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Sanfermines
San Fermín: una mundanidad imposible
Por primera vez las fiestas de Iruñea se han suspendido por motivos sanitarios, ya que el coronavirus es incompatible con el roce del festejo.
Como hace tiempo que no oyes tu propia voz, no sabes si estás afónico o eres parte del griterío. Tu pelo está engominado a base de la misma sangría que obliga a hacer fuerza para despegar las suelas de los adoquines. En realidad no viene mal para hacer pie en medio de esa marea de gente que condensa un fuerte olor a humanidad. Bueno, así nadie se da cuenta de tu regustillo a chistorra… Para qué mentir, no sería un relato muy fiel si estas sensaciones se completaran con el sentido de la vista, porque el 6 de julio a las 12.00 en Iruñea, quien más o quien menos, va ciego. Fuera de contexto, qué mundano resulta todo. Ese día y esa hora, qué mundanidad tan querida. Pero qué mundanidad tan imposible este año 2020.
El escritor pamplonés Miguel Izu asegura que “la suspensión de San Fermín por motivos sanitarios no tiene precedentes, al menos, en los dos últimos siglos”. Repasando la historia, ha comprobado que otras epidemias no impidieron las celebraciones del 6 al 14 de julio. En el siglo XIX hubo tres grandes infecciones de cólera que se extendieron por toda Europa y otros lugares del mundo. La primera, en 1834, provocó 6.134 contagios y 1.542 muertos en Navarra, la mayoría en la Ribera. En 1855 fueron 40.872 las personas infectadas, y 13.715 de ellas fallecieron, principalmente en Iruñea. En 1885 enfermaron 12.985 habitantes y no se recuperaron 3.261, 26 en la capital. Izu señala que al analizar estos datos oficiales “se debe tener en cuenta que la población de aquella época era mucho menor, por lo que el impacto alcanzaba proporciones que hoy en día serían verdaderamente terribles”. Según un estudio de la UPNA, en 1900 la población navarra todavía era de 307.000 habitantes, menos de la mitad que la actual.
Tres epidemias de cólera en el siglo XIX y la gripe de 1918, proporcionalmente mucho mayores que el coronavirus, no impidieron las fiestas
La comparativa es todavía más compleja por los conocimientos médicos de aquella época, en la que la fiesta no entendía de epidemias. “Fue a finales del siglo XIX cuando se empezaron a identificar los virus y las bacterias. Hasta entonces no sabían por qué se producían las enfermedades, si venían por el agua, el aire o las miasmas (líquidos insalubres). Además, no pensaban que las cuarentenas sirvieran de algo, ni tampoco creían que las aglomeraciones pudiesen ser un foco de contagio”, explica Izu. “Incluso se creía que la cura consistía exclusivamente en sacar sangre a los enfermos. Si no se curaban, les extraían más, por lo que a menudo morían desangrados. Los mataba el remedio y no la enfermedad”. Por otra parte, la famosa gripe de 1918, que dejó 3.000 muertos en Navarra y 243 en Iruñea, llegó en primavera, pero dio un respiro en verano y rebrotó en otoño. Por lo tanto, “tampoco se planteó la suspensión de los sanfermines”, apunta el escritor.
POR MOTIVOS BÉLICOS
Sin embargo, sí que ha habido cancelaciones totales de las fiestas por motivos bélicos: entre 1811 y 1814 por la Guerra de Independencia española; entre 1821 y 1824 por los enfrentamientos entre tradicionalistas y liberales del Trienio Liberal, entre 1834 y 1838 por la Primera Guerra Carlista, entre 1872 y 1875 por la Tercera Guerra Carlista, y en 1937 y 1938 por la Guerra Civil española. Además, en 1978 los sanfermines se suspendieron a partir del 8 de julio, tras el asesinato policial de Germán Rodríguez, así que las fiestas se aplazaron a San Fermín Txikito, en septiembre. En 1997 también se detuvo la programación el 12 de julio, a causa del asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de ETA.
La precipitación en las decisiones por parte del Ayuntamiento, sin consultar previamente a la Mesa Oficial de San Fermín, provocó el enfado de algunas asociaciones que la conforman, en especial de Herri Sanferminak, plataforma “a favor de unas fiestas populares” en torno a valores como el feminismo, el anticapitalismo o el ecologismo. La asociación incluso se había anticipado una semana al anuncio oficial de suspender los sanfermines, al calificar de “auténtica locura” su celebración. La Federación de Peñas, por su parte, canceló todos los actos conjuntos.
La unilateralidad en las decisiones por parte del Ayuntamiento provocó el enfado de algunas asociaciones de la Mesa Oficial de San Fermín como Herri Sanferminak
Pero la falta de un programa de fiestas no impidió el completo de reservas para el día del chupinazo en los 52 bares y restaurantes de la Asociación de Comercio, Hostelería y Servicios del Casco Antiguo de Iruñea. “En los nueve días que dura San Fermín, los bares y restaurantes de lo Viejo facturan de media cerca del 30% de los ingresos anuales”, subraya su gerente Carlos Albillo Torres. “La clave ahora estará en encontrar un punto de equilibrio entre las medidas sanitarias y la viabilidad económica de los comercios”, continúa.
