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Coronavirus
Covid-19, autoritarismo e izquierda confinada
Si la izquierda consecuente no saca lecciones de su incapacidad para postular un modelo alternativo en la gestión de esta grave crisis, el futuro será desolador.
En muchos países se ha establecido, con distinta intensidad, una censura a cualquier opinión crítica ante la gestión de la pandemia del Covid-19 y de las medidas tomadas por los gobiernos. Las personas críticas con estas políticas son a menudo acusadas de negacionistas y pseudocientíficas. Esos términos han sido repetidos en los medios como formula para hurtar un debate necesario, tanto a nivel científico como político. Se llega a acusar de negar no solo la gravedad del SARS-COV 2 sino la propia existencia del virus. A esto se añade otro calificativo: “cospiranoicas”. Tomando como prueba manifestaciones aisladas de algunas personas, se generalizan imputaciones a quienes se oponen a las restricciones autoritarias, como si uniformemente defendieran que el virus ha sido creado en laboratorio, o que la pandemia es en realidad el resultado de una conspiración dirigida por élites internacionales y en la que participan, según las versiones, diferentes agentes del mundo de los medios de comunicación, los gobiernos y las élites económicas. Todo a través de una acción coordinada y secreta.
Por razones de espacio y de los límites lógicos de la paciencia del lector, no vamos a abordar en detalle el atractivo y la profusión de las razones del negacionismo o de las teorías conspiracionistas. El, en ocasiones, mal llamado negacionismo se apoya en la abundante evidencia de la manipulación informativa en que incurren con frecuencia gobiernos y medios de comunicación. Divulgan informaciones poco exactas y ello hace que ambos gocen, en general, de poca credibilidad. Por otra parte, las teorías conspiracionistas tienen un evidente atractivo: presentan explicaciones sencillas, claras y contundentes a fenómenos complejos y difíciles de entender, y conectan con el modo de razonar en la vida cotidiana y en nuestro marco explicativo habitual. Tenemos una tendencia atribucionista y achacamos la responsabilidad de los eventos a la acción de las personas, obviando el decisivo papel de los contextos sociales e institucionales. Por otra parte, también existe una tendencia hacia el funcionalismo: lo que causa algo es aquello que se beneficia de su existencia (el criminal es quien se beneficia del delito).
Acusar de conspiración no implica ningún compromiso con la demostración de su existencia, porque el propio hecho de que exista esa conspiración supone que los “conspiradores” tienen los medios necesarios para evitar que sus maniobras queden expuestas. Las imputaciones quedan como sospechas e insinuaciones que contaminan el debate, pero no lo favorecen. La conspiración no invita a la búsqueda de argumentos y datos empíricos que respalden las aseveraciones, ya que se apoya en pruebas circunstanciales y coincidencias fortuitas, y no se acompaña con análisis de su verosimilitud, confrontación de pruebas, ni contraste con explicaciones alternativas.
Pero, sobre todo, no subscribimos esas posturas aplicadas al Covid-19 porque creemos que no hay razones suficientes para pensar que el virus fue artificialmente creado, que la respuesta a su difusión estuviera diseñada y constituyera un plan previo de ninguna camarilla poderosa. Creemos que todo fenómeno político-social tiene que analizarse como tal, tomando en cuenta la fuerzas y factores que lo originan, condicionan su evolución, y lo transforman. Por supuesto que hay personas, grupos e instituciones con intereses y objetivos propios, pero creer que pueden controlar el desarrollo de acontecimientos tan amplios como la pandemia del Covid-19 y las medidas que toman la casi totalidad de los gobiernos es insensato... y solo se puede traducir en impotencia. Esto no significa que haya que olvidar la capacidad de los poderes económicos y políticos para aprovechar cualquier situación, no solo para vender mascarillas, sino para establecer climas intimidatorios y autoritarios, o propiciar reconfiguraciones de gran calado en las relaciones sociales, laborales, sanitarias o escolares.
Un autoritarismo más contagioso que el virus
Nuestra impresión es que, inicialmente, los gobiernos entraron en la lógica del autoritarismo, la represión y la desinformación alarmista debido a su propio pánico. Los políticos no quisieron aparecer como responsables por omisión, e interpretaron que los excesos para “salvar vidas” serían juzgados con benevolencia. Luego fueron devorados por el propio discurso que habían articulado: no hubo forma de modularlo o modificarlo, bajo la presión de unos medios de comunicación dispuestos a hacer negocio con el lado truculento de la pandemia. ¿Qué responsable político o sanitario se atreve a decir “exageramos un poco la dimensión de la pandemia”, cuando las medidas tomadas ya han tenido consecuencias terribles? Como ha dicho Ioannidis: la reacción de los Gobiernos puede describirse con la imagen de un elefante que, asustado porque confunde un gato doméstico con una pantera, salta al precipicio. Es verdad que no estamos ante un gato doméstico, pero tampoco ante una pantera.
Cuatro factores parecen haberse conjugado para que la inmensa mayoría de los países adoptaran medidas de confinamiento, de una intensidad y magnitud sin antecedentes históricos, ante un problema sanitario importante pero en modo alguno catastrófico. El primero es que las medidas adoptadas inicialmente por China sentaron un precedente. Pero se obvió que China ya ha recurrido a cuarentenas en epidemias pasadas, y se omitió que el confinamiento no fue en todo el país, sino en un única provincia (no implica el mismo esfuerzo ni se requieren los mismos recursos para confinar una parte que una totalidad). El segundo es el tremendismo sin parámetros ni parangón con que los medios de comunicación manejaron la información, y que fue replicado y amplificado por las redes sociales. El tercero es que una serie de textos, sobre todo el de Neil Fergusson y el de Tomas Pueyo, presentaron previsiones modeladas que entrañaban un escenario de catástrofe con millones de muertos, y convocaron implícitamente a una estrategia de supresión del virus que carecía de precedentes. El cuarto es que, desbordadas por la situación dramática en Lombardía, las autoridades italianas, que no sabían muy bien qué hacer, decidieron confinar a todo el mundo, desencadenando un efecto cascada: los gobiernos asumieron que pagarían políticamente caro dar muestras de indecisión o tibieza, y que cualquier exceso en nombre de la salud pública les sería perdonado. Y era una buena manera de ocultar, en nombre de lo inmediato, la decadencia de los sistemas sanitarios públicos, víctimas de recortes presupuestarios implementados, en mayor o menor medida, por autoridades de todos los signos políticos en los últimos lustros.
El confinamiento masivo era una buena manera de ocultar, en nombre de lo inmediato, la decadencia de los sistemas sanitarios públicos
Pero ha habido una enorme desproporción entre la amenaza y la reacción. Y una confianza infundada en la eficacia de las cuarentenas indiscriminadas, así como una ceguera ante las consecuencias de las mismas. Pero, sobre todo, ha faltado un debate público sereno e informado. Un manto de irracionalidad cubrió la discusión de la pandemia, tanto entre los pronosticadores de catástrofes apocalípticas partidarios de confinamientos de un alcance y magnitud sin antecedentes, como entre los “conspiranoicos” negacionistas de la existencia del virus. Las autoridades se cubrieron las espaldas con comités de expertos, a la vez que actuaba dominadas por un pánico irracional. En uno de los documentos que ha tenido mayor impacto político, Ferguson previó hasta cuarenta millones de muertos en el mundo y abogó por una estrategia de supresión del virus asentada en estrictos confinamientos. En ese mismo texto, estimaba que el confinamiento debería producirse por unos 18 meses, tiempo mínimo en el que estimaba podría estar disponible una vacuna, aunque alertando que posiblemente al principio no fuera del todo efectiva. Los gobiernos asumieron el escenario de catástrofe y se plegaron a la medida (cuarentena), pero omitieron —en un reflejo de perversa inteligencia— decir que el encierro debería durar quizá un año y medio. La población podía aceptar un encierro por dos o tres semanas, ¿pero hubiera aceptado esa medida sabiendo que debería durar acaso 18 meses? Y aún queriendo: ¿era viable sostener un encierro por un tiempo tan prolongado y en el mundo entero? En medio del pánico, estas incómodas preguntas fueron dejadas a un lado, y quienes criticaron la viabilidad de las medidas draconianas y alertaron de las consecuencias nocivas de las mismas fueron ignorados o despachados con descalificaciones ad hominem: “eso es lo que dicen Trump y Bolsonaro”.
Su reacción desmesurada —y no asumir ninguna autocrítica— vino de la mano de la negación de cualquier debate y de cualquier contraste sobre la interpretación y las consecuencias prácticas que los datos que la evolución de la pandemia iban aportando (así como los conocimientos sobre el fenotipo y el genotipo del virus y su dinámica de transmisión). La deslegitimación de las críticas por “conspiranoicas y negacionistas”, ha servido, y sirve, para evitar la discusión científica. Así se han arrinconado las discusiones sobre la morbilidad y letalidad del virus, o la importancia epidemiológica del contagio por asintomáticos.
La efectividad de los confinamientos y cuarentenas, cuestión relacionada con la morbimortalidad del virus, debería también estar sujeta a debate. No existen pruebas de que las medidas tomadas en la primavera boreal hayan sido efectivas, aunque haya trabajos que lo afirmen. Podríamos añadir otros aspectos en los que existe debate científico, pero nos limitaremos a añadir uno más, de gran importancia por su repercusión: el uso de la mascarilla al aire libre. En realidad, las pruebas en este caso se inclinan claramente en contra de su efectividad. Su potencial de evitar contagios es irrisorio, teniendo en cuenta además que toda la información disponible reafirma que los contagios se producen básicamente en espacios cerrados.
