Guerra en Ucrania
¿Qué harías tú en un ataque preventivo a Almaraz?

El ataque a las centrales nucleares ucranianas nos pone frente a la evidencia de que toda central nuclear es objetivo militar, y en Extremadura debemos preocuparnos mucho de albergar en Almaraz una amenaza cierta para toda la población extremeña. Una dramática amenaza que tiene responsables.
Chernobil 1
Foto: Wendelin_Jacober

“Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano” Schiller.

El pasado 3 de marzo el mundo o más bien la fracción de él que piensa más allá de su bolsillo y sus narices o que simplemente piensa contenía la respiración ante el ataque y bombardeo a la central nuclear de Zaporiyia, en la localidad ucraniana de Energodar, un ataque presuntamente perpetrado por el ejército de la Federación Rusa que ha invadido Ucrania. Parece que el incendio provocado en las instalaciones atómicas fue sofocado y no afectó a los elementos centrales (reactores y sistemas de control) de la gran central, pero el miedo a otro Chernobyl-Fukushima,  o incluso a algo más tremendo como Hiroshima-Nagasaki, ha vuelto a aletear con sus alas negras y sus guadañas de azufre en el horizonte de nuestra desdichada realidad mundial. Así mismo llegan informaciones de que el 6 de Marzo el ejército ruso ha disparado misiles que han impactado en el Instituto de Física y Tecnología de Járkov, que alberga un reactor nuclear de investigación y combustible nuclear suficiente para producir una catástrofe nuclear, sin que de momento se conozca el alcance y consecuencias de este último ataque.

No es casualidad que la ofensiva del ejército imperialista ruso haya colocado como objetivos estratégicos la conquista primero de Chernobyl, y después de Zaporiya, que es la mayor central del país con seis reactores atómicos, y ahora también se nos informa de que está en marcha una ofensiva para la conquista de la segunda central de Ucrania en la localidad de Mikolaiv. No sólo se trata de cortar el suministro eléctrico al país invadido, asfixiando así la economía y haciendo más calamitosa la vida (y la muerte) de la ciudadanía ucraniana, se trata de un claro aviso a Europa y la OTAN de la capacidad destructiva que puede desatar la Federación Rusa al mando de un psicópata paranoide como el dictador Putin y su cohorte de perversos colaboradores, y pone en evidencia que las centrales nucleares son un objetivo estratégico de primer orden en toda guerra contemporánea.

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Conflicto en Ucrania La guerra de los quince reactores nucleares
La dependencia ucraniana de la energía nuclear hace de estas centrales objetivo de guerra primordial. Mientras se multiplican los incidentes bélicos en instalaciones con riesgo de liberar radioactividad, como el vivido el domingo en el Instituto de Física y Tecnología de Járkov, la planta de Rivne, con cuatro reactores, se erige como el próximo objetivo ruso.

Se diluye así la interesada y fantasiosa distinción entre el uso civil y militar de la energía atómica: toda instalación nuclear es objetivo militar, toda central nuclear es una potente bomba sucia latente a la espera de un enemigo lo suficientemente enloquecido, perverso y criminal que la bombardee, inversamente toda central nuclear es, además, fuente de producción del plutonio y otros elementos que sirven para la fabricación de ojivas atómicas.

Se diluye así la interesada y fantasiosa distinción entre el uso civil y militar de la energía atómica: toda instalación nuclear es objetivo militar, toda central nuclear es una potente bomba sucia latente a la espera de un enemigo

El movimiento ecologista y antinuclear lleva décadas denunciando, inútilmente por lo que se ve, que no hay “átomos para la paz” como publicitaban los propagandistas a sueldo de la oligarquía eléctrica, y que el carácter genocida, autoritario y ecocida de lo nuclear está inscrito en su misma estructura tecnológica desde su origen. Hay que recordar que la primera investigación y realización nuclear no fue para producir electricidad “pacífica”, barata y verde sino para fabricar las bombas que abrasaron a 250.000 civiles desarmados en Hiroshima y Nagasaki, las centrales nucleares de uso “civil” vinieron después y uno de sus objetivos era la producción del material radioactivo que requieren la fabricación de las bombas atómicas.

