Antimilitarismo
“Las fronteras se han convertido en imaginarios de guerra”

El vínculo entre feminismo y antimilitarismo se vio el pasado diciembre en la marcha de mujeres hacia el puerto de Bilbao. Hablamos sobre esta relación con Marta Brancas, de la asamblea de mujeres de Bizkaia; Anabel Sanz, de Feministalde y Ongi Etorri Errefuxiatuak; y Ainhoa Ascasso, del colectivo antimilitarista Bilbao Kem Moc.

Bilbao feminismo antimilitarismo
De izda a dcha: Marta Brancas, de la asamblea de mujeres de Bizkaia; Ainhoa Ascasso, del colectivo antimilitarista Bilbao Kem Moc; y Anabel Sanz, de Feministalde y Ongi Etorri Errefuxiatuak Teresa Villaverde
9 may 2018 20:26

El 16 de diciembre de 2017 una cadena de mujeres se encadenó a una de las vallas de alambre de puerto de Santurtzi (Bizkaia). Bajo la lluvia gritaban contra las fronteras, la guerra y la venta de armas. La movilización que desplazó a aquellas mujeres hasta el puerto se realizaba unas semanas después de que en Santurtzi se estrenara un muro de hormigón de cuatro metros de alto, alzado para evitar que los inmigrantes y refugiados accedan de forma clandestina a los barcos con destino a Portsmouth, Reino Unido. Una frontera que hace de Euskadi una suerte de Melilla inglesa, aunque más práctica: la violencia se ejerce fuera de las fronteras británicas. Días antes se habían realizado detenciones en un desalojo de inmigrantes que esperaban en el puerto para embarcar. “En la prensa no tuvo mucha repercusión, pero sí publicaron que algunas de esas personas desalojadas entraron en la casa vacía de alguien a buscar cobijo, explicando el miedo que había pasado esa persona, intentando generar alarma y rechazo social. Todavía tenemos familiares vivos que han sufrido el exilio durante la Guerra Civil. No puede existir ese vacío de solidaridad”, señala Ainhoa Ascasso, integrante del colectivo antimilitarista de Bilbao KEM –MOC desde hace 8 años. Participó en la marcha a Santurtzi junto a Anabel Sanz, de Feministalde y Ongi Etorri Errefuxiatuak (Bienvenidas Personas Refugiadas), y Marta Brancas, historiadora y miembro desde sus inicios de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia y de la red internacional Mujeres de negro. Como representantes de los movimientos sociales que dieron lugar a la marcha, ponen sobre la mesa varias claves comunes: parte de las armas que bombardean Yemen o Afrin se fabrican en Euskadi, líder del Estado en industria militar. La convicción de que la guerra empieza aquí les obliga a unir el origen con las consecuencias: los desplazamientos forzosos y las repercusiones para las mujeres, que viven otra guerra. “A raíz de esta sinergia que surgió para la marcha al puerto, hemos decidido que como Movimiento Feminista de Euskal Herria vamos a recuperar el 24 de mayo, Día Internacional de las Mujeres Contra la Guerra”, explica Sanz. Frente a la Ekoetxea —sede de la asociación Ekologistak Martxan—, Brancas toma un café y observa a una joven y a su madre anciana, que entran por la puerta: “Dos mujeres. Seguro que necesitan contratar a una inmigrante para que cuide a la madre y vienen a pedir asesoramiento para hacerlo. Siempre mujeres”. Ya en torno a la mesa, Ascasso pone su teléfono en el centro. Se escucha la grabación de una conversación telefónica:

- Hola, te llamo de Ongi Etorri Errefuxiatuak, de Bizkaia. Quería hacerte una consulta. ¿Lleváis vosotros el barco saudí, de la marina Bahri, que ha estado viniendo al puerto de Bilbao?
- Sí, correcto.
- Te quería hacer unas preguntas porque sabes que este mes, en lugar de en Bilbao han atracado en Santander. Ayer concretamente.
- No, no vamos a hablar del tema, ¿de acuerdo? Nosotros vamos a seguir haciendo nuestro trabajo y vosotros podéis seguir haciendo el vuestro.
- Solamente queríamos saber si era un cambio definitivo.
- No os lo vamos a decir, obviamente, como tú comprenderás.
- Va a llamar la prensa más tarde porque hemos contactado con ellos, entonces tendrás que hacer alguna declaración al respecto.
- No, ninguna.