En cualquier caso, a estas alturas ya está claro que la estrategia de supresión ha fracasado: el virus continúa circulando tras siete meses de restricciones. La mismísima OMS ya considera que el SARS-COV 2 podría volverse endémico. Sólo en un sitio en que el virus circuló comunitariamente pudo ser suprimido: Wuhan. Pero, incluso en China, comienzan a aparecer nuevos contagios. Hay países que han logrado aislarse del virus, o que no circule profusamente, pero en tales casos, la clave ha residido en la detección temprana y el aislamiento selectivo de enfermos, y no en el encierro generalizado (que en algunos casos no se aplicó, y que en otros ya se suspendió en gran medida, como en Uruguay).
La deslegitimación de las críticas por “conspiranoicas y negacionistas”, ha servido, y sirve, para evitar la discusión científica
No olvidemos que se ha evitado la entrada del virus gracias al cierre de fronteras. ¿Qué sucederá en esos países cuando se abran? Para que la supresión realmente funcione como estrategia es necesario que todos los países (y no sólo algunos) sean capaces de eliminar la cadena de contagios. Un objetivo imposible ante un virus de alta contagiosidad, porque es imposible mantener a la totalidad de la población casi sin contactos entre sí (incluso por períodos breves). Incapaz de suprimir el virus, el gran encierro devino, de hecho y sobre la marcha, en estrategia de mitigación. Pero como tal se reveló funesta: entraña todas las consecuencias negativas de las acciones draconianas en términos psicológicos, políticos, laborales y educativos, sin alterar significativamente (a largo plazo) la cantidad de contagios y decesos producidos por el Covid-19. Demora el proceso sin modificarlo radicalmente. Más aún: puede empeorar la situación sanitaria, por tres razones. La primera es la desatención de otras enfermedades. La segunda es que la prolongación excesiva del proceso disminuye las defensas de la población: ni la falta de sol ni el estado generalizado de estrés ayudan al sistema inmunológico, y cuanto más dure la pandemia menos probable es proteger eficientemente a la población vulnerable, que sí debería mantener cierto aislamiento importante (pero voluntario). La tercera es que un encierro demasiado estricto facilita ulteriores rebrotes, al quedar demasiada población susceptible de ser contagiada. Esto es algo que muestra muy bien la comparación actual de España con Suecia, por ejemplo. Pero, curiosamente, en su estudio comparativo de las medidas adoptadas por diferentes ciudades estadounidenses durante la pandemia de 1918, el propio Ferguson había mostrado que los mejores resultados los obtuvieron aquellas ciudades que adoptaron medidas moderadas, y no aquellas que tomaron medidas más radicales, sólo para verse expuestas a segundas olas.
Invocar a la ciencia, traicionar su método
Desde el principio de la pandemia, los responsables políticos han afirmado una y otra vez, que las medidas se tomaban en función de las recomendaciones científicas y de lo que proponían los “científicos”. Lo hicieron con un tono y de una manera que eran una apuesta implícita por la tecnocracia, por el gobierno de los “expertos”. Apelación peligrosa, porque implica negar la esencia de la propia política, que supone conflictos de perspectivas e intereses. Estas peticiones de “gobernanza” de los técnicos sintonizan con el desprestigio de los partidos del sistema y de los políticos, y favorecen salidas autoritarias, cuando no fascistas. Los políticos estimulan esa reacción, cuando se cubren bajo el paraguas de los técnicos para decisiones que, como luego veremos, son más explicables desde sus propios intereses. Que personas críticas con el capitalismo hayan asumido acríticamente la sumisión ante las “expertas” (pieza basal del neoliberalismo), es todo un signo de los tiempos.
Pero es que, además, se invoca la opinión de la comunidad científica cuando hay notorias faltas de consenso. Desde el primer momento, hubo variedad de análisis y propuestas —de instituciones o de científicos individuales—, a la que la mayoría de la ciudadanía no accedió debido al bloqueo informativo. En consecuencia, la mayoría de la población ha aceptado la versión gubernamental de la pandemia, asumiendo los sacrificios y consecuencias de unas medidas draconianas que han destruido la economía y la vida social en buena parte de los países del globo, y que han producido daños ingentes en la salud física y mental que supuestamente trataban de proteger.
Porque si algo necesita la ciencia, es debate y dialogo. La información científica no son dogmas religiosos ni verdades indiscutibles. Sus conclusiones se basan en datos que pueden tener diferentes grados de veracidad. Su interpretación no es unívoca: requiere análisis, criticas y discusión. A pesar de que tenga todavía credibilidad ante la mayoría de la población, las contradicciones afloran, y cada vez es más difícil ocultar que hay científicos discrepantes a los que difícilmente cabe acusar de negacionistas. Es verdad que todavía se silencian las voces criticas, como ha ocurrido con 300 profesionales y científicos franceses cuyo llamamiento ha sido censurado en un periódico de gran tirada y que solamente Mediapart ha difundido. Sin embargo, empiezan a trascender opiniones críticas. Estos días hemos conocido un nuevo manifiesto encabezado por tres autoridades de Salud Pública y Epidemiología. Revistas prestigiosas han hecho llamamientos a la necesidad de un debate científico sobre las medidas a tomar. Y la apuesta por una estrategia dirigida a la protección de la población vulnerable tiene cada día más seguidores, una estrategia que ya en mayo fue propuesta en el BMJ por epidemiólogos como David Spiegelhalter.
Pero nuestros Gobiernos no aceptan la necesidad de ese debate científico. Ni quieren cambiar de guión, ni aportan argumentos sólidos. Así, los responsables gubernamentales se han convertidos en “negacionistas”. Tras las proclamas de que se han salvado miles de vida, no hay evidencias contrastables. Niegan una y otra vez un balance costo-beneficio de las medidas tomadas y no justifican su proporcionalidad. Se reconocen las consecuencias económicas del confinamiento y de la paralización económica y social pero no se quiere discutir si realmente eran inevitables. Se soslayan las consecuencias del clima social que se ha creado, los enfrentamientos entre la población y los progromos contra jóvenes que, en muchos casos, han perdido un año de sus estudios, han tenido la vida educativa, social y cultural clausurada durante meses, y ahora se mueven en la penumbra vital.
Las verdaderas razones de una gestión autoritaria
En un repaso a las medidas tomadas por los diferentes Gobiernos y su grado de impacto, se ha sugerido que existe una asociación entre el alcance de las restricciones impuestas y el grado de deslegitimación de la “clase política” y las teóricas instituciones representativas de la ciudadanía. Se ha pretendido restaurar la aceptación de los representantes políticos subrayando su papel como “salvadores de vidas”. Se ha promovido que la población acosada por el miedo buscara resguardo bajo el paraguas de la autoridad.
El autoritarismo se ha apoyado también en los argumentos de que no se puede confiar en la responsabilidad individual o colectiva: la ciudadanía necesita ser guiada con el palo y la zanahoria, y acepta el castigo si se “porta mal”. Precisamente, la negativa al debate público se justifica en que la población no está preparada y necesita instrucciones. Esta visión infantilizada de la ciudadanía exige que el Gobierno no muestre debilidad, que no muestre dudas o incertidumbres. En el caso de España, enlaza con esa cultura franquista basada en que el pueblo necesita mano dura. No faltan comentarios racistas sobre el sentido de la responsabilidad en la Europa meridional, supuestamente menor que el de otras latitudes.
En suma, se ha mantenido el discurso del miedo a pesar de su enorme costo y de que genera un estrés psicológico masivo que mata directa e indirectamente. La desinformación es constante, se ocultan los datos y opiniones contrarias a mantener el “estado de excepción”. Se difunden informaciones sobre la probable transmisión del virus por aerosoles (sólo segura en circunstancias muy concretas, como los ambientes cerrados y hacinados), con el animo de crear sensación de vulnerabilidad. Se juega constantemente con las palabras y sus significados. Se habla de contagios refiriéndose a los PCR, cuando sabemos que existe un porcentaje no despreciable de falsos positivos. En los primeros momentos de la pandemia, se hablaba también de contagios cuando se trataba de casos, es decir de personas con síntomas y además significativos, lo suficientemente graves como para acudir al hospital (único lugar de España donde se realizaron pruebas de PCR durante los meses de marzo y abril). En consecuencia, los contagios de ahora (personas asintomáticas o con síntomas leves) no son los mismos que entonces, cuando representaban la punta del iceberg.
La negativa al debate público se justifica en que la población no está preparada y necesita instrucciones. En el caso de España, enlaza con esa cultura franquista basada en que el pueblo necesita mano dura
La realización indiscriminada de PCR sirve para justificar la idea de que estamos en la misma espiral, y de que nos acercamos al precipicio de la saturación de servicios. Hay que recordar que en España ni siquiera en primavera existió un desbordamiento inusual (la temporada gripal llena las UCIs y los pasillos de camas en muchas ocasiones), salvo en momentos puntuales y en lugares concretos. Lo mismo puede decirse de Argentina, aunque la cronología es un poco posterior.
Hasta hace no hace mucho, Argentina era ejemplar para los defensores del “talibanismo sanitario”: confinamiento severo y muy temprano. Aunque la pobreza se disparara, el desempleo aumentara y los niños se quedaron sin clases, por un tiempo, Argentina ofreció cifras de contagio y de mortalidad absolutamente menores que, por ejemplo, España o Brasil. Pero ya no. O no tanto. Los muertos por millón se aproximan a España y a Brasil, el “vecino irresponsable” con el que se la comparaba cuando la comparación era favorable. Hace tres meses Argentina tenía 15 veces menos de muertos por millón que Brasil; hoy alcanza las dos terceras partes de los guarismos brasileños, y acercándose. El gobierno argentino responsabiliza a la población, que ya no respeta el aislamiento. ¿Pero a quién se le puede ocurrir que la población entera de un país puede permanecer encerrada en sus casas durante siete meses? A los estrategas del confinamiento se les olvidó pensar que un encierro total sólo puede ser breve. Afrontaron, contra toda lógica y probabilidad, una epidemia de virus respiratorio como si fuera una tormenta de arena.