Es necesario, también, recuperar para la memoria que el actual parque nuclear español fue ideado y planificado en las postrimerías de la dictadura franquista, en el tristemente famoso PEN (Plan Energético Nacional), que pretendía construir hasta 40 centrales nucleares en el suelo peninsular, centrales en las que obtener el plutonio necesario para el montaje del arma atómica de modo que la “grande, una y libre” España franquista ingresara en el selecto club de las potencias nucleares. Recordemos, ahora que está de moda fustigar al ecologismo, que si finalmente este plan quedo reducido a los 7 reactores atómicos que hoy tenemos (y los ya clausurados en Garoña, Vandellos 2 y Zorita) es gracias a la movilización y resistencia popular y ciudadana, a la lucha ecologista y antinuclear que frenó los deseos de nuestros desarrollistas y militaristas de los sucesivos gobiernos todos.

Actualmente se calcula que hay unas 13.000 ojivas nucleares en el mundo, todas más potentes que las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki. Hay material, pues, para asesinar a toda la humanidad (y a la mayoría de las otras especies que nos acompañan y sostienen en Gaia) en sólo unas horas. A esas 13.000 bombas hay que añadir los 400 reactores nucleares de “uso civil” que son bombas latentes listas para explotar y arrasar su territorio circundante, asesinando a la población y a la naturaleza (se me excusará esta artificial separación). Centrales nucleares susceptibles no sólo de ser objetivos militares en una guerra declarada, sino también de ser objetivo de acciones terroristas, o de sufrir accidentes como Chernobyl o Vandellós 2, o de ser destruidas por las fuerzas de la naturaleza que hemos pretendido dominar, como ocurrió hace 11 años justo ahora con Fukushima. La energía nuclear no es de ningún modo segura, ni limpia, ni pacífica, ni democrática.

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Actualmente se calcula que hay unas 13.000 ojivas nucleares en el mundo, todas más potentes que las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki. Hay material, pues, para asesinar a toda la humanidad

Los propagandistas y apologistas de la energía nuclear, que andaban muy subidos de tono en estos últimos tiempos en los que desplegaron una gran campaña de lavado de cara verde de su negocio, deberían explicarnos por qué si la nuclear es una energía limpia y segura han saltado todas las alarmas ante las acciones militares en torno a las instalaciones atómicas “civiles”. Deberían contestar a la siguiente pregunta: ¿nos hubiéramos alarmado tanto en el caso de que Putin hubiese bombardeado una central fotovoltaica, o un campo de molinos de viento?. Pero no lo harán: todos y todas, desde Úrsula von der Layen a Guillermo Fernández Vara callan ahora.

Extremadura es una región periférica y deprimida económicamente, sin ningún interés estratégico que le haga ser objetivo militar… salvo uno: los dos viejos reactores nucleares de Almaraz. En estos tiempos en que los jinetes del apocalipsis nuclear amenazan con cabalgar por los suelos de Europa, tenemos que agradecer a Iberdrola, Endesa y Naturgy y a los dirigentes políticos del PPSOE estatal y regional que hoy Extremadura esté en el mapa de objetivos militares de Putin y de los otros enemigos de la OTAN. Los extremeños y extremeñas en general y específicamente los del norte de Cáceres podemos estar seguros de tener unas cuantas ojivas nucleares apuntando a nuestras cabezas.

En un momento de la historia como este, en que la humanidad está mayoritariamente gobernada por los peores especímenes de la especie, el peligro es tan real y dramático que nos cuesta hasta mirarlo de frente, y la mayoría prefiere seguir la política del avestruz y cerrar los ojos y los oídos para no ver el horror que nos procuran los dirigentes a los que hemos entregado todo el poder, incluido el de apretar el botón rojo nuclear. Nunca antes hemos asistido a una declaración tan rotunda de poder, a un desvelamiento tan radical del carácter criminal y tanático en que se basa, en última instancia, el poder político contemporáneo: el poder de destruir toda la humanidad, el poder de finalizar drásticamente la historia humana, el poder de (intentar) asesinar a Gaia. Digo intentar porque Gaia sobrevivirá incluso a la peor de nuestras locuras y al más terrible e injusto de nuestros crímenes, y a la vuelta de unos millones de años se habrá recuperado de la Destrucción Mutua Asegurada, esa doctrina militar cuyos sostenedores deberían sentarse ya en el banquillo de acusados del Tribunal Penal Internacional.

Extremadura es una región periférica y deprimida económicamente, sin ningún interés estratégico que le haga ser objetivo militar… salvo uno: los dos viejos reactores nucleares de Almaraz

No por casualidad en Europa se han disparado las ventas de yoduro de potasio en previsión de que haya algún tipo de ataque que directa o indirectamente difunda radioactividad sobre la población. Ese yoduro de potasio es el que debíamos tener en los municipios que conviven con la amenaza de Almaraz y del que no se tienen noticias, como tampoco se tienen noticias de los planes de emergencia y evacuación que deberían ser obligatorios. El mal gobierno, la imprevisión y la temeridad de nuestros responsables es infinita, dolosa, merecedora de un juicio penal… si hubiera justicia, pero ya sabemos que “justicia española” es un oxímoron.

