València
Las dudas y sombras oscurecen el futuro del museo Sorolla de València
Entrever la luz al final del túnel fue la prioridad de Carlos Mazón tras haber decidido pasar la tarde de aquel 29 de octubre de 2024 en el restaurante El Ventorro mientras 230 valencianos se ahogaban en el fango. Parecía un deseo imposible hasta que, en la desesperada imaginación del presidente, Sorolla, el gran maestro de la luz, se apareció como el único destello a mano para vislumbrar aquella salida del túnel. Hoy, sin embargo, con la remodelación de su futura sede en el Palacio de Comunicaciones suspendida cautelarmente, la operación Sorolla que hereda su sucesor al frente del Consell, Juan Francisco Pérez Llorca, presenta poca luz y muchas sombras.
El origen de esas incertidumbres no está tanto en la decisión judicial de detener la intervención en el edificio de Correos como en el improvisado modo con que se gestó la idea. Y es que los ritmos fueron vertiginosos. El pasado 1 de mayo, a las 11 de la mañana, José Luis Díaz, director general de Proyectos Estratégicos entonces y hoy vicepresidente segundo del Consell, llegaba a la Hispanic Society de Nueva York, donde se reunió durante una hora con sus responsables.
El encuentro en Nueva York sirvió para unir dos “prisas” acuciantes: las de Mazón por una buena noticia, y las de la Hispanic Society por recaudar recursos con los que cuadrar su presupuesto
Esa misma tarde, cuando había decidido marcharse a Estados Unidos para disimular su exclusión del congreso del PP europeo que se celebraba en Valencia, Mazón visitó fugazmente el museo y tras un breve encuentro con su director, Guillaume Kientz, la Generalitat anunciaba a bombo y platillo un acuerdo que iba a permitir que “la gran obra internacional del Sorolla venga a casa”. El 24 de julio se firmó en Valencia el acuerdo marco para la cesión de más de 200 obras de Sorolla, la práctica totalidad de los fondos de la Hispanic.
En realidad, el encuentro en Nueva York sirvió para unir dos “prisas” acuciantes: las de Mazón por una buena noticia, y las de la Hispanic Society por recaudar recursos con los que cuadrar su presupuesto. En esta carrera contrarreloj, la Hispanic Society contrató los servicios del bufete Ramón y Cajal y dos de sus expertos en Derecho del Arte se pusieron a trabajar en la mayor operación de préstamo de obras de arte desarrollada hasta la fecha por la institución en España. Eran Patricia Fernández, experta en la figura de Archer M. Huntington, fundador de la Hispanic, y Rafael Mateu de Ros, consejero del grupo Bankinter, también hombre de confianza de la familia Botín pese a que su patriarca, Jaime Botín, fue condenado en 2020 por contrabando de arte. Mateu de Ros, además, tiene fuertes vínculos con Valencia y buenas relaciones con la familia Sorolla.
Un museo millonario como reclamo turístico. Ni una mención a la divulgación del artista o al papel del futuro museo en la política cultural de la Generalitat
Ambos hicieron bien su trabajo. De hecho, el acuerdo marco responde a los intereses de la Hispanic Society, ya que en la exposición de motivos solo se recoge su objetivo de atraer visitantes a “su museo y biblioteca en la ciudad de Nueva York”. De la Generalitat solo se dice que tiene las competencias en cultura y que está interesada en crear el museo. Será tras destacar las conclusiones del informe de la galería Colnaghi cuando el acuerdo defienda que el proyecto hará de València un “referente cultural internacional” que “potencia su oferta turística, y asegura un impacto positivo a largo plazo en el ámbito económico y turístico”. Un museo millonario como reclamo turístico. Ni una mención a la divulgación del artista o al papel del futuro museo en la política cultural de la Generalitat.
El informe de Colnaghi es clave en este proceso. Con él se avala, por su relación “calidad-precio”, el canon de 1,15 millones de euros anuales que reclama la Hispanic Society. Para su dictamen, la galería realizó la tasación de las piezas, pese a que la selección todavía no estaba cerrada. Su conclusión sirvió a la Generalitat para aceptar las condiciones de la Hispanic. La solvencia e independencia de Colnaghi queda acreditada en el acuerdo con dos datos: que es una empresa “londinense” y que cuenta “con más de 250 años de experiencia en el comercio del arte”. Pero, otros datos permanecían ocultos.
