Opinión
Reivindicar la salud laboral de las que cuidan

Es hora de reconocer las enfermedades profesionales y los riesgos que esconden los sectores de cuidados cuando las condiciones de trabajo no son adecuadas.
Manifestación SAD Madrid atención domiciliaria - 6
Álvaro Minguito Manifestación de todos los territorios por los derechos de las trabajadoras del SAD

@AlfonsoRiosV
Responsable de salud laboral, medio ambiente y política lingüística de CCOO de Euskadi

Responsable de Mujeres e Igualdad de CCOO Euskadi.

10 nov 2025 05:04

La sociedad en su conjunto tendría que estar llegando a la conclusión de que los cuidados son para sí misma como el oxígeno para el cuerpo humano: algo imprescindible cuya ausencia provocaría la detención de la máquina. No obstante, sólo las organizaciones feministas y el sindicalismo de clase, parecen hacerlo. Ni siquiera el covid y todo lo que supuso, con instituciones y el mundo de la política realizando enardecidas defensas, que han ido olvidando. sobre sectores esenciales, personas trabajadoras que eran primera línea de defensa frente a la pandemia, etc. han motivado las debidas reflexiones sobre los cuidados.

La crisis del covid sí contribuyó en parte a hacer públicas las condiciones de trabajo en los cuidados, precisamente por el empeoramiento que se generó sobre unas condiciones que ya eran deficientes previamente. Un estudio elaborado por la Fundación 1º de Mayo de CCOO y por la Universitat Autònoma de Barcelona mostraba claramente que la pandemia contribuyó al deterioro de la salud mental por exposición al riesgo psicosocial en el trabajo especialmente en tres grandes colectivos: las mujeres, las personas trabajadoras a las que tener un empleo no les permite salir de la pobreza y aquellas que trabajan en sectores relacionados con los cuidados. Hay personas en situación dramática pues, como es fácil adivinar, en algunas confluyen las tres características. Las mujeres son la gran mayoría en el sector de los cuidados, existiendo también una parte importante en la economía sumergida, hecho este que se relaciona con menores ingresos que no permiten salir de la pobreza.

En aquel momento, este aumento del riesgo psicosocial se derivaba de la incertidumbre de tener que acudir al trabajo por ser servicio esencial, haciéndolo además en situación de gran incertidumbre y miedo constante al contagio. Pero los riesgos psicosociales son algo habitual para las mujeres que trabajan en los cuidados.

Se trata de un sector en el que la alta tensión en el trabajo es constante. Se produce por la combinación de altas exigencias, como las derivadas de ocuparse de necesidades vitales de las personas usuarias, y baja autonomía, derivada de que esa necesidad de cuidado no es aplazable. Cuando hablemos de estrés en el trabajo, dejemos de pensar en hombres moviendo millones de euros de un fondo de inversión a otro en el parqué bursátil y empecemos a pensar en gerocultoras, auxiliares de enfermería y trabajadoras del servicio de ayuda a domicilio.

Centremos más aún nuestro pensamiento en que ese estrés es tal porque se trabaja con personas en escenarios que, a veces, implican conocer y asistir cuadros de drama humano, soledad y abandono. Quienes trabajan en los cuidados empatizan con ello. Desde el punto de vista humano esto es lo bueno y lo deseable, pero asociado al trabajo es un riesgo psicosocial inherente al puesto y así ha de verse, originado por la implicación personal más allá del trabajo que se genera y que hace que aumente la carga mental.

Por todo esto, las patologías relacionadas con la salud mental y asociadas al riesgo psicosocial en el trabajo tienen especial protagonismo en los cuidados. El problema real es que, aún derivando del trabajo, oficialmente suelen considerarse enfermedades comunes, entre otros motivos por no figurar en el cuadro de enfermedades profesionales. Es decir, se desvinculan estas patologías de su origen real, el trabajo de cuidados, achacándolas a cualquier otra circunstancia ajena al mismo.

Es habitual que las patologías derivadas de factores músculo-esqueléticos o ergonómicos figuren en el cuadro de enfermedades profesionales, pero se ningunea a las mujeres trabajadoras 

Por el contrario, las patologías derivadas de factores músculo-esqueléticos o ergonómicos sí es habitual que figuren en el cuadro de enfermedades profesionales, pero se ningunea a las mujeres trabajadoras a través de la invisibilización de los sectores feminizados, como el de los cuidados. Por ejemplo, el síndrome del túnel carpiano aparece reconocido como enfermedad profesional pero, siendo como es una patología típica de sectores relacionados con los cuidados, como las residencias o el servicio de ayuda a domicilio, los ejemplos que se enumeran en el epígrafe correspondiente son lavanderos, cortadores de tejidos y material plástico, trabajos de montaje relacionados con la electrónica o la mecánica, industria textil, carniceros, matarifes, camareros, cocineros, soldadores, carpinteros, pulidores y pintores. Predominio claro de sectores masculinizados y ausencia de los feminizados.

Estos riesgos músculo-esqueléticos son característicos del trabajo remunerado en los cuidados. Posturas forzadas, movimientos repetitivos y sobreesfuerzos van asociados a la asistencia y movilización de personas usuarias, en ocasiones con grados avanzados de dependencia. Y a esto que se deriva de la relación laboral, añádase el trabajo del espacio doméstico. A las mujeres que trabajan en los cuidados se les juntan las exposiciones de los dos ámbitos, como reconoce incluso el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo en su documentación técnica. Es muy útil que instituciones y administraciones difundan este mensaje, pero mientras no se supere y se revierta esta situación asistiremos a un dominio ideológico y cultural constante y continuo del patriarcado, lo que perpetuará la división sexual del trabajo. Sobre el papel de estas instituciones y administraciones públicas, entramos más adelante.

