Milicias anti Hamás, líneas imaginarias y montajes: las mil y una maneras de Israel para reventar el acuerdo

El Gobierno de Netanyahu ha mostrado durante los primeros días de alto el fuego en Gaza todo un repertorio de fórmulas para dejar el acuerdo de paz en papel mojado.
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Youssef Zanoun/ActiveStills Bombardeo de la aviación israelí. Gaza, 8 de septiembre de 2025.

Las autoridades israelíes lideradas por Benjamín Netanyahu han demostrado durante los primeros días de alto el fuego en Gaza que tienen una rampa de salida siempre disponible para retomar la ofensiva en caso de que la evolución de la tregua no les convenza. El domingo, después de que un incidente sobre el que existen distintas versiones terminara con la muerte de dos soldados israelíes en Rafah, el Gobierno sionista ordenó decenas de bombardeos sobre el enclave palestino y el bloqueo medieval a la ayuda humanitaria.

Horas más tarde, anunció que daba los ataques por terminados y que volvía a aplicar los términos de la tregua, pero la maniobra recordó a los palestinos que el Ejército israelí también puede terminar con la tregua por cuenta propia, después de haberla oscurecido durante los días anteriores esparciendo el caos en el enclave mediante sus aliados, sean estos milicias palestinas en la Franja distintas a Hamás o los EE UU.

Derrumbar la tregua de manera directa

El domingo por la mañana, después de que el Ejército israelí denunciara que combatientes palestinos habían lanzado un ataque con “misiles antitanque” contra sus soldados que terminó en la muerte de dos de ellos, Israel retomó la maquinaria de guerra. Primero bombardeó Rafah, donde las tropas aseguraban que había tenido lugar esa “violación flagrante” del alto el fuego, y enseguida esparcieron los bombardeos de norte a sur del enclave en una escalada que derivó en el anuncio del corte del flujo humanitario.

Por el camino, el supuesto incumplimiento de la tregua por parte de Hamás ofreció la oportunidad a algunos dirigentes israelíes para expresar su deseo de terminar con el alto el fuego. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, lanzó un comunicado que no hacía alusión a la existencia de un alto el fuego en el que advertía que Hamás seguía siendo “la mayor amenaza” para el pueblo israelí, añadiendo que Israel actuaría “con fuerza” para impedir su supervivencia. El declaradamente supremacista ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, exigió que el Ejército regrese a los combates “a gran escala” en Gaza. “La falsa creencia de que Hamás cumplirá el acuerdo de alto el fuego es peligrosa para nuestra seguridad”, esparcía.

Desde los primeros compases de la tregua se ha constatado que la existencia de grupos aliados con Israel y su pulso con Hamás podía desgastar el cese hasta comprometerla

Al cabo de unas horas, al discurso israelí le salieron grietas. Informadores independientes como el analista palestino Younis Tirawi o periodistas en medios de comunicación árabes o anglosajones —véase Al Jazeera o Drop Site News— empezaron a difundir la idea de que Hamás no tenía “nada que ver” con el suceso en Rafah. Según esta versión, la muerte de los soldados estaría relacionada con el paso de un bulldozer israelí por encima de munición sin detonar que llevaba tiempo en ese lugar, y no por una supuesta aparición de militantes de Hamás surgiendo de unos túneles, como había planteado Israel.

Algunos de estos periodistas incluso aseguran que la Casa Blanca cree en esa versión. En público, sin embargo, la Administración de Donald Trump se acerca a la posición israelí y argumenta que el incidente está desvinculado de la dirección de Hamás, sugiriendo que la agresión la llevaron a cabo milicianos rebeldes que desobedecen la tregua. “Hamás ahora mismo son 40 células fragmentadas”, ha dicho el vicepresidente JD Vance la madrugada de este lunes. En cualquier caso, el incidente demuestra  la constante búsqueda israelí de pretextos que le allanen el camino para retomar la ofensiva. 

A vueltas con los muertos

El modo en el que el Gobierno israelí instrumentaliza la devolución de los cuerpos sin vida de los rehenes es otro ejemplo de esa búsqueda de excusas. El acuerdo de alto el fuego obliga a Hamás a liberar a los 20 cautivos que tenía vivos —algo que ya hizo al inicio de la tregua— y a devolver también los 28 que fallecieron desde octubre de 2023. Aunque el texto acordado contempla la posibilidad de que la milicia necesite un tiempo indeterminado para encontrar algunos restos en una Gaza devastada, los dirigentes israelíes la acusan de tener cuerpos que podría devolver de manera inmediata. El jueves, Netanyahu sugirió que Israel podría retomar la guerra por ese motivo: “La lucha no ha terminado. Estamos decididos a asegurar el retorno de todos nuestros cautivos”, dijo, sin dar detalles sobre cómo piensa hacerlo en caso de que Hamás no los encuentre. Jared Kushner, yerno y asesor de Trump, ha declarado a la prensa que cree que la milicia está actuando de buena fe.

Más allá de los pretextos, Israel tensiona la tregua con hechos sobre el terreno hasta hacer que su supervivencia sea improbable. El Ejército sionista ha matado a 97 palestinos en pleno alto el fuego desde el inicio de la tregua el 11 de octubre, según la Oficina de Prensa del Gobierno de Gaza. Hasta el estallido de violencia de este domingo, en el que Israel mató 44 gazatíes en decenas de bombardeos, las tropas hebreas habían asesinado a decenas de personas en incidentes relacionados con el acercamiento hacia la imaginaria línea amarilla, que determina el territorio que el acuerdo de tregua otorga a Israel durante la primera fase de la tregua.

