Entrevista La Poderío
Cristina Consuegra: “La cultura es aquello que te posiciona contra la barbarie”

A Cristina Consuegra es difícil encajarla en una cosa. Consuegra es un torbellino de colores que lo lleva to' palante. Lo mismo organiza un festival de cine de índole nacional en los barrios, que la escuchas en la radio, por citar algo. Consuegra es mucha Cristina y Cristina es demasiada Consuegra.
Cristina Consuegra - La Poderío 01
Cristina Consuegra durante una conferencia | Foto cedida por la entrevistada
La Poderío
18 may 2024 06:00

Llevamos tiempo preparando esta entrevista. Hacemos por quedar, por cuadrar agendas. Está difícil, pero ponemos de nuestra parte. Lo estamos deseando. Incluso, nombramos el colmo de los colmos con la intención de que eso no nos arrastre: hacer una entrevista online cuando estamos a dos calles en la misma ciudad. Nos resistimos a que nuestros cafés y “ratito” con mujeres poderosas se pierdan entre los ritmos frenéticos.

Por fin nos sentamos en una callejuela de Málaga, donde para pedir un café parece que estás dando el parte del tiempo: “quiero un sombra”, “yo, una nube doble”. Cuando compartí con Laura Rueda, compañera de La Poderío y la coordinadora donde las haya de estas colaboraciones con El Salto Andalucía, ella lo tenía claro: “ah, la vas a entrevistar como gestora cultural, ¿verdad?”. Pero yo no. Lo único que sí sabía es que “tenemos que hablar más con las amigas”.

Sí, Cristina Consuegra es gestora cultural desde hace 20 años. “Yo soy gestora cultural y además lo reivindico, porque me costó mucho decirlo”, apunta. Pero es un millón de cosas más. Entre tantas, es la única malagueña y andaluza que la revista Forbes ha recogido entre las 100 mejores creativas del mundo de los negocios en 2023. Un dato que ha pasado desapercibido tanto en la ciudad por la que se bebe los mares, como en el sector donde pone todo su cuerpo. El motivo, quizás puede ser el hecho de ser mujer en un ámbito que, como ella dice, “me adelantan por la izquierda y por la derecha”.

Creo firmemente todavía que la cultura pública tiene una capacidad de transformar la mirada desde una ciudad hasta un pueblo, un barrio

Lo que muy pocas saben de ella, es que Consuegra es ingeniera química de formación y también estudió dramaturgia. Todo un combo, donde lo revolucionario hoy en día es su pasión por la cultura pública. “Creo firmemente todavía que la cultura pública tiene una capacidad de transformar la mirada desde una ciudad hasta un pueblo, un barrio, de verdad. Obviamente, lo público solicita siempre de un apoyo, una paciencia y una creencia firme en la cultura pública”, apunta.

Consuegra es una pensadora nata. “Es lo que más me gusta”, reconoce. “Si algún mecenas me descubre estaría estudiando siempre”, se ríe de su propia ocurrencia que no está nada lejos de lo que verdad piensa. A lo que añade, “mi gran frustración será morirme sin haber leído todo. Me encanta conversar, me parece la cosa más bonita”. 

Y de escuchar, observar, analizar, Cristina Consuegra ha creado todo un imaginario colectivo que pone lo común en la base a partir de reflexiones hechas a fuego lento y constante. “Me gusta trabajar con las personas, con las ideas de las personas. Me gusta muchísimo trabajar en el ámbito rural y en el ámbito de los barrios, porque creo que además es donde está lo complejo; es decir, que con un trabajo muy silencioso y a diario se vayan transformando esos lugares a través de las personas y a través de sus culturas”.

Por eso, la mirada de Consuegra va más allá del centralismo de la cultura malagueña, de la cultura de paso, de la cultura de quita y pon. Esta gestora cultural adora su ciudad, se le llena la boca al hablar de Málaga y de Andalucía. Como recita Rocío Márquez: “Sentrañas mías, cómo me duelen en el alma las cosas de Andalucía”. Así es Consuegra con su tierra, por eso le duele tanto que Málaga “se quiera y la quieran mal”. “Es una ciudad maltratada y es una ciudad que no se la deja hacer lo que ha querido ser. Es una ciudad de puerto por la que han pasado muchas civilizaciones, pero a Málaga se le ha puesto un precio. Y todos participamos de ello”.

Las dos tenemos mucho que decir y mucho que contarnos. Hablamos de maternidad, de crianza, de la muerte, de los miedos, del arraigo, y cada uno de los temas es como abrir un melón.

