Historiador, sociólogo y profesor de Relaciones Internacionales en la Europea de Madrid, autor de La hoz y el olivo. Ensayos sobre marxismo andaluz (Bellaterra, 2024)
6 ago 2025 17:17

La publicación del manifiesto Por la unidad de la izquierda para defender la Andalucía de Blas Infante ha reactivado los debates sobre la articulación de un espacio político propio para la izquierda andaluza. El texto ha sido respaldado por una amplia diversidad de sectores: militantes del SAT y de la CUT, alcaldes como los de Marinaleda y Trebujena, figuras del ámbito cultural como Juan Pinilla, Pilar Távora, Fernando de Reincidentes, Javier Aroca, Joaquín Uría, Pérez Royo y Fonsi Loaiza, así como representantes de la izquierda institucional como el diputado de Sumar Francisco Sierra También han firmado activistas de la sanidad pública vinculados a la Marea Blanca y miembros destacados de la dirección de Podemos Andalucía. Este manifiesto ha generado una serie de discusiones en torno a la nueva coyuntura de unidad de la izquierda de cara a las elecciones autonómicas andaluzas previstas para 2026. En este contexto, resulta pertinente abrir y estructurar una reflexión colectiva sobre los debates estratégicos que atraviesan a la izquierda andaluza, así como sobre las tareas que se desprenden de una agenda soberanista, revolucionaria y transformadora para la construcción de un espacio político propio en Andalucía.

Vivimos una profunda transición histórica marcada por una crisis geopolítica que afecta especialmente a las potencias occidentales. Desde la crisis financiera de 2008 y la pandemia de 2020, se ha intensificado una decadencia económica, moral, política, social e ideológica en Estados Unidos y Europa Occidental. Esta crisis ha erosionado los paradigmas clásicos de la izquierda eurocéntrica —racionalista, ilustrada, universitaria y globalista—, dando paso a nuevas formas de socialismo en el marco del mundo multipolar. En América Latina, China, África del Norte y el Próximo Oriente emergen proyectos que priorizan la soberanía nacional, la recuperación del Estado y la construcción de modelos socialistas con características propias. Estas experiencias se distancian de los enfoques identitarios y posmodernos, y colocan en el centro la soberanía territorial y la justicia social.  La guerra en Gaza ha reorientado las prioridades de toda la izquierda mundial, así como de las fuerzas socialistas y emancipatorias. Hoy, la lucha por el control del territorio, por la supervivencia, por la soberanía, por permanecer y resistir en el territorio se ha convertido en la batalla principal. La necesidad de existir, de sostener la vida en condiciones de dignidad, se ha vuelto el eje central de todas las luchas. En este contexto, la primera batalla es territorial: defender el territorio, el cuerpo, la comunidad. La lucha por el territorio es hoy la condición de posibilidad para cualquier proyecto emancipador.

Europa Occidental, por su parte, atraviesa una crisis estructural del modelo neoliberal nacido las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial y consolidado tras la caída del Muro de Berlín. La pérdida de centralidad geopolítica ha convertido a Europa en un espacio de sacrificio, donde se degradan los servicios públicos y se intensifica el autoritarismo. Esta decadencia alimenta nostalgias imperiales, el auge de la extrema derecha y el racismo, con correlatos en la política interior a través de partidos nacionalistas, supremacistas y reaccionarios. 

En este contexto, el Estado español representa una doble excepción. Por un lado, es el único país de Europa Occidental con un gobierno progresista, sostenido por una coalición entre socialdemócratas, comunistas y fuerzas soberanistas izquierda. Por otro, es una democracia aún en transición, marcada por la persistencia de estructuras autoritarias heredadas del franquismo. El poder judicial, los medios de comunicación, sectores empresariales y académicos siguen conectados con el legado de la dictadura, lo que limita las posibilidades de transformación real. Esta situación hace que cualquier avance progresista esté bajo constante asedio por parte de la extrema derecha, tanto en el plano mediático como judicial. Para quienes defendemos posiciones soberanistas, revolucionarias y de izquierda radical, es crucial entender que la caída del gobierno de Pedro Sánchez podría abrir la puerta a un ciclo reaccionario dominado por el neoliberalismo más salvaje, el centralismo españolista y el extractivismo territorial.

