Argentina
Argentina va a primarias con la novedad ultra y un clima de apatía

Argentina vota, en unas elecciones obligatorias, quiénes serán candidatos en las elecciones del próximo mes de octubre. Por primera vez hay una versión local de extrema derecha que supera los dos dígitos y que ha logrado cambiar el marco del debate.
Buenos Aires
Buenos Aires. Foto de Guillermo A. Durán (creative commons).

“El voto de Milei es de clase trabajadora. Lo van a votar los conserjes de mi edificio, el profe de fútbol de mi hijo, ayudantes del canal. Es increíble”, comenta Mariano en charla informal con El Salto. Es un periodista argentino con dos décadas de experiencia en la política local y no acaba de sorprenderle el nivel de popularidad que se ha granjeado en los sectores más populares el precandidato a presidente de La Libertad Avanza, la mayor novedad de este primer match del proceso electoral para renovar la Casa Rosada.

Mariano tiene razón en su sorpresa, que para ojos europeos llevaría a la estupefacción, similar a cuando ganó Donald Trump. Porque es llamativo escuchar a un obrero que vote a Díaz Ayuso y que haya socialistas que votan a la versión castiza del trumpismo, pero la intensidad del fenómeno de Javier Milei rompe, como suele ocurrir en la política argentina, con todos los cánones.

El condimento principal de estas primarias abiertas y simultáneas (PASO) de este domingo, más allá de la extravagancia del neoliberal radical, es saber quién ganará la candidatura en Juntos por el Cambio, la coalición de varios partidos que van desde el progresismo moderado hasta la centroderecha, con incluso algunos peronistas, y que lucha por quitarse de encima el fantasma de la peor herencia de Mauricio Macri y a la vez definir cuál de sus dos almas conducirá el espacio: si la más centrista de Horacio Rodríguez Larreta, o la más confrontativa y de derechas de Patricia Bulrrich (ambos precandidatos).

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Javier Milei ha instalado la retórica anarcocapitalista en el terreno de juego de la política argentina. La dolarización, las lógicas trumpistas y las proclamas “anti casta” conforman su corpus discursivo.


Por su parte, el kirchnerismo, en situación más alicaída tras una gestión con datos económicos dignos para el olvido, acabó pactando una candidatura de consensos entre sus diferentes familias internas, llevando de precandidato principal a Sergio Massa, un liberal en lo económico y un dirigente muy vinculado al establishment. Cuenta con el apoyo de la vicepresidenta Cristina Kirchner y del presidente Alberto Fernández ya que es su ministro de Economía y quien reordenó parcialmente el desbarajuste económico (especialmente la crisis del dólar).

La ultraderecha de las pampas

¿Por qué rompe los cánones Milei? El economista se jacta de ser “anarco-capitalista”, de encarnar una derecha “contra la casta” de políticos tradicionales, con un discurso marcadamente hostil contra la izquierda y el peronismo y todo lo que parezca moderado. “Soy liberal libertario, filosóficamente minarquista. Creo en la mínima expresión del Estado y que solo debe ocuparse de seguridad y justicia”, solía repetir cuando se convirtió en político hace dos años.

La Libertad Avanza hace unos meses llegó a capturar el 25 por ciento de la intención de voto pero se ha desinflado y ahora estará entre el 17 y 19 por ciento

Antes de su debut electoral en 2021 (elegido diputado por la circunscripción de la ciudad de Buenos Aires) fue famoso por sus exabruptos televisivos, polemizando a los gritos y con insultos despectivos, muchos de los cuales rozaban el machismo y la discriminación. Basta con googlear un poco para encontrar las barbaridades que decía hace pocos años contra muchos políticos y colegas economistas. También su estilo extravagante en las declaraciones sobre su vida privada, como que practicaba el sexo tántrico y pasaba meses sin eyacular o el ventilar su traumática relación con los padres, lo hizo hacerse más famoso de lo que un político tradicional (y más sobrio) podría lograr en el mismo tiempo.

La Libertad Avanza hace unos meses llegó a capturar el 25 por ciento de la intención de voto pero se ha desinflado y ahora estará entre el 17 y 19 por ciento. Al igual que en España, la difusión de encuestas en Argentina se ha convertido en un negocio sin escrúpulos y son una herramienta más de campaña. Al no existir un equivalente al CIS, se acaba haciendo un promedio general y prestando atención a las que suelen pronosticar con más rigurosidad.

Entre las propuestas de Milei, quien suele ser elogiado en más de una oportunidad por Jiménez Losantos y es mencionado a veces por Ayuso, aparecen el cierre del Banco Central, la privatización de la educación, la quita de todas las subvenciones y la dolarización total de la economía argentina (sí, sustituir el peso por el dólar en todas las transacciones en una economía del tamaño de Madrid y Catalunya sumados). Básicamente, el desmantelamiento del estado de bienestar.

Esta versión argentina de extrema derecha tiene una peculiaridad que no comparte con el bolsonarismo o con Vox y Meloni (por más que el diálogo político con el expresidente brasileño y con los de Abascal es fluido). La retórica de Milei y los suyos es profundamente anti-izquierda pero es atea, no cuestiona los derechos LGBTI y no se opone al aborto por motivos morales, sino porque cuestiona que el Estado deba pagar por la interrupción del embarazo.

