Opinión
8 de septiembre: La larga sombra de una cacicada

El 8 de septiembre representa la Extremadura del poder. Cada vez más voces, especialmente jóvenes, cuestionan su idoneidad como referente representativo del pueblo extremeño. Incluso muchas personas cercanas o pertenecientes al partido que ha gobernado la región durante casi cuatro décadas expresan una distancia creciente con esa festividad.
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra en la I Conferencia Política del PSOE de Extremadura, septiembre de 2010. Fotografía: PSOE Extremadura. CC BY-NC
9 sep 2025 12:19

Ibarra desveló hace poco más de dos años, en febrero de 2023, el misterio de la elección. No, no se le apareció la Virgen de Guadalupe, como temía burlón Manolo Parejo, que le preguntó por esa eventualidad cuando el presidente de la Junta impuso sorpresivamente la fecha. “El 8 de septiembre fue una cacicada mía”, afirmó Ibarra en un programa de Canal Extremadura. “Yo llamé a mi grupo y dije ‘oye, creo que hay que poner el Día de Extremadura el Día de Guadalupe para que haya un hilo histórico que nos una con algo‘. El grupo se enfadó mucho pero al final aceptaron la disciplina de voto y lo propusieron”, afirmó el veterano político con un descaro y una falta de respeto a su propio partido asombrosos. 

“Un hilo histórico que nos una con algo”, añoraba por lo que se ve el veterano expresidente. El sacrificio de Muñoz Torrero ―16 de marzo de 1829―, como propusiera Víctor Chamorro en Extremadura, afán de miseria, quizá le parecía poca cosa. El 14 de agosto, la herida inmensa de la masacre de Badajoz, no cuadraba con los aires de la Transición. El 1 de septiembre, el emblema de la lucha victoriosa contra la Central Nuclear de Valdecaballeros y contra el saqueo de Extremadura, tampoco tenía al parecer la densidad histórica suficiente. Y el 25 de Marzo, el día en el que los extremeños fundieron las palabras Tierra y Libertad asombrando al mundo, le sonaba a chamusquina campesina. Ni siquiera le cuadraban los hitos constituyentes de la propia autonomía extremeña, es decir, la creación de la Asamblea o la aprobación del Estatuto. Por lo visto el hilo histórico fundamental era Guadalupe, el icono por excelencia de la Extremadura imperial. Ninguna fecha en la que el pueblo fuera protagonista le cuadraba, sólo aquella en la que su papel se reducía a figurante, a público acompañante de Carlos V, Felipe II, Alfonso XIII o Juan Carlos I. El bastón regio de Alfonso XIII, el manto rico de Felipe II con más de 4.000 perlas y 240 puntas de diamante, las personas de rodillas o descalzas precediendo la imagen de la Virgen, esas eran las hebras esenciales de nuestra historia, los momentos épicos a los que aferrarse. Al fondo, parecía resonar una de las tesis de la historia de Walter Benjamin: “La empatía con el vencedor siempre les viene bien a quienes mandan en cada momento”.

¿Cómo se explica que Ibarra y el PSOE impusieran en 1985 la propuesta de Día de Extremadura que había hecho inicialmente la Comisión Eclesial Extremeña en 1978 y que era precisamente la que Alianza Popular había asumido como propia?

¿Cómo se explica que Ibarra y el PSOE impusieran en 1985 la propuesta de Día de Extremadura que había hecho inicialmente la Comisión Eclesial Extremeña en 1978 y que era precisamente la que Alianza Popular había asumido como propia? Hoy, con la perspectiva que dan los años, las razones de la “cacicada” refulgen con nitidez. Se trataba de ganarse a los sectores más conservadores de la sociedad extremeña: Que nadie tema, el socialismo de la República está enterrado, eso de la Reforma Agraria es una antigualla que torearemos con habilidad ―para eso precisamente hemos creado el PER, para extinguir el hambre de tierra de los jornaleros.

La Transición había abierto una etapa nueva. El insobornable Rafael Chirbes lo retrató con precisión: “Los arribistas de ambos bandos habían tomado el poder de la nueva España y escribían la historia a su medida. Los recién llegados ―muchos de los cuales se apresuraban a enriquecerse― no tenían la difusa sensación de culpa que marcaba a la vieja capa dominante, engordada a la sombra de la dictadura”. Unos aportaban la legitimidad democrática, los otros atesoraban el conocimiento del paño, la sabiduría sobre el funcionamiento efectivo del poder. En Guadalupe se trenzaba el pacto histórico, el socialismo convenientemente descafeinado y el franquismo sociológico se daban la mano. Habían pasado ya casi siete años desde la aprobación de la Constitución. El tiempo del tumulto y de la incertidumbre se había terminado. El pueblo, en tanto que ciudadanía organizada y movilizada, abandonaba la calle y se transformaba de nuevo en mero electorado o feligresía. Para los recién llegados el pacto consistía en conservar y ampliar el electorado. Para la jerarquía eclesiástica se trataba, amén de limpiar el rastro de colaboracionismo vergonzoso con la Dictadura, de renovar y ampliar la feligresía, mantener los privilegios educativos y seguir disfrutando de una posición de prestigio e influencia en las cercanías del poder político.