Hace unos años, cuando yo llegué a Málaga en 2006 apenas había cultura, pero de repente hay tanta que no llegamos a todos los planes que hay cada día en la ciudad.
Yo tengo muchas veces la sensación de que a Málaga hay una obsesión por inventarla todo el rato. Málaga es muy buena en muchas cosas, no es necesario ficcionarla. Potenciemos eso, en lugar de borrarlo o poner un parche encima. Un ejemplo es el urbanismo loco que tenemos. No tenemos un urbanismo ordenado; lo mismo te encuentras un bloque de pisos gigante y una casita azul que rompe con todo al lado. Pues igual pasa en la cultura. Cuando hay algo que funciona, viene alguien nuevo y dice “tengo que hacer un proyecto mío”. No, si funciona bien una cosa, vamos a darle envergadura, apoyar al proyecto para que crezca. Yo creo que es la necesidad de la notoriedad. 

En el discurso de “la Málaga de la cultura” hay que tener cuidado con las narrativas que relatamos y aterrizar los contenidos. Hablemos también de los recortes en materia cultural. Málaga es muchas cosas. Es una ciudad abierta; no era una ciudad de centro, sino de barrios.

Ese pesimismo psicológico colectivo que hay es otra herramienta y otra arma del capitalismo de la cultura del mercado para bajar el estado de ánimo colectivo y para doblegar rodillas

A mí me gustaría tener mucho más tiempo para pensar la ciudad porque es un sitio fascinante y tenebroso al mismo tiempo, pero se la quiere mal. Yo creo que en los barrios hay cierta resistencia. Por ejemplo, en mi bloque tengo una comunidad de vecinos que es una preciosidad en esta cosa de pesimismo psicológico colectivo que hay, que es otra herramienta y otra arma del capitalismo de la cultura del mercado para bajar el estado de ánimo colectivo y para doblegar rodillas. Yo siempre digo que a diario encontramos esperanza.

En una ciudad como en Málaga, en el lugar que habitamos, la cultura también es una forma de generar arraigo...
El arraigo es tan necesario y, además, es un concepto tan bonito. El arraigo te permite construir una ciudad, tener una ciudad que es tu hogar. Es muy curioso y es casi metafísica. Cuando una ciudad se inventa todo el rato, no puedes echar arraigo y una identidad. Ya no solo es el cambio en el paisaje urbanístico, que al final es una cuestión cosmética, el problema es que también te cambian el paisaje humano.

Cambiar el paisaje humano es muy grave y es muy peligroso. A mí me da mucho miedo, pero eso está ocurriendo a nivel global

Las raíces son muy importantes para que las personas puedan tener una prosperidad económica y una prosperidad educacional. Málaga ha sido esa ciudad que vinieras de donde vinieras, encontrabas un refugio, cobijo, porque es una ciudad que se ha hecho desde muchas civilizaciones. Cambiar el paisaje humano es muy grave y es muy peligroso. A mí me da mucho miedo, pero eso está ocurriendo a nivel global.

La cultura es aquello que te posiciona contra la barbarie. Para mí la barbarie hoy en día pasa por imponer a las personas ecosistemas que no les permitan echar raíces.

Hay que posicionar la cultura de la educación para intentar que esa modificación del paisaje humano, que es el principal problema, que nos permita el arraigo que es también parte de los problemas del bienestar mental que tenemos, es decir, de una falta de arraigo económico, de una falta de arraigo como sociedad de lo común.

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Como gestora cultural, ¿desde dónde crees que hay que trabajar para posicionar la cultura de la educación en lo común?
Es muy difícil hoy en día trabajar desde lo colectivo, o sea, con una mirada colectiva porque lo que recibimos a diario es el yo. Hay una obsesión por mirar hacia fuera y comprar algo que se hace fuera y traerlo aquí, vendiéndolo como que es algo nuestro. Es lo que yo llamo la cultura del copia y pega. Tenemos que tener unas ideas propias, pero es un trabajo que tiene que tener una transformación colectiva y yo sí noto que en los últimos años se están liderando proyectos en lo público con un afán más personalista que colectivo que se antepone a la necesidad común. Desde las administraciones públicas se podrían llevar más recursos a las zonas rurales que están abandonadas culturalmente.

A las creadoras y creadores yo les tengo un respeto por encima de muchas cosas. Primero, porque son personas, y un respeto añadido porque están construyendo la memoria del mañana. Yo creo y quiero pensar, de todas maneras, que estamos en un cambio de paradigma en general y que nos estamos comiendo la peor parte, pero que esto pasará.

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