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Violencia sexual
Apuntes feministas sobre el caso de Dominique Pelicot: sí, la vergüenza ha cambiado de lado
Dominique Pelicot. Así se llama el hombre de 71 años que está siendo juzgado en Aviñón, Francia, por haber drogado a su pareja durante once años para que la violaran otros hombres mientras él filmaba. Hay acreditadas 92 violaciones y han sido identificados 51 hombres. De ellos, 35 han reconocido ser los autores de las agresiones sexuales. Solo tres han pedido disculpas.
Los hechos que se juzgan tuvieron lugar entre 2011 y 2020. Ese año, Dominique Pelicot fue detenido por grabar a varias mujeres bajo la falda. Esa denuncia motivó que la Policía inspeccionara su material informático, donde encontró miles de fotos y vídeos en los que aparecía su ya exmujer —tras casi 50 años de matrimonio, legalmente quedaron divorciados en agosto de este año—, inconsciente y siendo violada. Los violadores llegaban hasta la casa del matrimonio a través de un foro de una web de citas, ahora cerrado por la justicia, donde Dominique los reclutaba.
El juicio empezó el 4 de septiembre. El 5 de septiembre, Gisèle Pelicot testificó por primera vez en el estrado. El 10 de septiembre estaba prevista la declaración de Dominique, que alegó problemas médicos para evitar comparecer, como también hizo al día siguiente. De septiembre a diciembre de 2024 se sucederán los testimonios de los 51 acusados acusados, además de los de otros testigos que aportarán su versión de los hechos. Está previsto que el juicio finalice en diciembre.
Estos son algunos apuntes sobre el caso que ha conmocionado Francia y ha provocado una ola de rabia más allá de las fronteras del país.
Apuntes sobre los agresores: sin problemas ni patologías
Dominique Pelicot no tenía adicciones, más que posiblemente al sexo. También presentaba tendencia al voyeurismo. Pero el análisis psicológico que se ha presentado en el proceso es claro es señalar que Dominique Pelicot no presentaba problemas mentales ni tenía patologías que le impidieran discernir lo bueno de lo malo.Además, sabía perfectamente mantener su papel de padre de familia, con un funcionamiento psicoafectivo correcto y con unas relaciones personales estables tanto en su vida privada como profesional, tal y como recoge el mismo informe. Pese a todo ello, como ha recogido el informe de la experta a la que la Justicia encargó el análisis, Annabelle Montagne, concebía a su esposa como un objeto para cumplir sus necesidades y sus deseos, más que como a una persona a la que tenía que respetar. La experta psicóloga lo examinó en septiembre de 2020, pocas semanas después de su arresto, y recogió cómo su inquietud se centraba sobre todo en la imagen que iban a tener de él su familia y su entorno social, pero no por cómo se encontraba ella.
Sobre los hombres que respondieron a la llamada en un foro de Dominique Pelicot para ir a violar a una mujer inconsciente no han trascendido informe psicológicos, pero sí se sabe que eran de muy diversas edades (entre 26 y 74 años) y profesiones (un bombero, un periodista, un comerciante, un funcionario de prisiones…).
Además, se sabe que de cada 10 proposiciones que hizo Dominique en el foro, solo tres fueron rechazadas. Sin embargo, nadie denunció la propuesta. Como señala Lio S. Delgado en este artículo de El Salto, ese grupo tuvo un rol clave en el caso, al permitir con su silencio que las agresiones sexuales se prolongaran en el tiempo. “La gran mayoría de nosotros nos hemos visto en circunstancias donde podíamos abusar, donde podíamos llegar a violar, agredir o maltratar”, dice, ahondando en el debate sobre si todos los hombres son “violadores en potencia”, como ha expresado recientemente la activista feminista Julia Sander, provocando una fuerte reacción en redes.