En Andalucía, la situación es especialmente compleja. El gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla representa una derecha conservadora pero democrática, con tintes progresistas en lo social y una clara orientación neoliberal en lo económico. Ha logrado articular un nuevo eje de andalucismo de oposición al PSOE, fundando un régimen político conservador que se consolida tras la crisis del socialismo andaluz en 2018. Este modelo privatiza servicios públicos esenciales —sanidad, educación, formación profesional, cuidados, servicios forestales— y pone el territorio al servicio de las élites globales, a través del turismo depredador y la agricultura extractiva.

A la izquierda de este bloque, el panorama es fragmentado. El PSOE andaluz, liderado por María Jesús Montero, carece de legitimidad y está desmovilizado, con una visión centralista y un historial de recortes en sanidad durante las últimas décadas. En el espacio a la izquierda del PSOE conviven múltiples actores: Podemos, Izquierda Unida, Sumar, el Partido Comunista, Más País, Iniciativa del Pueblo Andaluz, Adelante Andalucía, Anticapitalistas, y el movimiento obrero (CCOO, UGT, USTEA, SAT, CGT), junto a movimientos feministas, antirracistas y vecinales. En este escenario, se vuelve urgente articular una unidad popular, tanto electoral como de acción, que permita enfrentar al bloque neoliberal y construir una alternativa soberanista, democrática y transformadora para Andalucía.

En esta clave, resulta fundamental articular algunas claves de reflexión sobre la necesidad de construir una unidad popular, tanto en el plano electoral como en el de la acción política, para enfrentar a los gobiernos de la derecha. 

En primer lugar, las próximas elecciones andaluzas se celebrarán en un contexto marcado por una profunda división en el seno de la izquierda, originada en dinámicas estatales que han impactado directamente en Andalucía. Desde 2018, con la conformación del bloque de investidura en el Estado español, las izquierdas estatales —Izquierda Unida, Podemos, Esquerra Republicana, BNG, Bildu, Compromís— comenzaron a vislumbrar la posibilidad de un gobierno del PSOE en el que ellos serían actores clave. Esta expectativa generó tensiones internas, especialmente en organizaciones como Anticapitalistas, cuya pertenencia a la IV Internacional les impide colaborar con partidos que gestionan el Estado capitalista. Para ellos, entrar en un gobierno con el PSOE era una línea roja.

Esta posición provocó una ruptura desde Madrid, donde se forzó la salida de Anticapitalistas de Podemos a nivel estatal. En Andalucía, donde Anticapitalistas ostentaba la secretaría general del partido, esta decisión estatal derivó en una escisión parlamentaria que rompió un grupo de 17 diputados, dando inicio a una guerra fratricida que aún no ha concluido. Es importante subrayar que esta ruptura no tuvo un origen andaluz ni programático, sino que fue consecuencia directa de una disputa estatal. Posteriormente, nuevas fracturas entre Podemos y Sumar han profundizado el escenario de fragmentación. Andalucía ha pasado de tener una bancada de 17 diputados de izquierda a contar con solo siete: dos de Adelante Andalucía y cinco de Por Andalucía, coalición que incluye un diputado de Sumar, uno de Izquierda Unida y tres de Podemos. Esta debilidad ha permitido que la mayoría absoluta de Juan Manuel Moreno Bonilla se imponga de forma aplastante.

