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Análisis
El ascenso de Chega y la crisis de la democracia de los claveles

Este domingo se celebraron las segundas elecciones legislativas portuguesas en poco más de un año, dando lugar al parlamento más escorado a la derecha desde la conquista de la democracia. Aunque no parece que la temprana repetición electoral vaya a aportar escenarios estables de gobernabilidad a la crisis que, en noviembre de 2023, se llevó por delante a António Costa y a su gobierno, uno de los pocos en los que todavía los socialistas gobernaban con mayoría absoluta. Desde entonces, Portugal ha entrado en una espiral de inestabilidad política que tuvo su último episodio el pasado domingo, con el adelanto electoral provocado por la controversia en torno al primer ministro, Luís Montenegro, por su decisión de mantener activa la empresa familiar, Spinumviva, tras asumir el cargo en abril del año pasado.
El resultado electoral profundiza en las tendencias que ya se evidenciaron hace un año, cuando los socialistas perdieron el poder a favor de la derecha conservadora de la Alianza Democrática (AD). A pesar del adelanto electoral y el escándalo que afectó a Montenegro, AD mejora sus resultados a costa del Partido Socialista, que podría perder incluso la segunda plaza en número de escaños tras el recuento del voto exterior. La izquierda se desploma hasta quedar casi sin representación, mientras que la ultraderecha de Chega, a pesar de sus múltiples polémicas, emerge como la gran beneficiada de la creciente crisis de legitimidad del sistema político portugués.
Salvo en el caso particular de Grecia, tanto en Portugal como en España, las opciones partidarias de extrema derecha habían cosechado hasta ahora algunos de los peores resultados del continente
De hecho, puede afirmarse que, una vez más, el gran vencedor del adelanto electoral ha sido André Ventura, líder del partido ultraderechista Chega (que significa “basta”). Ventura obtuvo un 22,56 % de los votos, convirtiéndose en la tercera fuerza política y alcanzando sus mejores resultados desde su entrada en el Parlamento en 2019, cuando apenas logró un 1,3 %. Y podría mejorar aún más tras el recuento del voto exterior si se mantiene la tendencia de las elecciones del año pasado, se convertiría en la segunda fuerza parlamentaria y Ventura en líder de la oposición, como él mismo se proclamó la noche electoral. Un ascenso meteórico para una formación de extrema derecha que, desde la Revolución de los Claveles de 1974 —que puso fin a la dictadura militar de António de Oliveira Salazar— apenas había tenido presencia en la vida pública portuguesa. Una situación que, sin duda, cambiará a partir de ahora: Chega está en posición de desempeñar un papel más que relevante en los próximos años.
Historia
Raquel Varela “Cuando se habla de socialismo se habla de Stalin. ¿Por qué no de la Revolución portuguesa?”
A comienzos de la década de 1970, la mayoría de los europeos pensaba que el renacimiento de las organizaciones ultraderechistas se produciría a partir de los restos de las dictaduras mediterráneas (Portugal, Grecia y España). El tiempo ha demostrado lo contrario. Salvo en el caso particular de Grecia, tanto en Portugal como en España, las opciones partidarias de extrema derecha habían cosechado hasta ahora algunos de los peores resultados del continente. No fue sino hasta 2019 cuando, en ambos países, la ultraderecha logró representación autónoma en sus respectivos parlamentos. La internacional reaccionaria que sacude medio mundo, especialmente Europa, llegaba finalmente a la península ibérica con unos años de retraso respecto a sus homólogos continentales.
Chega fue fundado ese mismo 2019 bajo el liderazgo de André Ventura, un político ultraconservador que se dio a conocer como comentarista deportivo en televisión. Un proyecto personalista, cuya base ideológica combina referencias religiosas con posiciones políticas extremas: Ventura ha llegado a afirmar que Dios le encomendó la misión de transformar Portugal. “Yo creo que Dios me colocó en este lugar, en este momento”. Alcanzó notoriedad política como candidato del Partido Social Demócrata (PSD) al Ayuntamiento de Loures (periferia de Lisboa), donde centró su campaña en ataques xenófobos y en la estigmatización de la comunidad romaní del municipio.
