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Medios de comunicación
La prensa, esa adormidera social...
Como la mayoría de ustedes, tengo la sangre roja y el corazón a la izquierda. Pero he de confesar mi pecado: en ocasiones veo “noticias” de Libertad Digital (perdón, dije noticias, ¡qué error por mi parte!). Pero es que mi corazón antropológico me inflige impulsos a los que no me puedo resistir; y a veces me siento tentado por conocer cómo piensan los que no piensan como yo (y también de aquellos que, ya estén a izquierda o a derecha, no piensan; así, directa y llanamente). Y una vez en marcha, prefiero, puestos a desarrollar el trabajo de campo, explorar la prensa en clave de humor en vez de la “seria”; así como si leyera el Jueves, no vayan a pensar mal. Que para ojear los productos sedimentarios de Marhuenda, Inda o mi tocayo Rojo, prefiero la opinión en clave chiste.
Opinión
Shakira y el dogma de la sororidad
No obstante, no es cuestión de arrojar sartenazos solo a uno de los lados. Hay un pecado mayúsculo en los medios, y es que para alimentar la voz de su amo son capaces de generar un conglomerado de mentiras y medias verdades que crean un complejo de pensamiento ilusorio. Un ciclo de fantasía que posiciona a sus lectores en una casilla fija del tablero de juego construyendo opiniones homogéneas e inamovibles. Y el que se mueve de los perfiles enlatados y preestablecidos, no sale en la foto y es repudiado. Incluso más que el adversario. Es decir, que produce más animadversión aquel que no entra en el juego izquierda-derecha que el acérrimo oponente en el constructo político. Eso forma parte de la perversa lógica del sistema: aquel que no es mi amigo, es mi enemigo: divide et impera, el divide y vencerás que usó Napoleón, por herencia de Julio César y que éste trajo de la Grecia Clásica. En este aspecto pocos medios se libran de la quema, ya que cada cual mira por su verdad, sin importar la verdad, como recoge el mexicano Edgar Morín Martínez en “Prensa Inmunda. Breviario de engaños, crimen y propaganda” (Grijalbo, 2022).
Y también de la época clásica hemos heredado el gusto por el cotilleo. Aunque puede que sea algo mucho más prístino en la historia de la hominización, donde el cotilleo ha tenido un rol muy importante a la hora de cohesionar grupos al tener un poder aglutinante. Así surge una tormenta perfecta que se puede aprovechar desde los púlpitos mediáticos, partiendo de la premisa de que todo elemento social es susceptible de ser manejado y manipulado. Hasta los asuntos más personales y la vida privada de ciertos personajes sirven para llenar páginas de mediocridad. En un contrato tácito, los nuevos bufones ―dicho con todo el respeto― de la sociedad de la desinformación aceptan vender su privacidad como parte del pago a las estructuras mediáticas para que éstas les den escenario y así ocupar el foco de atención, lo que les permite seguir viviendo de vender “privacidad”. En fin, vivir en un círculo vicioso del que se reniega pero del que no se quiere salir. Con este material ya no es necesario inventar grandes tramas ni dramas: un poco de chismorreo y la cortina de humo oculta la auténtica noticia a gran parte de la opinión pública que se amansa bajo el enfoque de la cultura de la celebridad.
Shakira está en un proceso judicial por defraudar 14.5 millones. Piqué ha palmado 40 millones de euros provenientes de la arcas públicas, a través de los inventos de su empresa Kosmos
En estos días en los que Shakira tira de mal gusto, las feministas se dividen entre la sororidad acérrima del combate sin fisuras al patriarcado (encarnado en futbolista) y el hecho de que la colombiana denigre e insulte a la pareja ―también mujer― de su expareja. No es una cuestión sencilla, pero genera ruido mediático. No obstante y a fin de cuentas, la diferencias de edades, gustos e intereses que puedan surgir más o menos claramente en el trío amoroso en cuestión, no deja de ser una historia privada. Dramas de alcoba que poco o nada deberían afectar a la opinión pública. Sin embargo, todas las partes implicadas han sabido monetizar su participación en el circo mediático. Pero no han hecho nada nuevo ni han sido originales. Semanas antes, Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa también ponían fin a su affaire bajo el atento foco de la “prensa” del corazón. Todos dolidos, todos compungidos y cegados por un insoportable sesgo de autoservicio.
¿Qué tienen en común ambas situaciones? ¿A qué viene incluirlas en esta columna? Por pura ejemplificación del efecto adormidera que se recoge en el titular. Shakira está en un proceso judicial por defraudar 14,5 millones. Piqué ha palmado 40 millones de euros provenientes de la arcas públicas, a través de los inventos de su empresa Kosmos. Vargas Llosa también tuvo sus problemas con Hacienda ―más modestos, un par de milloncejos― e Isabel fue investigada por la misma entidad. Lo que cada uno de ellos haga en su vida privada, no debería ser muy trascendente. Pero que se le dé cobertura mediática hasta tal punto que se disuelvan y pasen de puntillas sobre sus villanías, es para preocuparse (sí, Piqué nos debe un euro). Para despedirnos a la romana, ya saben, Panem et circenses.
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Claro, creo que esa es una de las ideas que pretendo resaltar. El negocio que se monta entre cierta prensa y estos personajes. Y otra parte, puesto en marcha, pues como se utiliza el chismorreo como alfalfa colectiva para ocultar el debate sobre otros aspectos que nos afectan directamente. Salud.
Hayan o no cometido delitos tributarios, las celebridades y sus vidas privadas deberían quedar fuera de la prensa seria. Esa es mi opinión. Ya hay medios especializados en este tipo de "noticias".