Mujeres que trabajan en cuidados, discriminadas

Como se ve, varios aspectos relacionados con el cuadro de enfermedades profesionales se pueden considerar discriminatorios para las mujeres que trabajan en los cuidados. Se dificulta el reconocimiento de las patologías de origen profesional como tales, lo que merma las prestaciones económicas en casos de baja médica e incapacidad permanente, poniéndose trabas a la prevención de riesgos laborales por el propio ocultamiento. Lo que la empresa no ve ni las estadísticas oficiales contemplan, no existe. Es indudable que todo nuestro marco legal en materia de salud laboral necesita una revisión desde el punto de vista de género, y la necesaria desmasculinización del cuadro de enfermedades profesionales constituye uno de los ejemplos más claros.

A esto habría que añadir las problemáticas comunes que se dan en los sectores altamente feminizados y las derivadas de la doble presencia, que afecta en mucha mayor medida a las mujeres trabajadoras. Mujeres que tienen más probabilidad de tener que desempeñar dos y hasta tres empleos y que, además, tienen que compaginar con las tareas domésticas y los cuidados del ámbito familiar.

Las Administraciones subcontratan a la iniciativa privada para desentenderse de las condiciones de trabajo, lo que conlleva falta de personal y de medidas de seguridad en determinados espacios

Es además muy obvio que instituciones y administraciones públicas no están a la altura a la hora de proteger la salud en los cuidados. CCOO ha venido denunciando durante el último año el calvario que la Seguridad Social está haciendo pasar a un trabajador del servicio de ayuda a domicilio aquejado de muy graves patologías de columna vertebral que hacen más que evidente que no puede desarrollar su trabajo. Es sólo un ejemplo, ya que denegaciones de incapacidad permanente o no reconocimientos del origen profesional de patologías están a la orden del día en los cuidados, abocando a las personas afectadas a largos procesos judiciales.

Otro ejemplo sería la privatización de este tipo de servicios por esas administraciones públicas. Administraciones que subcontratan a la iniciativa privada para desentenderse de las condiciones de trabajo, lo que conlleva falta de personal y de medidas de seguridad en determinados espacios. Es una problemática que se da a nivel mundial ya que, tal y como ha constatado UNI Global Union en su informe sobre los sectores de los cuidados de febrero de 2025, un 67,8% de las personas trabajadoras empleadas en los mismos trabajan en plantillas insuficientes, con lo que esto conlleva para la carga física, los riesgos psicosociales y las medidas de seguridad.

El acoso sexual y por razón de sexo son formas de violencia hacia las mujeres que habitualmente pueden quedar ocultas en los sectores de cuidados 

Estas circunstancias son las que están detrás del asesinato de la educadora social Belén Cortés en marzo del presente 2025 en Badajoz, así como del apuñalamiento de una educadora social en Bilbao en el mes de julio. El asesinato de una trabajadora de ayuda a domicilio en la localidad gallega de O Porriño, igualmente en el mes de julio, también podría haberse evitado a través de la focalización de usuarios con perfiles más problemáticos.

Es en este último sector en el que los protocolos contra agresiones y para la prevención del acoso sexual y por razón de sexo cobran vital importancia. El trabajo se da en espacios donde las trabajadoras están solas y crece el grado de vulnerabilidad. El acoso sexual y por razón de sexo son formas de violencia hacia las mujeres que habitualmente pueden quedar ocultas en los sectores de cuidados debido a la especificidad del propio trabajo, por el lugar en el que se desempeña y las características de las personas atendidas. Estamos ante un nuevo espacio en el que administraciones y empresas eluden su responsabilidad a la hora de tomar decisiones, por drásticas que estas tuviesen que ser.

El nuevo modelo de cuidados que se necesita va más allá de empresas y relaciones laborales, y tiene que ver con la construcción de una sociedad corresponsable en la materia. Con este objetivo, CCOO ya ha elaborado una propuesta basada en la necesidad de revalorizar social, política, económica y laboralmente los cuidados, así como en la redistribución de los que son no remunerados entre mujeres y hombres y en la generación de una red pública en este ámbito que se configure como un pilar del estado del bienestar. La defensa de estos postulados no estará exenta de movilizaciones, como las ya convocadas durante el ciclo de huelgas en los sectores de los cuidados en Euskadi durante la pandemia.

En el artículo Quiénes sostienen el trabajo en los cuidados, publicado en el número 22 de la revista Grand Place, número monográfico dedicado a este sector, Jone Robledo, de la comisión ejecutiva de CCOO de Euskadi, plantea que la participación en el mercado de trabajo es distinta entre hombres y mujeres no sólo por la desigual asunción de las responsabilidades familiares, sino también por la falta de servicios de cuidado o su coste. Es decir, los cuidados o se hacen o se pagan. Tan es así que, o el modelo de cuidados y transformación estructural de la sociedad van de la mano o el modelo actual de cuidados seguirá siendo generador de desigualdad social, laboral, económica, de salud y por tanto política para las mujeres.

Acierta pues el feminismo sindical al identificar que la modificación del actual modelo de cuidados tendría un potencial transformador que va más allá de las relaciones laborales. Y es que el trabajo en los cuidados como tal ya es digno, porque no hay nada más digno que cuidar. Son las condiciones de trabajo, las ratios de personal y las medidas preventivas lo que hay que dignificar.

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