Opinión
Tumbar un Decreto y destapar una olla

El “No” ganó la votación en el Congreso, con una diferencia de 18 votos. Pero la derogación del decreto antiapagones no se puede entender sin el activismo de varios cientos de asociaciones, plataformas, miles de voluntarios y campañas.
Protesta megaparque renovable Baza 01
Tractorada en Baza (Granada) contra los megaproyectos de energía renovable | Foto cedida por ‘Di no a las torres’
29 jul 2025 06:30

Para sorpresa de algunos, y esperanza de muchos, el popularizado como decreto antiapagones (Real Decreto-ley 7 / 2025) no fue convalidado en el Congreso el pasado 22 de julio. Había sido aprobado en Consejo de Ministros un mes antes y voces aparentemente dispares, como las de Greenpeace y las de la patronal energética coincidían en el llamado a votar a favor. Pero no alcanzó.

El “No” ganó la votación en el Congreso, con una diferencia de 18 votos. Pero la derogación del decreto antiapagones no se puede entender sin el activismo de varios cientos de asociaciones, plataformas, miles de voluntarios y campañas como “Pedimos paralización y decretan aceleración” de MACROrenovablesNO y “Sean responsables, voten NO al RDL” de ALIENTE. Las voces de quienes habitan los territorios de sacrificio llegaron, por fin, a sus señorías. Incluso hablando en primera persona y en ruptura con mandatos partidarios. Y así, por una vez, la acumulación de decretos con que se “gestiona” la transición energética corporativa fue tímidamente interrumpida.

El intento de debate sobre si el decreto estaba escrito a medida del lobby energético o no, todavía no se cierra. Quienes defienden el decreto (y preparan su resurrección) dicen que el rechazo a la norma perjudicaría al autoconsumo y a las comunidades energéticas. Lo cierto es que quienes perdieron luego de la votación la friolera de 6,500 millones de euros, fueron las energéticas del Ibex 35.

También hubo lamentaciones, como las de Greenpeace, y argumentarios tan contradictorios como difíciles de comprender. En el mismo artículo que afirmaron que el rechazo al decreto antiapagones es un obstáculo para la transición energética y “una pérdida de oportunidad vergonzosa”...para acercarnos a un sistema 100% renovable, descentralizado, justo y eficiente”, reconocían que es “urgente minimizar los impactos sobre la biodiversidad y el territorio” ¿Se puede acelerar la expansión de macro proyectos relajando los requisitos ambientales y minimizar los daños? ¿Se puede lograr un sistema 100% renovable sólo aumentando la potencia instalada, cuando la electricidad ronda la quinta parte del consumo eléctrico? ¿Qué clase de transición justa resulta de expandir los territorios de sacrificio?

Pareciera que para algunos, incluidas muchas de sus señorías, es muy difícil diferenciar una transición de una burbuja especulativa, Sandra Bettina.

Pareciera que para algunos, incluidas muchas de sus señorías, es muy difícil diferenciar una transición de una burbuja especulativa. Algo tan obvio como que una transición implica pasar de un estado a otro permanece oculto, innombrable. Lo mismo que la idea de que en una burbuja no hay ningún cambio de estados y que las posibilidades son inflar (más o menos rápido) o explotar (más o menos estrepitosamente).

Polémico y agudo como siempre, el investigador del CSIC Antonio Turiel señaló hace unas semanas “que este modelo de transición es una enorme burbuja especulativa, es básicamente la burbuja del ladrillo 2.0”, algo que no es novedad sino que se sabe desde hace muchos años. En esa misma entrevista, también puntualizó que el apagón del 28 de abril debería alertarnos sobre el fracaso del modelo de transición actual y las consecuencias de haber permitido “un exceso de sistemas de producción no estabilizados de renovables instaladas de cualquier manera”. Es una voz experta pero no traspasa la sordera de quienes gobiernan.

