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Artículo 21 de la Constitución Española:
1. Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa.
2. En los casos de reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones se dará comunicación previa a la autoridad, que solo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes.
En primera instancia la autoridad competente para no autorizar una manifestación es la Delegación del Gobierno, si bien es cierto que la última palabra está en manos de los tribunales superiores de justicia de las diferentes comunidades autónomas. Valga como ejemplo lo ocurrido con las movilizaciones por el 8M de este mismo año enmarcadas en el contexto de pandemia.
Finales de los 90, asamblea de preparación de la manifestación antifascista con motivo del 20N. Una veterana compañera pide la palabra para hablar. Su intervención es directa: “A Delegación del Gobierno no le tenemos que pedir autorización para convocar la manifestación, simplemente se le comunica que se va a realizar una manifestación”. De vez en cuando aquellas palabras me vuelven a la mente.
Sábado 18 de septiembre de 2021, diversos grupos neonazis, bajo el paraguas de una supuesta asociación vecinal denominada Madrid Seguro —la cual ha venido siendo denunciada como una falsa asociación vecinal por la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid— han convocado una manifestación en la plaza de Chueca, barrio LGTBIQ por excelencia de la ciudad. La provocación parece obvia. El lema bajo el que se convoca la manifestación es “Di no a las agendas 2030/2050”. La manifestación transcurre desde la citada plaza hasta la Puerta del Sol atravesando el centro de la ciudad mientras los nazis corean “fuera maricas de nuestros barrios” o “fuera sidosos de Madrid”. Desde diversos balcones se lanzan gritos de rechazo al paso de la manifestación, pero no hay convocatoria pública antifascista que dé respuesta a la misma.
La manifestación tuvo lugar, el daño está hecho y es responsabilidad de todos que no vuelva a suceder
Ante la polémica generada, la delegada del Gobierno se apresura a decir que no tiene capacidad de no autorizar la manifestación en base a la documentación que obra en su poder y que se tomaran medidas ante el aparente discurso de odio vertido en la manifestación.
Efectivamente, si nos plegamos a la cuestión administrativa, Delegación del Gobierno tiene encima de la mesa una comunicación de manifestación bajo el lema “Di no a las agendas 2030/2050”, pero acaso ¿no tiene un informe de la Brigada de Información en la que se exprese quién se esconde detrás de Madrid Seguro y, por lo tanto, la existencia de razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes? Pues parece que no era el caso, o quizá sí pero no le quisieron hacer caso. O quizás se buscaba una hábil jugada política según la cual Delegación del Gobierno quería dejar a la altura del betún las afirmaciones de la Isabel Díaz Ayuso, quien pocos días antes había afirmado que: “En realidad, la homofobia está en la cabeza de la izquierda, porque Madrid es una comunidad segura, abierta y plural”. Es lo de menos. La manifestación tuvo lugar, el daño está hecho y es responsabilidad de todos que no vuelva a suceder.
El fascismo no es ninguna opinión, es un crimen
El filósofo Karl Popper definió en 1945 la conocida como “Paradoja de tolerancia”. En ella declara que, si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. Popper concluyó que, aunque parece paradójico, para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia. Entonces, volvamos al título del artículo. ¿Tienen los nazis derecho a manifestarse? No trato en estas líneas de llegar a una conclusión de este espinoso asunto, pero sí marcar algunos puntos de reflexión.
El derecho de manifestación debe ser reconocido y defendido como un derecho fundamental. Ahora bien, en numerosas ocasiones iniciativas de izquierda se han topado con la prohibición de sus actos, lo cual provoca, por llamarlo de alguna forma, un cierto efecto rebote por el cual se establece que “si a nosotros nos han prohibido una manifestación, porque no se la pueden prohibir a los nazis”. Incluso Alemania, un país que si se caracteriza por algo es por tener un sentimiento de culpabilidad histórico y social por haber sido la sociedad en la que germinó el fascismo, una sociedad en la que la exhibición de símbolos o eslóganes nazis está tipificado como delito, tampoco ha sabido cómo sacar las manifestaciones de nazis de sus calles, incluso utilizando todos los repertorios a su alcance. Valga como ejemplo la cita anual de nazis y antifascistas en Dresde.
