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Océanos
Luz verde al Tratado de Alta Mar, el comienzo del respeto por los mares
El hábitat más grande de la Tierra es acuático. Los océanos cubren el 71% del planeta, contienen el 90% de superficie habitable, producen el 50% del oxígeno global, son el sumidero de carbono más grande del mundo y contienen el 97% del agua que existe entre el núcleo terrestre y la estratosfera. Sin embargo, en el momento de la historia en el que la especie más evolucionada del mundo ha desarrollado una mayor conciencia de la importancia de la crisis ecológica global y de los procesos ecosistémicos que hacen de esta esfera habitable, solo el 1,5% de los mares gozan de algún tipo de protección. Ni siquiera en Europa, el continente que suele liderar la mayoría de luchas climáticas y medioambientales globales, hay un porcentaje significativo de aguas marítimas protegidas: solo el 4%.
Océanos
Biodiversidad marina Tratado Global de los Océanos, una constitución para los mares
El llamado Tratado Global de los Océanos es la herramienta que las organizaciones ecologistas llevan años exigiendo para paliar este déficit, y tras dos décadas de unas negociaciones que comenzaron en 2004, la mayoría de las naciones del mundo han dado luz verde a sus bases a través del ahora bautizado como Tratado de Alta Mar, firmado el 5 de marzo.
Este fin de semana representantes de 193 gobiernos, reunidos en la Conferencia Intergubernamental sobre Biodiversidad Marina de Áreas Fuera de la Jurisdicción Nacional (Bbnj), han marcado los cimientos para que el objetivo de proteger el 30% de los océanos en 2030 —el conocido como objetivo 30x30— sea una realidad. Es una meta que ya había marcado la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (COP15) celebrada en Montreal (Canadá) el pasado diciembre, que plantea el objetivo 30x30 no solo para los mares, sino para todo el planeta.
Aguas desreguladas
El Tratado de Alta Mar sienta las bases legales para declarar áreas total o parcialmente protegidas en las aguas oceánicas internacionales, esto es, las que se encuentran más allá de la jurisdicción nacional de los países, delimitada por 200 millas náuticas desde la costa. Se trata de un vasto territorio —nada menos que el 64% de las aguas oceánicas—, sobre el que, hasta la madrugada del sábado, apenas había leyes que rigiesen. Tan solo algunos acuerdos regionales, con frecuencia poco claros o no vinculantes, ponían alguna norma sobre la mesa. Es el caso del firmado por las naciones árticas sobre las aguas del polo o de algunos sectoriales, vinculados a la pesca de especies concretas en áreas delimitadas, muy a menudo afectadas por la sobrepesca.
Ahora, a pesar de los fracasos registrados en las rondas de negociaciones celebradas en marzo y julio de 2022, esa situación ha cambiado y el nuevo texto pretende establecer una jurisdicción internacional sobre estas áreas a través de una conferencia de las partes que destine recursos a la conservación marina y gestione el acceso a los recursos genéticos marinos —material biológico utilizado por los humanos para todo tipo de usos, uno de los puntos de conflicto de las negociaciones— , ponga límites al sector pesquero y limite la explotación subacuática de recursos.
Si bien los países deben adoptar y ratificar formalmente el tratado, la sede de las Naciones Unidas en Nueva York era el lugar en el que se sellaba el acuerdo, calificado como histórico por algunas de las organizaciones ecologistas que llevan años empujando para que este sea una realidad. Así, si el proceso culmina su curso y los países que se han comprometido a ello firman el tratado —tras pasar por sus respectivos órganos de gobierno— el nuevo marco jurídico afectará a dos terceras partes de las aguas internacionales y protegerá los ecosistemas acuáticos y a las poblaciones marinas que los habitan.
No obstante, aún habrá que esperar para la adopción formal del tratado, cuyo texto será revisado ahora por un grupo de técnicos de la ONU que garantizarán la uniformidad de los términos utilizados en él y que ningún fleco eche por tierra el acuerdo.
Victoria del multilateralismo
“Este tratado es una victoria monumental para la protección de los océanos y una señal importante de que el multilateralismo aún funciona en un mundo cada vez más dividido”, exponían desde Greenpeace apenas conocerse el acuerdo en una frase muy similar a la declaración formal que el secretario general de la ONY, Antonio Guterres, diría horas más tarde. “Elogiamos a los países por buscar compromisos, dejar de lado las diferencias y emitir un tratado que nos permitirá proteger los océanos, aumentar nuestra resiliencia al cambio climático y salvaguardar las vidas y los medios de subsistencia de miles de millones de personas”, declaraba entonces Pilar Marcos, responsable de Océanos en la delegación de Greenpeace en Naciones Unidas. “Por fin podemos pasar de las palabras a un cambio real en el mar”.
El acuerdo alcanzado incluye una conferencia de las partes, al igual que ocurre con los convenios marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que ya lleva 27 conferencias de las partes, o Biodiversidad, cuya decimoquinta edición se cerró el pasado diciembre.
A pesar del éxito cosechado, desde el ecologismo recuerdan que el texto aún tiene deficiencias y llaman a los gobiernos a asegurarse de que el tratado se implemente de manera efectiva y equitativa. En el camino quedan aún importantes tareas, como conseguir un consenso sobre los estudios de impacto ambiental en alta mar o cerrar los conflictos que sin duda aparecerán entre la nueva Conferencia de las Partes y los organismos y naciones que hoy regulan actividades comerciales en determinadas zonas.