
Crisis climática
David Hammerstein: “Los incendios han desnudado la orfandad política y cultural del ecologismo en España”
Las llamas que en pocas semanas han arrasado más de 400.000 hectáreas en el noroeste peninsular se han apagado. Lo que sigue vivo, lamenta David Hammerstein Mintz (Los Ángeles, Estados Unidos, 1955), sociólogo, activista y ex eurodiputado por Los Verdes (2004/2009), son los mantras y lugares comunes que técnicos e ingenieros forestales, con el aval mediático y político, han repetido respecto a por qué se queman los bosques y las medidas a adoptar para evitar que los próximos veranos sean igual de catastróficos.
Consignas como “abandono”, “limpieza”, “suciedad” y “desbroce” forman parte de la narrativa hegemónica que la “economía del fuego” —término que utiliza Hammerstein para referirse a los sectores empresariales que viven de la explotación de los entornos naturales y sacan tajada de la llamas— ha instalado en el imaginario colectivo de los españoles sobre cuál es el diagnóstico (mucho “combustible”) y cuáles son las soluciones (bosques “más limpios”).
Aclara que “nadie está en contra de desbrozar un camino, de mantener un acceso, de tener el perímetro de un pueblo despejado para que no se quemen las casas”, pero de ahí a “querer matar el bosque” para impedir los incendios “hay un abismo”. “Es evidente que en el actual contexto del cambio climático los incendios son cada vez más grandes y voraces. Pero, precisamente, los bosques buenos, los bosques con sotobosque, mantienen la humedad, aportan una infinidad de flora y fauna, son más resilientes y amortiguan los embates climáticos y el calor”, afirma.
Si la solución es la ganadería extensiva, ¿cómo se explica que la mayoría de los incendios estén provocados por el sector agroganadero?
Hammerstein, sociólogo por la Universidad de California radicado en España desde finales de la década de los años 70 del siglo pasado, rechaza la idea de que los incendios son “inevitables” —asegura que más del 80% son intencionales o por negligencia de la “economía del fuego”—, sostiene que el noroeste del país ha ardido porque ha habido “intereses económicos” que así lo han querido y pide “firmeza política” para controlar y vigilar los focos de ignición.
Además, alerta: en términos políticos, “la renuncia de la izquierda en el debate cultural sobre los incendios y la protección de los bosques da una victoria fácil a la derecha y a su agenda de contrarreforma y desregulación ambiental”.
Dices que en el debate sobre los incendios se ha puesto de relieve la casi total orfandad política y cultural del ecologismo en España. ¿Por qué afirmas esto?
Lo planteo porque las grandes organizaciones ambientalistas y ecologistas no han respondido al reto de dar una versión distinta a la demagógica de “limpiar” los bosques que han instalado la mayoría de los técnicos e ingenieros forestales, que sólo orientan el debate sobre la explotación y gestión económica de los entornos naturales. No ha habido una fuerte defensa de la conservación de la biodiversidad. La visión alternativa, que casi no se ha escuchado, ha salido únicamente de la boca de algunos biólogos, que han tenido que aclarar que lo que se llama “suciedad” o “broza” es biodiversidad, hábitats que sostienen flora y fauna, y sumideros de carbono.
¿Te ha sorprendido esta orfandad? ¿Pensabas que iba a ser más equilibrado el debate?
No mucho, por desgracia. En los últimos años se han retirado las voces que anteponen el bienestar ecosocial de la explotación y la extracción de la naturaleza. Cada vez hay más voces que ven los bosques como fuente de biomasa, de madera, de pastos. Es un discurso dominante que se impone al que pone el énfasis en los servicios ecosistémicos que provisionan los bosques, como por ejemplo los de la cordillera Cantábrica, que son muy biodiversos, tanto en sus variedades de vegetales como en su fauna muy variada y muy valiosa. Hablamos de bosques que dan servicios sobre el agua y el aire y que amortiguan los efectos del cambio climático. Por eso, hablar de estos bosques simplemente como combustible y como recursos forestales responde a intereses económicos, ocultos en el debate, que se aprovechan de la ignorancia ambiental que está extendida en España para sacar más tajada.