No obstante, aunque en cifras de muertos por millón atribuidos al Covid-19 Argentina posea cifras parecidas a las de España, en exceso de mortalidad no es así. De hecho, hasta el momento, la suma de decesos por Covid-19 y por otros virus respiratorios no supera a la del año pasado, cuando no había pandemia. En buena medida, los decesos por Covid-19 de este año han reemplazado a los de Enfermedad Tipo Influenza y neumonía. La población argentina vive aterrorizada por una epidemia que dista de haber incidido severamente en su mortalidad, y que se halla lejos del impacto que tuvo en España, en parte porque la población mayor de 65 años es mucho menos numerosa. Uruguay, con restricciones ya muy leves y casi sin casos ni fallecimientos por Covid-19, permanece sin embargo todavía presa del miedo. Recientemente, un grupo de padres y madres de una organización en defensa de la escuela pública, conocida por apoyar las reivindicaciones y huelgas docentes, se ha movilizado en favor de la plena presencialidad en las escuelas (en España también se ha percibido un estado de animo similar entre muchos padres y madres). Pero muchos trabajadores y trabajadoras de la educación son reticentes, a pesar de que todos los estudios indican que los niños se contagian poco, casi no contagian a otras personas y, en general carecen de síntomas o los tienen muy leves: el pánico no sabe de razones ni proporciones.
las consecuencias y la ceguera de la izquierda
La gestión política de la pandemia ha mostrado que los poderes económicos no pueden definir de forma precisa e inmediata la acción de las instituciones públicas, aunque si condicionarla decisivamente a medio y largo plazo.
Entre tanto, las élites empresariales han jugado su papel. Tanto en España como en Argentina han bloqueado iniciativas progresistas y han puesto límites para garantizar sus intereses frente a los gobiernos. Y, en paralelo, las fuerzas del “capitalismo digital” y del “capitalismo de la vigilancia” han dado pasos firmes. Mientras la población del planeta continúa aterrorizada por una pandemia cuya amenaza ha sido exagerada hasta lo indecible, las corporaciones digitales colonizan a paso redoblado la educación, el ocio, el comercio, y las relaciones sociales. Raquel Varela no exagera cuando afirma que el teletrabajo es contrarrevolucionario.
En España, las nacionalizaciones están fuera de la agenda, y el plan de reconstrucción encaja en una óptica neoliberal. El PSOE es el gran beneficiado, de momento, en términos de apoyo de la opinión pública, Unidas Podemos ha sufrido un eclipsamiento notable. En Argentina, luego de un breve momento de gloria, el Gobierno de Alberto Fernández se muestra cada vez más débil, con una economía en severa recesión, millones de puestos de trabajo perdidos según las propias cifras oficiales, el colapso educativo y sin poder mostrar buenos índices en el manejo de la pandemia. A su vez, el macrismo ha impuesto el aislamiento social allí donde gobierna, aunque hace rato que sectores de la derecha se movilizan contra de las restricciones.
Las fuerzas de izquierda, por su parte, aunque críticas de los excesos autoritarios del confinamiento y de los abusos patronales, no han sido capaces de oponer otro abordaje a la crisis sanitaria. Desde el momento en que no supieron oponerse frontalmente a la estrategia sanitaria dominante, y asumieron el discurso de que estamos ante una epidemia cataclismática frente a la que hay que adoptar medidas extraordinarias, la defensa de las libertades ciudadanas fundamentales se vio debilitada. No faltaron voces que, como el secretariado unificado de la IV internacional, apoyaron sin reservas una imposible estrategia de supresión del virus y llamaron genocidas y “socialdarwinistas” a quienes planteaban que había que aceptar que no “todas” las vidas son salvables sin condenar a otras muchas a sufrir y a morir por otras causas. Bolsonaro y Trump fueron tomados como coartada para alinearse con la mayoría respetable de los representantes políticos del capital internacional, del que ambos son bufones útiles. Se practicó una suerte de campismo: el enemigo principal son esas figuras odiosas, no el establishment político en conjunto. De manera sorprendente, no faltaron quienes acusaron a los que denunciábamos las consecuencias sociales y económicas que entrañaría el confinamiento de anteponer la economía a la vida. Pero no se puede confundir las consecuencias económicas con la defensa de los beneficios del capital. Se trata, más bien, de poner en consideración la tragedia que representa poner en riesgo el sustento material de las clases populares. Porque al final, es probable que el confinamiento salve unas pocas vidas de la clase media, pero hundirá aún más a los sectores desfavorecidos: muchas otras vidas se perderán, aunque sea sin el certificado de defunción del Covid-19.
La amenaza real del virus no justificó nunca tamaño tremendismo. Con tanto horror difundido día y noche parece difícil de creer, pero lo cierto es que el 99,8 % de los infectados por el SARS-COV 2 sobreviven, como revela un reciente estudio de John Ioannidis. La propia OMS, aunque continúe insuflando temor a diestra y siniestra, reconoce que sus mejores estimaciones indican que ya pudo haberse contagiado el 10% de la población del planeta. En tal caso, la tasa de letalidad del Covid-19 sería del orden del 0,14 %, a años luz del 3,5 % que postuló la misma organización allá por marzo.
Que salvo contadas excepciones (Suecia sobre todo) la inmensa mayoría de los estados hayan implementado severas restricciones puede dar algún consuelo a quienes analizan los sucesos en clave nacionalista (“nos equivocamos, pero todos hicieron lo mismo”)... y no ven más allá del capitalismo. Pero para quienes quieran mirar más allá del actual sistema, y hagan un análisis de clase, la gran uniformidad de la respuesta de las autoridades de los estados capitalistas dice otras cosas y no proporciona ningún consuelo. Puede entenderse que la burguesía y las clases acomodadas se sintieran especialmente vulnerables ante un virus que las afectaba de manera directa y difícilmente controlable. Hace años que los amos del mundo sueñan con vencer a la muerte. Sus médicos-ideólogos se empeñan en considerar a la muerte como un “problema técnico”, que la ciencia podrá arreglar en breve, y sus filósofos de cabecera especulan con que en un futuro inmediato la inmortalidad será una posibilidad para los ricos.
Quienes lean estas líneas podrán pensar que la búsqueda de la inmortalidad es una tontería. Y sin duda tendrán razón. Pero es una búsqueda en la que está empeñada mucha gente de la clase dominante. Son los nuevos alquimistas. Quizá parezca extravagante y, sin duda, lo es, lo cual no quita para que sean creencias influyentes en círculos económica y políticamente poderosos. En una conversación pública de 2015 entre Yuval Harari y Daniel Kahneman, que no son precisamente dos ignotos “conspiranoicos”, sino un escritor de Best Sellers y un Premio Nobel de Economía, el primero dice con pesaroso fatalismo que para la gran mayoría, la mejor opción ante una vida sin valor y sin sentido, será una combinación de drogas y videojuegos. Para las elites, en cambio, el futuro es la inmortalidad.
A esas elites que se creían a las puertas de solucionar el “problema técnico” de la muerte, la aparición de un virus como el SARS-COV 2 las enloqueció. Literalmente. Pero que su perspectiva haya sido asumida por las clases trabajadoras (expuestas regularmente a problemas sanitarios más graves que el Covid-19) muestra la hegemonía de los valores y creencias burgueses y la escasa autonomía de las clases populares. En los últimos meses se denunciaron negacionismos y negacionistas de todos los colores. Pero hubo un negacionismo del que casi nadie ha hablado: el negacionismo de la muerte, el horror a morir.
Que la izquierda radical haya sido en general presa del pánico al igual que la derecha, el centro y la izquierda reformista, asumiendo además la hipótesis de la eficacia y viabilidad del encierro, es un indicio de falta de autonomía ideológica. Que se haya descartado la posibilidad de proteger a la población vulnerable como cosa imposible, creyendo al mismo tiempo que sería posible proteger a toda la población, habla bastante a las claras de la pobreza intelectual franciscana y de la carencia de toda lógica en el debate público contemporáneo. Que la creencia en que la vacuna será la solución a la pandemia se haya impuesto con tan pocas críticas muestra la eficacia de la propaganda de los laboratorios, la expropiación de la salud por el capital y la escasa independencia de la izquierda en términos de política sanitaria (indispensable el reciente escrito de Juan Gérvas). Que algunas fuerzas de izquierda defiendan abiertamente la política de confinamiento resulta especialmente incomprensible: los segmentos más pobres de la población carecen de viviendas adecuadas para confinarse; los “trabajadores esenciales” deben continuar con sus labores (a diferencia del grueso de las clases alta y media). La pérdida de clases afecta más a los pobres que a los ricos, y el encierro aumenta el desempleo, la miseria y las desigualdades.
Aunque sería exagerado decir que las organizaciones de izquierda apoyaron sin reservas la estrategia de “supresión del virus” y las cuarentenas masivas, lo cierto es que, en general, no se opusieron de manera frontal. Criticaron sus excesos o algunas facetas, no su naturaleza. El hábito tacticista de tratar de acompañar las demandas de las masas, dejó al grueso de las organizaciones de izquierda desarmadas cuando lo imperioso fue cuestionar el “sentido común”. Y el retroceso generalizado de la cultura de izquierda dificultó la elaboración de una comprensión propia e independiente de los problemas sanitarios: en el fondo, son problemas en los que nunca habían pensado demasiado. Por ello, se optó por lo que parecía la “vía más segura”. Pero en las grandes crisis, las vías “más seguras” suelen ser contraintuitivas.
