Opinión
Nadia Calviño y Christine Lagarde: vicios, riesgos y disparates
No hacía ni dos meses que había caído Lehman Brothers y la economía mundial se hundía cuando el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, publicaba un artículo en The New York Times (traducido y publicado poco después por El País) con el título La economía de la depresión. El economista presenciaba perplejo la tímida reacción de la Reserva Federal Estadounidense (FED) y la moribunda Administración de George W. Bush ante un derrumbe de los mercados y de la economía en general. Doce años después, nos encontramos ante una nueva situación que nos lleva a asomarnos a esa misma depresión y los organismos internacionales y gubernamentales están mostrando la misma timidez.
La economía de la depresión, según el Nobel, es ese estado en el que los instrumentos habituales de la política económica (en especial la capacidad de los bancos centrales para bombear la economía mediante recortes de los tipos de interés) han perdido su fuerza y se vuelven insuficientes. En este punto, explicaba Krugman, es en el que “las reglas normales de la política económica ya no son válidas, donde la virtud se convierte en vicio; la cautela es un riesgo, y la prudencia, un disparate”.
Pues ese es el punto exacto donde nos encontramos ahora mismo. Y no solo me refiero a la crisis a la que nos puede empujar el coronavirus, sino a la de 2008. Desde que en 2012 Mario Draghi pronunciara el famoso “haré lo que sea para salvar el euro”, la inyección de capital en la economía mes a mes y los tipos de interés mínimos —Quantitative Easing (QE)— han sido las únicas herramientas para mantener la economía a flote, pero no para curarla. El covid-19 ha demostrado que la economía está enferma y que cualquier shock pone en peligro al sistema entero.
Los “200.000 millones” quedan muy bien como eslogan político, pero la realidad es que la mitad son avales y que es totalmente insuficiente
El problema viene cuando la predecesora de Draghi, Christine Lagarde, o ministerios de Economía como el de Nadia Calviño intentan usar las mismas tímidas e inservibles recetas. Los “200.000 millones” que anunció Pedro Sánchez quedan muy bien como eslogan político, pero la realidad es que 100.000 millones son avales, o sea, que se avalarán préstamos que se pidan a bancos (los que siempre pillan parte del pastel del negocio de “solucionar crisis”). 10.000 millones serán para préstamos ICO, 2.000 millones para asegurar exportaciones y 83.000 millones serán de “inversión privada”, una cantidad que ni Sánchez ni el real decreto explican de dónde sale. Las medidas son insuficientes porque no invierten e inyectan casi nada de dinero en sostener una economía que sufre tanto un shock de la oferta (empresas cerradas y desabastecimiento de piezas de otros países, principalmente China), con un shock de demanda (paralización del consumo en general, pero más bestia en sectores como el turismo). Las medidas para “sostener” la economía y a las familias que contempla el decreto son buenas (a falta de cobertura a autónomos y personas que tienen que hacer frente a su alquiler), pero son eso, para sostener. Esta crisis necesita medidas diferentes a las que se han tomado desde 2008, porque no podemos permitirnos salir de esta con un sistema económico global más débil todavía.
El vicio de mantener el déficit
La Unión Europea parece no saber ni dónde está metida. La obsesión por el déficit sigue haciendo estragos incluso en una situación tan excepcional como en la que estamos. Los países del Eurogrupo han decidido aumentar en un 1% el déficit, o sea que le desfase entre gastado e ingresado solo pueda aumentarse en unos 10.000 millones, y que se avalen y se den concesiones fiscales por un 10% del PIB, los 100.000 millones en avales que se incluyen en el real decreto presentado por Sánchez.
Nos encontramos ante una situación extraordinaria que exige medidas extraordinarias, y el Gobierno de Pedro Sánchez y las medidas de Nadia Calviño muestran pleitesía a los mandatos de Bruselas y lo único que hace es alejarse de la senda del déficit lo que tímidamente le permiten.
Calviño y Lagarde deben abandonar el vicio de controlar el déficit o abandonar sus puestos de poder
El riesgo de la cautela
La cautela de Calviño y Lagarde para tomar medidas de estímulos masivos nos ha colocado en un punto de riesgo mucho mayor
El disparate de quedarse cortos
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