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Coronavirus
Las epidemias: viejas causas, nuevos escenarios y futuros desafíos
El estudio histórico de las epidemias nos muestra que su transmisión e impacto están muy ligados a las condiciones sociales donde ocurren, y actualmente este lugar es el mundo entero.
David Garcia Casas es doctor en Arqueología por la Universitat Autònoma de Barcelona y actualmente trabaja como investigador posdoctoral en el Instituto de Ciencias del Patrimonio, centro de investigación del CSIC. Artículo publicado originalmente en catalán en Catarsi Magazin. Traducción del mismo autor.
Las bacterias y los virus pueden estar presentes en todos los seres vivos. Existían con anterioridad al Homo Sapiens, y nuestra especie convivió con ellos desde el principio. Pero el inicio de su transmisión cíclica por causas sociales lo podemos situar en el Neolítico, cuando las sociedades humanas adoptaron la agricultura y la ganadería como formas de vida. Este proceso empezó hace entre 10 y 12 mil años en el Próximo Oriente y a Europa llegó “importado” de allá unos milenios después; paralelamente, se desarrolló también en otros lugares del mundo, como China o Centro y Sudamérica. Los cambios que comportó el paso de sociedades cazadoras-recolectoras a ganaderas y campesinas son muy extensos. Por la temática del artículo me centraré en dos de sus efectos.
El primero tiene que ver con la adopción de la ganadería. Al gestionar socialmente la reproducción de los animales y convivir continuamente con ellos, los grupos humanos y las diferentes especies domesticadas se transmiten mutuamente los microorganismos que llevan consigo. El segundo efecto del Neolítico que nos interesa es el aumento de los intercambios entre poblaciones, que de esporádicos pasan a ser regulares. Esto permite la transmisión de los virus y bacterias de origen animal adquiridos entre grupos humanos que viven alejados entre sí. Es aquí donde podemos situar el origen de las epidemias. En los siguientes milenios estos fenómenos se volvieron más frecuentes a medida que aumentaba el comercio y aparecían los mercados. Hay que mencionar también la aparición y crecimiento de las ciudades, espacios donde un gran número de humanos y también animales conviven en superficies reducidas, facilitando dichas transmisiones a mayor intensidad que en entornos rurales, donde la densidad de población es más baja.
El concepto de contagio se conoce desde como mínimo el siglo XV, así como las causas sociales que lo provocaban, sin embargo, las causas biológicas no se empezaron a vislumbrar hasta el siglo XIX
Se podría hablar largamente de las epidemias en el mundo clásico y durante la Edad Mediana. Uno de los primeros ejemplos mencionados en las fuentes escritas son las enfermedades que llegaron a la Atenas clásica el 430 a. C, procedentes de Etiopía, matando a gran cantidad de ciudadanos, entre los que se encontraba el famoso legislador Pericles. Otra de las pandemias históricas más conocidas es la famosa Peste Negra de 1348, que llegó desde China a los puertos europeos y que, según algunos historiadores, mató a la tercera parte de la población europea.
El concepto de contagio se conoce desde como mínimo el siglo XV, así como las causas sociales que lo provocaban (hacinamiento de la población, pobreza, carencia de higiene...); sin embargo, las causas biológicas no se empezaron a vislumbrar hasta el siglo XIX con el desarrollo de la medicina moderna. Por ello, las medidas preventivas se centraban más en evitar la transmisión que en curar a la población convaleciente. Se sabía que limitando o impidiendo la circulación de las personas se podía aislar la enfermedad en una ciudad infectada, o resguardarla si todavía no había entrado y evitar su propagación. Cuarenta días era un consenso bastante establecido sobre cuánto tenían que durar estos confinamientos (de aquí la palabra cuarentena). No parece haber detalles sobre si existían también restricciones a la circulación por las calles del interior de las poblaciones. También existían instituciones como los hospitales, mantenidas mayoritariamente por la iglesia, a veces, con la participación de las instituciones. No obstante, en época medieval y moderna eran más lugares donde ir a morir que a sanarse. En general, cuando alguien entraba, no se esperaba que volviera sano a casa.
Me excuso por el carácter eurocéntrico en este artículo, ya que puede desprenderse de su lectura que el resto del mundo exporta enfermedades hacia Europa; de hecho, la historia de las exportaciones de enfermedades y sus efectos como parte otros fenómenos de colonialismo merecería un artículo aparte. Un ejemplo sería la transmisión de virus y bacterias desde el Viejo Mundo hacia América, que corre paralelo a su conquista y expolio. También me excuso por omitir por las epidemias que han tenido lugar durante el siglo XX y XXI en países no europeos.
