamos ante un ciclo derivado, pero no idéntico al del 15M. En el ciclo feminista participan mujeres que, por su temprana edad, no llegaron a conocer el 15M.
Si en 2015, los activistas de Podemos eran reconocidos (de La Madreña asturiana, a la Tuerka madrileña o a la PAH barcelonesa), ahora surge una nueva generación de activistas (y de mujeres activistas) que no en todos los lugares han compartido codo con codo con quienes pretendan representarlos.
La revuelta de Lavapiés refleja más la crisis de comunión de Ahora Madrid con los movimientos sociales que la auparon que su gestión del proceso. Ser parte del movimiento, estar en las luchas con más trabajo de base, tejiendo redes, facilitando, es la forma más sencilla de no perder amarras. La sociabilidad también se dará en espacios de contra-poder cultural, social, mediático y económico (proyectos hosteleros, energéticos, de medios de comunicación, etc. con accionariado popular o cooperativo). Conectar con la batalla cultural y por las libertades en las redes sociales y la música es prioritario, así como con el 8M y los pensionistas.
Sabemos que la corrupción, como elemento que ejemplifica la crisis de régimen, se mantendrá en la agenda. Revela la falta de meritocracia (¡ay los másters!) y el descontento con la representación política. Por eso, cada vez que un vocero dice “la corrupción ya no interesa a nadie”, vuelve a removerse el hígado de la ciudadanía. Pocos aspectos son más transversales y, por tanto, friccionales entre espacios. Pero la denuncia de la corrupción es insuficiente. La ética es la respuesta, mostrar que se es distinto.
La limitación de salarios de cargos públicos y los fondos de donaciones son centrales, como lo fueron en la campaña del 5 Stelle en Italia, donde sus excedentes salariales apoyan la creación de empresas. La iniciativa de Proyecto Asturies entre los parlamentarios asturianos (135.000 euros donados en los últimos dos años a 30 proyectos elegidos en votación popular) o la caja de resistencia de los andaluces son dos ejemplos.
El miedo a la vuelta del PP será necesario (ya lo ensayó décadas el PSOE), pero insuficiente. Debemos defender las ciudades y los logros obtenidos. ¿Sigue siendo sexy el municipalismo? Probablemente no, pero sus logros están ahí. Incremento de becas, otro modelo urbanístico, reducción de la deuda, transparencia y lucha contra la corrupción, rentas sociales, etc…
También hay logros en la oposición a nivel autonómico (un ejemplo asturiano fue la negociación presupuestaria del 2017 que, comandada por Emilio León, planteó: “habrá presupuestos si el año próximo el 0 a 3 es gratuito para las familias”, a lo que el PSOE se negó). Y es que si el Congreso está bloqueado, es necesario una geometría variable que valorice lo conseguido más allá de Madrid. Y eso tiene que estar en la cabeza de la gente.
Sin demostrar que ha aportado algo el paso por las instituciones (“tomar el poder sirve de algo”), llegará un ciclo abstencionista que cuestione la institucionalidad. Más relevante, hay que afrontar el riesgo de una rotunda abstención, que no captan las encuestas, en las elecciones de 2019 entre sectores que se híper-movilizaron el 2015. Es necesario dejar inútiles peleas internas y una cultura competitiva de continuas luchas por el acceso al poder (en procesos de primarias casi semestrales), radiadas por la híper-exposición mediática, o Podemos, recuerda Mezza, dejará de lado el valioso lazo que le une al 15M.
La primera medida del (sanchista) nuevo secretario general del PSOE asturiano, alcalde durante una década de un municipio en la cuenca minera, fue igualar su salario al del portavoz parlamentario, 4.500 euros brutos. Es fundamental cuestionar la idea de ‘cambio’ del nuevo PSOE de Sánchez, evitando su capitalización de las ansias populares de tumbar al PP. El proyecto de Pedro Sánchez es el de un Podemos subordinado al que pueda bascular donde lo necesite mientras se dirige a por el espacio de Ciudadanos.