Esta conversación se da con el traslado del barco saudí Bahri Hofuf a Cantabria, ¿es así?
Ainhoa Ascasso:
Sí, está hablando con una representante del Bahri, el barco de Arabia Saudí que el 8 de marzo, mientras nos manifestábamos, se llevó desde Santander más de 40 contenedores de armas. Euskal Herria cuenta por su parte con las mayores empresas de armamento del Estado. Hay un libro de Gasteizkoak que explica por qué Gamesa hace lo que le da la gana, porque por mucho que ahora se dedique a las renovables, pasaron de ser una empresa cuasi familiar a la que conocemos hoy en día gracias al sector armamentístico, ahora llamado Aernnova. Gamesa estuvo en tela de juicio en el Parlamento Vasco por los despidos tras la fusión con Siemens, cuando acababan de dar bonos millonarios a los accionistas, pero dio igual. A menudo se defiende la industria armamentística hablando de ciertos puestos de trabajo, cuando la realidad es que este tipo de empresas adquieren tanto poder que, de facto, hacen lo que quieren con sus plantillas.

Anabel Sanz: Cuando el Gobierno vasco habla de recuperación económica, está hablando en gran parte del negocio de la guerra. Cuando habla de internacionalización de las empresas vascas y de I+D, también. Este barco saudí ha estado atracando en Bilbao una y hasta dos veces al mes, y se ha trasladado al puerto de Santander por la denuncia de diferentes colectivos. Hace una ruta dando vueltas y más vueltas con el objetivo de disimular, además aparece sin bandera y sin el detector que tiene obligación de llevar. Quieren llegar y cargar sus armas sin testigos, como si cargaran cualquier otro material inofensivo en vez de toneladas de bombas.

Hay quien dice, como Naomi Klein en La doctrina del shock, que el nuevo modelo de negocio es el de la guerra permanente, y que el capital ha visto que saca más rendimiento al conflicto que a la paz. ¿Hablamos de recuperación económica a costa de la guerra?
A.A.: Si queremos datos claros de esto, en los presupuestos generales este año se han destinado 36 millones de euros a Defensa. Con datos claros me refiero a que es el dinero que se dice, el que no es opaco. El Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas prohíbe la venta de armas cuando éstas pueden ser utilizadas para la represión de civiles o la vulneración de derechos humanos. Cuando se interpeló al exministro de Defensa Morenés sobre las ventas del Estado español a Arabia Saudí, su respuesta fue “nada es perfecto en política”. Y lo dijo en una rueda de prensa, no es que le pillaran. El Gobierno vasco da mucho de dinero a las empresas de armas y en Euskadi se fabrica el 81% de armas del Estado. Pero esto no está respaldado sólo a nivel local. Las Naciones Unidas tienen cinco países con derecho a veto y son los mayores exportadores de armas (EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido). ¿Qué resolución se va a poner sobre la mesa si los que podrían vetarla son los que no están interesados?

El Gobierno vasco da mucho de dinero a las empresas de armas y en Euskadi se fabrica el 81% de armas del Estado.
A.S.: Precisamente utilizan esa opacidad porque hacen cosas entre legales, alegales e ilegales que van en contra de los Tratados Internacionales de los derechos humanos. Cada día, en las guerras, la población es objetivo militar y se asesina a civiles. Se está cometiendo una tremenda vulneración de los derechos humanos. 
Marta Brancas: Además, el Fondo Monetario Internacional da a los países la indicación de que al menos el 3,2% del PIB debe entregarse al ejército. Y esa cantidad es sólo la mínima.