Apuntes sobre la superviviente: muchos modos de buscar justicia feminista
Si algo ha removido es la actitud de la superviviente, Gisèle Pelicot, que ha tomado una decisión difícil: que el juicio sea público, que todo se sepa. Quiere que la vergüenza cambie de lado, ha dicho. “Ella quiere crear consciencia sobre lo que le sucedió para que hechos como estos no vuelvan a suceder, sabe que habrá momentos extremadamente difíciles, pero no tiene por qué esconderse y no tiene por qué avergonzarse”, decía uno de sus abogados esta semana.Que el proceso de búsqueda de justicia acabe produciendo una revictimización de las mujeres que denuncian es uno de los riesgos a los que se expone Gisèle. Ocurrió en la sesión del juicio de este miércoles, cuando intervino el abogado que defiende a seis de los acusados para decir que las escenas de los vídeos no eran escenas de violación: “Hay violaciones y violaciones y, sin intención de cometerla, no es violación”. El letrado, que provocó un gran malestar tanto en la mujer como en su hija, se explicaba así más tarde ante la prensa: “Desde el momento en que, de hecho, hay intención culposa, desde el momento en que podemos acreditar que la persona que cometió los hechos tenía conocimiento de haber cometido actos de violación, hay violación. De lo contrario, no hay violación”.
Gisèle Pelicot ha querido que todo se sepa; la sobreviviente de La Manada eligió el anonimato: no hay una sola forma de buscar justicia y no hay una sola forma de sobrevivir a la violencia sexual
Sin embargo, son muchas las víctimas que eligen el anonimato. En España, el caso que dio una vuelta a cómo abordamos la violencia sexual fue el de La Manada, donde la víctima decidió permanecer el anonimato, cosa que consiguió. Y es que no hay una sola forma de buscar justicia. No hay una sola de sobrevivir a la violencia sexual.
Apuntes sobre la sumisión química: qué es y con qué sustancias se produce
Gisèle Pelicot expresado su deseo de que la publicidad que quiere dar a su caso ayude a otras víctimas de “sumisión química”. Caroline Darien, su hija, quien aparece en varias de las fotos encontradas entre los archivos de su padre, escribió un libro que tiene por subtítulo “cuando la sumisión química golpea a una familia”.
Pero, ¿qué es la sumisión química? En España, un informe de referencia es el del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses publicado en 2022, con el título Hallazgos toxicológicos en agresiones sexuales con sospecha de sumisión química.
Como se explica en este estudio, se está ante un caso de violencia sexual con sumisión química “cuando la agresión es facilitada por sustancias psicoactivas, de modo que la agresión es llevada a cabo mientras la víctima se encuentra incapacitada o inconsciente, bajo los efectos de sustancias psicoactivas como el alcohol, las drogas ilícitas o los psicofármacos”.
Los datos que se presentan están basados en estudios toxicológicos de casi mil casos de delitos de índole sexual investigados judicialmente. El hallazgo principal es que existe una alta prevalencia del alcohol, las drogas ilícitas y los psicofármacos en las agresiones sexuales a las mujeres: el 72% de los casos dio positivo en sustancias.
La realidad de la sumisión química no se corresponde con la imagen de los pinchazos a mujeres en discotecas por personas desconocidas y tampoco con el caso que se juzga en Francia, aunque este caso sí permite otro apunte sobre cómo opera la violencia sexual: se produce con mayor frecuencia por personas conocidas y en el domicilio
Dentro de los casos positivos, la sustancia principalmente detectada de forma aislada o en combinación fue el alcohol, seguida de las drogas ilícitas, los psicofármacos y en último lugar otros medicamentos.
Es decir, la realidad más prevalente de la “sumisión química” no se corresponde ni con el fenómeno de los pinchazos a mujeres en discotecas por personas desconocidas, pese a las alertas generadas en varias ocasiones, ni con el caso que se juzga en Francia.
Pero este caso sí permite otro apunte relevante sobre cómo opera la violencia sexual: la violencia la facilita una persona conocida, su entonces marido, y el lugar donde se comete esa violencia es el propio hogar. De esto también nos hablan los estudios con perspectiva feminista: la mayoría de las agresiones sexuales hacia mujeres, hasta un 80% según el estudio del grupo de trabajo Sexviol de la Universidad Complutense, las cometen personas que tenían previamente algún tipo de vínculo o relación con la víctima y más del 60% de estas agresiones se producen en el domicilio.
