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Coronavirus
Contra la confusión, ¡acción!
Los estudiantes venimos de meses encapsulados. Prisioneros de nuestros créditos, no nos quedó más remedio que ir actualizando las agendas al ritmo que los correos nos anunciaban las decisiones tomadas por las autoridades. Tanto conclave, tal bombardeo de comunicados, para anunciarnos que la medida estrella iba a ser la de tirar pa’ alante como si na’. ¿Quién escoge una carrera así? ¿Quién piensa en las salidas laborales? ¿Tendremos clases presenciales para la semana siguiente? ¿Cuando perderemos el miedo?
Soplan vientos de incertidumbre. Sacuden a un árbol que tiene las raíces carcomidas por un virus que acelera su senescencia. Un árbol que nunca nos dio abrigo, su sombra la acaparan las nubes y sus frutos los disfrutan sus dioses. Hoy, ni sus hojas secas llegan hasta estas cotas abisales. Aquí, a estas realidades cotidianas, sólo llegan las raíces que mantienen en pie a este putrefacto y carcomido árbol. Nos atraviesan, nos golpean, nos manipulan, nos amordazan y confinan para que no nos escapemos; para seguir teniendo un suelo al que agarrarse, al que seguir robándole los nutrientes que necesita para sobrevivir. Nuestra fuerza vital es su sustento. Somos su dieta. Incluso pueden reciclarnos para seguir sacándole partido a nuestra necromasa. ¡De parásito a saprófito!
Así es el sistema que nos llama a filas, el que apela (ahora que airea sin pudor todas sus vergüenzas) a nuestra responsabilidad. Después de todos los recortes, a pesar de que ya no debería sorprender a nadie, siempre somos nosotros los que sufrimos las consecuencias de sus negocios. Y, ahora, con los achaques de esta sindemia (que no pandemia), no iba a ser diferente. Llevamos meses conviviendo con este virus y la medida más eficaz que tomaron es la de escurrir el bulto y azuzarnos a la caza de brujas entre nuestros vecinos. Mientras, nos entretienen con debates en los que solo somos una cifra de sus estadísticas. Nos bombardean a discreción con continuas ruedas de prensa y cambios legislativos que solo buscan desinformarnos por exceso. Que el miedo, desatado por este estado de sitio, nos atenace y nos impida reaccionar. Mientras, ellos se reúnen. Se reúnen y rezan para que no se descubra su ataque. Para que no fijemos nuestra rabia en los verdaderos culpables: los grandes recortadores y sus financiadores.
Quieren hacernos pensar que improvisan. Que el virus lleva la batuta y que les marca el rimo de unas políticas que no son nuevas (no todas). Solo que, ahora, las hacen a cara descubierta. Están soltando amarras. La cadena de mando ya está en marcha, la gravedad es su aliada y sobre nosotros se precipita toda la porquería que acumulan en sus elevados despachos. Lo tienen todo a su favor. El tinglado está a montado a su medida. Esta confusión no es casualidad, es su mejor arma, su estrategia central para llevar a cabo este proceso de ajuste con la menor resistencia posible. Así nos tienen andando como pollo sin cabeza, esperando que caiga de los cielos algún milagro. Mientras, seguimos saboreando la derrota de una batalla que nos pasa desapercibida. En la que no damos la cara por estar entretenidos buscando una rutina a la que echarle el lazo. Intentando encontrar un lugar donde aguantar este insolidario temporal. Este “sálvese quien pueda” que nos distrae mientras vamos interiorizando su nueva normalidad. ¡Otra vuelta de tuerca con la que ajustan sus sociedades capitalistas! ¡Más presión para nuestros cuerpos!
Quieren hacernos pensar que improvisan. Que el virus lleva la batuta y que les marca el rimo de unas políticas que no son nuevas (no todas). Solo que, ahora, las hacen a cara descubierta. Están soltando amarras
Coronavirus
Covid-19, autoritarismo e izquierda confinada
Si la izquierda consecuente no saca lecciones de su incapacidad para postular un modelo alternativo en la gestión de esta grave crisis, el futuro será desolador.
¡Estamos en guerra! A nuestro alrededor todo se desmorona. Nuestros sentidos son las víctimas; nuestros planes, la vida, sus daños colaterales. No queda nada a lo que agarrarse. El presente es una mierda, el pasado no se ve y en el futuro pintan bastos. ¿Quién escoge una carrera así? ¿Quién piensa en las salidas laborales? ¿Tendremos clases presenciales para la semana siguiente? ¿Cuando perderemos el miedo? Con la que está cayendo, quién es el valiente que se pone a fantasear… si la estabilidad, la poca que nos quedaba, es cosa de un pasado privilegiado, de un ayer de suspiros precarios que hoy añoramos.
¿Quién escoge una carrera así? ¿Quién piensa en las salidas laborales? ¿Tendremos clases presenciales para la semana siguiente?
