Memoria histórica
            
            
           
           
“España debería garantizar plenamente la libertad de investigación para ser una auténtica democracia”
           
        
        
“Es una faena que haya que defenderse de lo obvio”, resume  con aspereza Fernando Mikelarena (Bera, 1962). El historiador defiende que en su libro Sin piedad.  Limpieza política en Navarra, 1936 se limita a relatar que el 21 de octubre  de 1936, el día de la “saca de Tafalla” y la subsiguiente matanza de 64  republicanos en Monreal, Jaime del Burgo Torres era “el jefe accidental, pero a  todos los efectos” del cuartel de requetés de Pamplona. Esta afirmación parte  de una publicación del diario Pensamiento de Navarra firmada por Esteban  Ezcurra, jefe del cuartel de requetés de Pamplona, con fecha de 16 de octubre  de 1936, en la que, entre otras cosas, señala que en su ausencia “el capitán  don Jaime Del Burgo Torres” le sustituya “con plena representación de las  facultades”.
Por su parte, el querellante, Arturo Del Burgo Azpíroz,  considera “injurias y calumnias” las afirmaciones de Mikelarena y exige que  reconozca que no ha querido “dañar el honor y el buen nombre” de Jaime del  Burgo por implicarle en unos hechos que “le eran del todo ajenos”.
Con la condena a dos historiadores polacos por investigar la implicación de Polonia en el Holocausto como telón de fondo, la comunidad historiográfica ha mostrado todo su apoyo y solidaridad a Mikelarena. Varios historiadores navarros, profesores e investigadores de diversas universidades del estado han firmado un manifiesto en el que consideran que las investigaciones históricas “no merecen otro juicio que la historiografía” y rechazan “la judicialización del quehacer historiográfico”. En su opinión, “este es un camino peligroso para la libertad intelectual”.
¿Cómo enfrentas la demanda? 
Con tranquilidad absoluta. El jueves pasado tuvo lugar el  acto de conciliación y no me siento aludido por lo que exige el querellante. Él  dice que no encuentro ninguna prueba directa que implique a Jaime del Burgo  Torres en algún acto de represión o asesinato, incluidos los de la “saca de  Tafalla”. Yo, simplemente, expongo que en los días de esa saca él era el jefe  accidental del cuartel de requetés de Pamplona, en el Colegio de Escolapios. Y  también subrayo que ninguno de los testimonios relacionados con esa saca dice  que Jaime Del Burgo fuera visto allí.
Una de mis señas de identidad como historiador es que no voy  nunca más allá de lo que dicen los datos. Soy una persona que siempre ha estado  muy apegada a la información y a la documentación. El problema viene de que  publico un dato que nunca antes se había bibliografíado. En este caso, que  Jaime del Burgo Torres, durante diez días de octubre, fue el jefe accidental,  por nombramiento del titular, Esteban Ezcurra, del cuartel de requetés en  Pamplona. Y allí había una cárcel requeté y una unidad especializada en  represión, el Tercio Móvil.
Para mi investigación he tenido que recurrir a muchísimas fuentes alternativas, como, por ejemplo, prensa y fuentes testimoniales. He llevado a cabo un trabajo limpio, muy minucioso y, repito, cualquier afirmación que hago se sostiene en documentos y datos, con el fin de que cualquier persona pueda cotejarlo en el archivo correspondiente.
Jefe accidental, pero a todos los afectos. 
Hombre claro, el que es jefe, aunque sea accidental, es  jefe. Además, Jaime del Burgo en ninguna de sus obras habla de que él ostentara  ese cargo. Pero me gustaría recalcar que no hay ninguna animadversión personal  respecto a la figura de esta persona. A mediados de los 80, se publicó en el libro  Navarra 1936, de la esperanza al terror que, el día de la partida de los  requetés al frente de Somosierra, Jaime del Burgo había asesinado a una persona.  Bueno, pues en mi libro La [des]memoria de los vencedores, Jaime  Del Burgo, Rafael García Serrano y la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la  Cruz digo que esa acusación no es auténtica porque, según el parte de la  Policía Municipal de Pamplona, cuando esa persona murió, Jaime del Burgo estaba  ya en el autobús rumbo a Somosierra.
Por desgracia, tu caso no es un hecho aislado. 