En segundo lugar, está demostrado que ninguna de las organizaciones existentes en Andalucía tiene capacidad real de ampliación por sí sola. Adelante Andalucía, en el mejor de los casos, podría mantener un diputado por Cádiz. Izquierda Unida, a pesar de ser la organización más consolidada, necesita alianzas para crecer. Podemos tiene una base limitada y difícil de expandir con su propia marca. Sumar, por su parte, nunca ha logrado aterrizar con fuerza en Andalucía y no representa una opción viable para ampliar el espacio de la izquierda. Nos encontramos, por tanto, ante un puzle compuesto por piezas fragmentadas, donde ninguna por sí misma tiene la capacidad, la ambición ni la posibilidad de convertirse en un espacio de articulación y crecimiento. Todas representan partes del electorado de izquierda, pero ninguna puede, en solitario, construir una alternativa sólida. De ahí la urgencia de pensar en clave de unidad popular, que supere las marcas y los personalismos, y que se fundamente en un proyecto político soberanista, democrático y transformador para Andalucía.

En tercer lugar, los datos confirman que la fragmentación electoral debilita gravemente a la izquierda, tanto en el plano parlamentario como en el municipal. Según la última estimación de la Fundación CENTRA  para junio de 2025, Adelante Andalucía obtendría un 6 % de los votos y apenas dos diputados, mientras que Por Andalucía, en caso de reeditar su coalición, alcanzaría un 10 % y entre ocho y nueve diputados. En contraste, Vox, con un 14,7 % de estimación de voto, lograría entre 16 y 18 diputados. Es decir, con un porcentaje de voto similar, la derecha duplica en representación a la izquierda. Esta distorsión tiene consecuencias directas en la posibilidad de conformar gobiernos progresistas, pero también en la capacidad de representación de la izquierda en los ayuntamientos de ciudades y pueblos de toda Andalucía. En un contexto donde la izquierda no gobierna ningún gran municipio y los concejales son escasos, la fragmentación se convierte en un obstáculo estructural.

Un ejemplo ilustrativo es el caso de Cádiz, la única capital de provincia donde la izquierda concurrió en confluencia (IU y Adelante) y logró una representación significativa, a pesar de que perdieron la alcaldía por 1000 votos, debido a que Podemos fue por separado. En Sevilla, la confluencia anterior de Adelante Sevilla permitió obtener cuatro concejales y apoyar un gobierno municipal progresista; tras la fragmentación, esa representación se redujo a dos concejales y dio paso a un gobierno de derechas. En Granada, la confluencia  de Adelante Granada permitió tres concejales en la legislatura pasada y una alcaldía del PSOE con apoyo de la izquierda; hoy, con la izquierda dividida, no hay ningún concejal a la izquierda del PSOE, y el gobierno está en manos del PP, con representación exclusiva de PP, PSOE y Vox. Este es el escenario que deja la fragmentación política en Andalucía.

En cuarto lugar, es evidente que la defensa de los servicios públicos, la oposición al Genocidio en Palestina y al rearme solo puede sostenerse mediante plataformas amplias de participación. La Marea Blanca es un ejemplo paradigmático: en ella confluyen sindicalistas de UGT, CCOO, SAT, CGT, plataformas de usuarios, asociaciones profesionales, movimientos barriales y vecinales, y un amplio tejido social popular. Lo mismo ocurre con la Marea Verde, donde participan sectores del PSOE, Izquierda Unida, sindicatos educativos como USTEA y CGT, movimientos sociales y familias comprometidas con la educación pública. El feminismo también ha generado espacios unitarios, como las asambleas feministas de Granada, que articulan luchas desde abajo. Esta capacidad de confluencia en las luchas concretas debe trasladarse al plano político-electoral. La unidad popular no es una suma aritmética de siglas, sino una construcción de horizonte, de sentido y de rumbo. Es necesario transmitir a la sociedad que existe la posibilidad real de articular un frente amplio progresista, democrático, feminista y social, capaz de convocar a la participación y de llegar allí donde el malestar generado por el capitalismo produce sufrimiento, empobrecimiento y destrucción de comunidades y barrios. Esta articulación no puede limitarse a las organizaciones existentes, sino que debe abrirse a la mediación de un frente amplio que canalice la participación popular.

