La Rioja
Temporeros, trabajo esclavo en la viña
Cada año se repite el mismo esquema cuando llega la época de vendimia en La Rioja: infraviviendas, colas en polideportivos y cientos de personas durmiendo en la calle, cajeros y coches.

El año pasado los datos del Consejo Regulador de Denominación de Origen Rioja fueron muy buenos: se acreditaron 315 millones de litros de vino —tinto, blanco y rosado— y calificaron la cosecha de excelente. Para Moussa, sin embargo no lo fue.
Moussa, quien no ha querido dar su nombre real por miedo a represalias, es uno de los entre 3.000 y 4.000 temporeros que cada año llegan a La Rioja, según las estimaciones de 2016 de Cáritas. Según esta institución, 500 de estos temporeros llegarán a la región sin contrato y expuestos a unas pésimas condiciones laborales. En el caso de Moussa, vino a España hace cinco años en una patera desde África buscando un futuro mejor e ingresos para ayudar a su familia de Mali.
Comenzó trabajando, hace cuatro años, en el País Valencià recogiendo cítricos, y ahí fue contactado por una empresa que le ofreció trabajo seguro, vivienda y una comida al día. Desde entonces viaja por media España trabajando de temporero —País Valencià, Andalucía, Catalunya y La Rioja— sin poder ver a su familia. Moussa explica a El Salto que, al menos en los dos últimos años, ha trabajado en la campaña de recogida de la uva en La Rioja a través de una de las empresas externas subcontratadas por los viticultores. Este año llegaba desde Lleida, donde trabajó en la campaña de la nectarina y el paraguayo, y tuvo que esperar tres días a la maduración de la uva. Durante este tiempo ha estado durmiendo en los aledaños de la estación de autobuses de Logroño, donde llegan los temporeros a pocos días de las fiestas de San Mateo.
Moussa explica que, en las anteriores campañas, trabajaba ocho horas al día, sin contrato, por 20 euros por jornada, pero el dinero que se llevaba cada día era bastante menos. “Nos daban solo 25 euros al final de semana, el viernes. El resto lo apuntaban para pagarnos al final de temporada, si quedaba algo”. De esos 20 euros diarios, la empresa externa descuenta los productos que los temporeros compran a crédito en el ‘economato’ ubicado en las instalaciones habilitadas para pasar la noche.

El economato no era otra cosa que una tabla de madera sobre unas cajas de fruta vacías. Pagaban 3,5 euros por un paquete de tabaco para pipa —un euro más que su precio en estanco—, 50 céntimos por un café “aguado”, según detalla el temporero, o un euro por una cerveza de marca blanca. “Y ya no hablamos de si necesitábamos material como zapatillas o ropa. Todo esto nos lo descuentan del monto final. He visto cómo algunos compañeros han debido más dinero al final de la vendimia y se han tenido que quedar porque, cuando llegamos, nos retiran la documentación y no puedes escapar”.
Mario Fernández, encargado de una viña de La Rioja Alavesa, conoció a Moussa hace dos años, cuando el temporero trabajó para él a través de una de estas empresas externas, a las que después tachó de “mafia”. Fernández explica que en esta viña pagaban 80 euros a estas empresas por cada trabajador y día, cuatro veces más de lo que los temporeros reciben. Mario explica que, en muchas ocasiones, el viticultor no sabe cuál es la situación contractual del trabajador y, por las características de las labores de la vendimia, se queda impotente cuando descubre que las condiciones laborales de los temporeros no son las adecuadas o, siquiera, legales. “En vendimia yo no puedo pedirles que se marchen, hay mucha urgencia para que la uva llegue lo antes posible a la bodega. Nos jugamos la temporada entera en una o dos semanas”, señala.
Otra de las modalidades de contratación es con empresas de trabajo temporal (ETT). Mario contrató a los trabajadores el año pasado a través de una de estas ETT dado que sufrió un fraude por parte de la empresa explotadora que solía contratar. “Vino un grupo de 80 africanos de diferentes países”, comenta. Su sorpresa llegó a la hora de hablar con ellos. “Cuando coges confianza y te enteras de que cobran 30 euros al día te planteas: ¿dónde está todo el dinero que yo le pago a la ETT?”.
El encargado de viña explica que se opta por estas empresas precisamente para no buscar y contratar uno a uno a los temporeros. “Puesta la ley, puesta la trampa —dice Mario—, si yo te contrato, soy yo quien te tiene que dar el alojamiento y hacerte el contrato. Pero si yo contrato a una empresa para que me mande la peonada, es esta la que te tiene que dar el alojamiento y hacerles el contrato. Para eso les contrataba, para quitarme de todas esas cosas”.
