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Memoria histórica
Hijas de la Anarquía. La tradición de los nombres libertarios
Era 1936 en Jerez de los Caballeros. María Bruguera Pérez y Francisco Torrado Navarro llevaban el sol y el trigo de los campos en el mundo nuevo de sus corazones. Ella hija y nieta de anarquistas: su padre obrero de la fábrica corchotaponera en la Sierra Suroeste extremeña, venida a menos, y su abuelo catalán de Palafruguell, Gerona. Su madre, Elisa Pérez, bordadora, tenía un pequeño negocio de alimentación en el pueblo de Jerez, provincia de Badajoz.
María y Francisco se amaban y amaban la libertad. Ambos, junto al hermano de María, Antonio Bruguera, habían contribuido a fundar las Juventudes Libertarias en Jerez de los Caballeros en 1932. Una cosa trajo la otra y poco después fundaron también el grupo de teatro libertario “Ni Dios ni Amo”, con el que recorrían los pueblos de alrededor.
María tenía 21 años cuando las columnas fascistas bajo el mando de José Álvarez e Ildefonso Medina Mogollón entraron en Jerez, el 18 de septiembre de 1936. Según historió Francisco Espinosa, su paso dejó 60 cadáveres en la calle, todos de izquierdas. Afortunadamente, tanto María como el resto de su familia lograron huir antes de la llegada de los rebeldes.
María se salvó de ser asesinada porque el capitán de los civiles se apiadó al ver el bebé tan pequeño o porque, simplemente, no habría sabido qué hacer con él si mataban a la madre, que fue detenida y pasó, desde entonces, un calvario de cárcel en cárcel
El padre de María, Antonio Bruguera, pasó a zona republicana junto a centenares de personas que huían del avance franquista. El grupo formado por María, su madre Elisa Pérez, su hermano Antonio y su compañero Francisco, no tuvo tanta suerte y quedó atrapado en la tierra quemada de los fascistas. Intentaron cruzar a Portugal, sin ningún éxito debido a que la frontera estaba cerrada, ante la aglomeración de gente huida desde las provincias de Huelva y Badajoz. Afortunadamente. La policía, el ejército y los paramilitares fascistas portugueses estaban entregando a los huidos a las huestes de Franco.
El grupo familiar retrocedió por tierras pacenses y se refugió muy cerca de Jerez, en la finca “La Media Nava”, donde los padres de Francisco Torrado tenían una parcela. En los chozos de aquella finca se refugiaron otros muchos huidos, y en uno de aquellos chozos María y Francisco gestaron un niño que nacería en el mismo lugar el 8 de junio de 1937, siendo asistida María en el parto por su madre Elisa Pérez.
A los pocos meses de nacer el bebé, en noviembre de 1937, la Guardia Civil dio una batida y encontró los chozos. Realizaron una masacre. Casi 20 personas fueron ejecutadas aquel día, asesinadas, en aquella finca de “La Media Nava”, entre ellas el compañero de María, Francisco Torrado, su madre, Elisa Pérez, y Bautista Méndez, secretario de las Juventudes Libertarias de Jerez de los Caballeros. En total, entre 16 y 18. Las crónicas, orales, no lo aclaran. El hermano de María, Antonio Bruguera, pudo escapar antes de que llegaran los guardias. María se salvó de ser asesinada porque el capitán de los civiles se apiadó al ver el bebé tan pequeño o porque, simplemente, no habría sabido qué hacer con él si mataban a la madre, que fue detenida y pasó, desde entonces, un calvario de cárcel en cárcel. Pasó 8 días en la cárcel de Jerez de los Caballeros, y de allí fue a la de Badajoz, donde fue juzgada en diciembre y sentenciada a muerte. Tres días después de la sentencia un abogado defensor le comunicó que le habían conmutado la pena por 30 años de reclusión.
Floreal es el octavo mes del calendario republicano francés, el segundo mes de la primavera, entre Germinal y Pradial. María Bruguera y Francisco Torrado le pusieron ese nombre al hijo que engendraron y tuvieron en los campos jerezanos
Durante 8 años y un mes recorrió los penales de Badajoz, Tarragona, Salamanca, Valladolid, Saturrarán y Madrid. En 1946 salió libre, pero más convencida si cabe de sus ideas y comprometida aún en la clandestinidad con la CNT y con Mujeres Libres, tras conocer en la cárcel de Madrid a las hermanas Lobo y a María Carrión, antiguas militantes de esta organización. Poco después se casaría con Antonio Lobo, hermano de sus antiguas compañeras en la cárcel y también compañero anarquista. Junto a él, nada más salir de la cárcel, lo primero que hizo fue ir a buscar a su hijo, el fruto de su unión con Francisco Torrado y quien la salvara de morir asesinada en noviembre de 1937.
