We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Con una rabia infinita y un hondo pesar escribo esta sucesión de grafías, que no son más que palabras, utilizando vuestras herramientas, adecuándolo a vuestro discurso, para ver si así, de esta forma, os cala. Los movimientos sociales, la alternativa a la hegemonía, al poder, los partidos políticos de izquierdas están plagados, pero hasta arriba, de profesionales dedicados a la psiquiatría que son los policías de izquierda. Puestos de trabajo que van más allá de la figura del psiquiatra como son: psicólogas, trabajadoras sociales, educadoras sociales, integradoras sociales. Nadie entiende por qué la preocupación o la queja del movimiento loco ante la creciente oleada de estos profesionales en las luchas. ¿Dónde ha quedado el discurso contrahegemónico?
Las disciplinas académicas son una institución y responden al poder. Están estructuradas de tal forma que convierten la ideología hegemónica en una verdad universal que nadie puede negar, y si se atreven, son unas díscolas. Puede haber diferentes corrientes de pensamiento, diferentes opiniones sobre cómo resolver una cuestión, pero todo está pensado desde el mismo paradigma y la premisa de la que parten nunca puede ser rebatida, porque es científica. Han convertido las cuestiones humanas en materia de lo que se puede hacer ciencia, en otras palabras, crear leyes universales para atajar las vicisitudes de la vida y la miseria con mayor eficacia y eficiencia, para que cuesten menos recursos al erario o a las aseguradoras. Es decir, todo está pensado desde la institución, desde una posición de poder, vertical, donde unos, que son los que saben, deciden sobre el bien de otras, con la posibilidad incluso de, por mera voluntad del trabajador de turno, ser super considerados y tener en cuenta la opinión de la afectada. Aun así, siempre es uno, que siempre es el mismo, decidiendo sobre la vida de otra, que siempre es la misma, por su bien, porque ella “no puede”, porque “no sabe”. Si no veis agresión ahí, podéis retiraros.
Psiquiatría
La psiquiatría es el brazo armado de un estilo de vida
Todo está pensado desde la institución, desde una posición de poder, vertical, donde unos, que son los que saben, deciden sobre el bien de otras, con la posibilidad incluso de, por mera voluntad del trabajador de turno, ser super considerados y tener en cuenta la opinión de la afectada
Se os llena la boca de la palabra violencia, sobre su concepto, pero la excepción llega cuando, y es indiferente que sea porque un superior lo ha ordenado, atáis a gente a la cama, cuando les ingresáis contra su voluntad, cuando les medicáis forzosamente, les sobremedicáis, les achicharráis el cerebro con el electroshock, les amenazáis para que se sometan a algún tratamiento, aunque creáis que es por su bien o que no es una amenaza y solamente un pacto para conseguir la adherencia al tratamiento. Es violencia cuando obligáis a alguien a comer, o a que acuda a las citas con todos los profesionales a los que, en vuestra opinión o la de un psiquiatra, necesita visitar, o el chantaje por el que acude a vuestro despacho o consulta sea porque no tiene ingresos y la única forma de que no le retiren la ayuda sea vuestro beneplácito. Cuando pensáis que sois María Teresa de Calcuta y con ella os elevaréis porque llegáis a acuerdos con vuestros pacientes o con usuarios (¿hay algún término más liberal y de sometimiento? Lo dudo) es importante que sepáis que también rezuma violencia y paternalismo porque no se dan en condiciones de igualdad. No se puede imponer a una persona que la condición para poder gozar de, por ejemplo, la libertad, un derecho fundamental reconocido, o para un mayor bienestar o para vivir tranquila sea algo que la institución impone, por mucho que consideréis que sea por su bien, porque, insisto, no es en condiciones de igualdad y, por tanto, no es un pacto, es coacción.
La Institución, a modo genérico, es violenta, y los profesionales sois parte de ella desde el momento en que estudiáis una formación dedicada a la dominación y el adoctrinamiento
La Institución, a modo genérico, es violenta, y los profesionales sois parte de ella desde el momento en que estudiáis una formación dedicada a la dominación y el adoctrinamiento y la reivindicáis, por mucho que haya propuestas de reformas. La coerción es algo fundamental en un Estado de Derecho, no necesariamente ejercerla, sino la posibilidad de emplear métodos coercitivos (que siempre se acaban usando) y la posibilidad de que puedan ejercerse contra la población. Es decir, la violencia es una parte esencial sin la que no se puede entender la configuración ni la construcción de una institución, sean grandes como un estado o más pequeñas como una disciplina académica. Simplemente, para que no desechéis esta idea porque os lo dice una loca, este es vuestro nivel, me remito al informe del Relator Especial de Naciones Unidas A/HRC/44/48 en el que en su punto noveno asegura: «Los sistemas de salud mental de todo el mundo están dominados por un modelo biomédico reduccionista que utiliza la medicalización para justificar la coerción como práctica sistémica […] En ese contexto se socavan y desatienden activamente los principios fundamentales de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad».
Salud mental
Cuando vivir resulta un sufrimiento
La locura da miedo, es algo que, a los movimientos de izquierdas, como al resto de la sociedad, les asusta.
Las alternativas a la hegemonía proponen cambios de paradigma, de pensamiento, reflexiones sobre la realidad material que vivimos y de la que son más conscientes porque son escuchadas desde el mismo suelo que nosotras y no lanzadas como órdenes desde un pedestal y mirando hacia abajo como los profesionales, por mucho que quieran hablar de horizontalidad. No existe horizontalidad en una institución, es un oxímoron, mi ciela. Esas propuestas pueden ser distintas, algunas coincidir más con el discurso, algunas más erráticas, pero se hacen sin imposiciones, sin pactos forzosos, sin atar a la cama, sin medicación (droga psiquiátrica), sin considerarse que son más o que saben más que el resto.
Así que, no nos interesa saber lo que opina determinado psicólogo sobre nada, ni que pienses que deberían enseñar educación emocional en los colegios, ni que quieras que haya más psiquiatras o psicólogos en la sanidad pública o más psicólogos en las escuelas porque a nosotras eso nos asusta. Sabemos que significa más institucionalización, más opresión, más vigilancia. No queremos saber cómo resolvería ese profesor tuyo de universidad este caso, porque no somos ningún caso, esto es la vida real y queremos contrapoder y colectividad, y no tus ideas de burgués. No queremos esos truquitos que nos venga a dar tu colega de toda la vida que ahora es trabajador o educador social y que es super de izquierdas y siempre ha militado. No los queremos, y podríamos explicarte porqué, detenidamente, pero tampoco queremos. Si no has entendido lo violento que es, vuélvetelo a leer. Queremos espacios políticos libres de profesionales y de institución. No quiere decir que quien, por desgracia, haya estudiado esas disciplinas automáticamente no pueda entrar en espacios de militancia, claramente. Se trata de dejar fuera, de desprenderse de toda esa maraña y esa forma burguesa de hacer, desde el yo arriba-tú abajo, para aprender a escuchar y en colectivo proponer alternativas. Sino, no vengas.
Relacionadas
Medio rural
Juventud y ruralidad Una encuesta revela la conexión entre ecología y bienestar mental
Argentina
Argentina El Bonaparte: la historia del hospital de salud mental que le torció el brazo a Milei
València
Dana e instituciones fallidas València duele: sobre el apoyo mutuo y el abandono institucional
Impresionada por la exactitud de la descripción y la fuerza del sentimiento de rebelión.
Gracias!!