En quinto lugar, es necesario señalar que el principal obstáculo para construir un frente amplio de izquierda en Andalucía no reside en las bases sociales ni en las organizaciones andaluzas, sino en las direcciones estatales. Quien impide que Adelante Andalucía forme parte de una articulación amplia es una organización estatal que veta la colaboración con partidos que gobiernan con el PSOE. Quien limita la participación de Podemos en un frente amplio lo hace desde una lectura estratégica del gobierno de coalición con Sumar, utilizando Andalucía como moneda de cambio para negociar mejores acuerdos con otras fuerzas estatales como Izquierda Unida. En este sentido, volvemos al diagnóstico inicial: los proyectos de izquierda abstracta, universalista y desanclada del territorio están en crisis. Un frente amplio en Andalucía debe construirse desde abajo, desde el territorio, desde la lucha por la soberanía, desde las organizaciones locales, desde la obediencia andaluza, desde los espacios de articulación y desde las luchas concretas. Es necesario aislar las interferencias de las direcciones estatales que obstaculizan la construcción de una Unidad Popular andaluza.

En sexto lugar,  la única vía para construir un polo andalucista con capacidad institucional en el Estado pasa por la conformación de un frente amplio andaluz. Este frente debe integrar tanto a los sectores de la izquierda estatal —Izquierda Unida, Podemos, Sumar, Anticapitalistas— como a las organizaciones de obediencia andaluza —Iniciativa del Pueblo Andaluz, Andalucía por Si, República Andaluza, Candidatura de los Trabajadores, Izquierda Andalucista, entre otras. La experiencia de la última década demuestra que las organizaciones exclusivamente andalucistas, por más que hemos luchado por ello, no hemos logrado, por ahora, consolidar una base social, electoral ni organizativa suficiente para obtener representación andalucista propia. Por ello, es imprescindible que este frente amplio incluya al andalucismo democrático de Andalucía Por Sí, a los sectores vinculados al sindicalismo jornalero, al soberanismo de izquierdas y a todos los espacios que articulan el movimiento obrero y las grandes organizaciones de masas como Izquierda Unida, el Partido Comunista o Podemos.

En séptimo lugar, es igualmente claro que la única herramienta capaz de articular un espacio social de resistencia frente al avance del autoritarismo, y de generar una potencia transformadora con participación de masas, es la construcción de una marca política amplia e inclusiva. Esta debe permitir que cada organización pueda desarrollar su estrategia concreta —sindical, ecologista, feminista, antiimperialista, vecinal— dentro de un marco común. La condición de posibilidad para que estas organizaciones se desplieguen es la existencia de un espacio político que los conecte con las masas, con la sociedad, con los territorios. Ese espacio debe ser plural, pero orientado por sectores capaces de articular un horizonte político claro, desde la condición nacional del pueblo andaluz, hacia la construcción de una República Federal, Socialista y Plurinacional en la que Andalucía tenga voz propia.

La unidad popular no puede entenderse como coalición de siglas, sino como la construcción de un rumbo político con capacidad de articular un horizonte nacional, popular y de clase. En un contexto marcado por el desmantelamiento de los servicios públicos, el genocidio en Palestina, el rearme global y el avance del autoritarismo, Andalucía necesita un espacio político que no solo resista, sino que ofrezca alternativas concretas desde abajo. Un frente amplio andaluz debe ser capaz de conectar con las clases populares, con los barrios, con los territorios, y de generar una nueva legitimidad desde el territorio, la soberanía, la justicia social y la conciencia de clase. La tarea no es solo electoral: es moral, organizativa y estratégica. Se trata de reconstruir la fuerza de las izquierdas andaluzas desde la organización del campo popular, desde la construcción de un horizonte de emancipación de clases trabajadoras andaluzas. La organización, las luchas compartidas y el horizonte del país. Esas son nuestras armas cargadas de futuro.

Sobre este blog
Espacio de enunciación colectiva, encrucijada de ideas y reflexiones en torno a la descolonización de Andalucía, de sus prácticas y de su teoría social crítica. Cooridinado por Javier García Fernández @JavierGarcaFde1
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