Recorte HOY 1986
Portada del diario HOY cubriendo la celebración del Día de Extremadura de 1986 en Guadalupe.

8 de septiembre de 1985, primera celebración del Día de Extremadura en Guadalupe. Rodríguez Ibarra se dirige a los asistentes desde un escenario montado en el mismo atrio del Monasterio. Después del acto declara: “El hecho de que haya tenido lugar hoy en Guadalupe fue consultado con los obispos, quienes no pusieron ningún impedimento sino todo lo contrario, pues les pareció magnífico que así fuera el primer año. De hecho se ha producido una magnífica complementariedad de lo religioso con lo civil y hemos convivido perfectamente, como ha dicho el cardenal en la homilía”. Pocas veces una cacicada fue tan rentable.  

Guadalupe, Trujillo y Mérida: construyendo un sólido bloque de poder

La elección de la fecha encarna a la perfección la Extremadura del poder, pero también el tipo de celebración que se ha ido estableciendo. Con el tiempo se han delimitado dos actos institucionales complementarios, la entrega de las Medallas en el Teatro Romano el 7 de septiembre y la misa en Guadalupe al día siguiente, dos actos acompasados que expresan muy bien la alianza social y política dominante en nuestra tierra.

Desde su instauración, el Día de Extremadura ha pasado por tres formatos distintos. Los dos primeros años, 1985 y 1986, todos los actos institucionales promovidos por la Junta se celebraron en Guadalupe. Tras la misa, con la homilía del cardenal primado de España, Marcelo González, y la pequeña procesión de la Virgen por el claustro mudéjar, se celebraba el acto político, con izado de la bandera y la intervención exclusiva del Presidente de la Junta. Los gobernantes autonómicos habían tenido la habilidad de utilizar como plataforma de lanzamiento la base de masas que ya otorgaba de por sí la tradicional peregrinación a Guadalupe, un evento muy arraigado sobre todo en los pueblos de la Siberia extremeña. De ese modo garantizaban una presencia numerosa y el correspondiente baño de masas para el líder en proceso de legitimación.

Trujillo será la ciudad en la que tome cuerpo el segundo formato de los actos institucionales. Entre 1987 y 1992 será allí donde se celebren conciertos y donde tendrá lugar la consabida intervención exclusiva del líder. Las autoridades políticas asisten primero a la misa en Guadalupe y se trasladan posteriormente en helicóptero a la celebración en Trujillo.

Es la década prodigiosa, en la que, en palabras de Miguel Sánchez Ostiz “lo que importa es la movida, el ambientillo, los eventos y que el sistema de subvenciones y estómagos agradecidos no se detenga”

Ahora el componente festivo adquirirá una mayor importancia. La Orquesta Sinfónica de Luis Cobos, Montserrat Caballé o Hombres G son algunos de los artistas que amenizan las jornadas. Si Guadalupe constituyó el momento fundacional del Día de Extremadura y se utilizaron para ellos los raíles de los peregrinos, ahora, en pleno fulgor de la movida madrileña la entronización populista del líder se aderezará de tiernogalvanismo, con grandes acontecimientos musicales. Es la década prodigiosa, en la que, en palabras de Miguel Sánchez Ostiz “lo que importa es la movida, el ambientillo, los eventos y que el sistema de subvenciones y estómagos agradecidos no se detenga”.

En 1992 se producirá un nuevo giro de formato. Ese año ocurre algo inédito hasta el momento. Una parte del público abuchea a Rodríguez Ibarra, que se ve obligado, “ante los incesantes silbidos”, a dar por terminado el discurso institucional antes de lo previsto. El diario Hoy da cuenta de que la sensación general es que “la cifra de asistentes ha sido menor este año que en los anteriores”. Al tiempo el mandatario regional se queja de “cómo vienen algunos jóvenes al Día de Extremadura”, haciendo referencia a la excesiva ingesta de alcohol.