¿Dónde están las partidas presupuestarias que no van dirigidas a Defensa directamente?
A.A.:
Pues no se incluye el presupuesto de I+D, destinado en su mayor parte a fábricas de armas, no a favorecer la lucha contra el cáncer. Ni tampoco las partidas a los cascos azules de la OTAN, que no se meten por Defensa sino por Cooperación al Desarrollo.
A.S.: Como los CIES, que también entran en la partida de Cooperación al Desarrollo.

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32.000 millones para gasto militar y control social en 2018

El Gobierno camufla 15.122 millones atribuibles a Defensa en partidas de otros ministerios, según los cálculos del Grup Antimilitarista Tortuga. Los fondos destinados a fines militares y a control social supondrán en 2018 el equivalente al 2,75% del PIB.

La marcha del pasado diciembre recordaba al campamento Greenham Common de mujeres que se asentó a principios de los 80 en Berkshire para oponerse a las armas nucleares. Aquí, como entonces, se alían el movimiento antimilitarista y por los refugiados con el movimiento feminista. ¿De dónde parte este vínculo?
A.S.: Sale de las mujeres feministas que también estamos en estos movimientos, y que vemos la necesidad de visibilizar a las mujeres en todos ellos, porque es difícil encontrar un tema que no interpele al feminismo. También parte de la convicción política de que vencer o combatir a un enemigo tan poderoso sólo se logra uniendo luchas. En Ongi Etorri Errefuxiatuak consideramos imprescindible unir los desplazamientos forzosos a las causas que los provocan. Una de ellas es el heteropatriarcado capitalista. Otra son las guerras que se basan en la aniquilación del enemigo, suponen la destrucción total y van contra la vida y contra todo lo que defendemos desde el feminismo. La historia del feminismo antimilitarista no se conoce, así que la idea de la marcha surgió de las viejas. Es importante recordar la presencia y protagonismo del movimiento feminista en la campaña anti OTAN, la guerra de los Balcanes o la guerra de Irak, en todos los casos hemos salido a la calle haciendo una apuesta clarísima. A nivel internacional Mujeres de Negro ha sido una referencia en la denuncia contra la guerra y en la propuesta de otras formas de resolución de los conflictos.

El vínculo con el antimilitarismo parte de las feministas que estamos en estos movimientos, y que vemos la necesidad de visibilizar a las mujeres en todos ellos, porque es difícil encontrar un tema que no interpele al feminismo
M.B.: Empezamos ya en los 70 con Nicaragua, El Salvador… porque el internacionalismo es uno de los puntos básicos del feminismo. En los años 80 anunciamos que daríamos cobertura a los insumisos que no quisieran hacer la mili. Fuimos como expertas peritas a los juicios y nos autoinculpamos de esconderles. Estuvimos muy presentes en la coordinación y las movilizaciones que se hicieron contra la Guerra del Golfo, desde la primera en el 91. Y como feministas, trabajamos también en las guerras de Argelia y de Yugoslavia. En esa década empezamos también a celebrar el 24 de mayo, Día Internacional de las Mujeres Contra la Guerra, que también se llama de la Paz y el Desarme. Y desde entonces venimos haciendo objeción fiscal a los gastos militares para aplicar ese dinero a proyectos feministas.

¿Cómo se entrelazan feminismo y antimilitarismo?
A.A.:
Desde mi punto de vista el feminismo va en contra de una estructura de poder que es el heteropatriarcado, que se basa en una relación de dominación. Esa relación la ves en la guerra, donde el que tiene más fuerza doblega al más débil sin diálogo alguno; la ves en las relaciones sociales, donde es el hombre el que domina a la mujer; y la ves en el resto de relaciones en que el capitalismo y el imperialismo doblegan a los pueblos. Si lo miras de una forma un poco holística, la base es principalmente la misma. El mundo está organizado por hombres y bajo este punto de vista.

