Francia
Pelicot y la vergüenza que cambia de bando: cronología de un caso que ha sacudido a Francia y al mundo

Este jueves se lee la sentencia del caso de agresiones sexuales continuadas durante diez años a Gisèle Plicot por parte de su entonces marido, que la drogaba y grababa las violaciones; el juicio está siendo un revulsivo para la sociedad francesa, que se enfrenta a un código penal obsoleto respecto a las violencias sexuales.
Pelicot Manifestación - 1
Manifestación en Francia durante el juicio del caso Pelicot. Martin Barzilai

Puede que tu nivel de francés no te dé para mucho más que bonjour y merci, pero, si has estado siguiendo la actualidad los últimos meses, quizá sepas qué quiere decir La honte doit changer de camp. El eslogan feminista de “la vergüenza debe cambiar de bando” se ha convertido en una frase popular en grafitis y murales callejeros en apoyo a Gisèle Pelicot, la mujer que ha denunciado a su exmarido y a otros 50 hombres por violaciones y que pidió que el juicio, cuya sentencia se lee este jueves, fuera público “para que la sociedad cambie” su forma de entender las violencias sexuales.

El caso ha removido a al público francés y los colectivos feministas del país galo se han volcado en el apoyo a Gisèle. Ana Requena, periodista especializada en género en elDiario.es, compara este juicio con el caso de ‘la manada’ o el testimonio de Ana Orantes en España: “Hay casos emblemáticos que sacuden a la opinión pública y al sistema. Francia se tiene que poner las pilas y actualizar sus políticas públicas en torno al abordaje de la violencia machista”, declara.

A lo largo del proceso judicial, que ha durado cuatro meses, Gisèle Pelicot ha mostrado una entereza de otro mundo al enfrentarse a la cincuentena de hombres que la agredieron sexualmente a lo largo de casi una década con la connivencia de su entonces marido, Dominique Pelicot. Este ha reconocido su culpabilidad en la sumisión química que posibilitó las agresiones y ha recalcado que los otros acusados son “tan culpables como él” a pesar de que sus defensas hayan intentado argumentar desconocimiento o complicidad por parte de la mujer.

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La Fiscalía ha pedido 20 años de cárcel para el exmarido, el máximo legal para el delito de violación, y el total de las penas exigidas por el Ministerio Público asciende a 650 años. El anterior gobierno francés se mostró “abierto” en octubre a cambiar el Código Penal, que exige “violencia, coacción, amenaza o sobresalto” para el tipo penal de violación, que además queda reducido a los actos de penetración o sexo oral.

Los hechos

Ha quedado acreditado que, desde julio de 2011 y hasta octubre de 2020, por lo menos, Dominique Pelicot utilizó webs de citas para invitar a desconocidos a agredir sexualmente a su entonces esposa, a la que previamente había suministrado una cantidad de ansiolíticos suficiente como para acercarla “al estado de coma”, según han declarado varias personas especialistas en el juicio. El propio Pelicot ha reconocido que, si no se hubiera destapado el caso, habría seguido propiciando las agresiones sexuales hacia su exmujer.

El exmarido grababa los encuentros y los clasificaba en una carpeta que guardaba en su ordenador. En total, se han contabilizado 92 violaciones por parte de más de 80 hombres, de los cuales se ha conseguido identificar a 50. En los vídeos no solo aparecía Gisèle, sino que en el transcurso de la investigación han trascendido otras grabaciones de otras familiares de la denunciante, algunas de las cuales había subido el exmarido a Internet.

Aunque muchas de las defensas han argumentado que desconocían la ausencia de consentimiento de la mujer, Dominique Pelicot asegura que comunicaba a todos los presuntos violadores que su esposa estaba bajo los efectos de las drogas

En todo ese tiempo, Gisèle Pelicot había reportado a familiares y a su médico de cabecera problemas de cansancio crónico, de memoria y dolores ginecológicos que no podía explicar. Solo después de empezar las pesquisas se hizo varias revisiones y constató que tenía varias infecciones de transmisión sexual.

Aunque muchas de las defensas de la cincuentena de hombres acusados han argumentado que desconocían la ausencia de consentimiento de la mujer o que pensaban que era “un juego”, Dominique Pelicot asegura que él comunicaba a todos los presuntos violadores que su esposa estaba bajo los efectos de las drogas. Además, suministraba instrucciones muy precisas sobre cómo actuar —no aparcar frente al domicilio o no oler a perfume o tabaco— que la acusación ha utilizado para tratar de probar que había “intención criminal” por parte de los acusados.

Despertar de la pesadilla

En septiembre de 2020, Dominique Pelicot fue detenido por grabar por debajo de la falda la entrepierna de algunas mujeres en un supermercado. En noviembre, le contó a su mujer que ambos estaban citados en la comisaría por “una tontería” que había hecho, y Gisèle pensó que se trataría de “una formalidad”.

Ese 2 de noviembre, un policía le pidió que lo siguiera a otra estancia. Allí confirmó que Dominique era su esposo y negó que jamás hubiera participado en él en intercambios de pareja o prácticas similares. Fue entonces cuando el agente le enseñó las imágenes incautadas. La mujer no se reconoció en un primer momento en las imágenes incautadas, pero después buscó el apoyo de su familia para alejarse de su entonces marido.