La última gran pandemia que afectó fuertemente a los países europeos antes de la Covid-19 fue la gripe mal llamada ‘española’. Debido a que España se mantuvo neutral durante la Primera Guerra Mundial, su prensa informó abiertamente de la epidemia sin la censura que había en los países beligerantes y, por lo tanto, la opinión pública mundial terminó creyendo que esta provenía de la península. Realmente, la epidemia se originó en los Estados Unidos y fue transmitida por los soldados destinados al frente de batalla. Se pueden observar algunos paralelismos con la actual crisis sanitaria: colapso de los servicios sanitarios, muertos entre el personal médico por contagio, cierre de escuelas y universidades, llamamientos a evitar las concentraciones multitudinarias.... y la burguesía abandonando la ciudad. Uno de los hechos más interesantes para su estudio es que se pueden repasar las publicaciones de la prensa de sindicatos obreros, donde se indicaba que no podían esperar que el Estado resolviera sus problemas, a la vez que se hacían llamamientos a luchar por unas condiciones higiénicas y de seguridad en los puestos de trabajo, así como por la instalación de servicios sanitarios públicos en todos los pueblos y ciudades.
Contigo empezó todo
La brutal pandemia que no detuvo al movimiento obrero
La lucha social siguió adelante pese a la gripe de 1918, que causó la muerte de más del 1% de la población española.
¿Qué hay de nuevo en la pandemia actual?
Una de las principales diferencias en comparación con otras epidemias históricas es la mortalidad, que a pesar de todo sigue siendo baja en comparación con otras epidemias históricas, cuando los muertos se contaban por millones. Sin duda, los adelantos en la ciencia médica han contribuido a rebajar las mortalidades catastróficas, pero no es esta la única explicación. Actualmente existen sistemas públicos de salud que garantizan el acceso a toda o a la mayor parte de la población. No abordaré las distintas maneras de contar los infectados, pero la tasa de mortalidad según el país no depende únicamente de factores biológicos del virus, sino de la capacidad de los hospitales para tratar simultáneamente grandes cantidades de enfermos.
En los países con sistemas sanitarios privados, la mortalidad es mucho más elevada entre la población que no tiene acceso y los hospitales colapsan rápidamente por su poca preparación
En la actual pandemia, cuantas más camas hospitalarias, más plazas de UCI y más personal médico existen por habitante, más pacientes pueden ser tratados simultáneamente, lo que favorece una mortalidad baja. Cuando estos recursos son insuficientes, la mortalidad se empieza a disparar. En los países con sistemas sanitarios privados, la mortalidad es mucho más elevada entre la población que no tiene acceso y los hospitales colapsan rápidamente por su poca preparación cuando se trata de atender a grandes cantidades de pacientes simultáneamente. La existencia de una sanidad pública es una ventaja respecto a otras epidemias del pasado y hay que valorarla como elemento clave para reducir al mínimo el número de muertes en una crisis sanitaria.
Otra de las diferencias en la covid-19 es la velocidad con la cual se expande. Si la Peste Negra de 1348 tardó años al llegar de China al puerto de Marsella y todavía se demoró unos años más al propagarse por Europa, la covid-19 se ha transmitido en menos de dos meses desde su brote originario en Wuhan hacia Europa y en pocas semanas más ha llegado al resto del mundo. Aunque el virus SARS-CoV-2 puede presentar características que facilitan su propagación, esta rapidez solo se explica por el actual flujo constante de mercancías y personas sin precedentes en cantidad y tiempo en el mundo. Pero la actual globalización neoliberal no solo ayuda a la transmisión del virus, también es responsable de sus orígenes.
Sabemos que existe una desregulación en los intercambios económicos a escala mundial donde quien decide son solo los “mercados” o grandes multinacionales, que condicionan cómo se produce en cada país. Una de sus consecuencias en el sector primario es la concentración de la actividad en explotaciones intensivas. A pesar de que se afirma que el virus proviene de un murciélago, su propagación inicial se puede explicar mucho mejor por las condiciones en que se encuentran los animales de las macroexplotaciones ganaderas que a causa del exotismo de los mercados locales orientales. En estas megagranjas, presentes sobre todo en China y Australia, se crían decenas de miles de animales en espacios muy reducidos. Este artículo describe más más extensamente este tipo de explotaciones agrícolas y los problemas que generan en los ecosistemas. Cita por ejemplo la Mudanjiang City Mega Farm, donde se encuentran hasta 100.000 vacas amontonadas en espacios muy reducidos. Las condiciones de hacinamiento de los animales y la enorme pérdida de biodiversidad con la desaparición del pastoralismo y la agricultura tradicional favorecen la aparición y transmisión de nuevos virus. Se trata de bombas de relojería de nuevas epidemias, pero las corporaciones propietarias tienen unos beneficios tan altos que calculan este riesgo como asumible.
Crisis climática
¿Y si la ganadería fuera parte de la solución?
La ganadería puede representar un beneficio incalculable o una amenaza letal en el contexto de la crisis climática.
Como ya sabíamos, la globalización neoliberal tiende a concentrar la riqueza en muy pocas manos, mientras mundializa la pobreza y las consecuencias negativas del crecimiento económico. Pero ahora hemos podido comprobar también que socializa las pandemias a escala planetaria.