Un convenio que no se cumple
Según la Resolución del 4 de julio de 2014, de la Dirección General de Trabajo y Salud Laboral, por la que se registra y publica el convenio colectivo de trabajo para la actividad agropecuaria, “el empresario vendrá obligado a facilitar alojamiento a aquellos trabajadores que por la naturaleza del trabajo que vayan a desempeñar se denominen temporeros. En el caso de no tener posibilidad de facilitar alojamiento propio al temporero, el empresario podrá sustituir esta obligación por la de facilitarle un alojamiento a su cargo”. También está obligado a pagarles al menos el salario mínimo fijado en 7,46 euros por hora. Y es aquí donde aparecen las redes empresariales de explotación laboral, que obvian todas estas obligaciones, a pesar de que, como advierten desde la Unión de Agricultores y Ganaderos de La Rioja (UAGR), las sanciones en caso de subcontrataciones ilegales son de un mínimo de 6.251 euros.
Desde hace más de 20 años ya figura en el convenio la obligatoriedad de ofrecer un alojamiento, explica Concha. “Lo que conseguimos fue que se reflejara mínimamente que el alojamiento fuera digno, porque no todo es un alojamiento en condiciones y se incluyera el tema de agua, duchas…”, añade.
Pedro, quien tampoco ha querido dar su nombre real por miedo a perder su empleo, trabaja para otra empresa en una finca cercana a la de Mario. Es de nacionalidad española, tiene un contrato agrario por peonadas y apenas se atrevió a relatar su historia. “Estoy obligado a firmar mi nómina por un total de 800 euros, aunque solo reciba 400 en metálico”. Pedro cree que esto sucede para poder justificar ante una inspección de trabajo que él realiza la labor de dos personas cuando revisan los servicios desarrollados por la empresa. Este trabajo es lo único que tiene y afirma no poder llevarles la contraria porque dice tener la “fortuna”, de trabajar durante todo el año en las labores de la viña ya que a sus 50 años no encuentra otro trabajo.
Daniel Zamorano, concejal de Izquierda Unida en Fuenmayor, comenta que conoce a gente que cobra más de ocho euros o nueve por hora trabajando en la vendimia, “pero si están sin contrato se les puede llegar a pagar entre dos o tres euros”. Zamorano añade que al agricultor le viene muy bien tanto subcontratar los trabajos de recogida de la uva por motivos fiscales: “Al agricultor le viene de puta madre porque, en lugar de ser un salario a pagar, es una factura a desgravar”. Los partidos de la oposición han denunciado recientemente la dejadez del Gobierno de La Rioja en la atención a los temporeros.
Los empresarios obvian las obligaciones que tienen con los temporeros, como la de facilitarles alojamiento o pagar al menos el salario mínimo fijado en 7,46 euros por hora
Las situaciones de explotación o “esclavitud moderna” —según palabras de Mario— en las campañas agrícolas no son nuevas. Ya en el año 2008 una operación de la Guardia Civil acababa con la detención de 28 personas a quienes se acusó de de secuestro, esclavitud, tráfico de personas, asociación criminal y blanqueo de dinero. Los agentes encontraron tres pistolas y unos 530.000 euros en cartillas bancarias durante los registros que se llevaron a cabo en Álava y Zaragoza.
La organización, estructurada y jerarquizada con precisión, se nutría de un centenar de individuos pertenecientes a varios clanes familiares, con un cabecilla que controlaba a todos los demás. Las investigaciones para localizar a los integrantes del entramado delictivo duraron varios meses, dada la movilidad del grupo.
“Son auténticas mafias”, afirma Concha Hernani, una voluntaria que estuvo trabajando más de 20 años por los derechos de los temporeros. Hernani explica que estas empresas “ganan muchísimo dinero en muy pocos días y la red la tienen muy bien montada”. Hernani cuenta que, en muchas ocasiones, la contratación de estas empresas lleva a “un círculo vicioso”, ya que, una vez que el viticultor recurre a estas empresas, “no puede dejar de trabajar con ellas y, en muchos casos, cuando se han querido retirar, han sufrido también su acoso”. Mario lo matiza: “Es fácil dejar de trabajar con ellas, el problema es que no tenemos muchas más opciones”.
A pesar de esto, Gonzalo Peña, concejal de Cambia Logroño en el Ayuntamiento, afirma que “hay una mayoría de agricultores que contrata en condiciones dignas”, a lo que Hernani añade: “Hay que decirlo también, hay muchos agricultores que hacen las cosas correctamente y no sólo les ofrecen un alojamiento digno, sino en unas condiciones excelentes”.