Ni que decir tiene que a partir de esa fecha el Día de Extremadura dejaría de celebrarse en Trujillo. Ibarra, maestro en los giros de guión, argumenta que “deja de celebrarse multitudinariamente porque el sentimiento extremeñista está afianzado ―no hace falta recordarnos constantemente a nosotros mismos que somos extremeños―, y la región «está saliendo de la adolescencia para entrar en la madurez». El adalid y sus asesores le habían visto las orejas al lobo: lo de la intervención exclusiva del líder había que ceñirlo a un espacio más reducido, más controlable. A esas alturas ya eran bastantes voces las que señalaban que la utilización caudillista y el baño de masas con dinero público que acompañaba la celebración pasaba de castaño oscuro. Ya en 1989, Pablo Castellano, dirigente histórico del PSOE, escribía: “En la autonomía extremeña, como en el resto de las autonomías, se ha producido un triple fenómeno de burocratización de las instituciones, de confusión del Estado con el partido dominante y de enmudecimiento, pasividad y marginación de una sociedad cada vez más desvertebrada”.

El ambiente festivo de Trujillo se torna en solemnidad y el componente plebeyo se suprime. Ahora [...] la protagonista por excelencia de esta celebración será la clase política del bipartidismo, el aparato político-administrativo del régimen autonómico

Desde 1993 hasta la fecha, excepto durante la pandemia y en el año 2006 que se realizó en Cáceres, el acto institucional central se ha celebrado en todas las ocasiones en Mérida, con la consiguiente entrega de medallas y el susodicho discurso del Gran Timonel o Timonela de turno. Sin embargo, en este tercer formato se producirá un cambio sustancial en la orientación y configuración de los actos. El ambiente festivo de Trujillo se torna en solemnidad y el componente plebeyo se suprime. Ahora la fracción cuantitativamente más importante, la protagonista por excelencia de esta celebración será la clase política del bipartidismo, el aparato político-administrativo del régimen autonómico extremeño. Consejeros, diputados, alcaldes, profesionales varios de la política, asesores, coordinadores, personal de libre designación, jefes de servicio con vinculación partidaria, militantes… En el Teatro Romano ese día se dan cita las fuerzas vivas, los cuadros intermedios y altos, el arrecife de coral del clientelismo. Es el gran acto de los conseguidores y aspirantes a conseguidores. Un acto de chaqueta y corbata, de vestidos elegantes y tocados de peluquería, un espacio de distinción para quienes integran un estamento primordial de Extremadura, la clase que organiza la madeja extremeña.

En la otra celebración, en Guadalupe, se expresa una alianza de calado histórico, de un carácter mucho más tradicional. Ahora abundan los uniformes. Para empezar, claro está, hay una gran representación de la élite eclesiástica. Pero también una selecta representación de los poderes reales, fácticos, de los que mandaban antes y de los que mandan ahora. La Junta de Extremadura, la Asamblea, las Diputaciones, la Delegación del Gobierno, el Ejército, la Guardia Civil, el Tribunal Superior de Justicia o la UEX participan a través de sus máximos representantes. Guardiola y Vara se santiguan al unísono. La Iglesia, el Ejército y el poder político renuevan su sagrada connivencia. “Sobrevivir a la espada señorial y al báculo, a Coronas y Gobiernos despegados, a bonetes y tricornios, y lograr que Extremadura no se abandonase a monterías, papeleras y uranios”. Esto escribe Víctor Chamorro en Érase una vez Extremadura, ese fue el sueño y la epopeya de los campesinos extremeños, los auténticos tejedores de nuestra identidad. ¡Qué actuales y qué urgentes suenan su rebeldía y su esperanza!

Hay otra Extremadura distinta a la del poder. La de los campesinos, la de la gente trabajadora, la Extremadura limpia y fraterna, la que no se vende ni se rinde, la de la Dignidad. La Extremadura que siempre odiaron los señoritos y caciques de esta tierra. La que se opone al extractivismo y la colonización energética, la Extremadura solidaria con Palestina, la Extremadura emigrante que no olvida sus raíces y la que pelea día a día contra el viejo y contra el nuevo caciquismo. La Extremadura que algún día, más temprano que tarde, pondrá en pie un nuevo 25 de Marzo.


Extremadura
Juan Carlos Rodríguez Ibarra reconoce que el Día de Extremadura fue “una cacicada”
En un programa especial de Canal Extremadura por el 40 aniversario de la aprobación del Estatuto de autonomía, Ibarra ha reconocido que el 8 de septiembre, Día de Extremadura, fue “una cacicada mía”.
Palestina
Una protesta por Palestina irrumpe dentro del Teatro Romano durante el acto del Día de Extremadura
Otros colectivos también protestaron contra la dejadez institucional en los incendios, el macrovertedero, las minas o la central nuclear de Almaraz
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