Este caso no es, ni ha sido, el único. Paco Espinosa, en el  libro Callar al mensajero, recopiló varios sucesos en los que, de alguna  manera, se apela a la misma cuestión. Historiadores que, por su labor  historiadora, fueron demandados por personas que consideraban que sus  familiares habían sido injuriados y calumniados.
Entonces, sabiendo que el tuyo no es un caso aislado, ¿se  puede decir que en el Estado español existe libertad de investigación? 
En el caso de España, para ser una auténtica democracia, la  legislación debería garantizar plenamente la libertad de investigación para que  no esté condicionada en relación a los objetivos a trasladar. Por ejemplo, en  Alemania existe una oficina central de esclarecimiento de los crímenes nazis.  La cuestión ahí es que no nos tenemos que mover nosotros para esclarecer los crímenes,  sino que debe existir, como en Alemania, una oficina establecida para esa labor.  Aquí, la cuestión de fondo es la disponibilidad documental. Luego, que la labor  de quienes nos dedicamos a la investigación histórica acabe en los tribunales,  a pesar de que los datos sean incuestionables, la verdad, me parece  inquietante. Habría que hacer todos los esfuerzos posibles para que todos los  rincones oscuros del pasado sean objeto de esclarecimiento, sin que haya ningún  límite en absoluto.
Me parece inquietante que la labor de quienes nos dedicamos a la investigación histórica pueda acabar en los tribunales
Existen, por tanto, rincones oscuros. 
La investigación histórica de la limpieza política  desarrollada por el franquismo se ha centrado demasiado en el plano de las  víctimas y no, a pesar de que hay excepciones, obviamente, en los victimarios.  Esto tiene que ver con varias cuestiones entrelazadas. Una, la limitada  disponibilidad documental, porque entre los años 60 y 70 casi toda la  documentación más directamente explícita desapareció de forma deliberada. La  documentación de los Gobiernos Civiles, la de la Falange Española  Tradicionalista y de las JONS, la de la Delegación de Orden Público... Toda esa  documentación se destruyó por una orden que nació desde el primer gobierno de  Suárez.
Pero, también hay otras cuestiones que a fin de cuentas  afectan. Una de ellas es la influencia del pacto de silencio de los partidos  políticos mayoritarios de la transición. En virtud de una utilización que a mí  me parece bastante torticera del término reconciliación y apoyada, desde el  punto de vista legal, por la Ley de Amnistía, se acordó que aquellas cuestiones  en relación a los protagonistas de aquella limpieza política no debían ser  investigadas.
Y, en última instancia, también rige otro factor muy  importante, especialmente en el caso de Navarra. En algunos territorios que  fueron retaguardia estricta del bando nacional, hubo una limpieza política  unilateral que se llevó por delante la vida de unas 3.000 personas. Aquí se ha  inducido al olvido y a la desmemoria, pero además de ello hay que tener en  cuenta que existe un vértigo al pasado en la misma sociedad. Una reticencia a  analizar el papel de los padres y abuelos por miedo a desvelar que pudieran  haber estado involucrados en actuaciones represivas. Hay que destacar que en  Navarra la derecha conservadora y carlista tenía un apoyo del 70% del  electorado. Es bastante posible que haya una reticencia a indagar en aquellas  interioridades de esa limpieza política porque muchos de los ciudadanos,  incluso los posicionados a día de hoy en sectores de izquierda y del  nacionalismo, pueden sentir que sus padres y abuelos, que eran de otra  ideología, pudieran haber tenido algo que ver.
Existen reticencias a analizar el papel de los padres y abuelos por miedo a desvelar que estuvieron involucrados en actuaciones represivas
¿Fue la transición la representación política de ese  sentimiento de reticencia a analizar el pasado? 
Efectivamente, en la transición ha habido un blanqueamiento.  Pero es que ese blanqueamiento ha sido doble, por decir así. Una cosa es lo que  se refiere a las responsabilidades de los dirigentes del golpe de estado, a la  cúspide.  Pero a mí lo que me llama más  la atención es que ha habido un excesivo escaso empeño en investigar todo el  trasfondo de la limpieza política a pequeña escala. No hay que pensar que todas  las responsabilidades fueron de los dirigentes. Especialmente en los primeros  meses calientes tuvieron muchísima responsabilidad todos los agentes  intermedios y de base. Es decir, hubo explosiones de violencia impulsadas  también por agentes inferiores y creo que, además de centrar nuestra mirada a  los que estaban arriba, también nos deberíamos fijar en los agentes locales.