A María sólo se le había permitido tener a su hijo junto a ella durante ocho meses en la cárcel de Badajoz, en 1938, dado lo pequeño que era el niño, teniéndolo que dejar después al cuidado de sus suegros, cuando la trasladaron al Convento de las Oblatas en Tarragona, cárcel de mujeres regentado por monjas. Durante este tiempo, mientras estaba en Badajoz, se enteró de que su padre, Antonio Bruguera, antiguo presidente de la Casa del Pueblo de Jerez de los Caballeros, había sido capturado y fusilado el 17 de noviembre de 1939. Todo ello lo podemos saber porque María, con el fin del franquismo, fue una de las fundadoras de Mujeres Libertarias y de la revista de este colectivo, del mismo nombre, que le dedicó un monográfico al fallecer, en Madrid, el 26 de diciembre de 1992.
Floreal es el octavo mes del calendario republicano francés, el segundo mes de la primavera, entre Germinal y Pradial. María Bruguera y Francisco Torrado le pusieron ese nombre al hijo que engendraron y tuvieron en los campos jerezanos. Floreal. Como anarquistas practicantes que eran, cuya vida e ideas iban más allá de su acción política, apelaron con este nombre a la protección de la Naturaleza, de las flores que se abren entre abril y mayo, sustrayendo así a la Iglesia el poder omnímodo que siempre había demostrado tener a través de la imposición de nombres cristianos.
Esta práctica, la de poner nombres no cristianos ni religiosos a los hijos e hijas, fue una costumbre entre las familias de anarquistas principalmente, si bien otros muchos militantes de izquierda (comunistas, socialistas, republicanos…) también la ejercieron como un signo de anticlericalismo y de inicio de un mundo nuevo.
Todo ello como una costumbre heredada, en parte, de la masonería y de los grupos masónicos, donde los mismos masones se cambiaban el nombre o les imponían a sus hijos o hijas aquellos que tenían que ver con el mundo clásico, como hizo el masón y republicano de Montijo (Badajoz) Juan Antonio Codes Rodríguez, miembro primero de la logia “Emerita Augusta” y después de la logia “Triángulo Montijano”. Codes bautizó a sus hijos con el nombre de Lealtad, Virgilio y Sócrates.
En los pueblos, la Iglesia tenía como fuente de ingreso los derechos parroquiales, un dinero que cobraba por el bautismo y por la inscripción en sus registros propios de los recién bautizados. Los nombres no católicos sustraían al recién nacido del registro eclesial
Ya El Condenado, periódico colectivista, defensor de La Internacional, en su edición del domingo 20 de abril de 1873, reproducía el acta de una sesión celebrada por internacionalistas en la noche del 26 de febrero de 1873 en Sanlúcar de Barrameda, en la que dos de los miembros presentaban a la Asociación a sus hijos nacidos el día 1 anterior, con el fin de que esta les diera nombres, “con que se han de diferenciar entre los demás”, resultando como acuerdo de la Asociación llamar al hijo de Antonio Aguilar y de Francisca Fernández “Paso al Progreso Humano”, y a la hija de Agustín González y Encarnación Morantes “Europa Anárquica”.
La prensa anarquista de finales del siglo XIX y de principios del XX ofrece testimonio abundante de los nombres anarquistas y de las ceremonias que los acompañaban, sin dejar de mencionar las reacciones que suscitaban en los poderes de la época, tanto estatales o municipales, como los eclesiásticos. Por no hablar de “las buenas gentes”.
Mujeres Libres
Mujeres Libres: referente histórico del anarcofeminismo
El movimiento anarquista denominado Federación Nacional de Mujeres Libres (MM.LL.), fundado como tal Federación en Valencia a finales de agosto de 1937, representa uno de los mayores ejemplos organizativos de mujeres, en este caso anarquistas, para luchar por la emancipación integral de la mujer.
En los pueblos, la Iglesia tenía como fuente de ingreso los derechos parroquiales, un dinero que cobraba por el bautismo y por la inscripción en sus registros propios de los recién bautizados. Los nombres no católicos sustraían al recién nacido del registro eclesial, lo cual ocasionaba serias pérdidas económicas a la clerigalla.