Nos jugamos mucho. Porque contrariamente a lo que pudiera parecer, la ideología no se sustenta en el adoctrinamiento de los medios de comunicación sino en las prácticas sociales que reflejan la forma de ver el mundo (eso es el fetichismo de la mercancía de Marx). En esta pandemia la población puede “aprender” que necesitamos gobiernos y estados fuertes, que el ejército está para proteger la salud de la población, que cualquier semejante puede ser un peligro y un largo etcétera. La desconfianza y las tendencias individualistas y anticomunitarias se pueden reforzar. La élites dominantes no van a dejar de tomar notas de las potencialidades del uso de la biopolítica (la pulsión a aferrarse a la vida como mero pálpito biológico), el estado de excepción y la manipulación del miedo colectivo.
Y si la izquierda consecuente no saca lecciones de su incapacidad para postular un modelo alternativo en la gestión de esta grave crisis, el futuro será desolador.
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¿Se acuerdan cuando en los años ochenta y noventa del siglo pasado la izquierda radical se dedicó a perder el tiempo y el sentido con aquella basura posmoderna que decía que todo es un relato y que por lo mismo valían lo mismo los conocimientos de un chamán y los de un doctor en física? ¿Se acuerdan cómo fingieron demencia, se hicieron los idiotas, cuando apareció el libro Imposturas Intelectuales, qué empezaba por mofarse de ese lenguaje pomposo que decía exactamente nada, que hizo escuela en las humanidades y en las ciencias sociales y que este artículo reproduce más o menos sumisamente?
Bueno, muchachos, aquí están las consecuencias prácticas de aquellas tarugadas ideológicas que se hacían pasar por teoría. Llegó una pandemia generada por un virus que posiblemente fue puesto en circulación por nuestro modo capitalista de producción (¿saben ustedes que los virus causantes del Zika y el VIH eran conocidos desde los años cincuenta del siglo pasado pero que se encontraban en áreas entonces en esa época vírgenes a la depredación capitalista? Ahora ya son muy explotadas) y la izquierda no tienen más que discursos vacuos como este que presentan porque hace mucho dejó de pensar en términos racionales y no se diga científicos.
Hablan de alternativas cuando la verdad dudo mucho que hayan entendido verdaderamente el problema. Nada de epidemiología social, nada de epidemiología matemática, nada sobre lo que significa y se espera de una adecuada salud pública, ya no se diga sobre virología y biología y medicina de las vacunas: critican el discurso científico pero como ni lo conocen ni les importa conocerlo, lo dejan todo en un absurdo discurso ideológico. Y pongamos en negro sobre blanco las cosas: nadie en su sano juicio puede negar que el pánico, los intereses empresariales, la ideología conservadora de la clase dominante y sus satélites y una vivisión social y política conservadora cuando no reaccionara ha decidido sobre muchas de las prácticas llevadas a cabo para controlar, pero pensar que SOLO ESTO decidió las políticas públicas llevadas a cabo demuestra, insistimos, un absurdo discurso ideológico que pretende por lo bajo hacerse pasar por racional y por lo alto, como científico, dando de paso vuelo a los idiotas antivacunas y sus delirios, entre otros gandules conocidos.
Olvidando que las condiciones sociales no dicen algo sobre la validez del discurso científico, lamentan que la población acepte "pasivamente" el encierro y sus consecuencias. De paso achacan a esto último las consecuencias de las catástrofes económicas y sociales que la misma población padece: olvidan, quizás ni lo saben porque no tienen ni la menor puta idea de lo que es la salud pública, que los intentos de más o menos exitosos de la privatización de los hospitales y sus servicios, las modificaciones de los hábitos alimenticios de la población que ha disparado enfermedades que actúan como comorbilidades en la actual pandemia y la falta programada de apoyos a la población anciana y la falta también programada de profesionistas médicos y sanitarios en general contribuyó a la gran morbilidad y mortalidad de la población. ¿Alguna mención en su texto de estos problemas y de otros en los que las publicaciones científicas serias se han esforzado en explicar? Cero, ninguna, solo trivialidades que pretenden ser de izquierda (¿de verdad creen que una cita sacada de contexto de Marx ya los justifica?) derivadas, posiblemente, de aquella basura posmoderna que ataca a la única medicina realmente funcional, que habla barbaridades acerca de una medicina "tradicional" contra una medicina "alópata" dominada por las empresas (lo que en términos generales es cierto, pero nada indica acerca de su funcionamiento), y si no que lo diga ese mamarracho de Pàmies que por cierto no tiene prurito alguno en recurrir a ella cuando la soga le aprieta un tanto el pescuezo.
Y por cierto, también, la economía capitalista de todos modos iba a entrar con o sin pandemia en crisis, era algo que en 2018 y 2019 ya se discutía en varias academias y circuitos, y se necesita mucho más que un encierro para destruir la vida social, las sociedades en general siguen más o menos integradas aunque sí posiblemente más hartas. Y dejen agregar algo más sobre su cotorreo del encierro: en México, que es el caso que conozco mejor, todo mundo que se interesó por el problema sabía que el confinamiento sólo sería posible en cuanto existieran personas dispuestas a seguirlo porque tenía tanto las condiciones materiales como el convencimiento personal: en un país en donde el 60%-70% de las personas están por debajo del nivel oficial de lo que se considera una vida aceptable, en dónde el Estado desde hace al menos una década no controla más que nominalmente 30% del territorio y posiblemente tenga custodia compartida en 40% del mismo, y no hay suficientes policías y soldados como para obligar a todos a estar encerrados en sus casas, el gobierno simple y sencillamente, y prudentemente de acuerdo a su visión política, prefirió recurrir al convencimiento social y al compromiso moral: hay estudios que indican que una parte significativa de la población simple y llanamente no siguió las indicaciones del confinamiento, y no necesariamente por pobreza. Y algo semejante sucedió en varios países de América, incluso en aquellos en que su historia de abusos policiacos y militares es reciente. Sé que en Europa el confinamiento si fue más estricto, pero a menos que me equivoque ni España ni Francia, ni Italia, por poner el caso, se han desintegrado ni se han vuelto una dictadura abierta, por mucho que ustedes quieran hacer creer que una pase sanitario obtenido por una vacuna dos veces genera un Pinochet, o un Franco, o lo que sea .
Hablan de ciencia y sus métodos, pero no dan la menor pista de conocer algo de ella en este ni en otros lados. Y no porque sean especialistas ni cosa por el estilo, ya que yo tampoco lo soy, pero sí que es posible obtener un conocimiento funcional y aceptable sobre el tema que nos interesa, ya que es conocimiento racional generado por otros seres racionales, algo que por cierto tiene que ver con la honestidad intelectual, informarse de lo que se va a hablar. No la veo en su discurso ideológico como no la veo en general en los discursos de la izquierda, quizás puedan dar las gracias a Lyotard, Foucault, Deleuze, los nuevos filósofos y otros tantos que hicieron que la izquierda se alejara de la ciencia real mientras los dueños se ponían felices, ya Noam Chomsky había alertado sobre esto. Llegó el COVID-19 y la izquierda en general no tiene más que discursos ideológicos o sometimiento a los poderes establecidos, o discursos ideológicos que someten a trasmano a los poderes establecidos mientras quieren hacer creer que son libertarios. Por ahí se describe un libro sobre el COVID-19 hecho por una abogada, un historiador y un psicólogo, y no veo que discutan sobre epidemiología, virología, vacunología, estadística, ...
¿Qué nueva catástrofe tiene que venir para que en la izquierda aceptemos que ya es necesario reconsiderar y tirar por la borda todos esos discursos fatuos? La gente hace lo que puede con la información que tiene. Y la izquierda la ha dejado sola. Dese hace 40 años, al menos.
Las UCIs de los hospitales están desbordadas. Este artículo no lo entienden ni sus autores. ¿Qué se propone? Conspiracionismo repetitivo e insufrible
Además el artículo trata también del autoritarismo, no solo de las mentiras médicas. El Estado nos trata como a niños irresponsables. La libertad de conciencia y pensamiento anuladas por la propaganda
Dejad de mentir. La UCIS están desbordadas por estas fechas todos los años. Además la "campaña" del covid ha dejado multitud de enfermos crónicos sin atender..es normal que se acumulen. Las UCIS no están desbordadas por C19.. Enlace a noticia del año pasado: https://elpais.com/ccaa/2020/02/05/madrid/1580903246_652477.html
Excelente artículo. Sed valientes y publicad más de Loayssa. Pronto se sabrá la verdad de esta operación.
Otro buen y extenso trabajo, esta vez sobre las cifras, en inglés: https://architectsforsocialhousing.co.uk/2021/01/27/lies-damned-lies-and-statistics-manufacturing-the-crisis/
Están preparando un libro, que verá la luz en marzo, bajo el sello Ediciones El Salmón.
Gracias por este artículo. Me parece que hace una descripción muy certera de la situación. Me ha ayudado a sentirme menos solo.
El clasico "no soy racista pero..." en esta árticulo se aplica al: "No soy negacionista pero..."
jo...vaya razonamiento. Exiges la prueba de veracidad a los que no afirman nada, simplemente somos disidentes de este régimen bancario-estatal. Lo del "negacionismo" es un invento perverso-totalitario de este Estado para asimilar a sus críticos con el revisionismo, como si todos los "negacionistas" estuvieramos en contra de la verdad histórica o incluso de la ciencia..jaja (propaganda de la más barata)..Se llama DESPOTISMO. "El Pueblo no sabe, hay que educar al Pueblo y, si se resiste, se le obliga por las armas" (este es el caso de la operación covid, despotismo "ilustrado").