Se parte de la idea de que los incendios son inevitables. No es verdad. Es falso. Más del 80% son intencionales o por negligencia de un sector económico en concreto
¿Sientes que la supuesta “suciedad” de los bosques ha calado fuertemente en el imaginario colectivo tras estos incendios?
Lamentablemente, sí. Se llama suciedad a las partes más valiosas de los bosques. No. la suciedad es la contaminación, son los plásticos. El sotobosque no es suciedad en absoluto. También se ha creado otro imaginario: el de que los mejores bosques son los de pinares, como los de Soria y Burgos, muy explotados para hacer palets de biomasa o para sacar madera, cuando nada tienen que ver con bosques ricos en biodiversidad. Estamos haciendo mucha antipedagogía ambiental con estos discursos.
También discrepas con el “abandono rural” como causa de los incendios.
No deja de ser una apología muy grande de la ganadería que entrega varios mensajes equívocos. Por un lado, da la idea de que las personas que tienen economía en el mundo rural saben cómo mantener la biodiversidad. Sabemos de primera mano que hay gente que sí, pero hay muchos que no, cuyos intereses económicos, ya sea la madera, la ganadería o la agricultura, están enfrentados con los valores de bosques protegidos. Lo hemos visto con el lobo y el oso. Y después hay una gran contradicción: si la solución es la ganadería extensiva, ¿cómo se explica que la mayoría de los incendios estén provocados por el sector agroganadero? En Asturias, por ejemplo, el porcentaje es del 90%. En resumen, por un lado tenemos conflictos de intereses, y por el otro, mucha ignorancia. Y en el medio no quedan voces para defender la preciosa y necesaria diversidad biológica de los bosques.
¿Dónde hay que poner la lupa entonces? ¿Cómo evitamos que el próximo verano no tengamos otra oleada de incendios catastróficos?
En la ignición del fuego. Se parte de la idea de que los incendios son inevitables. No es verdad. Es falso. Más del 80% son intencionales o por negligencia de un sector económico en concreto. Hay una falta de voluntad política para poner mano dura y para evitar la ignición del bosque. Tampoco se ponen los medios físicos y humanos de extinción para que cuando haya un principio de incendio no se extienda con tanta facilidad. León y Asturias han cobrado más de 25.000 millones de subvenciones de las ex zonas mineras para la reindustrialización y no se ha gastado prácticamente nada en prevención y vigilancia y en medios para luchar contra los incendios.
La cordillera Cantábrica se ha quemado este verano no por ser la zona de España más seca y calurosa sino porque había intereses en que se queme
¿Alcanza sólo con señalar la ignición en un planeta cada vez más propicio a la combustión por el cambio climático?
Hay más cosas por hacer. Que quede claro que nadie está en contra de desbrozar un camino, de mantener un acceso, de tener el perímetro de un pueblo despejado para que no se quemen las casas. Esto tiene que quedar claro. Obviamente hay matices y nadie está en contra de unos desbroces básicos. Nadie está en contra de la ganadería tradicional que respeta el bosque. Estamos en contra de la economía del fuego. Un ejemplo: en estos momentos hay quienes están vendiendo troncos poco quemados a una empresa como Forestalia para producir biomasa. Esto es convertir los bosques en fábricas. Un bosque que es una fábrica no es un bosque con un ecosistema vivo, vital para la flora y la fauna y también para nosotros, los humanos, más aún en este contexto de emergencia climática. Esto está totalmente perdido en el debate sobre los incendios. Sólo escuchamos a técnicos e ingenieros forestales, con un desconocimiento profundo sobre lo que significan conservación y sostenibilidad, muchos de ellos afectados por conflicto de intereses. La economía del fuego no sólo responde a los intereses de la madera, la biomasa y la ganadería. También favorece los intereses de las empresas de gestión forestal subcontratadas por las autonomías que tienen un incentivo y que ganan mucho dinero con el fuego.
Pero que tenemos un clima mucho más propicio para los megaincendios, calor y sequedad extrema, no es un dato menor.