“Violación no es la palabra correcta, esto es barbarie”, dijo Gisèle Pelicot ese día en comisaría, según declaró posteriormente en el juicio. “50 años de su vida [lo que duró su matrimonio] pulverizados en solo unos segundos en una comisaría de provincias al descubrir que había pasado todo ese tiempo con un hombre que amaba pero que no conocía”, resumía Caroline Duras, la hija de ambos, ante las cámaras de la cadena de televisión TMC.

Durante ese momento de relevación hasta el inicio del proceso judicial han pasado casi cuatro años. La familia de Gisèle desechó las fotografías familiares donde salía el exmarido y la mujer volvió a adoptar su apellido de soltera, aunque ha seguido usando el “Pelicot” durante el juicio para que sus nietos, que aún lo llevan, estén “orgullosos” de estar emparentados con ella.

El comienzo del juicio

El proceso judicial comenzó el pasado 2 de septiembre en el Tribunal de Aviñón. Dominique Pelicot está acusado en este juicio de violación agravada, pero las pruebas destapadas durante la investigación le han valido también la imputación en un caso de violación y asesinato y en otro de tentativa de violación cuyos hechos acontecieron en 1991 y 1999, respectivamente.

El procedimiento habitual en los juicios por violencias sexuales es hacerlos a puerta cerrada y así lo pidió la Fiscalía y las defensas, pero Gisèle Pelicot se negó. “Lo hago en nombre de todas esas mujeres que quizás nunca sean reconocidas como víctimas”, contó la denunciante a la salida de su primera declaración el 5 de septiembre. A pesar de confesar que es “una mujer destrozada”, ha mantenido ese planteamiento: “Lo hago para que todas las víctimas de violación puedan decirse a sí mismas: si la señora Pelicot lo hizo, nosotras podemos hacerlo. No quiero que vuelvan a sentir vergüenza. La vergüenza no es para nosotras, es para ellos”, decía a la salida de una segunda ronda de declaraciones a mediados de octubre.

La superviviente de la violencia sexual ha sufrido la revictimización en las salas del juzgado, lo que incluye gritos y cuestionamientos sobre su persona

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Visto para sentencia

Las últimas deliberaciones del proceso judicial tuvieron lugar este lunes y duraron dos horas, en vez de la extensión habitual, más cerca de ocho. Esto se debe a que algunos de los presuntos violadores no quisieron declarar y otros se limitaron a reiterar sus excusas a la denunciante. Dominique Pelicot volvió a reconocer su culpabilidad, señaló al resto de acusados y destacó el “coraje” de su expareja por abrir el juicio a la prensa. En su alegato, la Fiscalía afirmó que los acusados redujeron a Gisèle a un mero “objeto” y que fue víctima de una “degradación humillante” durante casi diez años.

Queda por ver qué dice la sentencia, que se espera a partir de las 9.30 horas de este jueves. La mayor dificultad para conseguir la condena es que el tipo penal de violación en Francia requiere “violencia, coacción, amenaza o sobresalto” y algunas defensas han alegado que, dado que Gisèle no se negó —no podía—, no puede considerarse agresión sexual. “No vale con la mera ruptura de la libertad sexual de la persona, sino que parece que tiene que hacerse con un extra [de violencia]” para tenerse en cuenta, denuncia Ana Requena, para quien esto demuestra que no se toma en serio la violencia sexual cotidiana. Además, la periodista advierte que probar la coacción pone una carga adicional para las mujeres que quieran denunciar agresiones.

La mayor dificultad para conseguir la condena es que el tipo penal de violación en Francia requiere “violencia, coacción, amenaza o sobresalto”

Otro obstáculo es la necesidad de probar “intención criminal”, es decir, propósito de agredir sexualmente, para condenar por violación. No hay requerimiento legal de garantizar que la víctima pueda consentir o haberse asegurado de que lo haya hecho, sino que basta con que no se haya negado. Para más inri, el código penal del país galo reduce la violación a las prácticas con penetración o sexo oral, motivo por el cual algunos de los acusados se enfrentan a una petición de pena menor por parte de la Fiscalía.

“Este caso pone de manifiesto que Francia se ha quedado relegada respecto a la vanguardia de los feminismos y que no han invertido ni recursos, ni dinero ni energía en repensar políticas públicas y adaptarse a los nuevos tiempos”, valora Requena. La periodista cree que este caso señala nuestra “visión eurocéntrica”: “Pensamos en Francia y los países nórdicos como referencia en la lucha por la igualdad cuando los avances están llegando desde España y América Latina”.

El pasado 27 de septiembre y con el juicio ya en marcha, el entonces ministro de justicia respondió con un escueto “sí” a la pregunta de si estaría a favor de integrar la noción del consentimiento en la definición del delito de violación. Ese gobierno cayó el pasado 4 de diciembre por una moción de censura y queda por ver si el nuevo ejecutivo de François Bayrou, cuyos integrantes aún no han sido nombrados, recoge la tarea pendiente y sobrevive el tiempo necesario como para cumplir esa promesa.

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