BASTA DE HACERSE EL SUECO CON SUECIA.
Hay opiniones divergentes con las nuestras en el artículo .Me encantaría debatir a fondo esas opiniones, creo sinceramente que algunos deberían escribir un artículo defendiendo el confinamiento y sus efectos. El trabajo de nature lo pusimos porque es NATURE, y no se trata, como dices de una hoja parroquial. La estimación de las bondades del confinamiento es tan desproporcionada que pensamos que se descalifican por si mismas. Articulos que defienden el confinamiento hay bastantes, otros lo ponen en cuestión. NO negamos que pudo incidir de una forma secundaria en la curva, precisamente porque como decimos y tu reconoces, para ser efectivo tendría que ser mucho más duradero y drastico. Realmente si toda la población humana deja de respirar por 15 días el virus se extingue.
Defender el confinamiento es legítimo defender que no es costo-efectivo también, nos preguntamos ¿porque se hurta ese debate y no se dedican programas de TV en horas de maxima audiencia a exponer todas estas posturas?. Eso es lo funtamental de la critica y exponemos nuestras razones para decir que no es costo efectivo. Hay muchos mas estudios que no citamos en nuestro artículo, No estamos haciendo una revisión sistemática sino exponiendo nuesra opnión de forma FUNDAMENTADA.
Me voy a referir a Suecia aunque tambien podría hablar de Brasil, aunque no me guste Bolsonaro, la mortalidad de este pais es inferior por ejemplo a la de Peru, Habia que analizar las razones pero desde luego no es la cercania gografica en único factor a considerar.
Los datos de Suecia hablan por si solos para demostrar que es una opción viable, y se ha demostrado que las proyecciones que hacían para Suecia, los mismo que justificaron los confinamientos en todos los paises, eran erroneas. Pronosticaban que si no confinaban Suecia tendría 90.000 muertos para Junio, han tenido poco más de 6000. ¿Si las proyecciones eran tan equivocadas para Suecia no lo eran también para el resto de paises? ¿o esa pequeña equivocación es un error aislado ?
Pero todavia es más llamativo que cuando se habla de los buenos resultados de Suecia se recurre a citar que su mortalidad es superior a Noruega y Finlandia. Parece que el factor a considerar es la cercanía geografica o la similitud racial, habría que decir mucho sobre la homogeneidad cultural en esa Region. Pero es que los que quitan importancia a la "via sueca olvidan algunos datos, Los casos en Suecia se dieron preferentemente en Estocolmo y su área metropolitana. NO hay en NOruega ninguna ciudad comparable en densidad y por ejemplo presencia de inmigrantes (seriamente afectados) que no son de cultura "vikinga". Fuera de Estocolco los casos en Suecia fueron incluso menor que en Noruega. Por otra parte Suecia vio sus residencias de ancianos muy golpeadas también, con más de la mitad de los muertos en ellas, sus sistema de cuidado a los ancianos es diferente y peor que el Noruega.
Por cierto volviendo a nuestro país, el trabajo de Nature como la mayoría de trabajos obvia esa concentración de muertes en Residencias de la tercera edad, que a priori pueden ser protegidas sin encerrar a toda la población.
Se dicen cosas que no son ciertas , como que la situación en primavera era equivalente a la epidemia de gripe salvo contados hospitales .Esto es completamente falso y deja la idea en el aire de que se trata de un problema de salud tan grave.Realmente se necesita un poco más de esfuerzo narrativo , porque en muchos puntos no veo la forma de distinguir el discurso sanitario del de la extrema derecha o los negacionistas de la pandemia. Y como solución , Suecia?
Aire fresco leer este artículo en El Salto... Interesante el apunte del leitmotiv "transhumanista" para explicar el pánico entre las clases altas, pero la verdad es que me parece un factor minoritario para justificar toda la desmesura. Me parece mucho más importante la dimensión de la crisis económica pre-pandemia (la deuda mundial a finales del 2019 era un 40% más alta que en la crisis del 2008), y el acercamiento del fin del petróleo. Y la instrumentalización de un virus moderadamente grave para aplicar toda una "actualización" represiva y precarizadora, y adaptar el modelo capitalista a esta "nueva" situación (excluyendo, domesticando...).
https://www.eldiario.es/economia/deuda-mundial-aumenta-pib-planeta_1_1466127.html
https://www.lahaine.org/mm_ss_est_esp.php/audio-entrevista-a-nekane-jurado
Otro tema tabú que me parece que le falta por tocar es el 5G. Una infraestructura antiecológica, dañina, controlada por agentes externos, y cuyo diseño favorece descaradamente la vigilancia y la extracción de datos... Y ya fué puesta a andar en el estado español en estos meses, con NULO debate social.
https://antonioaretxabala.blogspot.com/2020/07/una-reflexion-mas-en-torno-al-5g-y-los.html
https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2019-06-12/marta-peirano-5g-facebook-google-huawei-enemigo-conoce_2066566
Estaría bien identificar a esa "izquierda consecuente" porque yo no la veo por ningún lado. Aparte de las consecuencias médicas del virus lo cierto es que el sistema capitalista ya estaba dando pasos firmes antes de que apareciera la pandemia hacia la situación que hoy vivimos. El agotamiento del modelo económico precedente era algo claro y la evolución hacia una dictadura abierta del Capital en todos los órdenes de la vida era algo que vivíamos desde los 70. La izquierda se ha mantenido antes y ahora en el consenso, en la mediación, ha impulsado dinámicas desmovilizadoras en todos los sentidos y ha participado en las instituciones aún a sabiendas que ese ya era un terreno ajeno a la autoorganización popular y el antagonismo. La izquierda en su totalidad se ha mostrado como un pilar del sistema, con todos sus vicios y dinámicas. Los movimientos que últimamente han provocado grietas en el consenso han surgido al margen de esa izquierda, desde lel 15M hasta los chalecos amarillos. La extrema izquierda se ha diluido en posturas cómodas también de apoyo crítico a la participacion institucional tanto en el parlamento como en los gestores del sindicalismo. Hace falta situarse afuera de esa izquierda para construir una alternativa de lucha y de futuro desde la base.
Hay algunos datos que muestran falta de conocimiento de temáticas de salud (la prontitud con que se dispone de cifras de mortalidad consolidadas en Argentina, claramente, o qué implica para una política sanitaria poblacional reposar en la responsabilidad individual, más allá del caso COVID, entre otros ejemplos muchos), pero además, la sensación del artículo es que comienza muy bien, apostando al debate y a la problematización en contra de las ideas unívocas y monolíticas, y termina en la misma clave cerrada y fundamentalista que cuestionó inicialmente...
Impresionante artículo, gracias por la aportación, pone orden y racionalidad a lo que intuíamos o pensábamos algunas personas. La política del miedo es la única política que conocen nuestros gobernantes y nuestras democracias occidentales. Gran aporte que sienta bases para estructurar un discurso crítico y anticapitalista. ¡GRACIAS!
Hola.
Me parece que habéis escrito un artículo bastante trillado para contentar a los lectores que van en la línea de “quién me va a decir a mí si mi pongo la mascarilla o no” al más puro estilo Aznar con dos copitas de más. Recogéis ideas de aquí y allá sin un discurso muy coherente y manipulando bastante la evidencia científica disponible, ya que de los innumerables artículos científicos que existen seleccionáis los que os convienen e ignoráis la inmensa mayoría que contradicen vuestros postulados. Dicho claramente, vuestro artículo me parece un caso paradigmático de cherry picking o falacia de las pruebas incompletas en el que movéis vuestra pelotita de trilero para que los lectores no se den cuenta de que el resto de los cubiletes están vacíos. Os pongo algunos ejemplos.
“No existen pruebas de que las medidas tomadas en la primavera boreal hayan sido efectivas, aunque haya trabajos que lo afirmen.” ¿De verdad escribís esta frase sin daros cuenta de que es una contradicción en si misma? Y citáis un artículo que es nada más y nada menos que un Nature, como si fuese una columnilla de opinión de cualquier charlatán del tres al cuarto. Un artículo que, por supuesto, contradice con datos bien contundentes vuestro discurso de que los confinamientos no son efectivos. Pues bien, aunque lo retratéis como un artículo anecdótico, aquí os dejo unos cuantos más en los que se demuestra que el confinamiento no sólo es efectivo (https://translational-medicine.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12967-020-02501-x , https://link.springer.com/article/10.1007/s40258-020-00596-3, https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0048969720320520) sino que cuanto antes se lleve a cabo, mejores pronósticos hay: https://www.bmj.com/content/370/bmj.m2743. Y esto son sólo unos pocos de la plétora de artículos disponibles al respecto.
Más incorreciones de vuestro texto: confundís la relación causa-consecuencia de las medidas adoptadas. Un ejemplo: “la suma de decesos por Covid-19 y por otros virus respiratorios no supera a la del año pasado, cuando no había pandemia.”. Aunque en esta frase en si misma hay trampa, porque ya sabemos que la cuantificación de las bajas está siendo un despiporre, podría estar de acuerdo con ella. Pero aunque lo que dice fuese cierto, el número de decesos sería el mismo DESPUÉS de haber aplicado las medidas de distancia social en el mundo entero. Es decir, SIN esas medidas, los datos habrían sido muchísimo peores. El moderado número de muertes ES CONSECUENCIA de las medidas adoptadas, esta es la verdadera relación causal. Cuidado, por tanto, con estas aseveraciones tan capciosas.
