Salir del armario, meterse en el palio: sentimiento cofrade y disidencias

Nace en Sevilla el Proyecto Palio, un colectivo disidente que se ha “propuesto liberar la Semana Santa de su secuestro”.
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Dibujo realizado por Bernar durante el Lunes Santo.

A finales de los años 70, el artista y referente queer sevillano Ocaña recrea la procesión de La Macarena en el centro de Barcelona. No le faltaba un perejil: sus nazarenos, su palio y su buena saeta cantada por él mismo. Salía a flote, a la luz, a la modernidad de la época, una realidad histórica, de las que de verdad importan, de la cotidianidad: el fervor a la Semana Santa de las disidencias. Donde muchos vieron en la época, y aún hoy en los comentarios del vídeo de YouTube de la pieza se puede apreciar, una burla, una crítica al sentimiento religioso, es un homenaje y un modo de reflejar la misma pasión que desde pequeños han pasado por el cuerpo de estas disidencias.

La teórica feminista andaluza Carmela Borrego Castellano recoge esta realidad en su libro Encarnando el territorio: feminismo(s) andaluz (es): “Recuerdo que había maricas detrás de las Vírgenes en Semana Santa. Detrás de las vírgenes solo van mujeres. Elles también ocupan esos espacios mirando al frente. Las vírgenes como lugares de mezcla, espacios no mixtos para mujeres y disidencias”. Esta idea la expresa hecha carne Belial, drag andaluza, en el cortometraje Mi Arma: “Muchas personas LGTBI en la adolescencia hemos huido de este mundo simbólico porque para nosotros ha sido algo que nos ha oprimido, se ha utilizado desde el discurso religioso y fascista a las maricas. A mí me ha costado mucho tiempo de todo lo que me estaba perdiendo y he podido reencontrarme y reconciliarme con eso”.

Dentro de estas transgresiones, encontramos también a cuadrillas de mujeres como las del Cristo del Trabajo en Granada o de la Virgen de las Angustias en Morón De La Frontera (Sevilla).

“Lo que queremos es darle visibilidad a todo aquello que no lo tiene en el mundo cofrade, sobre todo teniendo en cuenta la figura de la mujer y de las identidades y orientaciones sexuales que no son la del señor hetero,cis y de apariencia creyente. Para visibilizar que hay otras realidades que de hecho no son nada minoritarias”, Grecia, parte del Proyecto Palio

Experiencias como estas, y las propias carnes que tantas horas cofrades han pasado sintiéndose una alienígena en medio de las bullas, es lo que late detrás del proyecto Palio que llega “embebesio de sentimiento cofrade, pero sin traje, gomina ni género que lo encorsete”, según reza su manifiesto. Este colectivo de disidencias cofrades piensa que la Semana Santa está secuestrada y “tiene mucho que decir desde una jartá de lugares diferentes al del discurso normativo y oficial”. Porque más allá del capillismo oficial, del capilla por derecho con gomina que se memoriza el llamador, botellín en mano, mientras su mujer prepara torrijas y potajes, hay una cartografía de emociones populares, un misticismo disidente que ha bebido de estos símbolos y son parte de su sangre y es hora de que se ponga en el centro.

“Lo que queremos es darle visibilidad a todo aquello que no la tiene en el mundo cofrade, sobre todo teniendo en cuenta la figura de la mujer y de las identidades y orientaciones sexuales que no son la del señor hetero, cis y de apariencia creyente. Para visibilizar que hay otras realidades que, de hecho, no son nada minoritarias”, comenta Grecia, una de las fundadoras del colectivo cuyo fervor cofrade le viene de herencia de padre y abuelo costalero. Marian también forma parte del proyecto y lleva 20 años saliendo de nazarena en la hermandad donde su padre es costalero en Dos Hermanas (Sevilla): “Es donde yo veo que mi padre comparte conmigo algo que viene de las emociones”.

A pesar de su devoción, ambas se dieron cuenta pronto de que había lugares prohibidos para ellas. Grecia recuerda de su infancia: “De pequeña, cuando yo le decía a mi padre y a sus amigos costaleros que quería ser costalera como mi padre, ellos se reían de mí. Yo veía que no había mujeres, pero no me planteaba que no había, sino que yo no las había visto”. Marian cuenta que esa distancia la sigue notando hoy: “Si yo hubiese sido un niño, me hubiera tomado una cerveza con mi padre antes de salir, hay muchos contextos donde yo no quepo por ser mujer. Habría tenido otro tipo de relación y lo viviría de forma distinta”.

