Capitalismo
De gorriones y el modelo
Debemos decidir entre hacer una reflexión colectiva, urgente, en torno a si realmente queremos cambiar este modelo absolutamente destructor de la vida o simplemente unirnos a los gorriones, e ir poquito a poco, desapareciendo.
Según un estudio de una prestigiosa asociación ornitológica, en España, han desaparecido treinta millones de gorriones en una década. En palabras de esta asociación “hay estudios que apuntan a la contaminación, ruido, alimentos de mala calidad, falta de refugios …” Claro está, que esto no va de gorriones. Ni siquiera de derechos animales. No. Esto va de en qué tipo de sociedad estamos sobreviviendo o mejor dicho, en qué clase de sociedad estamos pereciendo.
Cuando el modelo económico se basa en un consumo desaforado de cosas y recursos, sin mayor criterio que el de mantener no me digas qué niveles de crecimiento, para mayor gloria y acumulación capitalista, la menor de nuestras preocupaciones debiera ser la población de gorriones. Pobres. Sin embargo, son un indicador de lo rematadamente imbéciles que somos, abrazando una forma de vida que ni siquiera lo es, ya que estamos contribuyendo, entre todas, más que a una forma de vida, a la forma de muerte con más aceptación jamás contada.
Para mantener nuestra forma de muerte, sobreexplotamos los recursos del planeta como si éstos fueran inagotables; contaminamos nuestro entorno, haciéndolo cada vez más invivible, como si no nos fuese a afectar; consumimos toneladas de cachivaches electrónicos que reemplazamos por otros en cada vez menos tiempo, llenando vertederos que no van a ser capaces de asumir tal cantidad de desechos (ya no son suficientes pero siempre nos quedará África, India,… como enormes contenedores); requerimos cada vez de una mayor cantidad de energía para nuestro día a día, sin hablar del consumo de plásticos y sus efectos. Hasta un millón de especies están al borde de la extinción por la acción humana. Sin embargo, aún nos llama la atención que 30 millones de gorriones la hayan espichado en 10 años. Definitivamente somos la especie más imbécil del universo conocido.
Lo somos porque abrazamos un modo de vida que no es tal. Tres cuartas partes del planeta sirven al cuarto afortunado, que dicho sea de paso, cada vez lo es menos, lo somos menos, aunque sin comparación con los lugares más empobrecidos. Y el tiempo pasa y la solución, si la hay, está cada vez más lejos de ser factible. Cada vez más alejada de nuestras manos. No es una cuestión de ver el vaso medio vacío, es una cuestión de meternos en la cabeza la absoluta emergencia que, como especie, tenemos ante nuestras narices y no queremos ver.
Estamos entregados a un modo de vida en el que nuestro bienestar individual y nuestro aspecto, priman sobre los problemas colectivos, que nos aburren y nos obligarían de alguna forma a cierto compromiso social. No tenemos tiempo o tendríamos que dejar a ir a spinning. Para evitar cualquier tentación de vivir hacia fuera, socializando este sinsentido de existencia, corremos o meditamos o tiramos con arco, eso da igual, la cosa es que nada ni nadie altere nuestra felicidad. ¡Sólo se vive una vez!
Todo esto, que no es poco, nos tendría que llevar a una reflexión colectiva, urgente, en torno a si realmente queremos cambiar este modelo absolutamente destructor de la vida -buscando una austeridad activa en nuestra cotidianidad, menos espectáculo y más solidaridad con el prójimo- o simplemente unirnos a los gorriones, e ir poquito a poco, desapareciendo. Los gorriones no pueden reflexionar, nosotras como especie, al menos deberíamos cuestionarnos esa capacidad. Hagamos al menos el esfuerzo.
Chile
Franck Gaudichaud: “Observemos Chile para entender en qué clase de mundo quieren que vivamos”
El autor de “Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo” (Sylone, 2017) habla de los más de seis meses de agitación social que sacudieron al país.
Relacionadas
Asturias
Las Seis de la Suiza consiguen el tercer grado penitenciario a la espera del indulto prometido por el Gobierno
Laboral
Legislación laboral en condiciones de calor extremo: existe pero ¿se aplica?
Portugal
La derecha y la extrema derecha portuguesas acuerdan una ley antimigrantes sin precedentes
El Salto n.79
Galicia dice 'no' al capitalismo verde y en el último número de la Revista El Salto te lo contamos
Opinión
Nunca es tarde: sobre justicia transicional y régimen colonial español en el Franquismo
Euskal Herria
La transferencia a Euskadi de los subsidios de desempleo se atasca
Incendios
El vecindario de la Cañada responsabiliza del incendio a Ayuso y denuncia la actuación de Emergencias
Grecia
Grecia muestra su peor cara ante el aumento de llegadas de personas migrantes a Creta
Torrejón de Ardoz
Torrejón clama justicia por Abderrahim un mes después de que muriera asfixiado por un policía de Madrid
Palestina
El ataque de Israel a una iglesia indigna al Gobierno francés, que sigue sin hacer nada contra el genocidio
Últimas
Comunidad El Salto
El Salto estrena nueva página: una web como una casa
Cómic
Simon Hanselmann y el arte de lo obsceno
Región de Murcia
Más de mil organizaciones piden que se castiguen los discursos de odio que incentivan las agresiones racistas
El Salto Radio
Yupanqui, la música en colectivo
Región de Murcia
Bulos y algaradas: la estrategia internacional para promocionar el supremacismo
Estados Unidos
No es una guerra de Trump contra el fentanilo, es una guerra contra los pobres
Justicia
Organizaciones civiles y de derechos humanos piden protección para el hijo menor de Juana Rivas
Francia
Francia se ensaña con los más desfavorecidos con su nueva batería de recortes
Recomendadas
Pensamiento
Nuria Romo
“Los procesos de medicalización no son neutros, se hacen sobre todo hacia las mujeres”
Comunismo
Jodi Dean
“Sin organización, los movimientos surgen y desaparecen como setas”
Arte contemporáneo
Palabras contra el poder: la vigencia radical de Barbara Kruger
Málaga
Málaga, el punto de inversión para los fondos israelíes a pie de playa
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!