Lo que sí es verdad es que hubo una tendencia para promover  que el mayor número posible de agentes se mancharan las manos de sangre, para  luego poder vertebrar mucho mejor el régimen y conseguir una masa de adeptos  que no pusieran la dictadura en cuestión. Hay que tener en cuenta que si la  violencia es participada por el mayor número posible de agentes vas a encontrar  adeptos que van a conservar la omertá a largo plazo. Y aquí lo que ha  sucedido, en el caso de Navarra, es que en muchísimas zonas no solo el miedo se  extendía sobre los asesinados, sino que también se extendió el silencio  cómplice en todos aquellos sectores que habían apoyado el golpe de estado.
Llama la atención que hables de limpieza política, un  término poco utilizado a la hora de describir la violencia franquista, y no  otro más habitual como represión. Además, en los últimos años, se ha empezado a  debatir sobre la pertinencia del concepto de genocidio para la mejor  comprensión e interpretación de los acontecimientos que sucedieron durante la  Guerra Civil. 
A mi juicio, emplear el término genocidio es excesivo porque  genocidio significa exterminio masivo de un pueblo y lo que se dio en Navarra,  como en otras partes, a pesar de que fue terrible en magnitud, terrible en  intensidad y terrible en términos formales, fue una limpieza política selectiva.  Sobre todo, buscaba eliminar a la mayor parte de la población masculina de  izquierdas. En el caso navarro, en mi libro Sin Piedad: limpieza política en  Navarra en 1936 hice un ejercicio de ponderación estadística que trataba de  medir la intensidad de la limpieza política comparada con otros lugares de  España. ¿Qué es lo que significaban esos más de 3.000 asesinados que hubo en  Navarra? Porque, claro, el número de los asesinados también hay que ponerlo en  relación con el número de gente que potencialmente era susceptible de ser  reprimida.
Por tanto, se debe tener en cuenta que en Navarra había mucha  menos población de izquierdas que en otras partes. Por esa razón, establecí un  coeficiente provincia a provincia y Navarra encabezaba la intensidad de la  limpieza política de forma tal que uno de cada seis izquierdistas de género  masculino fue asesinados. Yo por eso prefiero hablar con el término limpieza  política, aunque sea el menos usado de todos. Y hay que recalcar que no creo  que eso sea disminuir la realidad de lo que sucedió.
Prefiero hablar de limpieza política porque en Navarra uno de cada seis izquierdistas fue asesinado
Hablábamos de que tu caso no es, ni mucho menos, un hecho  aislado. Y no hay que obviar que el negacionismo de la violencia franquista se  pueda haber visto, en los últimos años, más amparada por el auge de la  extrema-derecha. ¿Crees que la irrupción de un partido como Vox puede  intensificar el movimiento negacionista? 
Es verdad que la ultraderecha, en relación con la memoria  histórica, está sirviéndose de esos intereses en ese combate que es la lucha  cultural. Pero también hay que decir que hay muchos aspectos de la memoria que no  se han investigado lo suficiente porque en ese terreno la hegemonía cultural sigue  estando en manos de la derecha. Existe una excesiva prevención en analizar toda  esa serie de cuestiones: intensidad de la limpieza política, asuntos formales  de la limpieza política, agentes y victimarios de la limpieza política, el  porqué de la pervivencia o la omertá en muchas zonas de España… Y todo  eso, la verdad, me hace pensar que la hegemonía cultural sigue estando, en gran  medida, en manos de la derecha.
Hay muchas cuestiones en las que no se ha profundizado lo suficiente, bien por pretensiones o bien por miedo a situaciones como la que me está ocurriendo a mí y que antes les ha ocurrido a otras personas. No hay que olvidar que toda esta cuestión tiene que ver con la limitación de la disponibilidad documental para llevar a cabo la investigación. También hay que decir que en los últimos años ha habido muchos archivos que se han abierto, especialmente los militares. Sin embargo, todavía sigue habiendo archivos que no se pueden consultar por la Ley de Secretos Oficiales. Todavía quedan muchas cuestiones pendientes.
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