Opinión
Ni de izquierdas ni de derechas, calor a secas
En la cola del castin para la película de la Penélope Cruz sobre una carta que no acabó de escribir Lorca, un hombre de mediana edad me mira de arriba de abajo y vuelta a empezar, después de un ratillo de familiar y respetuosa conversación me dice que soy muy blanca para ser gitana. “Entonces, no me cogerán para la película, que tó lo malo sea eso”, lo tranquilizo, después de azuzarle con el color de mi piel que ropa esconde. Nos reímos, se emociona y me explica cosas: el origen de la palabra gitano ni más ni menos y el remoto remanecer de la etnia.
Con la misma afabilidad con la que empezamos el palique me voy despidiendo porque tengo que llamar a mi cuñada para hacerle un encargo para el cumple de mi tía. Antes de acabar la conversación telefónica llega el chavalito encargado del castin. El mismo que en un rato, mientras me graba, me dirá que no importa si salgo despeinada porque están buscando personas “naturales”. “Dios mía te conserve el eufemismo”, lo maldigo.
El calor también es política, como lo es cualquier decisión tomada desde las esferas de poder supraestatales y que condiciona la vida de todas las personas
El ilustrado señor que me explicó el origen geográfico de las personas gitanas se pone aliquindoi al sentirme darle el instagram al que me graba, y me pide entusiasmado que se lo repita.
- ¿Pa qué lo quiere usté caballero si ahí no hablo na más que de política?- conjuro para bajarle la ilusión que funciona perfectamente.
- Pues entonces no lo quiero, porque a mi la política no me interesa na.
- Güeno, algún nude también posteo de vez en cuando- le miento
- Dímelo, dímelo.
- ¿Qué te digo, alma de cántaro? ¿Qué to es política?
Es verano en Andalucía, centro del cosmos, y las noticias hablan de la calor, la calor, la calor y vuelta a empezar con la calor, como si el clima fuera algo irremediable caído del cielo, nunca mejor dicho, y nadie pudiera hacer nada para remediarlo. Como si la sombra verde, la orientación de los edificios, el aislamiento de las viviendas la dispusiera dios y no los hombres. Sin embargo, el calor también es política, como lo es cualquier decisión tomada desde las esferas de poder supraestatales y que condiciona la vida de todas las personas a las que “la política” no les interesa.
El relato sobre lo gitano es política, el silencio sobre la etnia paya también lo es. El precio del pan, la forma en que se corta, se sirve y se consume en cada casa es política. La programación televisiva, las horas que le echamos a la pantalla del teléfono, dar el pecho o leche de fórmula es política, la hipoteca, Palestina, el precio del alquiler, la postura sexual más recurrente del repertorio de cada cuala es política, la diferencia entre los animales que son comida y los que son mascota (del marrano hasta los andares es política medieval). La violencia de la madre hacia su hija por amor, el trabajo no remunerado es política, la gratuidad del aparcamiento en centros comerciales y la gestión por parte de una empresa privada del parking del hospital es también política y Palestina.
Los desayunos con aguacate, la bandera que no cuelga de ningún balcón, la elección del término “andalucismo” frente al “soberanismo” de otros lugares que a nadie se le ocurriría tildar de “vasquismo” o “catalanismo” es también política. Palestina, el largo de la falda, la insistencia de la mirada, la laica navidad es política, la música de la verbena, las vacaciones en agosto, exprimir la naranja y esa manía de ir a la playa en verano. La lache que te da decirle a tu amiga que su novio/marío/pedío te habla por redes sociales y el atrevimiento del hombre para hacerlo son decisiones personales amparadas por un contexto político.
La droga (legal o ilegal) a la que nos engachamos y la frecuencia con la que la consumimos es política. El tiempo que dedicamos al ocio y las opciones de esparcimiento que se nos presentan en nuestro entorno, la postura con la que sostenemos el cigarrillo, el boli o el móvil entre las manos, la forma de estrujar el trapo para fregar es política. La respuesta a un regüeldo, un estornudo, y que no sepas que regüeldo es eructo también es una decisión política. Porque las cosas no pasan por el arte de birlibirloque. Tampoco la moda esa de llevar los calcetines subidos.
El hecho de llamar “amigo” al “negrito” que nos vende pulseras en la playa y “jefe” al camarero serrano del chiringuito también es política.
El acento, el tratamiento de usté, la corrección del ceceo, la vergüenza por no poder, el tiempo que tarda en llegar el autobús y el companaje de bocadillo son política, el remordimiento por comer, la costumbre de ayunar. Los cuerpos que nos gustan, el deseo, la tristeza y el diagnóstico neurodivergente son política. Que todas las canciones hablen de un amor exclusivo es política casi dictatorial.
El hecho de llamar “amigo” al “negrito” que nos vende pulseras en la playa y “jefe” al camarero serrano del chiringuito también es política. Que a mi tío le parezca bien que mi cuñado escupa a los hombres que le tiran los tejos y que le parezca exagerado que yo mencione los muertos a caballo de quienes me insisten, también es política. Que haiga veinte movimientos en la zona donde vivo defendiendo la conservación del medio (contra la embotelladora, las torres, los campos de placas, etc.) y que a nadie se le ocurra pensar que todas responden a la economía extractivista con la que el Estado español maltrata a las trece Andalucías es política. Que te dé coraje cuando lees haiga, también lo es.
Esta madrugada me despertó el crujir del cielo, ¿Tormenta? ¿Estarán fusilando en la muralla como en el 39? Los recuerdos que se heredan son política. No, ni hay tormenta ni ahora se fusila sin silenciador. Lo que me estremece es el rugido de los barrenos que derriten la montaña para poner molinos y evitar el calentamiento global. Instintivamente me revuelvo para abrazarme a uno en particular de los cuerpos que duermen a mi lado. Pero él se ha ido ya, está con la retroexcavadora mixta en los parajes en los que se crió. Llegará al medio día rebozado en el polvo de su infancia, con un malestar jondo e impotente. Después de lavarse a gafaras de agua y antes de sentarse en la mesa me enseñará en su esmarfon cómo vuelan por los aires las entrañas de nuestra sierra. Contendrá las lágrimas, porque los hombres no lloran y su nudo en la garganta también es político.
Kabilas de mesa camilla
Kabilas de mesa camilla
Más calor que segando, el mismo fascismo de antaño
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