Módulo suscr artículo campaña Hordago
M.B.: En el XVII Encuentro Internacional de Mujeres de Negro que ha tenido lugar recientemente en Sudáfrica, Irantzu Mendia, de la UPV y de Hegoa, y Beatriz Plaza, de Ongi Etorri, explicaban que Sudáfrica, que tiene memoria de recoger a refugiados y desplazados de forma forzosa, ha cambiado su política de integración desde los tiempos de Mandela. Ahora se asimila con las políticas de segregación, mediante una interrelación mundial, de forma que no integra a la gente refugiada o desplazada forzosa en el país. Hay una lucha frente a esto y contra la impunidad, porque se percibe una continuidad de la violencia en el apartheid, clasista y racista y sexista. Todo eso en cada sitio se concreta de una forma, pero tiene que ver con el futuro y las relaciones entre hombres y mujeres. Con la militarización internacional que va a lo cotidiano, a lo local y a lo global. Por ejemplo, la ONU declaró la 1325 con la idea de que las mujeres deberían participar en la resolución de conflictos, en las negociaciones y en el posconflicto. Lo que se ha hecho es militarizar esa participación. El Ejército español dice, “qué bien que haya más mujeres en el ejército para que estén en la 1325 y en los Cascos Azules”. O en la Guerra Civil española, las mujeres que se apuntaron a combatir fueron sacadas del frente de mala manera diciendo que eran prostitutas, que lo suyo era trabajar en la retaguardia. Y ellas estaban en contra de la militarización de la retaguardia y no querían la guerra, querían una revolución para acabar la guerra, lo mismo que la revolución en la URSS que paró la Primera Guerra Mundial. La guerra divide a toda la sociedad pero también a las mujeres, que se ven impelidas a ser más mujeres que nunca, las mujeres de los ausentes, de los héroes. Tienen que tener muchos hijos para reemplazar a todos los que caen en combate. De la Guerra Civil hasta las actuales que estamos viviendo en directo, las mujeres viven la guerra de una forma distinta. El feminismo trabaja para la historia. Tiene tanto horizonte de futuro que está intentando recoger la memoria de cómo las mujeres han restablecido el tejido social y cómo se vive a pesar de la guerra.

En las guerras, muchos hombres se ven obligados a participar en esa exaltación de la virilidad. La violación se utiliza como un arma de guerra y el cuerpo de las mujeres es botín y moneda de cambio.
A.S.: La propia historia del feminismo muestra que es uno de los movimientos sociales que ha demostrado mayor capacidad para ir incorporando a su discurso y a sus filas a nuevas personas y a las críticas que se han hecho desde fuera, y entenderlas como una forma de enriquecer nuestro discurso. ¿Por qué el antimilitarismo es un tema que nos concierne? Porque la guerra es un modelo de resolución de conflictos absolutamente patriarcal: militarista y jerárquico. Es todo lo contrario a la horizontalidad y a la igualdad. Los presupuestos que van para la guerra no van para políticas sociales, no van para defender la dignidad y la vida de las personas, sino para aniquilarla. Después de las guerras, la destrucción es de tal calibre que son necesarias varias generaciones para conseguir una regeneración social, especialmente para recuperarse del machismo que genera ese nivel de violencia tan bestial que supone aniquilar al otro, a la otra. La guerra es todo lo contrario a lo que defendemos desde el feminismo. En las guerras, muchos hombres se ven obligados a participar en esa exaltación de la virilidad. La violación se utiliza como un arma de guerra y el cuerpo de las mujeres es botín y moneda de cambio.