Al PPSOE también le tenemos que agradecer que estemos como país, y sufragándola con nuestros impuestos, en la organización terrorista que acumula la mayoría de esas 13.000 bombas atómicas que cuelgan como espada de Damocles sobre la humanidad entera: la OTAN. Al “gobierno más progresista de la historia” le tenemos que agradecer estar embarcándonos en una guerra en Ucrania, enviando buques y armamento para albricias de la industria armamentística, armamento made in spain como el que ayer mismo provocó 600 muertes civiles en un bombardeo Saudí sobre Yemén del que nadie nos va a hablar en los noticiarios, porque hay muertos de primera, de segunda y luego están ya los invisibles. Una guerra esta que no empezó cuando la Federación Rusa invadió Ucrania sino mucho antes, y en la que desde hace años no han faltado las provocaciones de la OTAN y los ataques a la minoría rusófona de Ucrania; otra vez la pertinaz manía de acosar a las minorías culturales y lingüísticas nos estalla entre las manos.

Ahora, toda la propaganda de guerra de los grandes medios que llamamos información proyecta el desprecio social y la culpa sobre Putin y su “locura”, que sin duda es una percha muy adecuada y coherente para las peores proyecciones, pero la OTAN lleva años atizando el fuego, soplando en las ascuas de esta hoguera con su peor aliento. Parece que las élites mundiales necesitan la guerra, y sólo por eso los pueblos nos deberíamos resistir, por todos los medios todos, a entrar en esa espiral infernal belicista, y esa resistencia empieza por cuestionar el relato monolítico imperante.

En esta hora amarga de Europa y la humanidad se hace evidente que los tres relatos nacidos en Mayo del 68: el pacifismo, el feminismo y el ecologismo, son un solo proyecto, una cosmovisión integral no ya de utopía sino de supervivencia colectiva, son la única esperanza que queda. Es una necesidad histórica urgente reactualizar el compromiso ético individual y colectivo con un programa radical de preservación y cuidado de la vida en todas sus formas que silencie el sonido cruel de los tambores de guerra.

En esta hora amarga de Europa y la humanidad se hace evidente que los tres relatos nacidos en Mayo del 68: el pacifismo, el feminismo y el ecologismo, son un solo proyecto, una cosmovisión integral no ya de utopía sino de supervivencia colectiva

En estos momentos trágicos de la historia europea hay que recordar el empeño del PSOE por meter a este país en la organización militar de los Estados Unidos, hay que recordar cómo los socialistas traicionaron sus propias posiciones, mintieron, manipularon a la opinión pública, presionaron, amenazaron y forzaron un cambio en las posiciones mayoritariamente pacifistas y neutrales de la población española para conseguir que nuestro país entrara en la organización militar que más invasiones violentas y más crímenes bélicos ha protagonizado desde la segunda guerra mundial: la OTAN. La lista de sus (nuestras) intervenciones criminales es larga, demasiado larga: Irak, Libia, isla de Granada, Afganistán, Yugoslavia, Kurdistán, Siria, etc., etc. Se impone  señalar a los traidores del PSOE, los González, Guerra, Borrell, Solana, que nos vendieron que íbamos a ingresar en la OTAN, pero no en su estructura militar (me pregunto si alguien creyó que se podía estar en una organización armada sin estar en la estructura militar), y que iban a sacar las bases militares americanas del suelo patrio. Estos “cráneos privilegiados”, que diría Valle Inclán, vinieron a decirnos que frente a la mayoritaria y popular reivindicación de ¡OTAN no, bases fuera!, nos íbamos a tener que conformar con OTAN sí, pero poco, y bases fuera… 36 años después estamos en la OTAN hasta el fondo y tenemos más bases americanas (ZP poniendo a Morón en el disparadero ruso), ¡un pan como unas hostias!