Como fuente de ingreso que era, la Iglesia recomendaba poner al recién nacido el nombre del Santo del día en el que hubiera venido al mundo. En ocasiones al nombre del niño iban unidas diversas supersticiones. Una encuesta hecha en 1900 nos informa de que en la Baja Extremadura se creía que los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar preservaban a los niños de la epilepsia (Javier Marcos Arévalo, Nacer, vivir y morir en Extremadura. Creencias y prácticas en torno al ciclo de la vida a principios de siglo).
En septiembre de 1907 los compañeros Fabiana Silva y Manuel Gil, de Olivenza (Badajoz), inscribieron en el registro civil de esa localidad a una hija llamada Electra Felicidad, y en la aldea de Santo Domingo, junto a Olivenza, lo compañeros Paula Souza y Antonio Jorge, inscribieron a su hija Dalia Joven
Las parejas o “matrimonios” de anarquistas, simplemente unidos mediante un vínculo de compañerismo o mediante matrimonios civiles, solían ponerle a sus hijos e hijas nombres relacionados con los meses de la revolución francesa (Germinal, Floreal, Pradial), la Naturaleza (Aurora, Sol, Amanecer), la historia clásica (Sócrates, Horacio, Mario), la ciencia (Progreso, Darwin, Universo), la Idea anarquista (Acracio, Libertad, Liberto), intelectuales y activistas (Bakunin, Ravachol, Voltairina), conceptos libertarios (Digno, Paz, Ego), el anticlericalismo (Ateo, Caín, Luzbel), la revolución (Comunardo, Espartaco, Alba de Revolución). La costumbre era universal, como demuestra el hecho de que el anarquista estadounidense Johan Most le pusiera a su hijo Lucifer, el ángel que se rebeló contra Dios todopoderoso.
En septiembre de 1907 los compañeros Fabiana Silva y Manuel Gil, de Olivenza (Badajoz), inscribieron en el registro civil de esa localidad a una hija llamada Electra Felicidad, y en la aldea de Santo Domingo, junto a Olivenza, lo compañeros Paula Souza y Antonio Jorge, inscribieron a su hija Dalia Joven (Tierra y Libertad, 19 de septiembre de 1907). Poco antes, también en Santo Domingo, se inscribió con los nombres de Palmira Progreso la hija de Casilda Jorge y Antonio Dordio (Tierra y Libertad, 18 de abril de 1907). En Valdeobispo (Cáceres), Elisa Iglesias y Sotero Alcón habían inscrito a su hijo Progreso Libertador, lo cual, según informaba el Tierra y Libertad del 21 de marzo de 1907, “ha sacado de quicio al elemento fanático de Valdeobispo, de lo que nos alegramos mucho”.
No solamente los curas ponían el grito en el cielo ante estos patronímicos. El 18 de abril de 1907 se inscribió civilmente en Carmona el hijo de Diego Molina Carrasco, con el nombre de Helenio Themis Carmona. Según consta en la noticia dada en el Tierra y Libertad del 18 de abril de es año, “El encargado del Registro, que debe ser un zaragozano excelente, dijo que tales nombres no figuraban en el almanaque… que él conocía. Y como cada maestro tiene su librito, nuestro compañero sacó el suyo y logró vencer la obstinación del que a todo trance no quería leer más que en su libro, el libro de los oráculos y de las profecías”.
El acto de tales inscripciones civiles estaba acompañado de una ceremonia libertaria, (...) se da noticia de la inscripción en el registro civil de Badalona de “un hermoso y robusto niño de los compañeros Magdalena Miralles y Francisco Belis, con los nombres de Niabel, Darwin y Germinal”
El acto de tales inscripciones civiles estaba acompañado de una ceremonia libertaria, que nada tenía que ver con los bautismos. En el Tierra y Libertad del 28 de febrero de 1907 se da noticia de la inscripción en el registro civil de Badalona de “un hermoso y robusto niño de los compañeros Magdalena Miralles y Francisco Belis, con los nombres de Niabel, Darwin y Germinal”. Se relata que “una numerosa concurrencia acompañó hasta el juzgado a los padres y testigos y al llegar al domicilio de los citados compañeros se improvisó un mitin (…) Al acto que se organizó, que fue una verdadera manifestación, asistió también una música que fue prohibido (se) tocara por la calle, por orden gubernativa. No obstante los trabajos de zapa para prohibir el acto, no pudieron lograrlo”.
El filósofo argentino Christian Ferrer escribió y publicó un divertido opúsculo de apenas cuatro páginas (Así no hay matrimonio que aguante, Urania, 2016) donde divagaba con la hipótesis de que algunos anarquistas se unieran empujados por sus nombres, como Perseguido (hombre) con Libertad (mujer), o Siberiano (hombre) con España Libre (mujer), casos reales de la nomenclatura natalicia argentina.
