Mar Gabarre Marín (Musgö): “La sensibilidad no es debilidad, es mi principal poderío”

Entre la raíz andaluza y los pulsos electrónicos, Musgö transforma la emoción en fuerza y hace de la sensibilidad una forma de resistencia y belleza.
Mar Musgo
Jaime Cinca “La sensibilidad. Creo que está muy asociada a la debilidad y a la flaqueza, y yo la llevo por bandera con orgullo. Poder compartir los dolores, las heridas, y sostenerlo... eso es poderío”

Es el primer viernes de octubre y el sol entra con una intensidad hermosa por la cocina de Mar Gabarre Marín, en Chiclana. Ahí, entre tazas de té y apuntes de canciones, es donde Musgö —nombre artístico— tiene estos días su campamento base y donde apura los últimos días de calidez andaluza para ensayar con su banda y moverse por las ciudades de su gira: Cádiz, Murcia, Lebrija, Barcelona, Lisboa, Madrid, Bilbao…

“Aunque pronto volveré a Madrid”, me confiesa con un gesto de pena. “Esta semana he tenido que decir que no a dos entrevistas y a un evento súper guay por estar aquí”.  Y es que, aunque estemos en 2025, las andaluzas (y quienes se dedican a la cultura desde otros márgenes) siguen encontrando más oportunidades en la capital que en su tierra.

La sensibilidad como poderío

Mar irradia luz y presencia. En su mirada azul profunda hay calma y sabiduría; en su estética, una diosa andaluza que vibra entre lo terrenal y lo cósmico; en su acento gaditano al cantar, una herencia que se convierte en raíz y en emblema. Le pregunto cuál considera que es su principal poderío y no duda: “La sensibilidad. Creo que está muy asociada a la debilidad y a la flaqueza, y yo la llevo por bandera con orgullo. Poder compartir los dolores, las heridas, y sostenerlo... eso es poderío”.

Esa declaración podría ser también el corazón de Perdiendo el brío, uno de los temas de su próximo disco, La grieta, que saldrá publicado el próximo 5 de noviembre, donde canta: “Estoy brillando como quiero. Me hago mi propio candelero. Ya no quepo donde quieres porque tengo el cora entero. De lo malo soy lo bueno. Soy valiente porque puedo dejar ver que llevo dentro.”. Un canto a la autonomía emocional y a la valentía de mostrar lo que duele.

Muerte, tránsito y renacimiento

El periplo hacia el interior también atraviesa su nuevo single, La batalla de los cisnes, que había publicado apenas unas horas antes de nuestra conversación. En él, Musgö se adentra en territorios más electrónicos y se desprende de todo lo que la encasillaba.  “Estoy viviendo una muerte y una transformación radical —dice—. Estoy rompiendo los límites que yo misma me había impuesto. Y, sobre todo, me estoy quitando la carga de ser la del arpa”. El arpa, ese instrumento históricamente ligado a la música clásica y a la delicadeza, la acompaña desde sus inicios, pero ahora ella la reescribe desde otro lugar: “Cruzo el personaje de hada de fairy tale y me libero de esa languidez. Mi arte no es lánguido”.

Pienso inevitablemente en CocoRosie cuando escucho la música de Musgö: esa mezcla entre lo urbano, lo vanguardista y lo místico que rompe los moldes de lo clásico. Mar asiente y sonríe. “Llevo tres años con la discográfica y todavía me programan en espacios de música acústica o en momentos de relax. Hay una desubicación con el instrumento. No se asocia a la música que hago ahora”.

El linaje como brújula

Aunque estudió Bellas Artes, su historia con este intrumento empezó por un flechazo. Buscando materiales de construcción en Google para un trabajo del colegio, apareció una imagen que la deslumbró: un arpa. Después de sentir un pálpito, le dijo a su madre que sería importante en su vida. Y lo fue. 

Desde entonces lo estudió de manera autodidacta, siempre sumando otras disciplinas: música, tatuaje, artes visuales, dirección de arte. “Cada disciplina es una herramienta para contar una historia. Si puedo hacer el vestuario, el maquillaje o la dirección del videoclip, mejor. Todo forma parte del mismo relato. Creo que eso me viene de casa: mi madre con el Photoshop abierto, mi padre con sus esculturas y murales, mi abuela Manola cosiendo”.

Mar Gabarre Marín no puede separarse de lo que ha mamado desde chica. Hija de padres artistas, su camino fue natural: “Si hubiera salido abogada o doctora, mis padres me habrían reñido. En mi casa nadie se cuestionó que me dedicara al arte. Venimos de las Muñecas Marín de Chiclana, un linaje de gente que se ha dejado la piel creando”.

Su familia, además, le legó una conciencia social que impregna su trabajo. “Me he criado en una familia activista. Tengo muy presente la responsabilidad que tenemos las artistas a nivel social, espiritual, moral. Se me parte el alma cuando veo a artistas que no se posicionan. Es doloroso”.