Otro ejemplo de retorcimiento de los datos de los que se dispone para adaptarlos a vuestra visión: las medidas adoptadas por diferentes países. Por lo que escribís, parece que deseéis la alternativa neoliberal del laissez faire confiando en la inmunidad de rebaño. Esta es la estrategia que intentaron seguir Estados Unidos, Reino Unido, Brasil…, países que están teniendo peores datos de morbilidad y mortalidad que cualquier otro lugar del globo y que tuvieron que echar para atrás estas medidas de “haced lo que os salga del tete” en cuanto vieron como aquello se iba de madre. Citáis también el caso de Suecia, que caen más majetes que los anteriores países por la socialdemocracia y tal… Pero lamento deciros que lo que se sabe de Suecia a día de hoy es que su modelo de gestión de la crisis hace aguas por todos lados cuando los datos se analizan con serenidad. El confinamiento light o incluso la ausencia de él podrían haber funcionado en Suecia, pero lamentablemente NO es así. Os dejo un par de artículos para ilustrar este punto (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32538831/ y especialmente https://theconversation.com/conviene-hacerse-el-sueco-con-el-coronavirus-147587). Aquí me gustaría comentaros un punto importante: como hace el último artículo, a Suecia habría que compararla con sus vecinos, los otros países escandinavos o Dinamarca, respecto a los cuales está bastante peor. Se debe hacer así ya que estas regiones comparten condiciones sociales, geográficas, climáticas, económicas y políticas que son muy diferentes de las existentes en otros países como los mediterráneos. Y por supuesto, las medidas que se tomen para cada caso no pueden ser directamente comparables. Obviamente, no es lo mismo establecer un confinamiento moderado en un país escandinavo, en el que ya de por si vivían con una distancia social considerable debido a su idiosincrasia cultural y sus condiciones climáticas, que en países como España, Italia y Grecia donde la actitud social es más cercana y existen mayor número de interacciones entre los habitantes. No PARECE tan efectivo el confinamiento en países que casi no reciben visitas de extranjeros ni constituye un nudo de comunicaciones aeroportuarias que en países como Reino Unido o España, que constituyen importantes enlaces entre América, Europa y Asia. No PARECE tan relevante el confinamiento en naciones que cuentan con buenos sistemas de atención primaria y que operan de forma precoz que sistemas sanitarios degradados como el de mayoría de los estados mediterráneos, duramente castigados por la crisis de 2008. No PARECE tan eficaz el confinamiento en países con una densidad de población muy moderada en comparación con países en los que hay mayor número de habitantes por kilómetro cuadrado (y en este punto hay que recordad que la transmisión del virus sigue una tendencia exponencial, así que aunque España sólo tenga 4 veces más densidad de población que Suecia, la tasa de transmisión puede ser muchísimo mayor). En fin, que no se pueden comparar churras con merinas. Por último, es por todas estas causas que países como EE.UU. y Reino Unido, los cuales impusieron las mismas medidas que Suecia (es decir, ninguna), obtuvieron datos desastrosos en el inicio de la pandemia y tuvieron que recular a mitad de viaje. Aunque permitidme subrayar de nuevo que a Suecia NO le está yendo muy bien que digamos, en contra de lo que queráis transmitir.
Por otro lado, los datos que se tienen por naciones refutan totalmente vuestra teoría del let it be: los países que mejor han controlado la pandemia son aquellos que, o tomaron medidas moderadas de forma muy precoz (caso, por ejemplo, de Nueva Zelanda), o aquellos que tomaron medidas más contundentes, restrictivas o autoritarias. Este último caso es el de la mayoría de estados del Lejano Oriente y del Sureste Asiático, en los que cualquiera hubiese pensado que el virus iba a correr como la pólvora. No ha sido así debido a medidas muy duras que aquí en occidente caracterizaríamos de draconianas, pero que no obstante han sido muy efectivas: confinamientos totales, rastreos por móviles como en Corea del Sur (con la consecuente violación de intimidad), aislamientos forzosos de los enfermos y expuestos, estigmas sociales y elevadas sanciones sobre actitudes arriesgadas o condenables… Ojo, el que diga que estas medidas funcionen no significa que las justifique. Por el contrario, me parece que Europa sí que está logrando un buen compromiso entre esas medidas tan autoritarias a la asiática y el fiestón neoliberal de sálvese quien pueda más relacionado con el mundo alglosajón.
Llegados a este punto, os tengo que recordad que una cosa es lo que dice la ciencia, que es imparcial ante nuestra sensibilidad, y otra cosa es cómo se aplique. Sabemos perfectamente que un confinamiento estricto 100% nazi sería lo más eficaz para combatir la enfermedad y hasta nos podríamos olvidar de diseñar la vacuna, ya que el virus se extinguiría al no encontrar nuevos hospedadores. Esto es un hecho científico. Otra cosa es el precio que deberíamos pagar por ese confinamiento (recesión económica, degradación del tejido social, problemas psicológicos, etc.) que en si también son hechos científicos. Lo que debemos hacer es buscar soluciones de compromiso que maximicen los beneficios y minimicen los perjuicios. Soluciones que, mucho me temo, deben ser aplicadas país por país, e incluso región por región, ya que cada localización tendrá sus características especiales que hará que algunas medidas sean más efectivas que otras. ¿Cómo evaluaremos la efectividad de estas medidas? Con ciencia, por supuesto.
Me tiraría escribiendo mucho más acerca de las medias verdades y maniobras argumentativas que hace vuestro artículo, pero voy a dejarlo aquí. Sólo me gustaría preguntaros una cosa: ¿cuál es vuestra opción para gestionar la pandemia? ¿Apoyáis la política del laissez-faire del mundo neoliberal? Quiero decir, os tiráis todo el artículo despotricando sobre las medidas que se han tomado, pero no ofrecéis ninguna alternativa razonable y que esté fundamentada científicamente. Como mucho, lo que se transluce es que apoyáis la política del laissez faire, algo que sí que es la cumbre del neoliberalismo y no el consultar a los expertos, como defendéis en vuestro texto. Por cierto, en este punto del artículo me habéis recordado a Pablo Casado cuando le dijo a Sánchez que “se estaba parapetando en la ciencia en vez de tener un liderazgo político”. ¿A quién le vamos a hacer caso sino a los expertos? En serio, me gustaría saber las medidas que adoptaríais ante la pandemia, creo que podría haber enriquecido bastante este texto. Que sí, que comprendo que va dirigido a soliviantar a los rojetes como servidor para que nos levantemos en armas contra el régimen, pero no por ello hay que dar la espalda a lo que dice la ciencia.
Un saludo.
PS: os parecerá también “autoritario” pero no puedo dejar de decirlo. Se dice y escribe LA Covid (es una enfermedad) y LA PCR (es una reacción). Lo podéis poner como queráis, of course, pero considerad por favor porqué le ponéis el determinante masculino.
El argumento de que Suecia hay que compararlo con sus países vecinos si que está trillado. En Suecia, solo Estocolmo y periferia tiene unos 2,5 millones de habitantes, nada más y nada menos que una cuarta parte de toda la población de Suecia. Según Tegnell Suecia es más parecida al Reino Unido que al resto de Escandinavia, donde la población está mucho más dispersa. En general, a países con medidas relajadas, sin mascarilla obligatoria ni confinamiento, no se puede afirmar que les haya ido peor. Por ejemplo, los seis estados de EEUU que no impusieron mascarillas ni cuarentena, tienen un exceso de muertes por todas las causas ¡5 veces menor! que la media nacional, y ¡3,7 veces menor! que sus estados vecinos. (ver a partir del minuto 21:00 https://www.youtube.com/watch?v=3ulZNagmHJk)
Las medidas tomadas por nuestros gobiernos siguiendo las directrices de la élite:
- Se han tomado tarde y no han servido. No han evitado la dispersión del virus y apenas han reducido el número de muertes causadas por el virus. Tampoco pienso que lo hayan pretendido, porque desde mayo hay una evidencia científica cada vez más abrumadora de que administrar vitamina D a la gente podía haber salvado muchos miles de vidas (pero se sigue negando su eficacia a pesar de que no implica ningún riesgo como se sigue negando la transmisión por aerosoles), y porque hasta un ignorante se da cuenta que las medidas se aplican cuando los contagios empiezan a aumentar y no cuando los contagios están en su máximo. Lo malo es que estas medidas ineficaces han causado otros muchos problemas, más graves que el propio virus.
- Se han desatendido otras patologías. Durante estos meses no ha existido más que el coronavirus. Incluso durante el verano se han aplazado operaciones aunque apenas había casos de covid. Hay un retraso de unos seis meses en la atención de otras patologías y esto mata y matará a muchos. Los protocolos seguidos han contribuido a la saturación del sistema sanitario. Suecia tiene menos UCIs por cada 100.000 habitantes y no ha sufrido saturación del sistema sanitario. No hemos visto que se hayan tomado medidas sanitarias para resolver estos problemas, las únicas medidas que hemos visto han sido las policiales.
- El aislamiento social promovido por las medidas mata: según un metaestudio de 2015, el aislamiento social (y por supuesto el confinamiento), aumenta la mortalidad en un 30%. https://www.fundacionfemeba.org.ar/blog/farmacologia-7/post/consecuencias-para-la-salud-de-la-soledad-y-el-aislamiento-social-44682
- La pobreza mata: según Naciones Unidas se han perdido 500 millones de empleos desde el comienzo de la pandemia, especialmente en países pobres. Cada uno de esos empleos, en la mayoría de los casos, mantenía a varias personas. La élite que está torciendo el brazo a los gobiernos para que apliquen sus medidas está llevando a cabo un ajuste brutal en unos pocos meses, cuando la responsabilidad de nuestros líderes era anticiparse al pico del petroleo y comenzar un cambio hace décadas. Se está abandonando a la gente a su suerte. La miseria, el hambre, los conflictos, los suicidios, las enfermedades... que va a causar esta destrucción del medio de subsistencia de más de mil millones de personas va a matar a mucha más gente que el coronavirus. Todos sabemos que hay que decrecer, pero hacerlo como se está haciendo, puede suponer un verdadero genocidio. Y la gente que está diseñando el modelo que vendrá, esa que dice estar muy preocupada por la vida humana aunque a lo largo de la historia ha sacrificado a millones por intereses económicos mediante guerras, explotación y agresiones de todo tipo, no está pensando en huertillos y permacultura, está pensando en drones, ejércitos, IA, 5G, ... No están pensando en una sociedad que vaya a salvar el mayor número de vidas posible, están pensando en una sociedad altamente tecnológica para unos pocos, y miseria y muerte para la mayoría.