Para Albillo, “es comprensible la preocupación de las autoridades”. No obstante, se pregunta qué pueden hacer los hosteleros ante esta situación. “Está en nuestra mano respetar las medidas sanitarias”, concluye. Ese es el cometido de María Ángeles Elizalde, dueña del bar Casa Juanito de la calle Estafeta. Su familia obtiene “un colchón de dinero gracias a los sanfermines”. El local agotó pronto las reservas para el día 6, a expensas de la normativa de aforo que se vaya a aplicar esta vez: “Siempre sacamos mesas a la calle, aunque no sabemos si esta vez estará permitido”.
En realidad, ni siquiera la propia Policía Municipal tiene certezas. Su responsable de prensa, Jesús Bariáin, admite que “en una situación excepcional con una legislación que cambia cada pocos días, es prácticamente imposible anticiparse y diseñar un plan de actuación como otros años”. Normalmente su labor en San Fermín se multiplica, algo que prefiere: “Se trabaja más tranquilo sin esta incertidumbre, ahora solo podemos esperar detrás de la barrera”.
La asociación de Comercio del Casco Antiguo de Iruñea señala que en los nueve días que dura San Fermín, los bares y restaurantes de lo Viejo facturan el 30% de los ingresos anuales
Elizalde es consciente de que este verano no podrán hacer su particular agosto para cubrir gastos extraordinarios, como las vacaciones o la matrícula universitaria de su hijo. “El coronavirus no solo nos afecta por la posible suspensión de los sanfermines, sino también por el confinamiento del que venimos y la cancelación de otras celebraciones de marzo a septiembre, que suponen una válvula de oxígeno para afrontar el resto del año, en el que los ingresos solo dan para sobrevivir”, lamenta. A pesar de que a la hostelera se considera “muy sanferminera”, está “a favor de un confinamiento entre el 6 y el 14 de julio” si es que eso evita un rebrote de contagios. “No estimo las pérdidas que podríamos tener, porque en realidad son menores ingresos en beneficio de la salud pública. Espero que pueda haber una vacuna pronto y lleguemos con más ganas a los sanfermines de 2021”.
Sanfermines
Jaiak Sanferminak astindu
Los huecos del vallado del encierro permanecerán vacíos, pero el monitor de la Estafeta que descuenta el tiempo que queda para San Fermín seguirá su curso como si nada. “Del 6 al 14 pondrá ‘¡Viva San Fermín! Gora San Fermín!’ y, en cuanto sea día 15, empezará la cuenta atrás”, afirma Carmelo Buttini, dueño junto con su hermano de La Casa del Libro, propietario del famoso reloj que marca los días, minutos y segundos, pero que no entiende de años.
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Ni una palabra sobre el sufrimiento animal, sólo hablan de dinero, de pérdidas y ganancias (económicas). Los humanos "civilizados" a lo suyo. La excusa es siempre la misma: "dar de comer a sus familias", traducido al lenguaje de los lerdos: "llevar a mis hijos a Eurodisey", "comprar el móvil último modelo", "fardear de coche cada cinco años", "irnos de vacaciones a Marinador o similares", "viajar (en general) sin rumbo", "comer/cenar todos los fines de semana fuera de casa", “clases de inglés para nada”, "comprarnos los enésimos pares de zapatos/zapatillas", "abonarnos a las plataformas de pago para ver series y películas chorras", "apuntarnos a mil cursos para no estar en casa", "comprarnos un apartamento en la playa", "regalar a diestro y siniestro con la excusa de cualquier aniversario o día del...consumismo", "visitar salones de belleza para aparentar juventud eterna", "caprichos varios, porque yo lo valgo"...etc...Seguro que habrá familias que no participen de todo esto al 100%, pero la sensación de estas dos últimas décadas es de un consumismo salvaje, que repercute en el deterioro de un Planeta Finito, que no dejamos de saquear, cuantificando un valor que no tiene precio. Hacer depender a una parte de la población de una sola actividad (minas, nucleares, turismo de masas, fábricas en cadena, monocultivos…) es de lo más peligroso, no solamente porque elimina la biodiversidad en todos los sentidos, sino que cuando llega su fin o no se pueden llevar a cabo, los títeres que han puesto el mercado al frente, se encuentran con el vacío y se pueden poner violentos, ya que llegan a la conclusión, aunque sea inconscientemente, de que no valen para nada más, volviéndolos egoístas, insolidarios, conformistas y muy dependientes del PODER. Sólo me alegro por los animales, por los que no tienen voz en todo este entramado humano-irracional, aunque la mano ejecutora ponga fin a sus vidas tarde o temprano. Esta vez no habrá burla bovina televisada para beodos, devotos y adictos a la jarana en general.