Hablamos de las mujeres como contrarias a la guerra y de ésta como ensalzadora de la masculinidad y de la violencia, también la machista. ¿Dónde encajamos entonces a las milicias kurdas?
A.A.:
A mí toda militarización me resulta masculina porque parte de una verticalidad basada en la violencia física. Pero también se tiende a hablar de la violencia como algo negativo y no es necesariamente así, ni tiene por qué ser una violencia militarizada. Hay violencia totalmente legítima como la autodefensa. Por otro lado, la no violencia puede ser otro método para generar tensión y conflicto. No tiene por qué ser pacifismo. Generas una tensión tal donde tu interlocutor se ve obligado a dialogar.

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A.S.: Estamos hablando en términos de modelo hegemónico. Desde las estrategias contrahegemónicas que intentamos articular desde los movimientos sociales, la desobediencia o la no violencia, son las “armas” utilizadas a lo largo de la historia por las mujeres feministas. Si nos vamos a los extremos y hablamos de las kurdas, podemos entender el uso de la violencia en legítima defensa, existen diferentes opciones pero nosotras seguramente tampoco nos quedaríamos esperando a que nos secuestre el ISIS. Yo creo que es absolutamente legítimo organizarse y defenderse. Otra cosa es el modelo social, político y económico de la guerra como forma de sometimiento y de negocio, que es precisamente lo que combatimos, nosotras y ellas. 
M.B.: No se trata de vencer y lograr la hegemonía con la violencia y el exterminio físico de las personas. Nosotras estamos por la solución política de los conflictos y queremos participar desde el feminismo, no digo sólo como mujeres, madres, esposas, etcétera, sino desde el feminismo como movimiento organizado de mujeres unidas de distintas edades, etnias, religiones y demás.

Cuando hacemos crítica del modelo o sistema, ¿la base de éste es el capitalismo, el heteropatriarcado o los dos juntos?
M.B.:
La base es el capitalismo, el heteropatriarcado y el racismo. La sociedad en la que vivimos, que parece la democrática que hay que exportar a todo el mundo, la proveniente de la Revolución Francesa, dice que hace las guerras para liberar a las mujeres afganas del burka, por ejemplo. Pero esa democracia tiene un límite que supone apalancar el sistema y la hegemonía de la propiedad privada de los medios de producción, de la tierra y construir una formación social donde el compra y vende y el consumo sean lo único que vale. En Francia, por ejemplo, se crea el barrio vietnamita de después de la guerra, y lo tienen ahí puesto, con anuncios y demás. Pero como te salgas de ahí… —y hay gran cantidad de gente que está fuera—, la pregunta, llegados aquí es, ¿qué es lo que te genera derechos? Ser persona no, porque la gente refugiada y migrante no los tiene, no tienen derecho de ciudadanía. Por eso desde Ongi Etorri se está facilitando que las asociaciones y los ayuntamientos locales empadronen a la gente, para que tengan una fuente de derechos. Si no ni existes.