Mujeres Libres
Mujeres Libres: La vigencia de una voz centenaria
Próximamente se cumplen 80 años de la última publicación, tras doce números anteriores, de la revista Mujeres Libres.
Ferrer menciona, también, a otros anarquistas argentinos, como Benigno Mancebo, tipógrafo y minervista, presidiario en Tierra del Fuego, luego deportado y fusilado. Y a otro anarquista que sacramentó a toda su prole con nombres de piedras preciosas: Turquesa, Ágata, Esmeralda, Rubí, Topacio, Zafiro, Amatista y Aguamarina, sin olvidar al varón: Ópalo.
El franquismo nacionalcatolicista acabó con todo aquello. Cuando María Bruguera dejó a su hijo al cuidado de sus suegros en 1938, se llamaba Floreal, el nombre que ella y Francisco Torrado habían elegido. Cuando lo volvió a encontrar y a recuperar en 1946, se llamaba Francisco, como su padre asesinado por los fascistas en una finca junto a Jerez de los Caballeros.
El franquismo nacionalcatolicista acabó con todo aquello. Cuando María Bruguera dejó a su hijo al cuidado de sus suegros en 1938, se llamaba Floreal, el nombre que ella y Francisco Torrado habían elegido. Cuando lo volvió a encontrar y a recuperar en 1946, se llamaba Francisco
El Gobierno de Franco publicó en el Boletín Oficial del Estado del lunes 13 de marzo de 1939, III Año Triunfal, Nº 72 (apenas cuando faltaba un mes para la ocupación total del país), la Orden del 8 de marzo de 1939 sobre inscripciones de nacimiento, matrimonios civiles, defunciones y anotaciones de divorcio y adopción en zona roja. Todo acto administrativo realizado en tiempo de la República quedaba abolido y era obligatorio revisarlo, desde títulos académicos hasta inscripciones de nacimiento, por no hablar de las uniones civiles y los divorcios.
El franquismo sólo reconocía como matrimonio legítimo el canónico, y obligaba para toda inscripción presentar la fe bautismal y certificado de bautismo, lo cual volvía a suponer pingües negocios para la Iglesia, aparte del control sobre la sociedad. No sólo quienes llevaban nombres anarquistas fueron obligados a renunciar a ellos y cambiarlos por otros del santoral, sino también todos aquellos nombres propios catalanes, vascos, gallegos, etc.: los Iñakis y Jordis fueron obligados a ser Íñigos y Jorges. Uno de los casos más conocidos es el del anarquista Ramón Acín, asesinado, cuyas hijas Katia Y Sol fueron obligadas a llamarse Ana María y María Sol.
Aquella imposición fue más allá de lo meramente nominativo. Quien se llamara Libertad o Liberto lo tuvo muy difícil en la vida durante el franquismo, sospechosa o sospechoso de rojerío, prescindible a la hora de conseguir un empleo o acceder a alguna ayuda administrativa. Hasta bien entrada la democracia y los cambios en el registro civil, no era extraño encontrarse con el típico funcionario o funcionaria del registro que se negaba a poner determinados nombres, e incluso quien desde su poder como funcionario público le plantaba el que le parecía a quien solicitaba nombrar a sus hijos e hijas como le viniera en gana. Todavía hoy, la norma sobre inscripción en el registro civil prohíbe utilizar determinados nombres, atribuyéndose el Estado la capacidad de juzgar si son dignos o no, tales como, por ejemplo, la prohibición de nombrar a los hijos con determinadas cifras: uno, dos, tres…, aunque no tiene nada que objetar si se nombra con Primero, Segundo o Tercero.
A muy pocos kilómetros de donde escribo hay una escuela libertaria, Paideia. Una de sus fundadoras, Pepita Martín Luengo, conoció a María Bruguera Pérez y supo de sus penurias, colaborando en el monográfico que sobre ella se hizo en enero de 1993, con un artículo que se titulaba “Un mundo de Anarquía”. Ni Pepita ni María están ya con nosotros, pero en el patio de ese colegio y en sus actividades resuena hoy día el griterío de unos niños y niñas cuyos nombres son, o han sido, Tristán, Ander, Iris, Aitor, Gorka, África, Unatx, Olmo, Natalia, Maitane, Urko, Araith, Uxue, Marco, Helio, Ura… y un Antonio que, para más señas, es de ascendencia asiática.
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