El 12 de Marzo de 1986, el PSOE (en cooperación con todas las fuerzas vivas del país desde la monarquía corrupta, a la banca cleptómana, a la prensa mendaz, a la curia católica anticristiana, al ejército que sólo gana guerras contra su pueblo, y al resto de los “poderes fácticos” y herederos económicos, intelectuales y morales del franquismo que parasitan el trabajo vivo de este triste país) consiguieron derrotar a la ciudadanía de buena voluntad y a las organizaciones pacifistas y neutralistas que pujaron, en desigual lid, por sacar a este país de la lógica de guerra imperialista con que desgraciadamente se gobiernan las relaciones internacionales. Hoy pagamos los platos rotos de esa traición “socialista” y nos sumergimos en una dialéctica infernal de guerra y odio en la que siempre hay los mismos ganadores: los fabricantes de armas, los altos mandos militares, las oligarquías de ambos bandos, las dinámicas de polarización social, extremismo y odio civil. Y siempre hay los mismos perdedores: la población civil desarmada, la naturaleza como matriz de nuestros trabajos y destrucciones, la paz, la libertad, la buena vida, el amor entre pueblos, la alegría y la esperanza y la democracia.

Así mismo debemos recordar como ese mismo Partido Socialista atacó y reprimió al movimiento antimilitarista, legislando para fracturar y derrotar al movimiento que se opuso al servicio militar obligatorio con la infame Ley de Objeción de Conciencia del 28 de Diciembre de 1984, criminalizando a los insumisos como hizo el ministro de Justicia de aquella época, Enrique Múgica, que acusó al movimiento antimilitarista de estar infiltrado por los violentos (que uno de los artífices del GAL acusara a los objetores de conciencia de violentos retrata la infamia y la bajeza moral de la que hace gala hasta hoy nuestra casta política) y amenazó de que les (nos) caería todo el peso de la ley, y vaya si lo hizo: el PSOE encarceló a miles de jóvenes pacifistas y antimilitaristas que, hasta la abolición de la mili en 2001, dieron un ejemplo de honestidad y compromiso moral con la paz y la vida buena, levantando un movimiento de desobediencia civil noviolenta contra una ley injusta e ilegítima que es un ejemplo en toda Europa de resistencia al militarismo y la guerra, frente al que el PSOE se alineó con los enemigos de la paz y la democracia,  generando un sufrimiento social innecesario que es todavía hoy imperdonable.

Siempre hay los mismos perdedores: la población civil desarmada, la naturaleza como matriz de nuestros trabajos y destrucciones, la paz, la libertad, la buena vida, el amor entre pueblos, la alegría y la esperanza y la democracia

A nivel doméstico tenemos que recordar que hace sólo unas pocas semanas Guillermo Fernández Vara y el PSOE extremeño al completo declaraban “ver con buenos ojos otra prórroga para Almaraz” para alegría de Iberdrola, Endesa y Naturgy, que no en vano les tienen en nómina. En un mundo en que seres envilecidos como Biden, Putin, o von Der Leyen están al mando del destino de la humanidad, pedir la prórroga del negocio nuclear es cómo pedir el suicidio colectivo, algo que sólo se puede desear desde la extrema ignorancia, desde una patológica perversidad moral o, cómo parece más probable, desde ambas al mismo tiempo.

La ciudadanía extremeña no tiene nada contra el pueblo ruso, que está saliendo a las calles a mostrar su oposición a la guerra pese a la feroz represión del régimen oligárquico encabezado por Putin, y por supuesto nada tampoco contra el pueblo ucraniano. Que estemos involucrados en esa guerra, que estemos amenazados por las bombas atómicas de Putin tiene unos responsables: los gobernantes de este país y de esta región. La lucha por la paz (que con la lucha contra el cambio climático son las únicas “guerras” legítimas que deberíamos librar) pasa por sacarlos del poder. A todos.

La lógica desesperación moral y existencial que sentimos ante la barbarie que derraman los bombarderos del capital (todos los bombarderos son del capital) sobre el pueblo ucraniano ha de transmutarse en concienciación social, en resistencia, en insumisión a los designios de muerte que dictan las élites económico-militares y políticas que gobiernan el mundo en esta fase agónica de la historia. No es verdad que sólo podamos asistir impotentes a estos crímenes de lesa humanidad, no caigamos en la resignación cómplice, no les regalemos esa victoria a los asesinos, no nos dejemos conducir mansamente al matadero. Hay ejemplos de lucha y resistencia lejanos (Mujeres de Negro en la ex Yugoslavia, Suráfrica, India…) y cercanos como nuestro movimiento de insumisión, que nos pueden servir de inspiración y esperanza. Tenemos la fuerza de nuestros votos, de nuestros actos de consumo (el boicot a DIA por ejemplo), de nuestros cuerpos y afectos, de nuestro amor y de nuestra rabia; muchos actos pequeños de sabotaje, de resistencia y de desobediencia en muchos puntos distintos pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos para bien. No sería la primera vez en la historia que ocurre, y ahora nos toca oponernos a la dinámica de guerra global y atómica para que no sea la última.

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