Resulta del todo incomprensible el motivo por el cual el pasado sábado la manifestación no fue parada por la Unidad de Intervención Policial de la Policía Nacional que estaban al cargo de la misma
A lo largo de los últimos tiempos parece que se está generando un cierto sentido común a la hora de enfrentar a la ultraderecha, un sentido común expresado en varios articulos y reflexiones según el cual la única forma de combatir a la ultraderecha es mediante virtuosa combinación de todas las estrategias que podamos poner en marcha. Una combinación en la que no sobra nadie y por desgracia todavía falta mucha gente.
En las últimas elecciones a la Comunidad de Madrid, Ayuso consiguió imponer un marco de defensa de la libertad, algo que parecía impensable si nos atenemos a que el partido al que representa fue fundado por ministros de la dictadura. Bienvenidas a la posverdad. No supimos darle la vuelta al relato de Ayuso, no supimos contraponer otro concepto de libertad frente al que ella estaba defendiendo. Quizás la definición de libertad que se atribuye a George Orwell nos pueda ayudar para futuras batallas: “Si la libertad significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oír”.
La libertad de expresión debe tener límites, y esos límites, en el caso que nos ocupa, vienen marcados de forma clara por el artículo relativo a los delitos de odio recogido en el 510 del Código Penal
Pero ojo, también a nosotros mismos, lo seguramente probablemente sea una de las grandes diferencias entre ellos y nosotros. Nosotros defendemos la libertad de expresión y ellos, por mucha posverdad que nos metan a golpe te tuit, no. Ahora bien, la libertad de expresión debe tener límites, y esos límites, en el caso que nos ocupa, vienen marcados de forma clara por el artículo relativo a los delitos de odio recogido en el 510 del Código Penal. Es por ello que resulta del todo incomprensible el motivo por el cual el pasado sábado la manifestación no fue parada por la Unidad de Intervención Policial de la Policía Nacional que estaban al cargo de la misma.
Extrema derecha
La Fiscalía abre diligencias por la manifestación nazi en Chueca contra las personas LGTBI
Parece, que, para los policías actuantes, los gritos que se proferían no eran constitutivos de delito, la Fiscalía parece que algo sí ha visto, así que ha iniciado de oficio una investigación por delito de odio y pedir información tanto a la Policía Nacional como a la Delegación de Gobierno. Veremos en que queda el asunto. Pero desde luego es inadmisible la dejadez policial, en cualquier país en el que exista un mínimo de conciencia política respecto a los delitos de odio, quienes se manifestaron el sábado hubieran sido denunciados.
Madrid Seguro
Curiosamente, o quizás no tanto, Abascal afirmaba que la manifestación del sábado “Apesta a cloaca socialista”. Una vez más le dan la vuelta a la tortilla. Ahora las cloacas no atacan a Podemos sino a Vox; inaudito. La clave aquí es generar no solo un relato que trata de confundir a la ciudadanía, sino alejarse de lo obvio, pues los lemas que se podían leer en las pancartas del sábado hacían alusión a dos de los pilares con los que Vox trata de hacernos pensar que vivimos en una sociedad insegura: bandas latinas y menas. Otra dosis de posverdad.
Se antoja fundamental que desde posiciones de izquierdas podamos comenzar a construir un concepto de seguridad que no se base única y exclusivamente en una mera cuestión individual
En cualquier caso, lo que nos debe preocupar de este asunto, es cuál es la alternativa al marco sobre la seguridad que tratamos de dibujar desde las izquierdas. Como ya he comentado en alguna ocasión, si nuestra única alternativa es la de anteponer al discurso hegemónico de la derecha —que define la seguridad como la ausencia de delito— el discurso de la seguridad como garantía de derechos —al trabajo, a la sanidad, a la educación o a la vivienda—, parece que, al igual que en el caso de la libertad de Ayuso, no será suficiente.
Es por ello que se antoja fundamental que desde posiciones de izquierdas podamos comenzar a construir un concepto de seguridad que no se base única y exclusivamente en una mera cuestión individual; que no se base solo en la ausencia de miedo, sino que trate de abordar la seguridad desde una perspectiva colectiva en la que la seguridad no se reduce a las cuestiones vinculadas con la criminalidad, sino que se amplía al derecho a ser diferentes, a disfrutar del espacio público. Una seguridad que se mueve en el marco que le delimita la libertad y no una libertad que se mueve en el marco que le delimita la seguridad.