Reflexiones para el futuro
Esta relación entre globalización y catástrofes es y será utilizada por varias corrientes políticas que pretenden hacer marcha atrás en un sentido u otro, es decir una desglobalización. De todos modos, esto no es realmente posible tanto en su vertiente más nacionalista (veamos la doctrina Trump, por ejemplo), como en su formulación primitivista de retorno a un estado natural ideal. La historia no da marcha atrás: por un lado, es difícil construir muros lo suficiente altos para contener los efectos del modelo de expansión económica neoliberal sin límites, por otro lado, la puesta en práctica parcial de políticas de retorno a una vida rural idealizada podría empeorar aún más las condiciones de vida de las clases sociales urbanas más desfavorecidas que no cuentan con los recursos para poder cambiar su modo de vida de la noche a la mañana.
Por lo que se refiere al ámbito de los Estados, ha quedado claro que los sistemas públicos de salud son las principales defensas ante nuevas mortalidades catastróficas. Pero se trataría del último escudo, las causas que pueden desencadenar nuevas pandemias son globales y no basta con focalizar la acción en el ámbito local. En este sentido, vuelven a cobrar rabiosa actualidad las reivindicaciones de una agricultura y alimentación justas producidas por explotaciones sostenibles social y ecológicamente. Sin embargo, las pandemias no son las únicas consecuencias de una globalización descontrolada. Tenemos también, como mínimo, las posibles catástrofes provocadas directa o indirectamente por el cambio climático sumado a la velocidad récord con la que se van a propagar. Por consiguiente, la investigación científica para prevenir y actuar no es una opción sino una necesidad para el conjunto de la sociedad.
El éxito a la hora de afrontar los problemas del futuro estará en buena parte relacionado con el papel de la ciencia en la sociedad y de que esta sea realmente pública. Del mismo modo que las tasas de mortalidad de las pandemias se relacionan con el acceso a los sistemas públicos de salud, también la predicción y contención de futuras catástrofes ambientales dependerá de cómo la sociedad en su conjunto pueda acceder y beneficiarse de la investigación científica. La interdependencia creciente entre países, así como el alcance mundial de los fenómenos sociales, requieren que la ciencia no esté orientada en un único país, sino a escala planetaria, superando las fronteras nacionales y avanzando hacia una globalización del conocimiento.
El estudio histórico de las epidemias nos muestra que su transmisión e impacto están muy ligados a las condiciones sociales donde ocurren, y actualmente este lugar es el mundo entero. Sería iluso esperar que el progreso tecnológico de por sí pueda evitar futuros episodios de pandemia. El origen, transmisión y mortalidad de nuevas catástrofes dependerá en gran medida de cómo se gobiernan las sociedades y se gestionan sus recursos y si continúan orientadas hacia el beneficio a cualquier precio o si se consigue reorientarlas hacia el bien común y la protección equitativa de la población en su conjunto. Por lo tanto, una de las batallas colectivas en el futuro será decidir si los adelantos científicos sin precedentes de los últimos siglos se siguen utilizando en una competición autodestructiva para la especie humana o se dirigen a mejorar las condiciones de vida de las personas recuperando la noción de progreso colectivo en un ecosistema socialmente sostenible, como no puede ser de otra manera.
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La peste negra de 1348 se extendió bastante más rápido de lo que se desprende de este artículo de opinión. Habiendo entrado por el mar Negro y después por los puertos italianos en 1348, se había extendido por toda Europa en 1352. Eso contando, un transporte muy limitado, en el que la movilidad de las poblaciones era super local. Por otro lado, como apuntaba uno de los comentarios, no se pueden hacer comparaciones tan alegre entre epidemias del pasado (con modelos miasmáticos) con las epidemias de los últimos siglos dominados por la medicina occidental de tipo bacteriológico. Aunque como indica el propio autor del texto, lo relevante son las condiciones sociales y ambientales en el que se desarrollan las enfermedades.
Gracias David por compartir tus reflexiones y conocimientos. Excelente artículo.
El artículo expone algunos elementos interesantes en cuanto a la importancia de las condiciones sociales en las que se desarrolla un proceso de enfermedad. Pero el presentismo que lo domina es patente, a la par que la creencia a pies juntillas en los modelos de medicalización masiva. La comparativa de las llamadas pestes atenienses o de la peste negra de 1348 con la teoría biologicista moderna es lamentable, fruto de una visión presentista de analizar el pasado. El autor se descarga de eurocentrismo con buena razón, pero cae en una visión positivista de manual, digna de los mejores historiadores decimonónicos. Imagino que su perspectiva arqueológica y de buena parte del gremio de mirarse de igual a igual con las Ciencias Exactas y Experimentales le delata en la aproximación. Querido colega, el covid 19 no cumple ni el más mínimo concepto de pandemia en sentido moderno bacteriológico y hegemónico, aunque si que lo cumple en el nuevo modelo de pandemia postmoderna con unas dosis de propaganda y totalitarismo político-cientificista que aletarga a la mayoría de la población a base de dosis masivas de miedo.