Y muchos de los que sobrevivan a este colapso controlado van a desear no haberlo hecho, porque vivirán empobrecidos, en estados militarizados en los que todo lo que merece la pena en la vida va a estar prohibido, en los que los derechos fundamentales no van a valer nada y en los que tu vecino te va a denunciar por querer respirar un poco de aire puro. Pero ya será demasiado tarde, porque una sociedad manipulada se creyó muy solidaria apoyando a sus gobiernos, cuando estos los estaban metiendo en la olla para cocinarlos a fuego lento.
Como ya se decía en el informe Hirsch del Departamento de Energía de los EEUU, los riesgos pico del petróleo no tienen precedentes en la historia de la humanidad y podemos sobrar miles de millones de personas. Ese momento ha llegado y para los que llevamos tiempo estudiando el tema era evidente que cuando pasásemos el pico del petróleo, cuando llegase el momento de apretarse el cinturón de verdad, la élite iba a necesitar estados más autoritarios para manejar la situación, iban a tener que restringir la movilidad (el petróleo es el responsable del 95% del transporte) e iban a tener que reducir drásticamente la economía para que se fuese adaptando a la disponibilidad de recursos naturales (hay una relación lineal entre actividad económica y consumo de recursos energéticos). He fantaseado muchas veces en el pasado con esto. Ahora se está haciendo realidad. El problema es que no nos van a hacer participes de la construcción de ese nuevo modelo. No les interesa. Prefieren mantenernos en la ignorancia, haciéndonos creer que están haciendo lo que están haciendo para salvar vidas humanas, cuando nunca les han importado, para no tener que dar explicaciones. Difícilmente seremos participes de algo que no sabemos que está ocurriendo.
Hay que plantarles cara ahora. La segunda ola ya está remitiendo y la mortalidad por todas las causas en este periodo ha sido similar a la de una temporada de gripe ( https://momo.isciii.es/public/momo/dashboard/momo_dashboard.html#nacional ). También hay que tener en cuenta que algo de ese exceso se deberá al retraso de unos seis meses que hay en la atención de otras patologías. Seguramente no será necesaria la ansiada vacuna, aunque nos la intenten meter con calzador. La inmunidad se puede ver como: inmunidad por anticuerpos + inmunidad celular + otras condiciones ambientales. Somos mucho más inmunes de lo que dicen los estudios que se han hecho, porque la inmunidad celular juega el papel principal en el caso de este coronavirus. Además, la seguridad de las vacunas hay que testarla a medio y largo plazo, durante bastantes años. Pretenden ponernos una vacuna experimental sin que su seguridad esté garantizada y cubriéndose (las farmaceúticas) legalmente para que luego no podamos pedirles responsabilidades. Los daños causados los pagarán los estados, es decir, nosotros (con nuestro dinero y con nuestra salud). No se la quieren poner ni los médicos (minuto 20:50 del vídeo https://www.youtube.com/watch?v=iHYuVfb18_0).
En algún momento tendremos que parar y volver a la vieja normalidad aunque protegiendo a los más vulnerables. Porque siempre habrá investigaciones que lleguen a la conclusión de que acabar con el medio de subsistencia de la gente reduce los contagios, que el distanciamiento social reduce los contagios, que las cuarentenas reducen los contagios, que las mascarillas reducen los contagios,... pero hacen que la vida sea una mierda y no tienen en cuenta otras consideraciones mucho más dañinas para la sociedad que van a causar muchas más muertes que no haber hecho nada.
Nuestros gobiernos han seguido las directrices de organismos corruptos como la OMS, financiados en su mayoría por capital privado con intereses que desconocemos pero que intuímos. Tedros ha sido el primer director general de la OMS que no es médico, acusado de no haber informado de tres epidemias de cólera cuando fue ministro de Sanidad en Etiopía, y puesto en el cargo por personajes como Bill Gates (https://thegrayzone.com/2020/07/08/bill-gates-global-health-policy/). Siguiendo sus recomendaciones los estados han destruido su economía, y ahora necesitan ser rescatados. Son rehenes de la élite. Van a seguir su agenda. Nos han hecho "un Tsipras" a lo bestia.
Recientemente estuve leyendo las declaraciones de Conrado Giménez, presidente de la Fundación Madrina, una ONG que ayuda a madres e hijos en situación de miseria:
..“Hay falta de alimentos. Estamos desabastecidos y no sabemos qué hacer ante la escasez y el alto volumen de demanda. Antes de la pandemia atendíamos a cerca de 400 familias vulnerables al mes y ahora repartimos alimentos a 3.500 familias al día. Estamos desbordados y no hay donaciones suficientes”... Antes del verano venían todas las televisiones y en un momento determinado cortaron. Ya no nos compran este tema me decían. No podemos meterlo, no nos dejan grabar las colas del hambre porque nos han dicho de arriba que no se saque, me comentaban unos y otros... En la Fundación Madrina somos amortiguadores sociales de una situación de crispación y ruina. El Gobierno únicamente vende propaganda, ayudas que son temporales y precarias. No hay empleo y aquí ya vienen personas de toda condición y que jamás pensaron verse en una situación así”
https://www.lahaine.org/est_espanol.php/los-periodistas-espanoles-tienen-prohibido
Mientras tanto, tras declarar el estado de alarma y limitar los encuentros en domicilios a lo que son los convivientes entre otras limitaciones, 150 de nuestros políticos y demás elementos se iban de "sarao": https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/ministro-sanidad-acude-fiesta-150-personas-estado-alarma-vigente
La censura está a la orden del día y este gobierno pretende legislar para decidir qué es verdad y qué es mentira. La inmensa mayoría de los medios están siendo cómplices (por acción u omisión) de estas medidas tan dañinas para la sociedad.
¿Rendirán cuentas algún día o seguiremos aborregados?
Quién eres es magnífico tu comentario, me quito el sombrero en bucle
He conseguido llegar al final . Ni una sola propuesta , mucha gramática parda de butaca y ninguna idea nueva .Es muy fácil disertar sobre incertidumbres . Las UCIS están llenas
Excelente análisis. Fue un alivio leerlos ya que resumen mucho de lo que venido pensando estos meses, aún habiendo tenido el virus y habiendo sufrido la muerte de un familiar cercano considero que hay un evidente descaro de parte de Gobiernos autoritarios que se aprovechan de esta situación para ejercer todo el poder que estaban perdiendo desde hace algunos años como para resolver la crisis de "los extraños llamando a la puerta" como los definió Bauman.
No es causal que en este histórico y eterno confinamiento los grandes faraones contemporáneos no estén haciendo más que enriquecerse aún más y hacer crecer aún más sus emporios. Las grandes compañías dueñas del nuevo mundo digital - son 6 o 7 todos sabemos cuales - han comprado a los Gobiernos y son ellas las que gobiernan y ganan en todo esto. Mientras más encerrados estamos más utilizamos las apps, más vemos Netflix, más usamos face, insta, Amazon, etc etc.
Medidas hechas desde los ricos para los más privilegiados mientras tanto, a nadie la importa la gente que no puede confirmarse tan panchamente como lo hacen los que viven en Chalets de lujo como el propio Vicepresidente, que tan de izquierda dice ser.
Muy buen análisis, pero un artículo tan bueno no puede terminar con una frase igualmente tremendista, cayendo en la desesperanza.
”…Y si la izquierda consecuente no saca lecciones de su incapacidad para postular un modelo alternativo en la gestión de esta grave crisis, el futuro será desolador”
Supeditan un futuro "no desolador" a algo imposible.
Me explico, para mí les falta decir que el negacionismo que citan,
"el negacionismo de la muerte, el horror a morir” no entiende de derechas o de izquierdas. Las diferencias de actitud mental, perceptiva y de regulación emocional que adoptamos las personas ante las crisis tienen que ver con los diferentes niveles de evolución de la con(s)ciencia, no con que seamos, o nos creamos mejor dicho, de derechas o de izquierdas...
Quizá sea cuestión de ahondar en una definición de izquierda, como dicen, consecuente, pero nos perderíamos un poco…
Echada de menos una opción crítica hacia la crisis del Coronavirus desde la izquierda
Excelente y completo artículo aunque, creo, se queda corto en su crítica de las medidas totalitarias y desproporcionadas que sufrimos. Que en la era de internet haya podido acaecer tal disparate, cuando cualquiera puede investigar sobre la gravedad y la letalidad media de esta enfermedad usando medios oficiales, 0,10-0,27%, más baja que la de la gripe común, resulta perturbador. Pero esto, siendo importante, no es la base del problema.
Estas medidas autoritarias no estarían tampoco justificadas en el caso de una enfermedad grave, ya que parten de la desconfianza sistemática hacia el hombre común; presuponen además un conflicto entre la libertad y el sustento orgánico de la vida (autoritarismo) y niegan la libertad de conciencia.
Tratamos con una concepción del ser humano como mero ser biológico, despreciando todos sus otros aspectos. Se propaga también la oposición conceptual entre el individuo y el colectivo cuando, en realidad, se fundan uno en el otro.
