Tecnofascismo 2, antifascismo 0

La salida de Twitter de la alcadesa de Barcelona, Ada Colau, y la periodista feminista Cristina Fallarás vuelve a cuestionar la dejadez de los mecanismos de control en una red social ocupada por la extrema derecha.

“Que gusaneen entre ellos, este lugar acabará siendo un Forocoches”, escribió ayer la periodista y escritora Cristina Fallarás, impulsora en 2018 de la iniciativa #cuéntalo. Tiene 154.900 seguidores. “Twitter me aleja de mis objetivos [hacer buena política] y por ello he tomado la decisión serena de dejarlo”, publicó el domingo la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. 918.1000 seguidores. Fallarás les describe como gusanos, Colau indica expresamente “bots de la extrema derecha comprados con dinero”. Tecnofascismo 2, antifascismo 0.

Para ganar un partido, o al menos jugarlo con dignidad, las reglas deben ser claras y compartidas por todos los jugadores. En su día, Twitter fue el bar donde encontrarte con gente que comparte tus mismas inquietudes, aunque a veces se convertía en el patio de instituto con peleas de gallos en temas polémicos —lactancia materna, moción de censura, expulsión de menganito en Gran Hermano—.

El neofascista liberal Steve Bannon, que ha sido editor de medios de comunicación, asesor político de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Matteo Salvini y Vox, banquero y militar, vio un filón y se ocupó de dopar las peleas e inundar la palestra con gallos mercenarios, literalmente sin corazón: neofascistas pagan para que programas informáticos conocidos con el nombre de bots acosen e intoxiquen el debate público. Y Twitter terminó siendo un lugar en el que zapear donde casi toda la programación conduce a la hostilidad. 

“No seré más feliz, pero tendré más tiempo y estaré más tranquila”, intuye la periodista Cristina Fallarás tras cerrar ayer su cuenta de Twitter

Tiempo y tranquilidad

Las estrategias de manipulación tienen sus consecuencias. En este caso, el abandono de Twitter por parte de personas que interactúan como líderes de opinión y el consiguiente desprestigio para la red. “No seré más feliz, pero tendré más tiempo y estaré más tranquila”, intuye la periodista Cristina Fallarás tras cerrar su cuenta y detenerse unos minutos entre programa y programa para hablar con El Salto. Con 35 años de profesión a sus espaldas, recuerda que solo en siete de ellos ha tuiteado. “Ahora solo sirve para la autopromoción”, añade. Este es precisamente el motivo en el que se asienta su salida: la utilidad de Twitter. 

“Que quede claro: no he dejado Twitter por los insultos ni las amenazas, que son terribles, dejo Twitter porque se ha convertido en un infierno que ya no sirve como herramienta de comunicación”, explica. “Hoy no podría montar una iniciativa como fue #cuéntalo, porque a los dos segundos estaría penetrada por gusanos, tanto por hombres con nombres y apellidos como bots, ambos tipos invalidarían la narración de las mujeres, que ya no podrían escribir desde la libertad”.

En 2018, las mujeres que escribieron sus experiencias de agresiones sexuales no fueron troleadas masivamente, ni recibieron en masa interacciones de bots poniendo en duda su relato o señalándolas para que otros bots fueran a cazarlas. Ningún contrahashtag se coronó aquel día como el rey de la jornada, ganando el partido. Nació dos meses después, #UngaUngaArmy, y se quedó para siempre.

Twitter fascismo 02
“Si alguien como yo en su tiempo libre puede encontrar miles y miles de cuentas falsas, Twitter también podrá hacerlo, ¿no?”, pregunta Julián Macías, responsable de las redes sociales de Podemos

“Si alguien como yo en su tiempo libre puede encontrar miles y miles de cuentas falsas, Twitter también podrá hacerlo, ¿no?”, pregunta Julián Macías, responsable de las redes sociales de Podemos, partido político habitual de la diana de “matrices de difusión”, nombre técnico de los bots coordinados. ¿Por qué Twitter no cierra cuentas de programas informáticos creadas para acosar selectivamente a personas, colectivos o grupos ideológicos y torpedear el ambiente de esta red? “Seguramente, por una cuestión económica”, responde Macías. No es lo mismo vender publicidad teniendo 10 millones de usuarios que veinte. 

Sobre si hay dejación por parte de Twitter —la red social no ha contestado a las preguntas remitidas por El Salto—, el periodista de The New Yorker y escritor Andrew Marantz, autor de Antisocial, la extrema derecha y la 'libertad de expresión’ en internet (Capitan Swing, 2021), afirmaba en La Vanguardia que la hay: “Donald Trump no podría haber sido presidente sin Twitter. Crearon el monstruo de Frankenstein y ahora se desentienden”.

Tres días después del intento de golpe de Estado con más disfraces de la historia, el asalto al Capitolio —cinco muertos, 52 heridos, 14 policías heridos—, Twitter tomó una decisión sin precedentes: cerrar permanentemente la cuenta de Donald Trump. Por cada cuenta cerrada de la extrema derecha, sean presidentes o ciudadanos a secas, cientos de cuentas de la izquierda son troleadas diariamente por bots y personas físicas que entran al trapo, sometiéndolas a presión psicológica que incluso se convierte en violencia física —la activista feminista Irantzu Varela fue agredida el pasado diciembre en el rellano de su casa por un vecino—. 