En este momento lo que está en disputa no es qué derechos vamos a tener las personas, sino que personas van a tener derechos. Y ahí, la mayoría de las mujeres pobres no los van a tener.
A.S.: En estos momentos combatir el capitalismo es un gran desafío. Yo creo que el patriarcado, el capitalismo y el racismo son el telón de fondo que pone los pilares sobre los se funda la sociedad actual. Pero podemos lograr una sociedad bastante igualitaria para algunas y algunos sin modificar sustancialmente el modelo, porque éste es capaz de admitir ciertas dosis de igualdad de razas. Por ejemplo, un país como EEUU puede convivir con un nivel de racismo extremo teniendo un presidente negro como ocurrió en la época de Obama. Con la igualdad entre los sexos pasa algo parecido, se pueden conseguir dosis de igualdad, para algunas mujeres, las de las élites, sin modificar el modelo económico. En este momento lo que está en disputa no es qué derechos vamos a tener las personas, sino que personas van a tener derechos. Y ahí, la mayoría de las mujeres pobres no los van a tener. Pero además se está creando cada vez más una bolsa intermedia de trabajadores pobres, que en EEUU ya existe desde hace mucho tiempo y que cada vez pasa más aquí. Cuando todo se exacerba exponencialmente de una manera tan grave, las mujeres siempre salimos peor paradas. Es fundamental ver que el modelo es patriarcal y heterosexista, pero sin olvidar que el capital sigue el mantra “explota bien y no mires a quién”. Y si para conseguir sus objetivos hay que dejar morir a la gente en el mediterráneo, se les deja morir, eso es la necropolítica. Las fronteras se han convertido en imaginarios de guerra, por la securitización, por la militarización, por cómo se actúa, por la externalización de las fronteras para que no veamos lo que ocurre allí. Todo el dinero que se está invirtiendo ahora desde los fondos europeos para la externalización de fronteras forma parte del negocio de la guerra tanto como la fabricación de bombas. El imaginario que se construye de las fronteras es el de hombres saltando la valla, y sabemos que también hay mujeres, porque las mujeres están aquí, llegan de alguna forma, pero no se las ve, están invisibilizadas y se desconocen las condiciones y el nivel de violencia que sufren en el tránsito. Además, muchas se tienen que quedar en sus países de origen en situaciones de grave vulneración de sus derechos fundamentales, como Afganistán, porque ni siquiera tienen la opción de marcharse.
A.A.: En el papel viene bien claro, todos los derechos son para la ciudadanía, y esa palabra en principio abstracta e inocua lleva detrás mucha perversidad porque no habla de personas sin residencia o padrón. Pero además, la guerra es un negocio gigantesco y ya no es sólo cuestión de puertas giratorias, como que el exministro Morenés fue también el presidente de Instalaza, que fue una de las mayores empresas armamentísticas,;sino que todo esto se está queriendo privatizar y externalizar, con lo que se da una imposibilidad de pedir luego responsabilidades. Como les ha pasado en EEUU, que muchas de las acciones militares se piden a empresas privadas y la respuesta luego es “no les volveremos a contratar”.

¿Se están utilizando los Derechos Humanos más para planificar la guerra que para conseguir la paz?
A.S.:
La coartada de los derechos humanos en la actualidad sirve al negocio de la guerra y se utiliza para alcanzar intereses geoestratégicos que benefician a las clases dominantes, no para los intereses de los pueblos y de las personas. Los derechos de las personas están sometidos a los intereses de los gobiernos y de las empresas.

El imaginario que se construye de las fronteras es el de hombres saltando la valla, pero las mujeres están invisibilizadas y se desconocen las condiciones y el nivel de violencia que sufren en el tránsito. 
M.B.: Volvemos a lo mismo, a quiénes se consideran personas. Por eso el racismo se entronca con el patriarcado y el capital. Es la sociedad mundial de los hombres blancos y ricos, que son poquísimos y que nos gobiernan.

¿Cómo es entonces la guerra doblemente invisible de las mujeres?
M.B.:
En la Guerra de Yugoslavia, por ejemplo, se reunían refugiadas croatas, serbias y bosnias porque en los campos de refugiados dependías de la religión o la procedencia para el derecho al trabajo y a la atención. Además, al haber muchas armas se había incrementado la violencia sobre las mujeres individuales y decidieron apoyarse entre ellas. Se dieron cuenta e hicieron un SOS teléfono. ¿Por qué estamos las mujeres oprimidas, reprimidas, violadas, marginadas, apartadas…? Porque se ejerce una gran violencia sobre nosotras. No sólo física sino económica, social, en los medios de comunicación. Esto está ejecutado por hombres individuales, pero el modelo radica en que el Estado patriarcal tiene el derecho y la obligación de organizar la violencia. Dicen que lo hacen para defendernos, en nuestro nombre, por eso nosotras decimos, “no en nuestro nombre”. Esa estructura violenta se delega, en el caso de las agresiones, ya no en el ejército sino en los machirulos. Todo es para defender el sistema tal como está. Lo que nos tendríamos que plantear es qué tipos de cambios queremos y cómo cambiar. Mientras tanto, el feminismo ya está teniendo experiencias interesantísimas. El 8 de marzo hicimos una huelga general que no era solo laboral, sino de cuidados y de consumo. Esto es lo mismo, ¿cómo se sostiene un ejército? No sólo con armas. Los soldaditos necesitan comer y tienen burdeles y relaciones con las mujeres, con cantidad de violaciones, incluso por parte de los cascos azules. Así, también está la parte de cuidados, aunque se despersonaliza porque se parte del grupo. Por eso los hombres tienen un shock muchas veces cuando vuelven de la guerra. Se quedan solos, sin la adrenalina del grupo. Por otro lado, es sintomático que la ONU no haya reconocido como día internacional el 24 de mayo, que surgió en 1982 por organizaciones de mujeres y feministas. Esta falta de reconocimiento se ve en los tribunales internacionales de guerra, donde los casos que llegan de violaciones son muy pocos y se tienen que hacer tribunales alternativos de mujeres, auto organizados.