Es cierto que Podemos y las candidaturas municipales necesitan una hipótesis de victoria creíble (que en muchos lugares puede requerir del PSOE para sumar mayorías), pero los movimientos sociales harían mal si no mantienen una transversalidad que señale los límites del PSOE. Recordar las reformas de pensiones del PSOE y sus límites en materia feminista, levantar alfombras de la corrupción en Andalucía o Asturies, conocer la trayectoria de sus nuevos dirigentes, o cuestionar la deficiente gestión de gobiernos socialistas en las listas de espera sanitarias, educación o dependencia son tareas fundamentales de los movimientos.
El ciclo populista-conservador ha llegado para quedarse. El ciclo feminista y el de la recuperación-redistribución (transversales y movimentistas) fijarán agenda política, pero ya no lo harán en solitario. Habrá disputa. Estos dos espacios se van a cruzar, con subidas y bajadas ecualizadas, y competirán en las elecciones de 2019 y 2020. Pero no estamos en una reconstrucción de las izquierdas y derechas (como una parte de la izquierda clamará, incluso incluyendo al PSOE ‘en el cambio’).
El 8M no se explica sin la ruptura de los ejes ideológicos previos. Por eso los espacios de fricción y encuentro son claves, ahí se moverán amplios segmentos de población hacia uno u otro espacio sociológico y se desnivelará la balanza. Universalizar la educación de 0 a 3 años, suprimir peajes de autopistas (rentables), ampliar derechos de los autónomos, reducir las listas de espera sanitarias, son ejemplos de espacios políticos friccionales. Finalmente, es necesario ofrecer un horizonte de futuro. Si Madrid, Oviedo o Barcelona visualizan otros modelos de ciudades, eso debe de mostrarse a nivel autonómico y estatal.
Tenemos otro modelo territorial, un país de futuro, que frena la emigración, genera empleo y nuevos derechos (0 a 3, sanidad, permisos parentales, dependencia, salario mínimo de 1.000 euros), que ha de vincularse a movilizaciones sociales en defensa de nuevos derechos. Hemos de hacer virar la agenda política del ciclo populista-conservador hacia el ciclo de recuperación de derechos, entrando en espacios en disputa. El país que nace no es riverista-macronista, sino que emana de las luchas sociales de la última década.
Expliquemos la utilidad de la estrategia institucional, dejemos claro que “no somos como los demás” en el terreno ético y apoyemos un ciclo de movilización social feminista por la recuperación de derechos, que fije la agenda política. Estiremos las calles hacia la institución y las instituciones hacia las calles.
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Por mucho que hayas intentado revestir el artículo de análisis y extracción de enseñanzas de pasados ciclos para ciclos futuros, lo cierto es que sigues cayendo en un viejo discurso conocido. Ya en 2014 se profetizaba por parte de algunos gurús que ganar las elecciones, y por ende las instituciones, supondría cambiar el país de base y abrir las puertas a la revolución social. Ahora, con 2019 acercándose inexorablemente, se empieza a vislumbrar el reformismo político, todo aquel discurso que vació las calles y le concedió el relato a la derecha.
Espero que las próximas elecciones no vuelvan a suponer el envilecimiento de las masas por aquellos filisteos vendehumos que procuran legitimar al Régimen, cada vez más jodido de mantenerse legítimo, porque algo nuevo está emergiendo de las bases de la sociedad, algo por abajo se mueve y puede desatar un nuevo ciclo político de mayo claridad y alcance que el 15M.
No, la vista no está en las elecciones, la vista está en arrancar el nuevo ciclo uniendo a todos los sectores sociales progresistas hasta hacer caer al Régimen. Solo entonces podemos plantear real y seriamente los cambios profundos que este país necesita.
Mira amiguín (porque seguro que eres un tío), te voy a explicar el síndrome clark ken - Superman. Dicese de aquellos sujetos, lleven gafas o no, que llevan una vida completamente integrada y sumisa dentro del régimen: van a trabajar, no dan una voz más alta que otra por miedo, etc. Luego empiezan su "otra vida" va a la asamblea o a las redes sociales y pontifican, y exigen a los que ponen su cuerpo para cambiar el país y hacen una crítica destructiva que, en el fondo, busca que todo siga como está porque el actual régimen les deja existir como minoría hipercrítica e identitaria que, en el fondo, al no suponer ninguna amenaza acaba legitimando el régimen al que critican y que "generosamente" les permite existir...
Interesante reflexión! Hemos de ponernos las pilas para que el contraciclo derechista no se imponga