“Que quede claro: no he dejado Twitter por los insultos ni las amenazas, que son terribles, dejo Twitter porque se ha convertido en un infierno que ya no sirve como herramienta de comunicación”, explica Cristina Fallarás

“Sin Twitter no me he perdido nada”

“Después de unas semanas fuera de Twitter, he constatado que no solo no me he perdido nada, sino que tengo más confianza en la humanidad y he dedicado más tiempo a leer, pensar y escuchar directamente a la gente”, escribía Ada Colau el domingo. Al marcharse de la red reflexionó sobre la pérdida de capacidad de incidencia que puede tener a corto plazo, algo que consideró que le compensaba: “Esta es una decisión de largo recorrido, una apuesta por el largo plazo”, e invitó a sus seguidores a acompañarla en Facebook, Instagram y Telegram. 

Fallarás recuerda que “nadie de menos de 40 años está en Twitter, excepto los cachorrros de la extrema derecha. Los jóvenes están en Instagram, Youtube o Twitch”. Ella no se va a otro lugar, “porque ninguno, por ahora, puede hacer la función que hacía Twitter en sus inicios, pero aparecerá, estamos en la new wave of social media en la que personas de referencia empiezan a desaparecer”, alerta Fallarás de los cambios que considera que se están produciendo. 

“Es verdad que Podemos no existiría sin las redes sociales, pero Vox no existiría sin Twitter”, reflexiona la periodista sobre cómo la red social ha incidido en la reciente historia de España

Fallarás valora que “Twitter ya no es un medio de comunicación, sino de difusión. En 35 años he montado varios medios de comunicación y antes Twitter era un medio de masas que no requería inversión de capital, en donde colectivos que durante 40 años de democracia española no habían encontrado voz en los medios de comunicación del capital, la encontraban en esta red social, articulaban temas y los introducían en la agenda informativa, como las agresiones sexuales o Franco en su mausoleo, pero luego entraron los gusanos, que permean y pudren la comunicación, casi siempre son de extrema derecha, pero no siempre en temas de feminismo. Es verdad que Podemos no existiría sin las redes sociales, pero Vox no existiría sin Twitter”, reflexiona la periodista sobre cómo la red social ha incidido en la reciente historia de España. 

Sobre el relato que se está interiorizando con el concepto “polarización”, Fallarás insiste que Twitter “no ha polarizado nada: hay un polo, que es la extrema derecha y su brutalidad y no hay otro polo. ¿Por qué cuál sería el otro? ¿La decencia, la verdad y justicia? Convertir la decencia en un polo de izquierdas es una barbaridad que modifica la percepción que la sociedad tiene de sí misma”, indica por experiencia propia, algo que ha experimentado en su propia carne. “Si cada día alguien te dice que eres maravillosa te lo acabas creyendo un poco, pero si cada día alguien te insulta llamándote mala madre, puta y drogadicta, aunque intentes no leerlo, te afecta”, indica sobre el ciberacoso alentado por la extrema derecha contra ella. Incluso han realizado y hecho circular un vídeo pornográfico con su rostro. 

La postverdad o una mentira repetida mil veces

Asociado a la polarización, Julián Macías rescata el concepto de postverdad: “Tiene una base científica desde la psicología, ya que si tú eres capaz de conseguir hacia esa persona una conexión emocional, que normalmente es negativa, creas una fobia (o filia) que no opera en la corteza cerebral, sino en la reptiliana y despierta en nosotros el deseo de compartir nuestra fobia, o filia, con más gente. Esto es lo que explica porqué las noticias falsas se comparten seis veces más que las reales”. Esta, asegura Macías, es la base en la que se asienta la estrategia de comunicación política de la extrema derecha, que no se aleja demasiado de aquellos carteles propagandísticos de las guerras del pasado siglo, donde el sentimiento más apelado era el miedo (al otro, al cómplice, a la derrota), generando desconfianza y aversión.

“Siempre son las mismas víctimas y no hay día que no haya un nuevo escándalo. Seguramente por mi trabajo tenga cierto sesgo y colectivos ideológicos como el independentismo también lo sufran, pero diría que el ataque contra Podemos es muy constante y que Pedro Sánchez, con aquel hashtag #veteya, también se ha llevado lo suyo”, concluye Macías antes de responder a la pregunta de si el tecnofascimo ha ganado. “Se puede entender así, porque Twitter, más allá de minoritaria, es una red polarizada gracias a dos elementos muy importantes: el anonimato que permite en las cuentas (Facebook y otras plataformas te piden el teléfono o DNI para registrarte) y el de coordinarse en burbujas ideológicas, que es una manera de crear tendencia publicando muchos tuits a la vez, bien con gente real organizada, bien desde cuentas falsas o automatizadas creadas para el bullying selectivo. Otras plataformas son más humanas”. 

Pero aunque pueda parecer que esta batalla está perdida, Macías insiste en que “Twitter es de poca batalla y más de fuegos artificiales, aquí dentro estamos muy poca gente y muy ideologizada. La derecha nunca pierde, pero sabe muy bien cómo victimizarse. No conozco a nadie en España que le hayan cerrado la cuenta, mientras que de la izquierda no queda ni una que no haya sido bloqueada varias veces. Twitter mira para otro lado”, apunta este responsable de redes que en su tiempo libre rastrea bots. 

El problema ahora de la incidencia cultural y social del relato que se teje en una red minoritaria como Twitter es que ya ha saltado a los medios de comunicación tradicionales que permean en capas mucho más amplias, como puede ser el matinal de Ana Rosa Quintana o el magazine de Antonio Ferreras, medios que han caído en la trampa del clickbait.

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