Esto ha hecho que Milei no parezca rancio y casposo sino que se catapulte como un ícono pop entre los jóvenes. Según los sondeos, si las elecciones fueran solo con votantes menores de 30 años, el economista obtendría el 35% de los sufragios, y si fuera sólo con ciudadanos varones menores de 35 años, alcanzaría el 50%. Como con Trump, su discurso mesiánico, agresivo y de apelación al “romper todo” (una frase argentina muy coloquial que significa barajar y dar de nuevo), causa estupor en votantes conservadores tradicionales y demócratas pero es aplaudido rabiosamente por una minoría que en su mayoría no es ni de clase alta, ni mujer ni del interior del país. Su voto es urbano, de clase media y media-baja.

“Es llamativo que una buena parte del apoyo a Milei no es ideológico, es profundamente antisistema. Las encuestas muestran que en una posible segunda vuelta presidencial, muchos de sus votantes no eligen otras opciones que se acercan a la derecha más contundente, como Bullrich. Es un voto que no se traslada y es muy antisistema”, explica a El Salto el politólogo y columnista argentino Pablo Winokur.

¿Cómo puede ser que en un país donde lo que ha predominado hace un siglo es una visión estatista y proteccionista de la economía, y que sufre hasta hoy las consecuencias de la revolución neoliberal del peronista Carlos Menem en los 90, esté por votar cerca del 20% a alguien como Milei? Según Winokur, la respuesta debe ser entendida en términos intergeneracionales.

“En los 90 ser rebelde en Argentina era estar en contra del neoliberalismo, era ser de izquierda, y la derecha era mala palabra. Toda la generación que no vivió tanto los 90 ahora entiende que rebelarse es ser de derechas. Ser de derecha dejó de ser mala palabra y hoy se reivindican como tales, algo impensado hace una década", señala. Además, considera que “esta nueva derecha libertaria es un fenómeno urbano que difícilmente pueda volverse mayoritario por la huella demasiado fuerte que dejaron las derechas en Argentina, la de la dictadura militar y la del menemismo, aunque sí puede ser una minoría ruidosa que condicione”.

En ese sendero está. Tras la derrota en la reelección de Macri en 2019, Juntos por el Cambio comenzaban un proceso de reordenamiento interno y cambio de liderazgo. Pero la crispación social que provocó la gestión de la pandemia y de la economía del gobierno de Fernández, sumado a esta fase histórica de auge de las derechas radicales y populistas, ha hecho que crezca cada vez más un pulso interno en esa coalición con dos sectores nítidos: Larreta, alcalde de Buenos Aires, y peronista conservador en sus orígenes, lidera el intento centrista y más conciliador. Fue delfín político de Macri pero están distanciados hace años.

Las encuestas otorgan a Massa alrededor de un 26% de las preferencias y su rival en las primarias, Juan Grabois (del ala de izquierda peronista) un 5%

El otro sector, que ha ganado densidad en los últimos meses (y a fuerza del cambio de marco que ha conseguido hacer Milei) lo lidera Patricia Bullrich. El de esta dirigente es un caso por demás peculiar: fue guerrillera de Montoneros (la mayor organización subversiva peronista) en su adolescencia, exiliada en Brasil, coqueteó con el menemismo en los años 90 y después con la socialdemocracia. Finalmente, se sumó al PRO (el partido de Macri) y allí encontró un perfil propio, económicamente liberal, muy confrontativo para con el kirchnerismo y con un discurso que en las pampas se llama de “mano dura”, de tolerancia cero a la corrupción y a la delincuencia.

Bullrich tiene a favor que en términos de ética pública nunca tuvo una denuncia y es considerada creíble. Y tuvo una exitosa gestión como Ministra de Seguridad en tiempos de Macri y hubo ostensibles mejoras en la lucha contra el narcotráfico. Pero es una política con formas antiguas, con muchas cicatrices y que provoca más polarización que Larreta. Si bien iba ganando en las encuestas, el alcalde ha acortado posiciones y los dos están en un empate técnico en torno al 17% y quien gane lo hará por un margen ajustado.

“Ella es una líder del siglo XX, con discurso de barricada, pero no está preparada para una campaña del siglo XXI. Los trabajos demoscópicos nos dicen que la gente quiere que la gobierne un dirigente capacitado, con paz y templanza, no con violencia. Si los estudios dijeran que la gente quiere un payaso, Horacio estaría pintado de tal”, comenta a El Salto con ironía y pragmatismo uno de los coordinadores de la campaña del alcalde.

El peronismo kirchnerista, en tanto, se ha fortalecido con su giro al centro y manteniendo una endeble y poco creíble unidad eligiendo a Massa como precandidato. Las encuestas le otorgan alrededor de un 26% de las preferencias y su rival en las primarias, Juan Grabois (del ala de izquierda peronista) un 5%. Sumados ambos quedarían en el segundo espacio más votado y no tan lejos de Juntos por el Cambio y superando por mucho a los anarcocapitalistas.