En el caso de España la buena aceptación de las medidas draconianas procede no solo de la fascistización de la clase media desde el franquismo, sino del catolicismo cultural, que desprecia la libertad de pensamiento y se basa en el tormento y el sacrificio ante las dificultades de la vida. La vuelta de la Santa Inquisición.
El dolor y la perplejidad nos embargan a muchos ante tamaña arbitrariedad. La humanidad está enferma. No se habla en el artículo de los niños con mascarilla obligatoria en las escuelas y, además usando geles desinfectantes que pueden producir dermatitis para toda la vida. De los empleados obligados a trabajar con mascarilla. De las policías con poderes extraordinarios y sus abusos.
Gracias a los autores por el texto ya que, muchos que compartimos su ideología, nos vemos abandonados en estos días extraños y temibles. Destaco dos párrafos a continuación:
"Que se haya descartado la posibilidad de proteger a la población vulnerable como cosa imposible, creyendo al mismo tiempo que sería posible proteger a toda la población, habla bastante a las claras de la pobreza intelectual franciscana y de la carencia de toda lógica en el debate público contemporáneo. "
"Desde el momento en que las fuerzas de izquierda no supieron oponerse frontalmente a la estrategia sanitaria dominante, y asumieron el discurso de que estamos ante una epidemia cataclismática frente a la que hay que adoptar medidas extraordinarias, la defensa de las libertades ciudadanas fundamentales se vio debilitada."
"Que en la era de internet haya podido acaecer tal disparate, cuando cualquiera puede investigar sobre la gravedad y la letalidad media de esta enfermedad usando medios oficiales, 0,10-0,27%, más baja que la de la gripe común, resulta perturbador".
De hecho, bastaba con escuchar a Trump.
Alguno de ustedes ha perdido a
Sus padres viendolos como se ahogaban ??? Alguno ha pasado 15 dias en la uci ? Le aseguro que es tremendo lo que estoy pasando y espero no les toque ni pasar esto ni ver a gente que se rie de esta situacion
Nadie se ríe de esta situación.
O no leíste la nota o estás ciega. Nadie niega la importancia ni lo dramático de la situación pero no podemos escondernos abajo de la cama como niños porque no somos niños, aunque así nos quiera el Papá Estado.
Tienes razón, es mejor morir consumiendo o contagiar a otros para que mueran como quieren los titos fondos buitres y las titas grandes empresas libertarias. :D
Me parece un artículo tan largo como excesivo en algunas de sus afirmaciones o conjeturas. De hecho, la mayor parte del texto es eso, una conjetura en torno a la aceptación y vinculación de unas medidas que, evidentemente, tienen un cariz autoritario sobre el que debemos reflexionar y mantenernos en una postura crítica, pero que, desde luego, para bien o para mal, están respaldadas en criterios sanitarios. En cuanto a la Declaración de Barrington, que se nombra en el artículo, como muestra de la existencia de otras posturas científicas respecto a las medidas de confinamiento, lean este que les adjunto, donde se analiza el trasfondo ultracapitalista y socialdarwiniano que hay detrás de determinados enfoques.
https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/busqueda-inmunidad-rebano-disparate-financia-mala-ciencia_129_6316811.html
https://kaosenlared.net/nemesis-medica-el-coronavirus-la-pandemia-y-la-espiral-iatrogenica/
Sencillamente ¡gracias! Si el mismo sentido común que rezuma este texto tomara las riendas de esta situación, no nos veríamos obligados a este abismo al que nos están empujando y se ramifica descontroladamente hacia todas las capas y subcapas de una sociedad que enferma a pasos agigantados y no precisamente por el virus.
Sentido común poco , y mucho dato tergiversado . Decir que no se saturaron las UCIS en primavera es jugar muy muy muy sucio
La sociedad española está muerta, ochenta años de descerebramiento es lo que tiene: Que fabrica zombis ultraindividualistas.
Echadle un ojo a esto: https://www.elsaltodiario.com/sanidad/la-farmaceutica-organiza-un-acto-con-el-ministro-de-sanidad-salvador-illa-para-trazar-las-lineas-de-la-sanidad
EXCELENTE análisis, lo mejor que he leido en EL SALTO DIARIO en muchos años. Las conspiraciones existen, son reales, están detrás de todos los conflictos bélicos. Estoy cansado de que mucho "posmo" se ría de la gente que habla de Gates, Soros o los Rothschild, descalificando con el adjetivo de "magufos"
Ni se llama Roschild, ni se llama Gates ni se llama Soros, se llama Capitalismo y no es ninguna conspiración , es el sistema que la izquierda dejó de criticar hace muchos años.
Muy buen análisis. Me resulta interesante esa vinculación de la reacción autoritaria de las élites y el afán de que negar la muerte de los tecnooptimistas. Gracias
Profunda, lúcida y amplia esta reflexión de los dos autores; necesitamos perspectivas de gran alcance que vayan iluminando desde diversos puntos de vista lo que está ocurriendo, una verdadera debacle de la civilización occidental y de esos valores del cuidado y de la convivencia comunitaria que de alguna manera se llegaron a construir a partir del fin de la segunda guerra mundial en Europa. Es impresionante el silencio de la izquierda, y la historia le devolverá la responsabilidad. Pero, efectivamente, el tema de la salud nunca ha sido tratado con profundidad, excepto en autores sueltos como, en los años '70, Ivan Illich, cuyos ensayos sobre este tema tendremos que volver a estudiar. Gracias a los autores y a El Salto.
Aquí un artículo reciente sobre Illich y la salud en relación al covid https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/nemesis-medica-en-la-era-del-coronavirus
Muchas gracias a los autores por este claro y ordenado apelo a la razón. Es realmente brutal lo que está ocurriendo y la templanza necesaria para restituir el sentido común se nos escapa a muchos que vivimos esto al borde del colapso... gracias de nuevo. Aquí un articulo anterior con argumentos muy similares, aunque sin poder evitar el cinismo
https://www.chiapasparalelo.com/opinion/2020/05/el-asunto-covid-19-como-metafora-de-la-modernidad/
El artículo es interesante para debatir pero no va más allá
En lugar de dedicar tanto tiempo en decir más o menos que las medidas son dictatoriales si entrar más a fondo en ver el porque, se podía haber investigado y propuesto otras formas de actuar y explicar los objetivos
Lo primero que hay que plantearse es si queremos parar la transmisión del virus porque en función de eso, se actuará de una forma u otra También hay que tener en cuenta que no somos Suecia
Magnífico análisis, para mí de los más acertados acerca de la situación real y la desorientación de las izquierdas en ella. Enhorabuena
El artículo enlazado al hablar de como los confinamientos de primavera no fueron efectivos, afirma precisamente lo contrario. Dice que en los 11 países analizados se salvaron 3 millones de vidas.
Me parece muy grave que en este medio se permita este tipo de desinformación.
¿No se revisan los artículos antes de publicarlos?
Podemos que no hay evidencia concluyente. Con eso queremos decir que hay estudios a favor y en contra. Como somos científicos hemos puesto citas en ambos sentidos para que el lector decida su opinión. Somos partidarios del debate y como ves hemos leído todas las perpectivas
Veo que se ha rectificado, me alegro, pero me parece que revisar las referencias debe ser un trabajo previo.
Podemos que no hay evidencia concluyente. Con eso queremos decir que hay estudios a favor y en contra. Como somos científicos hemos puesto citas en ambos sentidos para que el lector decida su opinión. Somos partidarios del debate y como ves hemos leído todas las perpectivas
Lee bien se ponía esta cita como ejemplo de los que opinan que si han sido efectivos. Seleccionamos este articulo porque es de los más citados por los que defienden vías autoritarias y represivas para afrontar la pandemia. como porque es un poco absurdo si alguien es medianamente inteligente,¿como una medidas van a salvar 3.000.000 de vidas si el virus en 8 meses ha producido 1.100.000 muertes, por mucho que fueran efectivas es una cifra ridicula
No. Se ha rectificado y cambiado el texto tras mi comentario. Antes decía que había estudios que ponían en duda la efectividad del confinamiento y se enlazaba este artículo.
Un artículo interesante e innovador con respecto a todo lo que se ha publicado. Desnuda a la inacción de las izquierdas anticapitalistas, aunque no todas , habría que exceptuar algunos colectivos anarquistas que se han opuesto desde el principio al discurso y a las medidas oficiales . De obligada lectura el artículo del Doctor Jose R. Loayssa y Petrucceli-
Los anarquistas están saliendo a la calle en masa en Italia, ¿PERO EN ESPAÑA?
Alguno de ustedes ha perdido a sus padre y madre entubado ? Alguno de ustedes ha pasado 15 dias jugando contra la vida y la muerte en la uci?? Yo si. Y es muy triste leer estas cosas, Ojala no tengan que pasar por eso.
Yo tambien lo he perdido, y concuerdo con lo que dice el articulo por la parte que me toca como investigadora que ha trabajado junto a personal sanitario.
Yo sí. Y no era de covid. Simplemente le dieron morfina para que se durmiera hasta que murió, porque no la podían atender, porque atendían a los de covid. ¿Que?. ¿Nos ponemos a discutir?
Se lo he oído a varios conocidos negacionistas y me recuerda sospechosamente al clásico "la manifestación no me dejó llegar al hospital". En cualquier caso, que mueran los de la Covid, no?
Menudos anarquistas de chichinabo que salen a la calle cuando el papá estado no les deja ir al bar ni ar furbor, pero se quedan en casa viendo la ultima de netflix mientras les quitaban camas hospitalarias para todos y se las regalaban a sus hermanos libertarios de cualquier aseguradora.