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Marian, Grecia y Bernar, fundadores del proyecto palio frente a una Iglesia. Aurora Báez Boza

Aunque ahora Bernar, tercer integrante del proyecto, está volviendo a vivir la Semana Santa a diario en Sevilla, como dibujante, su encuentro en la infancia con la masculinidad hegemónica fue el que le distanció de una de sus pasiones: “Yo vengo de un colegio en el que creyente no había ninguno, pero postureo muchísimo y a mí lo del tema de salir en una procesión me gustaba, pero no iba a compartir espacio con los agresores que me hacían bullying todo el día. He preferido durante mucho tiempo ver la Semana Santa en otros sitios que no fueran Sevilla y ahora me estoy reconciliando”.

La masculinidad hegemónica es la protagonista a simple vista de la Semana Santa, dejando las vivencias de las disidencias en los márgenes. Mientras las mujeres son las que cuidan, planchan las túnicas, acompañan y dan de comer. Ellos se lucen debajo de los pasos, son el foco de atención y ostentan poder. “Es hipócrita que desprecien a las mujeres que sostienen la Semana Santa y que luego lleven a la virgen con orgullo representando a la madre”, sostiene Marian. Por otro lado, estos espacios le dan una posibilidad a estos hombres de expresar una emocionalidad prohibida en el resto de los contextos de su vida: “Mi padre se abraza con los otros costaleros y se dicen te quiero, fuera de ese contexto no ves ese nivel de expresividad”, recuerda Marian.

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Grafitti en la Calle San Luis (Sevilla)

La brecha de género cofrade afecta a que las mujeres no puedan ejercer de costaleras en la mayoría de procesiones, solo haya habido una pregonera en Sevilla y se le relegue a lugares de pasividad y cuidado. “Las mujeres servimos para más cosas aparte de para llorar”, comenta Grecia. “Las mujeres siempre han estado en la Semana Santa. La hermandad de la Vera Cruz en el siglo XVII tenía en sus reglas la palabra Cofradas. Luego vino la Iglesia para poner orden. Se ha eliminado el término cofrada e incluso se nos prohibió salir de nazarenas tiempo después”, sostiene Grecia. A pesar de estas prohibiciones, siempre ha habido quien ha sacado los pies fuera del tiesto: mujeres costaleras, capataces y afectos disidentes que se cuelan por las grietas de lo hegemónico: “Mi primera experiencia con una chica tanto ella como yo salíamos de nazarenas, entonces era algo que nos unía y que compartimos. Ella fue mi primera referente de mujer lesbiana que está en el mundo cofrade”, comenta Marian.

La postura del Proyecto Palio es una propuesta muy criticada y tachada de incongruente por cierto espacios de la izquierda. “Aún se reniega de la Semana Santa desde la izquierda diciendo que es pasear muñecos”, comenta Bernar. Sin embargo, también hace referencia al apoyo colectivo dentro de las hermandades que considera político: “Las redes que yo he visto en las Hermandades, sobre todo de mujeres, eso no lo he visto yo con tanta fuerza en los sindicatos de izquierda”, sentencia el dibujante.


“Te hacen elegir entre tu ideología y ser cofrade, y es eso de qué dedo me corto que no me duela, si todo es parte de mi identidad”, comenta Grecia. Desde el colectivo ponen sobre la mesa que no apoyan a la jerarquía eclesiástica, que sigue teniendo a Queipo de Llano en la basílica de La Macarena, e insisten en la reapropiación de unos símbolos que “también son nuestros y desde nuestra identidad, expresión de género y desde quienes somos”.

“La Semana Santa es belleza en todas partes. La gente se tiene que permitir vivirlo sin ser juzgada, tenemos que recuperar los espacios. Si alguien me va a decir que porque yo no creo en la Iglesia no debo participar en esto, es que no entiende todo lo que simboliza la Semana Santa”, sentencia Marian.

Política
Izquierda, Semana Santa y cultura popular

Los ritos locales generan espacios fundamentales para la articulación de consensos comunitarios y de hegemonía cultural, y por eso mismo no pueden ser ajenos a la izquierda.

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