Argentina
Análisis ¿El peronismo es de izquierdas?
El peronismo es, por (auto) definición, el fenómeno político de la clase trabajadora argentina. Es dogmáticamente antiimperialista, popular y revolucionario, aunque afronta severas contradicciones internas de clase.


Massa fue la primera experiencia prototrumpista de Argentina, en formas y contenido: un discurso pragmático y oscilante entre el liberalismo y el proteccionismo, con mucho populismo en materia penal y de combate a la delincuencia y un argot con desparpajo y crítica a “la grieta” (así se llama en Argentina a la profunda polarizacion entre el kirchnerismo y el no-kirchnerismo). En 2013 se peleó con la entonces presidenta y partió en dos al peronismo, obteniendo en 2015 el tercer lugar en las presidenciales.

Sin embargo, Massa y Cristina Kirchner volvieron a aliarse en 2019 para vencer a Macri, apoyando ambos al ahora presidente saliente Fernández. De aquel estilo quedó poco. “Massa decidió ser un hombre del poder, alguien que sea clave para el establishment y para el sistema”, relataba a quien escribe un exalto cargo del Ejecutivo y amigo personal del hoy ministro. Le atinó: Massa pidió ser presidente del Congreso a cambio de apoyar la unidad peronista y el año pasado cuando la crisis financiera y política amenazaba con incendiar la Casa Rosada, se propuso a sí mismo para liderar la cartera de Economía con muchas más competencias, entre ellas Finanzas, Hacienda y Comercio.

El peronismo va casi unido porque la unión total iría en contra de su propia genética. El exgobernador Juan Schiaretti cosecha el 3% de la intención de voto con una propuesta de conservadora que apunta al votante peronista medio del interior, y el exviceministro de Economía de los Kirchner, Guillermo Moreno, también lidera otra propuesta, de peronismo socialcristiano y muy proteccionista, que recibirá, según las encuestas, el 1,5% de los votos.

Las PASO, el sudoku previo a las generales

El sistema electoral argentino no podía ser otra cosa que un síntoma coherente de su política: intensa, dramática y compleja. En 2008, Néstor y Cristina Kirchner propusieron (y fue aprobado con mucho consenso por los opositores) un modelo electoral para evitar la fragmentación y las escisiones que estaban perjudicando al peronismo desde hacía varias elecciones. Se llamó PASO por ser primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias. Es imposición legal ir a votar aunque en los hechos nunca se castiga a quien no vota.

Las PASO, que van a cumplir una década y media de funcionamiento, suelen representar un voto más emocional y de desfogue del votante

Básicamente, lo que este domingo está en juego es quiénes serán candidatos a las generales de octubre, en las que se decidirá presidente y vice, un tercio del Senado y la mitad de los diputados, además de casi todos los alcaldes de país y buena parte de los gobernadores de las provincias (estados federales).

El sistema lleva a que lo que se vive en Estados Unidos con el correr de varios meses en diferentes fechas y ritmos sea todo en un mismo día: todos los partidos deben presentar sus candidatos y quien no supere el 1,5% del total, no podrá acudir a las urnas en octubre. Las primarias, de facto, abren los partidos a los ciudadanos que no son afiliados ya que se puede votar a cualquiera, por lo que la maquinaria interna de los candidatos pierde relevancia.

Las primarias también incluyen las listas de diputados y senadores y se reparten internamente según el sistema D’Hont. Quien gana no se queda con toda la lista, y debe ceder lugares a legisladores de su contendiente. Es el truco para que luego el perdedor siga apoyando al ganador y no peligre la gobernabilidad del Parlamento.

Las PASO, que van a cumplir una década y media de funcionamiento, suelen representar un voto más emocional y de desfogue del votante. Es por ello que a veces algunos candidatos pierden votos de agosto con respecto a octubre y muchos creen que eso le sucederá a Milei: cuanto más cerca del poder se lo vea, algunos preferirán ir a opciones más tradicionales.

Es por ello que Milei y Bullrich han profundizado su enfrentamiento. El ultraliberal sabe que si ella es quien gana la primaria, será una aspiradora de votantes, algo que no ocurría con el centrista Larreta. Su anhelo es llegar a la más que probable segunda vuelta presidencial de noviembre, que se producirán si ningún candidato supera el 45% o tiene una distancia de más de 10% con respecto al segundo, y nada parece indicar que ello ocurra en octubre.

También el mundo geopolítico deberá mirar este proceso con atención, con un bolsonarismo residual aún fuerte en Brasil y con Trump arrasando en las encuestas de las primarias republicanas. Más de 36 millones de argentinos decidirán este domingo hasta dónde quieren llegar con el experimento de la extrema derecha.

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Hodei Alcantara
Hodei Alcantara
14/8/2023 1:40

Sinceramente, el peronismo, visto lo visto, está lejísimos de defender a las clases populares argentinas, quedando diluido en un pastizal de liberales y neoliberales. Luego normal que avance de tal manera la opción destructora y corporativista de Milei.
Por cierto, se podría dar algo de cobertura a la única opción real de izquierdas y popular: El Frente de Izquierdas.

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