En la Guerra de Yugoslavia las Mujeres de Negro pactaron no denunciar violaciones porque eso significaba que las mujeres del bando contrario iban a ser violadas. Para las mujeres la guerra es eso.
A.S.: Recuerdo que en la Guerra de Yugoslavia las mujeres, en algunos casos, pactaron no denunciar violaciones porque eso significaba que al día siguiente, automáticamente, las mujeres del bando contrario iban a ser violadas. Lo pactaron las Mujeres de Negro. Decidieron registrarlo todo pero no lo denunciaban. Ese tipo de estrategias hemos tenido que utilizar, para las mujeres la guerra es eso. Es una realidad, si lees Una mujer en Berlín (obra anónima, Anagrama, 2006) y dices, es que esto está pasando ahora en todos los sitios donde actualmente hay guerra, y son muchos. Creo que Mujeres de Negro es un ejemplo de la de agencia que hemos tenido las mujeres a lo largo de la historia en la resolución de conflictos de una manera política. Las mujeres ven que lo que les dicen que las separa no es lo que ellas piensan, y cuestionan el modelo y la razón misma de la guerra.
A.A.: Sin llegar a la guerra, en la Base Naval de Rota tenían muchos problemas porque los soldados tienen una especie inmunidad diplomática. Según un acuerdo bilateral adquirido con EEUU, si un soldado comete un delito será juzgado en EEUU por un tribunal militar, desde robos hasta agresiones sexuales, e incluso asesinatos como en el 2006. En ningún caso, en los años que lleva la base, ha habido ninguna condena. El perfil de estadounidense militar es el de alguien que es probable que no triunfe en los estudios y éste es su medio de vida. Así que son chavales que no han salido nunca de casa y, de repente, tienen dinero e inmunidad, y les plantas en un país extranjero. Todo eso con el beneplácito de los tratados internacionales.

Además de antimilitarista, ¿hay que poner algún otro adjetivo al feminismo?
A.S.:
Sí, para nosotras, feminismo anticapitalista. No podemos decir que en Emakunde [Instituto Vasco de la Mujer] no sean feministas y que no se peleen porque en el PNV haya más igualdad y que las mujeres puedan acceder a puestos de responsabilidad, etcétera, pero no nos vale porque su modelo social es neoliberal y defiende el desarrollo, ya que la venta de armas, por ejemplo, es desarrollo económico. Eso no significa que en un momento dado no podamos aliarnos con ellas en la lucha por el derecho al aborto. El antimilitarismo es importante, porque el negocio de la guerra y de las armas es esencialmente capitalista. La lucha antimilitarista nos interpela a las feministas anticapitalistas, a otras no les interpelará tanto. En estos momentos, el estado del capital es tan feroz que hasta practica la necropolítica. El capital se ha dado cuenta de que le sobra gente en el mundo. Estoy especulando pero no sé si tiene que ver con eso el hecho de que, en la actualidad, el negocio de la guerra sea más importante que el de la reconstrucción. Antes igual no había detrás un planteamiento ético pero sí se guardaban ciertas formas. Todo lo que está ocurriendo en materia de derechos humanos ahora hace que se caigan las caretas. Se acabó la socialdemocracia y queda el capital feroz.