Mar Musgo 02
“Si hubiera salido abogada o doctora, mis padres me habrían reñido. En mi casa nadie se cuestionó que me dedicara al arte”. Jaime Cinca

Andalucía siempre presente en el universo Musgö

Publicó su primer disco, Open the gate (2019), casi íntegramente en inglés, y luego Un sendero (2023), donde abrazó su acento andaluz. El tránsito del inglés al gaditano fue también un regreso a casa. “De pequeña en mi casa se escuchaba Björk, Pink Floyd, los Carpenters. Luego me fui a Londres, cuna del trip hop, donde nació mi primer disco. Pero en la cuarentena volví a Chiclana y lo replanteé todo. Empecé a valorar lo que tenemos aquí, a investigar la cultura, a sentirme orgullosa del acento y de haber nacido donde nací”.

Esa investigación la llevó hasta Astarté, diosa fenicia de Cádiz y protagonista de su canción Veneradas y temidas. “Sentí una conexión brutal con esa energía femenina tan poderosa y ancestral. Está en el arquetipo de las mujeres flamencas, esa feminidad feroz que se ha perdido con la Virgen María y otros modelos más virginales”. Y entre risas añade: “Investigando supe que hace 3.000 años esto era la puta Meca. Venía gente peregrinando al Castillo de Sancti Petri, que era el templo de Melkart, el marido de Astarté. Le perdonamos que fuera hetero”, nos reímos.

Durante la conversación, se une Virginia Marín, su madre: bióloga, fotógrafa y artista visual. Con ella ha hecho todos los videoclips y colaboran de manera habitual en diversos proyectos. Virginia acaba de presentar un proyecto sobre la memoria del poblado de Sancti Petri, Paseos de salvaguarda comunitaria de Sancti Petri. Entre ellas, el arte no se transmite: circula, como una forma de memoria viva.

La revolución de lo sensible

En este nuevo disco, producido junto a Ramiro Gómez, Musgö se adentra en la electrónica y el hip hop en andaluz, sin perder el arpa como raíz. “Nos costó mucho encontrar la etiqueta, pero al final es eso: electrónica, hip hop en andaluz y arpa electrónica. Queríamos hacerlo con intención, explorar el andaluz, las palabras”.

Su forma de cantar también desafía las estructuras. En un mismo verso puede pasar de un agudo a un grave, de una caricia a una herida. “Me sale así. Me gusta jugar”. Es autodidacta tanto con el arpa como con la voz, aunque haya pasado por clases formales. “Mi profesora de canto me dijo que no volviera más, que tenía mi propio estilo. Y eso me encanta: la voz es mi instrumento más emocional”.

Durante la pandemia, Musgö colaboró con el director David Sáinz y con el cómico chiclanero Adrián Pino en directos que hacían sobre sucesos paranormales con un toque de humor. “Yo siempre he visto espíritus y he tenido experiencias paranormales. En los directos que hacíamos por Instagram, los cómicos se reían con respeto, y todo era surrealista y divertido. De ahí surgió la colaboración para componer la banda sonora de la serie Grasa”.

Mar se define como sinestésica: cuando ve una escena, sabe qué acordes tiene. Esa conexión entre lo visible y lo invisible atraviesa toda su obra. “Antes me centraba más en la espiritualidad, en lo que no se ve pero existe. Ahora miro hacia fuera, hacia lo social y lo político. Es una forma de catalizar el dolor. Cantarlo para que otras personas puedan llorarlo contigo”.

Delegar también ha sido un acto de madurez. Después de años haciéndolo todo —diseños, videoclips, portadas—, ahora confía en otras manos. “Tenía claro mi mundo, pero ahora quiero abrirlo. Con el productor, con los diseñadores... quiero soltar el control”. Y sonríe: “Prefiero trabajar con buena gente que con genios gilipollas. Lo he aprendido a base de palos. La magia está en la gente que vibra contigo”. Mar me cuenta con una sonrisa en la cara y mucha ilusión que ha vuelto a trabajar con su banda de siempre: Andrés Morales (guitarra) y Jesús Carrillo, “El Mula” (bateria). “Con ellos estoy tan contenta y tan tranquila. Como que sé que puede fallar cualquier cosa y nos vamos a partir el culo y no pasa nada”.

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Mar junto a sus compañeros de banda, bolos y kilómetros de carretera Jaime Cinca

La grieta 

Le pregunto qué le devuelve su público. “A veces tanto que no lo puedo sostener. Es tanto el amor que me mareo y tengo que irme al camerino. Hay parte del concierto en que no soy Mar, soy Musgö. Y siento que ese amor se lo dan a ella, mi alter ego”.

Quizás por eso su próximo EP, que se presenta en la sala Sol de Madrid el 12 de noviembre y en la Jamboree de Barcelona el 27 de febrero, se titule La grieta. “Porque hay una grieta enorme entre las personas sensibles y lo que la sociedad ofrece para poder vivir. No está preparada para las disidencias, para lo queer, para lo neurodivergente. Se me acumulan los checks. Y siento que antes tenía que esconder mi rareza para ser aceptada”.

La luz de la tarde se filtra otra vez en la cocina de Chiclana. Mar acaricia el arpa y sonríe, como quien está en paz. Lo invisible y lo cotidiano se tocan. Y, en ese punto, el poderío vuelve a ser sensibilidad.


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