UNA SEMANA CON 25 EUROS
Moussa explica que, con los 25 euros que recibe por semana, apenas puede cubrir los gastos diarios, a pesar de que, por convenio, el contratador debe facilitar a los temporeros alojamiento y comida. Según explica Concha Hernani, muchas empresas dedicadas a prestar servicios a bodegas y viticultores cumplen con las normas y ofrecen un alojamiento digno a los temporeros, pero en las redes de explotación esta es una de las obligaciones que primero se incumple. “Hay gente que les mete en sitios donde las ratas pueden estar caminando por encima suyo y sin servicios, hay gente que les descuenta del salario una comida que es un brebaje infumable que no sirve como alimento para un trabajo que requiere un desgaste físico tan importante como es la vendimia… Hay de todo”.
Moussa relata cómo, hace dos años, estuvo alojado en una vivienda que alquiló la empresa para la que trabaja. “Era repugnante e insalubre. Éramos 50 personas dentro de la casa. Mi habitación tendría unos 9m2 y estaba llena de literas. El espacio era tan ridículo que debíamos pasar de lado entre ellas. No teníamos ni armarios, ni taquillas y teníamos que dejar la ropa sucia en el suelo junto a la limpia. Si a alguien se le hubiera caído una colilla al suelo… me sorprende que nunca hayamos salido ardiendo”. También explica que en otra ocasión estuvo en un alojamiento en el que “había cientos y cientos de latas de conservas de la Cruz Roja, latas en las que ponía prohibida su venta o algo así”. Por su parte Mario tampoco pudo solucionar el tema del alojamiento a través de la ETT a la que pidió el servicio. “Mis trabajadores tenían que desplazarse a Logroño a dormir”, explica.
Cáritas calcula que el año pasado entre 3.000 y 4.000 temporeros se desplazaron a La Rioja, de los cuales, según datos del Ayuntamiento de Logroño, 1.147 pernoctaron en el polideportivo. Esto supone que entre un 25% y un 30% o no encuentra trabajo o que las bodegas y agricultores que les emplean no les ofrecen el alojamiento que la ley les obliga.
En Fuenmayor, lo que hace muchas veces el empresario “es alquilar un piso de tres habitaciones para 15 personas”, afirma Daniel Zamorano. El problema, dice, no reside en el salario de los trabajadores, sino a la hora de ofrecer un alojamiento. “No es que no se esté pagando lo que se debe, sino que el convenio de los temporeros dice que el empresario les tiene que dar cobijo, y eso no se está cumpliendo”.
Estos trabajadores son los que con frecuencia terminan recurriendo a alojarse en el polideportivo de Logroño o en el pasaje de la estación de autobuses, señala Pedro. También afirma que muchas de estas personas que se encuentran sin ninguna alternativa de alojamiento son las que han conseguido el trabajo a través de una ETT o los que han sido seleccionados ese mismo día por los intermediarios que pasean cada mañana en furgoneta buscando temporeros. “Cuando había que terminar un renque y les decía a los temporeros ‘Joder, vamos a terminar los cuatro ramales que faltan y así mañana nos metemos con otra finca’, ellos me decían: ‘Es que igual si llego tarde me han quitado los cartones y me han quitado el sitio’. Se me caía el alma a los pies”, explica Mario.
“A algunos les hacen trabajar una peonada de ocho horas en una finca para luego desplazarse a otra para realizar ocho horas más de trabajo, pero no denuncian por miedo”
También son frecuentes los testimonios de vulneración de la duración máxima de la jornada laboral, aunque rara vez son interpuestas denuncias en este aspecto. Pedro afirma ser testigo de estas prácticas aunque agradece no haberlas sufrido. “En vendimia, a algunos les hacen trabajar una peonada de ocho horas en una finca para luego desplazarse a otra para realizar ocho horas más de trabajo, pero nadie denuncia porque tienen miedo”.
Este no es sólo un problema de las pequeñas bodegas. “El gran bodeguero, es lo que estamos hablando aquí pero multiplicado por mil. Es más, el pequeño bodeguero, conoce a su peonada aunque no la haya contratado él; pero en las grandes bodegas el dueño no va a estar en la viña para ver quién está trabajando o en qué condiciones”, explica Mario.
Pedro piensa que muchos de estos temporeros “son gente engañada, como la inmensa mayoría de la inmigración en este Estado. Se les ha prometido que esto es la hostia y todos sabemos de qué tipo de situaciones huyen y por qué se juegan la vida para venir. Pero es la cultura del miedo que tienen ellos; el patrón es el que manda y el patrón es Dios, lo que dice el patrón va a misa y se le defiende a muerte”.
Moussa secunda lo que Pedro dice y añade: “Aquí a nadie se le ocurre denunciar porque sabe lo que le espera: una paliza descomunal y al día siguiente a trabajar a la viña”. Hace dos años fue testigo de cómo dieron una paliza a otro temporero que se había escapado de otra de estas empresas externas. “No se le volvió a ver y nadie volvió a hablar más del tema”, comenta. Pero Moussa no tiene miedo de contar su situación: “Esto es lo que yo he vivido y nadie me lo puede negar”.
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