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15M
La imaginación indignada y quienes la deseamos tanto…
Definir al 15M como un evento no es baladí. Considero aquí que nos ayuda a comprender al movimiento como un devenir, una trama de procesos temporales y espaciales —incluso en lo virtual— y aconteceres colectivos. El 15M es un evento tramado por correspondencias urdidas por y para lo otro posible. Lo otro tan deseado. Quizá este entendimiento pueda hacerle justicia, a diez años vista, de manera coherente. Quizá también pueda devolver la imaginación indignada al lugar que le fue robado en su tiempo, por el afán demonizador y criminalizador de unos y la euforia narcisista y desacomplejada de otros.
Quizá, más que preguntarse qué fue el 15M pasada una década turbulenta, cabría preguntarse cómo fue, por qué. Cuestiones que siguen, desde mi punto de vista, huérfanas, no tanto de una teoría que las troquele —hay honrosas excepciones, como el magnífico libro Culturas de cualquiera, de Luis Moreno— enmudeciendo su potencia en la esclerosis actual de la teoría crítica.
El 15M podría concebirse como un evento creador, si entendemos la creación como una forma de resistencia, surgido de la necesidad, de la urgencia
La imaginación indignada, su razón-de-ser ética y estética, necesita ser analizada con sus propias herramientas, con las herramientas que, como evento, generó tanto en el cuerpo a cuerpo de las asambleas en las plazas como en su tecnopolítica extensión aumentada en las redes sociales de internet. Se trataría de hacer justicia, de restituir su propia praxis como campo de experimentación, validando la indignación. Su componente emocional y su dimensión virtual e-mocional.
El 15M actualizó en las plazas el viejo concepto de multitud (multitud conectada) —despreciado por muchas de las ortodoxias de diversa índole hasta entonces—, desplegando una constelación expresiva sin precedentes en la historia.
Podría concebirse como un evento creador, si entendemos la creación como una forma de resistencia, surgida de la necesidad, de la urgencia. La imaginación indignada transformó radicalmente aquellas en una pedagogía horizontal, anti-política (contra la política instituida y la verticalidad de las vanguardias) e instituyente, devolviendo a lo político una potencia y un sentido múltiples, capaces de deshacerse de cuadros, liderazgos y dirigencias e instaurando el poder de la horizontalidad, la corresponsabilidad y la autogestión, tornando su propia imaginación indignada una imaginación relacional.
La poética de las plazas generó nuevos espacios y tiempos, una lentitud sin prisas porque iba lejos, así como nuevos métodos de debate
Este poder hacer de la necesidad virtud del 15M fue capaz de proyectar, de ir adelante, como una correspondencia de subjetividades, de cambiar la sintaxis y la semántica, desentendiéndose del viejo tablero y las piezas, señalando a las claras la incapacidad de éste para cambiar la vida, haciendo visible la parte oculta del iceberg, al que dio la vuelta como un maremoto tranquilo, lento.
La poética de las plazas, como proyecto de la imaginación indignada, generó nuevos espacios y tiempos, una lentitud sin prisas porque iba lejos, nuevos métodos de debate y nuevos gestos, mostrando la potencia y la fuerza incontestables también de la condición precarizada y la vulnerabilidad, capaces de abrir un umbral de nuevos sentidos en mitad de una acerada contingencia, que tan rentablemente fue amortizada por algunos más tarde, dilapidada ya hoy, entre los restos de su naufragio.
Entonces, hace diez años, pusimos la vida en el centro, el cuerpo, en aquel evento cuerpo-a-cuerpo
Esta poética de la imaginación indignada pugnaba por contar con sus propias palabras, desestimando el relato establecido hegemónicamente, impugnando los sentidos comunes dominantes en el horizonte de acontecimientos de la década que recién empezaba y, precisamente como acontecimiento, irrumpió en ese horizonte previamente diseñado para hacerlo trizas de forma tranquila; desde la alegría, lo lúdico, la ironía y el sentido del humor, desde el arte, que alcanzaron su expresión y expresividad plenas como formas de activismo.
Entonces, hace diez años, pusimos la vida en el centro, el cuerpo, en aquel evento cuerpo-a-cuerpo. Hoy todo parece lejano, más aún por la lejanía entre cuerpos impuesta por esa excepcionalidad llamada nueva normalidad. Quién iba a pensar entonces que el deseo de abrazar sería revolucionario.