Tal y como se expresa acertadamente en el recientemente publicado El final del control policial, de Alex S. Vitale, no podemos esperar mucho del Estado en su forma original que no es otra que la de la policía, pues tal y como podemos leer en sus páginas: “La policía nació para facilitar la instauración de los regímenes de explotación vigentes a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, basados en el colonialismo, la esclavitud y el capitalismo industrial. La policía no se creó con la intención de reforzar la ley”.
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Obituario Julien Terzic: apología de un cazador de neonazis
Perdón, repito mi post porque parece que me he cargado la maquetación con un simple punto mal colocado. Arovecho para añadir una frase y para pedir a El Salto que se puedan editar los posts propios. Gracias:
Yo estoy radicalmente en contra de perseguir las opiniones y sus manifestacione públicas, vengan de donde vengan. Otra cosa es que se persigan delitos concretos cometidos en el ejercicio de la manifestación.
Me preocupa ver cómo una parte importante de la izquierda abraza con entusiasmo esta clase de represión, parece que no han oído hablar del efecto boomerang.
Les invito a repasar el caso Faurisson y el artículo de Chomsky que hizo que se le echase encima una legión de intelectuales de izquierdas:
https://web.archive.org/web/20040208012313/http://www.zmag.org/chomsky/articles/8010-free-expression.html
Yo estoy radicalmente en contra de perseguir las opiniones y sus manifestacione públicas, vengan de donde vengan. me preocupa ver cómo una parte importante de la izquierda abraza con entusiasmo esta clase de represión, parece que no han oído hablar del efecto boomerang.
Les invito a repasar el caso Faurisson y el rtículo de Chomsky que hizo que se le echase encima una legión de intelectuales de izquierdas: https://web.archive.org/web/20040208012313/http://www.zmag.org/chomsky/articles/8010-free-expression.html
Yo estoy radicalmente en contra de los delitos de opinión y de la ilegalización de partidos, sean quienes sean. Otra cosa es sancionar los delitos concretos que se produzcan en el ejercicio de una manifestación, por supuesto.
Me preocupa que una parte importante de la izquierda abrace tan alegremente esta clase de represión, se ve que no ha oído hablar del efecto boomerang.
Les invito a repasar el causo Faurisson y el artículo de Chomsky que hizo que se le echara encima una legión de intelectuales de izquierdas: https://web.archive.org/web/20040208012313/http://www.zmag.org/chomsky/articles/8010-free-expression.html
Hay que recordar que el ascenso del nazismo empezó rompiendo las cristaleras de los negocios judios, pegando palizas a homosexuales y a sospechosos de ser comunistas o socialistas, y acabó en los campos de extetminio. Entonces, antes de que cojan más aires de grandeza, hay que acabar con ellos de la forma que sea, definitivamente incluso. Porque es una cuestión de legítima defensa.
Paradojicamente, el miedo desaparece enfrentándolo no evitándolo.
Vamos, que primero llamo "nazi" a cualquiera que me lleve la contraria; segundo, prohibo a los "nazis" el derecho de expresión y cualquier otro que se me ocurra, por el hecho de ser "nazis"; y tercero, a eso lo llamo democracia, de tal manera que cualquiera que me lleve la contraria no tiene derecho a nada. Y tan contento
La manifestación con mensajes "fuera sidosos de Madrid" o " fuera maricas de nuestros barrios", la necesidad de manifestarse en contra del colectivo lgtbi, evidentemente, encarna un odio visceral, extremadamente cisheteropatriarcal.
El odio a los colectivos que padecen discriminación y opresión, es claramente intolerable.
La discriminación en este sentido, es una clara vulneración de los derechos
humanos universales. Por lo tanto, ya se tarda en ilegalizar cualquiera de sus formas.
A "cualquiera"? Unos tíos convocados por organizaciones nazis y esgrimiendo simbología nazi no pueden ser llamados nazis?
Bueno, ya has enseñado la patita chaval. Te adelanto que pierdes el tiempo en este lugar con tu "argumentario" franquista y filofascista. Mejor andarías en okdiario. De nada....