Y así el simulacro de transición continúa, se expande. A pocos les importa que se llame descarbonización a producir en China los módulos solares o extraer en Chile el cobre del mallado electrico. Como si las emisiones de gases frenaran ante fronteras atmosféricas. El modelo de transición actual no se distingue del simple agregado de potencia eléctrica (eso sí “renovable”) sin considerar que el consumo de electricidad permanece estable y es mínimo dentro del total de usos energéticos. Y mucho peor aún, desestimando que España ya cuenta con 130 GW de potencia instalada, mientras que el consumo medio ronda los 26,5 GW. No se está transitando, se está inflando la burbuja. 

La burbuja especulativa crece al ritmo de las demandas de la patronal del sector eléctrico y de la de los centros de datos. La primera reclama que se construya infraestructura en redes para agregar 60 GW de potencia que esperan conexión. La segunda poco dice de que además de energía requerirá agua en cantidad suficiente para generar nuevos conflictos. Parece surrealista. Y mientras tanto, en algunos nudos del sistema eléctrico se “desperdicia” (vía curtailments) más del 30% de la generación renovable. Pero frenar es de irresponsables o negacionistas y hay que seguir instalando. 

Según los ofendidos por el rechazo al decreto antiapagones, hay que seguir adelante sin importar el sacrificio territorial (que si no se nombra parece que no existe). Y da igual que haya más de trescientas mil hectáreas disponibles para instalaciones renovables que permitirían cubrir toda la demanda sin afectar un sólo bancal ni arrancar un sólo olivo más. Lo importante es que las eléctricas ahorren costos (o querrán decir que los externalicen impunemente). De tanto ahorrar no instalaron los sistemas de estabilización que hubieran podido evitar el apagón. Pero de eso no se habla.

“Si acaso sobra electricidad, se agrega almacenamiento. Y así se puede saltar de burbuja en burbuja. ¿Qué podría ser más ecológico que ante la sobre oferta, agregar demanda?”, Sandra Bettina.

Si acaso sobra electricidad, se agrega almacenamiento. Y así se puede saltar de burbuja en burbuja. ¿Qué podría ser más ecológico que ante la sobre oferta, agregar demanda? Y para acelerar, las leyes son lentas pero los decretos cuando no se derogan son muy útiles para eximir de evaluación ambiental a cualquier proyecto de baterías que se ubique junto a instalaciones eólicas o fotovoltaicas. Y si hace falta se expropia, faltaba más. Del riesgo de incendios hablamos otro día.

Por enésima vez, a muchas de sus señorías, a las energéticas del IBEX35, a la patronal renovable y sorprendentemente a las bien intencionadas grandes ecologistas, se les vio el plumero. Deja un sabor amargo que se usaran las demandas de decenas de comunidades energéticas agrupadas en la Alianza por el Autoconsumo para intentar dotar de sentido social un decreto que en gran parte pretendía rescatar al sector macrorenovable y al modelo fallido de Renovable Eléctrica Industrial. Si el apoyo al autoconsumo doméstico y colectivo fuera genuino, ¿no sería mejor ofrecer legislación específica en vez extorsiones?

¿Tan difícil es diferenciar una transición de una burbuja? La ceguera es profunda y permea la mayoría de las instituciones. Y para peor, a veces sólo se escuchan las voces de quienes son incapaces de reconocer que, como afirmó el catedrático Federico Aguilera Klink, los megaproyectos “verdes” están “secuestrando la democracia, saqueando lo público y agravando la actual crisis civilizatoria”. Nada empeora tanto los problemas como la aceleración de simulacros de soluciones.

Sabemos (porque lo anunciaron, con rabia y entre descalificaciones) que lo volverán a intentar después del verano. Dan por descontado que no es necesario contar la participación de quienes defienden el territorio frente al sacrificio, la especulación y el greenwashing. Posiblemente, estén cambiando cromos a cambio de promesas de apoyo. Lo que aún no ven es muchos más ojos los están viendo. Y que tumbar este decreto ha servido para destapar la olla donde se cuecen las mentiras sobre una “transición energética” que cada vez es menos verde, menos justa y menos sostenible.

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