La presencia de grupos armados en Gaza dependientes de Israel ofrece al Gobierno israelí la posibilidad de subir el volumen de la violencia en el enclave cuando sea conveniente

En uno de estos ataques, los soldados bombardearon el viernes al este de Ciudad de Gaza un coche de la marca Peugeot. En el vehículo viajaban 11 miembros de la familia Sha’ban, que se acercaron al límite de la zona controlada por los israelíes. Murieron todos. Seis de ellos eran niños de entre 5 y 13 años de edad, y otras dos eran mujeres.

Otra herramienta que el Estad sionista tiene para enturbiar las cosas es la intervención sobre la acción humanitaria. Las autoridades israelíes han mantenido sus manos sobre el flujo humanitario durante toda la tregua, limitándolo a la mitad en comparación a lo acordado en la tregua o en todo caso impidiendo que el acceso de suministros al enclave fuera masivo, como reclaman los expertos en un territorio donde la ONU declaró la hambruna en agosto.

Los dos millones de palestinos en el enclave —de los cuales la mitad son niños y solo unas decenas de miles, miembros de Hamás— son conocedores de que Israel retomará la guerra sin pretextos si lo requiere. El precedente del 18 de marzo, cuando el Ejército derrumbó la tregua que existía desde enero y que debía evolucionar a una paz duradera, persigue a una población que no se atreve a mirar al futuro con confianza. Aquel día, Israel masacró a más de 400 personas en una ofensiva que comenzó de la nada mientras dormían de madrugada.

Desestabilizar mediante la acción de los aliados

Históricamente, las autoridades israelíes impulsan la aparición de grupos armados en los territorios fronterizos con Israel para provocar su desestabilización e incluso el conflicto civil. La Gaza de la actualidad no es una excepción. Desde los primeros compases de la tregua se ha constatado que la existencia de grupos aliados con Israel y su pulso con Hamás podía desgastar el cese hasta comprometerla.

Las primeras señales de alerta llegaron el segundo día del alto el fuego. Por un lado, después de que la ofensiva israelí haya matado a casi 200 periodistas en el enclave, el 12 de octubre murió un periodista gazatí, Saleh Aljafarawi, en manos palestinas. El Comité de Protección de Periodistas explica que el informador murió en Ciudad de Gaza cuando estallaron combates entre Hamás, la milicia de Yasser Abu Shabab y el clan Doghmush. “Él estaba documentando la destrucción y hombres armados que cooperan con Israel lo dispararon”, denuncia su padre Amer.

Por el otro, Hamás empezó a aprovechar el repliegue israelí de la mitad del enclave para restablecer su dominio. Esa demostración de poder incluyó ese mismo día la ejecución extrajudicial de múltiples miembros del clan Doghmush, a los que Hamás acusa de colaborar con Israel. 

Horas después, Trump reconoció ante la prensa que esas ejecuciones no le importaban “demasiado”, puesto que las pandillas atacadas eran “muy malas”, e incluso admitió que EE UU había dado luz verde a Hamás para tomar el control del territorio “por un tiempo”.

Los soldados bombardearon el viernes un vehículo en el que viajaban 11 miembros de la familia Sha’ban, que se acercaron al límite de la zona controlada por los israelíes. Murieron todos. Seis de ellos eran niños de entre 5 y 13 años de edad

Israel arma y protege los milicianos fieles a Abu Shabab. En junio, Netanyahu no desmintió que estuviera potenciando ese grupo como supuesto método para debilitar a Hamás. La milicia se había podido hacer con un territorio de 50 hectáreas en una zona bajo control del Ejército israelí a apenas cinco kilómetros de uno de los pasos fronterizos hacia Israel, cerca de la ruta por donde circula la ayuda humanitaria.

Allí, mientras el resto del enclave avanzaba hacia la hambruna, los de Abu Shabab ofrecían tiendas de campaña y comida a las familias gazatíes que quisieran trasladarse a esa Gaza “libre de Hamás”. Un informe interno de la ONU accedido por Sky News sostiene que la milicia es el mayor actor detrás de los saqueos contra los convoyes humanitarios, de los que Israel acusa a Hamás. Actualmente, 1.500 personas residen en la zona. El grupo crece en el conjunto del territorio y aspira a disputar el control del enclave, lo que sometería el territorio a un conflicto civil.

Los Doghmush son el otro clan que destaca en Gaza. Aunque ellos lo niegan, existe la sospecha de que durante el conflicto han negociado con Israel una posible gobernanza en la que los israelíes ocupan el territorio mientras algunos clanes se encargan de los asuntos cotidianos de Gaza.

La presencia de grupos armados en Gaza dependientes de Israel ofrece al Gobierno israelí la posibilidad de subir el volumen de la violencia en el enclave cuando sea conveniente. También de llevar a cabo acciones —como el asalto de camiones humanitarios— que pueda presentar como incumplimientos de la tregua por parte de Hamás y como pretextos para retomar la ofensiva.

Lejos del barro gazatí, Netanyahu también ha demostrado su capacidad para arrastrar a su aliado estadounidense hacia sus posiciones. El último cambio de postura radical a cargo de la Casa Blanca es una muestra de ello. Cuatro días después de que Trump asegurara que las ejecuciones a cargo de Hamás no le importaban, Washington emitía el sábado un comunicado en el que describía ese tipo de incidentes como una violación de la tregua e incluso sugería la reaparición de una ofensiva a gran escala si Hamás volvía a atacar a “la gente de Gaza”. La paz, por ahora, continúa pareciendo lejana.

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