Los mass media jalean diciendo que la inmigración provoca un aumento de la criminalidad, como la campaña que ha hecho El Correo contra los jóvenes que venían refugiados. Es de una hipocresía que la misma semana en que se conmemoraba al 80 aniversario del Gernika, se estaba construyendo el muro del puerto de Santurtzi.
M.B.: Creo que la ética de la política feminista implica que no queremos ser ni víctimas ni culpables, esto es uno de los principios más importantes de Mujeres de Negro. El feminismo es muy amplio y hay gente que participa más o menos según el momento o lo que les interese, pero tiene órganos permanentes, como la Asamblea de Mujeres de Bizkaia, que funciona desde el 78. Y estoy de acuerdo en que es un feminismo social, del 99%. No es elitista como se dijo en la huelga, sino que es capaz de ver las distintas opresiones y explotaciones y las diferencias entre las mismas mujeres, pero agrupándonos todas en un mismo movimiento para impulsar cambios. Además, hay una hipocresía tremenda, porque lo mismo que nosotras decimos que la incorporación de la mujer al mercado laboral debería redundar en mejoras, en la reducción de la jornada para repartir todos los trabajos, el hecho es que la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado no ha traído eso. Tampoco se han repartido los cuidados, es más, se han creado cadenas internacionales de cuidados. Tanto los hombres como las mujeres mayores están siendo cuidados por inmigrantes, lo cual quiere decir que se ha incorporado una franja enorme de mujeres en unos trabajos necesarios que no están reconocidos. Lo peor que puede hacer un gobierno es no saber en qué realidad está. Y no saben. O si lo saben será que lo dejan llevar para no generar derechos y no tener que distribuir nada con esta gente.
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Unos 70 jóvenes, en su mayoría menores de 25 años y procedentes de Albania, viven en el entorno del puerto de Bilbao. Su objetivo es llegar al Reino Unido, vía Portsmouth. Una red ciudadana solidaria se ha formado para ayudarles.

A.A.: Desde el punto de vista macropolítico es mucho más fácil realizar una campaña política contra un miedo que generando propuestas de mejora. ¿Cómo jalean los mass media? Diciendo que la inmigración provoca un aumento de la criminalidad, toda esta campaña que ha hecho El Correo contra los jóvenes que venían refugiados ha sido de asustar. Es de una hipocresía tal que en la misma semana en que se estaban haciendo las conmemoraciones al 80 aniversario del Gernika, se estaba construyendo el muro del puerto de Santurtzi. Además, cuando hablamos de igualdad o paridad creo que también hay una igualdad machista. Recuerdo un debate en el que decía un chico, “habláis mucho de igualdad pero vosotras no queréis ir a la mili”. Yo hablo de igualdad porque no quiero que tú vayas. No tenemos porqué utilizar los mecanismos de siempre. El reparto en las labores del hogar no consiste en que contratemos a alguien externo sino en que las compartamos. Una igualdad basada en el poder del dinero, en destrozar al prójimo y ver más lo que nos separa que lo que nos une, no es una igualdad por la que yo quiera luchar. 
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La escritora y periodista Sarah Jaffe aborda el desengaño cotidiano al que nos aboca el mundo laboral e investiga cómo, a pesar de todo, las personas se organizan colectivamente en sus empleos para que “trabajar apeste menos”.
Ocupación israelí
Palestina Vivir en alerta: la resistencia palestina frente la ocupación israelí
La cruda realidad de las feministas palestinas que, ante la represión y las detenciones arbitrarias, continúan su lucha por la libertad, la justicia y los derechos humanos.
Madrid
Ciudades Fake Madrid, un paseo por los hitos del simulacro
Un recorrido por los grandes éxitos de la conversión de Madrid en una ciudad irreal.