Los estudiantes venimos de meses encapsulados. Prisioneros de nuestros créditos, no nos quedó más remedio que ir actualizando las agendas al ritmo que los correos nos anunciaban las decisiones tomadas por las autoridades. Tanto conclave, tal bombardeo de comunicados, para anunciarnos que la medida estrella iba a ser la de tirar pa’ alante como si na’. Que se comieran los profesores, que nos comiéramos nosotros, las primeras consecuencias de la tele-enseñanza forzosa. Ellos solo necesitaban nuestros trabajos y nuestros exámenes para poder cuadrar las cuentas del próximo curso. No querían nada más de nosotros, las matriculas estaban ya pagadas. Ahora solo necesitaban un justificante con el que saber cuántas 2ª, 3ª o 4ª matriculas ingresarían. Nos animaron, eso sí. Apelaron a nuestra valía, a nuestra responsabilidad, a las circunstancias del momento para que nos recompusiéramos ante la adversidad «¡Ante estas situaciones es donde se crecen los héroes! ¡Demostrar que sois ejemplares!» gritaban. Nosotros os ayudamos: exámenes y clases en sábados y domingos, a algunos incluso os podemos dejar alguno de nuestros escasos y precarios portátiles.
Mientras, nosotros, aturdidos por la ostia que nos acababan de dar, no supimos reaccionar. Todas las acciones de protesta y de lucha que conocíamos también quedaron confinadas. Solo nos quedaba la insumisión, intentar boicotear los exámenes, las entregas, las plataformas; pero claro… con el anonimato de internet las lenguas acusicas lo tienen más fácil, quien iba a ser el guapo que se arriesgara. Al final no nos quedó más remedio que ir zafando como buenamente se pudo, intentar hacer piña, bombardear con correos a los profesores, para que abrieran la mano, o tirar de pillería para ir sorteando este curso nº0 de la educación que se nos viene encima.
Mientras, nosotros, aturdidos por la ostia que nos acababan de dar, no supimos reaccionar. Todas las acciones de protesta y de lucha que conocíamos también quedaron confinadas. Solo nos quedaba la insumisión, intentar boicotear los exámenes, las entregas, las plataformas; pero claro…
Hoy las clases avanzan ajenas a la realidad que las asedia. Lejos queda aquel inicio de curso donde todos los focos estaban puestos en nuestra comunidad. La expectación nos rodeaba. Nos echaban la culpa de los repuntes del virus; los profesores y centros tenían que salir al paso para intentar subsanar las deficiencias que el sistema educativo venia acarreando tras décadas de ajustes. Intentaron hacer peripecias, sin mucho éxito, para remodelar y adaptar unas instalaciones precarias y ya de por si masificadas. Fue precisamente en esos días (lo sigue siendo hoy) cuando pudimos ver que todas las reclamaciones que con más pena que fuerza se venían haciendo, desfile tras desfile, se volvieron más que evidentes…
Opinión
España, un país donde ‘la noche’ es un virus y los jóvenes son peligrosos
En el actual contexto pandémico, el conjunto de los actores políticos, sociales y mediáticos presentan a la juventud de nuestro país como sujetos moralmente, socialmente y sanitariamente peligrosos.
Pero por ahora parece que el curso avanza sin interrupciones. Podemos asistir a clase tranquilos, allí el virus no se detecta, estamos a salvo. Las defensas que nos armaron, después de tanto romperse la cabeza, son buenas, bonitas y baratas: tomarse la temperatura en casa, ante cualquier síntoma colgar clase, cerrar cafeterías, reducir otros servicios, cita previa para la biblioteca, bozales, eliminar la vida social, alternar cada semana la actividad docente presencial con la telemática, aulas con alumnos separados por una silla vacía, abrir ventanas, en los exámenes indicar dónde nos sentamos… ¡Jaque mate coronavirus! ¡Chúpate esa! Que poco necesitamos para derrotarte. Basto un poco de maquillaje y asociar los contagios a nuestra vida social para superar tu desafío. Y casi con los mismos míseros fondos de antaño.
Porque, por el resto, los medios de la educación siguen siendo la misma trapallada que antes. De aquella atención y promesas de inicio de curso ya no queda nada. Poco se hizo. Ciertamente, todo sigue igual… o casi. Porque si algo nos explotó en la cara, son las miserias de un sistema educativo y su currículo oculto. El golpe es tal que las propias incongruencias del sistema si hicieron notar entre bambalinas. Porque a susurros y entre el griterío de cierta parte del profesorado nos reconocen una obviedad que se venía escuchando desde la periferia de este mundillo: ¡Aprobar no es aprender!
A susurros y entre el griterío de cierta parte del profesorado nos reconocen una obviedad que se venía escuchando desde la periferia de este mundillo: ¡Aprobar no es aprender!
Incluso llegaron a valorar la opción de dejar pasar de curso al alumnado que no llegara al mínimo de aprobados. Pero solo para que no se detenga la cadena de ensamblaje de la mano de obra del porvenir. Si no, ¿quién los hará ricos?, ¿quién los referenciará?, ¿quién pagara sus créditos?, ¿Quién hará funcionar sus máquinas?... Porque lo importante de esta rueda de molino que cursamos, llamada instituto, FP o Universidad, es configurarnos al gusto del mundo empresarial. Dotarnos de las características requeridas por el mercado, homogenizarnos y apagar cualquier atisbo de autonomía y de capacidad crítica.
