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Diccionario de la Posverdad
De la desinformación a la posverdad
Se habla con frecuencia de desinformación para referirse a los diversos modos en que la información llega distorsionada, fragmentada, o simplemente falsificada a los destinatarios. En el mundo del periodismo y la comunicación se ha generalizado el uso de este término. Concretando más, se distingue entre información errónea, desinformación y malinformación o propaganda. Y se recuentan hasta siete modos de desinformación o información que conduce al error o al engaño. En estos últimos casos hay siempre una voluntad de informar inadecuadamente. Y esto puede hacerse por medios muy distintos (contenido engañoso, contenido impostor, contenido fabricado, falsas conexiones, contexto falso, contenido manipulado) y con objetivos muy diferentes, desde influir en el voto de un ciudadano hasta ganar dinero o intentar ganar una guerra. Pero la desinformación siempre es parcial y con frecuencia reversible.
Diccionario de la Posverdad
Posverdad Propaganda
Posverdad “filosófica”
En los ámbitos filosóficos se sigue utilizando el término posverdad. ¿Qué relación tiene con la desinformación? De entrada puede decirse que la posverdad es una consecuencia de la generalización voluntaria y mecanizada de la desinformación. La cantidad, decía Hegel, puede convertirse en cualidad. Un ejemplo: un pequeño número de árboles no constituye un bosque. Pero si se va aumentando paulatinamente el número de árboles llega un momento en que lo que se tiene es un bosque. La diferencia es que un bosque tiene características que son cualitativamente distintas de las que tiene un ejemplar de árbol. Por ejemplo la constitución de un ecosistema con capacidad de influencia en el medio hidrológico, en la regulación del carbono y en la biodiversidad.
La posverdad es una consecuencia de la generalización voluntaria y mecanizada de la desinformación
La verdad en entredicho
Algo parecido ocurre con el paso de la desinformación a la posverdad. La difusión de una noticia falsa, o incluso de muchas noticias inexactas no llega a constituir una impugnación del valor de la verdad. Siempre ha habido divulgación de falsedades, distorsiones y mentiras. Pero la maquinización de esta difusión y su presencia pública ha hecho que el conjunto alcance tal envergadura que ha desbordado incluso el ámbito del periodismo profesional.
Con ello se ha pasado en diversos ámbitos públicos del carácter excepcional y ocultable de la información falsa a una “normalización” de la distorsión o la manipulación de la misma. De este modo se ha ido generando respecto de la verdad cierta desconfianza en los medios de difusión de información ante la incapacidad para distinguir la información verdadera de la que no lo es. Se ha generado escepticismo general subyacente en relación con la fiabilidad de las personas y los medios que distribuyen información. Y se ha producido con todo ello un importante desapego respecto al valor mismo de la verdad.
Se instaura una falta generalizada de compromiso con el valor de la verdad en cuanto idea reguladora de la acción cotidiana
A la vista del funcionamiento y a veces “éxito” de informaciones manipuladas se cuestiona no sólo la veracidad de uno u otro medio de información sino que se instaura una falta generalizada de compromiso con el valor de la verdad en cuanto idea reguladora de la acción cotidiana. Estos rasgos de desapego, escepticismo, desconfianza y falta de compromiso no son ya características de alguien solamente desinformado. Esta situación de profunda ruptura interna con la verdad ha de llamarse “posverdad”.