El otro día un titular rezaba “El cambio climático es el mayor pirómano”, en relación al primer estudio de atribución de los incendios. Es un error. En las próximas décadas, incluso con una improbable bajada drástica de emisiones, seguirán el aumento de las temperaturas y las sequías que crean un contexto favorable al fuego. En cambio, podemos reducir mucho los incendios con causa humana, más del 90%, aquí y ahora, a la vez que podemos aumentar mucho los medios para la vigilancia, prevención y extinción de los inicios de los fuegos para evitar los megaincendios. Repito: la cordillera Cantábrica se ha quemado este verano no por ser la zona de España más seca y calurosa sino porque había intereses en que se queme. Resignarse ante los grandes incendios por ser principalmente una cuestión climática sirve de excusa para intervenciones masivas destructivas y interesadas en los bosques para eliminar “combustible” cuando precisamente la biodiversidad forestal es lo que amortigua el clima hostil.
¿Hay manera de gestionar un bosque para prevenir incendios por fuera de esta lógica extractivista dominante?
Sí, claro. Hay bosques en España que están mucho más secos que los bosques que se han quemado en el norte este verano. Se han quemado porque se han prendido. No hay más incendios donde más fácil es que arda, sino donde más se prende. Salvo casos esporádicos de tormentas secas, anecdóticos en el cómputo global, el monte no arde solo, ni arde porque esté “sucio”. Arde cuando hay una colusión de intereses en que arda. Este verano se ha quemado el norte porque ha habido intereses económicos que querían que se quemara. Los incendios no han caído del cielo. La gran mayoría han salido de un mechero y el mechero se puede quitar de las manos. El problema es que hay una clara inhibición política de acabar con los incendios provocados.
Quitar una importante cantidad de sotobosque va a aumentar aún más la sequedad y no servirá para evitar los incendios
Incendios provocados por intereses económicos han existido siempre, pero nunca con esta voracidad, con esta destrucción. La sensación es que tu descripción obvia esto.
Para nada. Lo que decimos es que la solución de quitar una importante cantidad de sotobosque va a aumentar aún más la sequedad y que no servirá de nada para evitar los incendios. Se quiere matar el bosque para impedir los incendios. Es absurdo. Es como matar al paciente para que no muera de otra enfermedad. Matar al perro para acabar con la rabia. Es evidente que en el actual contexto del cambio climático los incendios son cada vez más grandes y voraces. Pero precisamente, los bosques buenos, los bosques con sotobosque, mantienen la humedad, aportan una infinidad de flora y fauna, son más resilientes y amortiguan los embates climáticos y el calor.
Has mencionado que la ganadería extensiva, defendida por muchos expertos y lugareños, tampoco es la solución. ¿Por qué?
Uno de los argumentos es que la ganadería extensiva, el pastoreo y la ganadería regenerativa son muy necesarias porque sustituyen a las macrogranjas industriales. Esto es falso. Es todo suma. Es como las renovables, que crecen al mismo tiempo que crecen las emisiones. Pasa lo mismo con la carne. España está produciendo más carne que nunca a nivel industrial y lo que hace la ganadería extensiva es sumar aún más producción. Y no es realmente extensiva, porque esa es otra mentira. El 99% de la carne que sale de la ganadería extensiva consume en los últimos meses de vida piensos importados de Sudamérica. Animales que solo coman hierba prácticamente no quedan.
Ya está ocurriendo. En Catalunya, Salvador Illa ha pedido en estos días apostar por el decrecimiento de las masas boscosas. Ha dicho que hay “demasiados bosques” y que es necesario estimular aún más la actividad económica en estas zonas. Y el Gobierno de Extremadura ha pedido que se modifique la Ley de Montes para permitir el cambio de uso forestal tras un incendio. Es decir, contrarreforma ambiental y oportunismo empresarial a remolque de los incendios para desproteger a los bosques más valiosos. Lamentablemente, no sorprende. Es el resultado de un consenso mediático y político formado por las ideas biocidas sobre el “abandono”, “la gestión” y “la limpieza” de los “recursos forestales”. Lo cierto es que la renuncia de la izquierda en el debate cultural sobre los incendios y la protección de los bosques da una victoria fácil a la derecha y a su agenda de contrarreforma y desregulación ambiental.
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