Educación
¿La escuela como régimen penitenciario?
¿No se pueden poner en marcha aulas naturaleza, escuela bosque o escuelas de barrio basadas en los parques cercanos? ¿Aulas exteriores que exploren los entornos cercanos tanto naturales, sociales o arquitectónicos donde la ventilación está asegurada? ¿Por qué tenemos que meter a nuestras hijas e hijos en un ambiente escolar punitivo?

Hay algo extraño en cómo estamos asumiendo la mayor pérdida de derechos fundamentales en la democracia pertrechada por este manejo vírico donde aparece una neblina entre el posible peligro físico severo o mortal y la pérdida de conquistas sociales como sujetos políticos. Transitamos una extraña deriva bastante calladas. Ahora se tambalea el derecho a una educación digna que pueda generar marcos de bienestar físico, mental, social y espiritual a nuestras niñas y niños. Asistimos perplejas a la perdida de mínimos que nos acercaban, levemente, a una enseñanza respetuosa. Chao pescao.
Se me aprietan las carnes al leer los protocolos sanitarios de implantación para la vuelta al cole con sus correspondientes adaptaciones autonómicas en nombre de la preservación de la vida de nuestra especie a costa de reventar las dinámicas básicas para una socialización que permitan crecer dignamente. ¿Cómo puede ser que sabiendo por activa y pasiva por la neurociencia —área amadísima por los poderes pedagógicos productivistas— cuales son las estrategias de aprendizaje que hacen a las personas más eco-responsable, más empáticas, más amplias sus lecturas críticas, se esté planteando unos protocolos que convierten la escuela en un espacio carcelario? ¿Las niñas y niños tienen que transitar esta etapa vírica escolar dentro de un sistema penitenciario en nombre de la salud pública? ¿Dónde quedan sus derechos fundamentales psicofísicos, corporales y espaciales?
De verdad, señoras del poder, ¿no hay manera de trazar planes y estrategias educativas para evitar la implantación de este régimen vírico totalizador? Tampoco creo que haya que ser teórica en el acelerador de partículas para plantear alternativas al formato de escuela convencional dada la excepcionalidad social que atravesamos como comunidad desbordada totalmente, especialmente, las familias, y con mayor honduras las madres. También plantear que si no hay manera de establecer comunidades de aprendizaje alternativas a la inserción en un espacio escolar carcelario, ¿por qué no nos dan la pasta, euros, dinero, ayudas, prestaciones y lo montamos nosotras?
Si no hay manera de establecer comunidades de aprendizaje alternativas a la inserción en un espacio escolar carcelario, ¿por qué no nos dan la pasta, euros, dinero, ayudas, prestaciones y lo montamos nosotras?
Sí, nosotras, las que llevamos desde marzo brujuleando un equilibrio educativo-doméstico-familiar nivel de psicoresistencia cum laudem. ¿No se pueden poner en marcha aulas naturaleza, escuela bosque o escuelas de barrio basadas en los parques cercanos? ¿Aulas exteriores que exploren los entornos cercanos tanto naturales, sociales o arquitectónicos donde la ventilación está asegurada? ¿No hay manera de proyectar la escuela en esta etapa vírica de una manera que no sea desde la pérdida de derechos psicofísicos, corporales y espaciales? ¿Por qué tenemos que meter a nuestras hijas e hijos en un ambiente escolar punitivo?
Las niñas y niños tiene derecho a una infancia escolarizada pagada por el trabajo productivo y sostenida por el trabajo reproductivo (siempre en la sombra pero motor de todo el tinglado social) que no los encauce a la alineación más cruel de un “nuevo sistema de normalidad” que pretende reducir sus necesidades básicas a un modelo donde se intensifica el aislamiento y la pérdida de poder de la masa social. La pérdida de poder del grupo, del colectivo. La pérdida de la irreverencia de la panda. La pérdida de poder de la comunidad adolescente disidente cuando repiensa cómo vive y cómo quiere vivir.
¿No será que todo este totalitarismo vírico encierra algo perverso soterrado donde se va a mermar el poder de los cuerpos que chocan, interaccionan, se miran por los pasillos de los coles, se odian, se aman, se afectan? ¿Qué pasa con el derecho fundamental a aprender y crecer en condiciones psicoafectivas dignas?
¿No podemos plantear las escuelas en espacios exteriores donde se conecta con el entorno, con lo exterior, y así potenciar el sistema inmunológico, no inmunodeprimir con esa tensa vigilancia sanitaria propuesta y con esas pautas de distancia social que van a entorpecer las sinapsis básicas que necesitan los niñas y niños para desarrollar sus neuronas espejo y tal?
¿Cómo vamos a generar unas nuevas generaciones ecoresponsables dentro de este diabólico sistema educativo vírico que está emergiendo si los protocolos a implementar van a reforzar el individualismo y su consecuencia directa (muy conocida por los cuerpos mujeres): la pérdida de potencia como comunidad?
Me parece estremecedor que necesitemos educar a las próximas generaciones en el proceso de resolución del cambio climático encerradas en unos dispositivos educativos que barren sus derechos psicofísicos, corporales y espaciales básicos y fundamentales. ¿No podemos sacar a las niñas y niños a una escuela verde, exterior y alternativa al espacio educativo convencional en lugar de meterlos en un modelo de convivencia y socialización carcelario dada la pandemia?
Sabemos que una infancia desde la calidez, la cercanía, y la vivencia en los espacios verdes y exteriores generan sistemas inmunológicos fuertes y sanos, y también, una cosita maravillosa: aquello de confiar en la vida como lugar de posibilidad
Sabemos de sobra que una infancia desde la calidez, la cercanía, afectación de los cuerpos y la vivencia en los espacios verde, sanos y exteriores generan sistemas inmunológicos fuertes y sanos, y también, una cosita maravillosa: aquello de confiar en la vida como lugar de posibilidad, como lugar comunitario, donde lo colectivo empuja desde muestra profundidades para que el vivir tenga mejores condiciones para todas y todos.
Entonces, ¿cómo vamos a pedirles a nuestras hijas e hijos que atajen el desaguisado estructural climático que ha propiciado en el planeta Tierra este sistema blancoextractivista si los queremos aislar, distanciar y monitorizar o lo que es lo mismo, obligarlas a que normalicen la cibervigilancia por ese sistema de cámaras en los centros educativos y esa cosa extraña de la policía sanitaria? ¿Cómo le explicamos a una menor de 6 años cuyo sistema inmunológico está en proceso de maduración (es decir, se pone malita muchas veces por la interactuación social) que su derecho fundamental a un desarrollo psicofísico, corporal y espacial recogido en todas las cartas de derechos internacionales lo vamos a eliminar cada vez que las metamos en una sala aislada por algo que forma parte de su crecimiento sano y deseable? ¿La escuela tiene que vulnerar los derechos de nuestras hijas e hijos durante esta alteración social vírica? ¿La solución es transformarla en un lugar de socialización penitenciaria cargado de culpa y bajo un clima de sospecha delictiva?
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