El giro trumpista de Ventura, intensificando sus ataques contra la migración y defendiendo deportaciones masivas, le ha permitido redirigir la indignación popular hacia abajo
Al igual que Vox, su homólogo español, Chega nació como una escisión de la derecha tradicional —en este caso, del PSD—. Su nombre proviene del movimiento interno que Ventura encabezó dentro del partido, en oposición a su entonces líder, Rui Rio, al que acusaba de moderado (“Chega de Rui Rio”). Su éxito, el más vertiginoso en la historia democrática portuguesa, se ha cimentado como expresión local de la ola reaccionaria global, sustentado en propuestas y declaraciones abiertamente racistas y polémicas. Algunas de ellas son la castración química para agresores sexuales, el confinamiento específico de población gitana durante la pandemia, ataques a los beneficiarios de ayudas sociales, y discursos antiinmigración, antifeministas y anti–LGBTQIA+, además de la difusión de teorías conspirativas como la del “gran reemplazo”.
Uno de los pilares centrales de su discurso es la lucha contra la corrupción. El programa de Chega contempla una batería de propuestas que incluyen la tipificación del enriquecimiento ilícito como delito, reformas al sistema de embargo y decomiso de bienes derivados de delitos económicos y financieros, y modificaciones para agilizar la justicia. Su lema de campaña en 2024 —“Limpar Portugal” (Limpiar Portugal)— no dejaba lugar a dudas, con carteles en los que se señalaba a los políticos socialistas como el enemigo a erradicar. La sucesión de escándalos de corrupción, desde el protagonizado por el expresidente José Sócrates hasta el que provocó la caída de António Costa, ha alimentado el voto de protesta que impulsa el ascenso de Chega.
Pese a las constantes disputas internas —propias de un partido unipersonal, con escasa estructura, débil implantación territorial y frecuentes escándalos entre sus dirigentes (desde robos en aeropuertos y conducción bajo los efectos del alcohol, hasta casos de abuso sexual a menores)—, su discurso ultra ha logrado sortear el desgaste. El giro trumpista de Ventura, intensificando sus ataques contra la migración, especialmente la procedente de India y Pakistán, y defendiendo deportaciones masivas, le ha permitido redirigir la indignación popular hacia abajo, blindando así su marca electoral de los sucesivos escándalos.
En realidad, el combustible electoral de Chega es el malestar profundo de una ciudadanía golpeada por la pérdida de poder adquisitivo, la escalada de precios —especialmente en alimentos— y una crisis inmobiliaria galopante. Es una expresión política de protesta ante las promesas incumplidas por los sucesivos gobiernos, en especial desde la crisis de 2008 y el progresivo deterioro del ya precario estado de bienestar portugués. Por primera vez, en estas elecciones, la suma de centroizquierda y centroderecha no alcanza los dos tercios del Parlamento. Un reflejo más de la erosión de la democracia portuguesa nacida de los claveles.
En este contexto, Chega ha intensificado su ataque a la “clase política parasitaria” que —según Ventura— ha gobernado el país durante medio siglo, “enriqueciéndose mientras empobrece al pueblo, que ya no puede pagar la luz, el gas, el combustible ni la vivienda”. Así, el líder ultra ha mutado el lema anticorrupción de “Limpiar Portugal” por el de “Salvar Portugal”, con resonancias tanto trumpistas como salazaristas, apelando a los miedos de una clase media empobrecida. Ventura se erige como portavoz de ese “Portugal de abajo” que ya no llega a fin de mes.
Todavía no está claro si Luís Montenegro cumplirá su promesa de no pactar con Chega o si, finalmente, seguirá el camino de su homólogo español (PP) y alcanzará acuerdos con la extrema derecha a cambio de estabilidad. Lo que sí parece fuera de duda es que Chega, entre o no en el gobierno, condicionará buena parte de la agenda pública portuguesa en el próximo período.