Apuntes sobre el incesto: la violencia que nadie quiere ver
“¿Cómo puede una reconstruirse cuando lo sabe?”. Es la pregunta que se hacía Caroline Darian, hija de Dominique Pelicot. La mujer explicó en su declaración de esta semana el fuerte impacto que supuso escuchar las palabras de su madre tras ver algunas de las imágenes en una comisaría.
Un día después de que su madre pasa por comisaría lo hizo la propia Caroline y sus hermanos. Entonces, le mostraron una imagen de ella misma donde, al principio, no se reconoció.
Lo recuerdan algunas activistas estos días en redes: se llama incesto y se habla muy poco de ello. En España, el término “incesto” no existe en el Código Penal. Pero existe y lo dicen los datos y las víctimas que llaman al teléfono de la Fundación ANAR. Un informe de esta organización indica que en las agresiones sexuales contra niños, niñas y adolescentes, casi 8 de cada 10 agresores (el 79,5%) son personas conocidas por la víctima y, de éstos, el 50,3% son miembros de su propia familia. El dato aumenta hasta el 85,9% en el caso de las víctimas más pequeñas (0-9 años) y el agresor es el padre biológico o la pareja de la madre en el 27,9% de los casos.
Varios acontecimiento han cambiado el debate social en torno al incesto en Francia, entre ellos varios libros y el movimiento #MeTooInceste
El incesto es un tabú en España. En Francia, sin embargo, varios acontecimiento recientes han cambiado el debate social en torno al incesto, entre ellos varios libros. En 2022, Caroline Darian escribió un libro que tituló Y dejé de llamarte papá. El libro recoge lo que ahora están conociendo los juzgados de Aviñón y se suma a otros ejemplos que han provocado un profundo debate en Francia sobre la violencia sexual y el consentimiento.
En enero de 2020, se publicó en Francia El consentimiento, firmado por Vanessa Springora. En el libro, la autora desvela los abusos que sufrió por parte de Gabriel Matzneff, un escritor de prestigio, mientras todo su entorno conocía el carácter de Matzneff (que se declara pedófilo en varias obras). En la Francia de entonces, un señalamiento se habría entendido como una postura mojigata y conservadora. Un año más tarde llegaba a las librerías La familia grande, libro en el que su autora, Camille Kouchner, acusa a su padrastro, Olivier Duhamel, de violación e incesto a su hermano mellizo cuando tenían 14 años. Y a finales de enero se produce en redes #MeTooInceste, un #cuéntalo donde miles de personas contaron sus situaciones de violencia sexual por parte de familiares.
Todo esto provocó un intenso debate en Francia en torno al consentimiento, algo que se acabó plasmando en la ley, con un cambio que establecía una edad mínima para el consentimiento sexual.
Apuntes sobre el movimiento feminista: en las redes y en las calles
Asociaciones feministas han convocado manifestaciones de apoyo este sábado 14 de septiembre en apoyo de Gisèle Pelicot mientras mujeres de todo el mundo han reaccionado en redes con innumerables muestras de apoyo, en una nueva demostración de que, sí, la vergüenza ha cambiado de lado.
El movimiento MeToo, las movilizaciones en España por el caso de La Manada, la denuncia viral de la performance de Las Tesis de Chile o más recientemente, la organización de mujeres en Corea de Sur para denunciar la creación masiva de deepfakes sexuales en centros de enseñanza son algunas muestras de cómo las mujeres responden para señalar a los agresores ante la violencia sexual.
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El abuso a mujeres y a menores, es algo generalizado en nuestra cultura.
Sí, el abuso sexual a mujeres y menores en nuestro Estado está bastante generalizado y es conocido o sospechado y consentido-ocultado por el entorno familiar, vecinal, escolar y médico. Añadir policía y jueces. ..
Sin toda esa "complicidad"
no sería posible tanto abuso sexual y maltrato.
Señalar que los chicos son tan abusados como las chicas hasta los once años o así, cuando empiezan a tener envergadura y fuerza suficiente como para enfrentarse físicamente al agresor.