Pero por mucho que esto nos pueda servir para abrir los ojos, no debemos confundirnos; no están reconociendo las fallas del sistema de educación sino más bien todo lo contrario. Lo hacen para que no les estorbemos. Le pasan el marrón al mercado laboral, le proporcionan más currantes con los que ir reduciendo el costo de los salarios y aumentando la competencia entre nuestra clase social. Porque detrás de toda esa apariencia filantrópica, esconden una hoja de ruta con la que nos guían hacia una enseñanza al servicio de este reino tecnológico y transhumanista que nos va conquistando poco a poco. Porque no nos deberá extrañar que así como avance el tiempo, y al ritmo con el que nos golpeen los vientos de este nuevo orden, iremos descubriendo todas las triquiñuelas que fueron pactando en todos esos concilios que están llevando a cabo. Alguna de esas tretas ya son visibles en nuestros planes de estudio. Donde comprobamos que, a la callada, los más listos de la clase fueron esos gigantes tecnológicos que, con sus plataformas y servicios, evitaron que el mito del sistema educativo actual sucumbiese ante la crisis sanitaria. Poco a poco van dominando los planes educativos –aún más- y a saber los intereses que se estarán embolsando; eso solo lo saben quienes diseñaron el curso.
No nos deberá extrañar que así como avance el tiempo, y al ritmo con el que nos golpeen los vientos de este nuevo orden, iremos descubriendo todas las triquiñuelas que fueron pactando en todos esos concilios que están llevando a cabo
Coronavirus
Así pretenden salvar el mundo Amancio Ortega y Ana Patricia Botín
La enésima crisis del capitalismo global es acelerada a raíz de la pandemia covid19 y augura una insólita forma de gobierno: el “filantrocapitalismo”. Los multimillonarios hacen creer que pueden trasladar sus éxitos empresariales al servicio a través de grandes donaciones de capital.
Todo sigue “su curso” y es por eso por lo que debemos reaccionar. Es hora de espabilar y de dejar de decir amen ante toda esta mierda que nos cae. No esperemos que nos echen una mano, que nos ayuden, sus favores siempre son interesados. Preparémonos, es hora de darle al coco y de buscar nuevos cauces de protesta (y de fortalecer los que ya conocíamos y recuperar los viejos) pero también de organizarnos de manera autónoma. Sus debilidades ya las conocemos; la cartera, la apariencia de normalidad. La confusión también puede jugar a nuestro favor. Y nos enseña que hay poco que se pueda salvar, que nada se puede esperar de las mismas instituciones que se saltan su propia legalidad, que predican sin ejemplo, que nos dejan morir democráticamente. Amén. Si gritan tanto es porque ya nadie los escucha. ¡Joder! Si hasta parecen anunciar un gran hermano de personajillos vacunándose…
La confusión también puede jugar a nuestro favor. Y nos enseña que hay poco que se pueda salvar, que nada se puede esperar de las mismas instituciones que se saltan su propia legalidad, que predican sin ejemplo, que nos dejan morir democráticamente
Escuchémonos. Fiémonos de nuestro instinto. Escapémonos, disgreguémonos y creemos nuestras propias “burbujas de seguridad”. Hagamos frente a este cambio de paradigma. Hoy sabemos mejor que nunca que esenciales son nuestras familias y amigos, no sus beneficios empresariales. Que nuestra salud la protegemos nosotrxs y nuestra comunidad, no sus cuerpos armados. Que el mercado es el barrio y que de poco valen nuestros títulos si lo que aprendemos no nos ayuda a sobrevivir, a cuidarnos, a pensar, a mejorar la vida. Levantemonos, desafiemos su autoridad. Salgamos a tirar la basura en horario de toque de queda, y de paso quedemos con nuestros amigxs y creemos espacios que nos permitan encontrarnos y protegernos. Vivamos y disfrutemos con la responsabilidad y la libertad que no vemos cuando levantamos la vista.
¡Es hora de la acción!
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Educación
Contra el Gran Hermano, por una educación libre
Presencia, espontaneidad, confianza. Requisitos imprescindibles para la educación. Esto es justamente lo que vamos a perder, quien sabe si para siempre. Porque ya está más que claro de lo que hablamos: la irrupción de las videoclases que se nos quiere imponer con la excusa de la pandemia, y el argumento falso de que es la única forma de seguir garantizando el derecho a la educación de nuestros alumnos. ¡Nos vuelven a engañar, nos siguen escupiendo a la cara!
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Como no empecemos a espabilar y a resistirnos a esta doctrina del shock, mal vamos… pronto viviremos encerrados como en una perrera. Lo peor, que aún hay ilusos que piensan que las volveremos a la vieja universidad...