La galería Colnaghi estaba interesada en reforzar el valor económico de Sorolla ya que gestionaba la venta de su cuadro ‘Isabelita y Thor’ (1893), adquirido finalmente por la National Gallery de Washington
En efecto, Colnaghi fue fundada en Londres en 1760. Sin embargo, en octubre de 2015 fue adquirida por los marchantes españoles Jorge Coll y Nicolás Cortés. Asimismo, la galería estaba interesada en reforzar el valor económico de Sorolla ya que gestionaba la venta de su cuadro Isabelita y Thor (1893), adquirido finalmente por la National Gallery de Washington el pasado septiembre. Pero es que, además, la galería tiene estrechos lazos con la firma de abogados Ramón y Cajal y con la propia Hispanic. En concreto, el bufete asesoró a la firma en la reciente y polémica operación de compra y posterior cesión al Prado del Ecce Homo de Caravaggio descubierto en Madrid. Por si esto fuera poco, el director general de la galería, Jorge Coll, es miembro del consejo asesor internacional de la Hispanic Society.
En cualquier caso, el informe de Colnaghi es papel mojado porque el acuerdo no desvela cuánto pagará la Generalitat por la cesión de la obra. Aunque inicialmente se fija el canon anual en 1,15 millones de euros, lo que significaría más de 17 millones euros si el acuerdo se mantiene los quince años previstos, el importe real es una incógnita. Por un lado, porque no se aclara si el canon se revalorizará anualmente con el IPC o con otro índice sin especificar. Por otro, porque el propio acuerdo marco destaca que esa cantidad solo es una estimación a priori y que esas cifras “no son jurídicamente vinculantes para las partes”. El coste real queda pendiente de la firma entre la Generalitat y la Hispanic Society de un futuro acuerdo de préstamo del que, hasta la fecha, no se tienen noticias.
Falta de concreción en la futura gestión de los fondos
Como tampoco se sabe nada de la fundación que gestionará la futura sede de la Hispanic en València, y de la que podrían formar parte, además de la Generalitat y la institución americana, el ayuntamiento de Valencia y la Diputación. Dicha fundación asumiría el control del futuro espacio museístico sin más ingresos previstos que la venta de entradas, asumiendo la Generalitat todos los gastos de funcionamiento, así como de embalaje y transporte de las obras, si los recursos propios fueran insuficientes.
A todos estos gastos sin determinar, la Generalitat debe sumar la remodelación y adecuación del Palacio de las Comunicaciones, una inversión estimada inicialmente en más de 27 millones de euros. El cómputo total da unas cifras tan millonarias como desconocidas, que contrastan con los recortes presupuestarios en el área de Cultura introducidos por el PP desde su llegada al gobierno autonómico valenciano.
La Hispanic Society no solo ha impuesto unas draconianas medidas financieras a la Generalitat. También le obliga a la privatización del futuro museo y a la contratación directa de una empresa para ello
Pero la Hispanic Society no solo ha impuesto unas draconianas medidas financieras a la Generalitat. También le obliga a la privatización del futuro museo y a la contratación directa de una empresa para ello: la Light Art Exhibitions (LAE). La Hispanic es inflexible en este punto: si no se contrata esta empresa, o se la cesa sin su consentimiento, romperá el acuerdo. LAE es una sociedad integrada por Gonzalo Saavedra, editor de arte, y Lorenzo Pérez, promotor musical y socio, en los primeros años dos mil, de Salvador Palop, el ex concejal del PP de Valencia, ya fallecido, al que Eduardo Zaplana confesó sus aspiraciones de hacerse millonario en una conversación telefónica grabada dentro de las investigaciones del caso Naseiro.
Saavedra, por su parte, tiene una larga amistad con la bisnieta del pintor, Blanca Pons-Sorolla, responsable de supervisar la selección de las obras de Sorolla que deberían llegar a Valencia. Estos lazos con la familia del pintor propiciaron a LAE firmar en 2022, en víspera del centenario de la muerte del autor, un contrato de exclusividad con la Fundación Museo Sorolla para el uso de sus fondos en el diseño de exposiciones inmersivas. Ahora LAE tendrá también la exclusividad de Soralla en Valencia, en esta ocasión de la mano de la Hispanic.
Sobre las condiciones con que LAE prestará sus servicios en el futuro museo valenciano, tampoco se sabe nada. El acuerdo marco solo señala que la empresa gestionará las entradas del museo, cuya recaudación irá íntegramente a la futura fundación. Además, se especifica que la empresa también gestionará la tienda y la cafetería que albergará el espacio, cuyos ingresos obtenidos se repartirán entre LAE y la Hispanic Society. Paradójicamente, el canon por el uso del nombre de Café Huntington lo paga la Generalitat, que queda al margen de los beneficios de su explotación.
La incógnita de los plazos
Además de todas las incógnitas financieras, hay más sombras sin despejarse; como los plazos. En principio, la sede de la Hispanic Society en Valencia debería ser una realidad en 2026 y fuentes neoyorquinas databan en el próximo mes de marzo el envío de las primeras obras. Esto explica la aceleración con que se quería tramitar y ejecutar la remodelación del Palacio de las Comunicaciones, con un pliego de licitación del proyecto que prima la reducción de los plazos. Esto ha provocado la suspensión cautelar del proceso por el Tribunal Administrativo Central de Recursos Contractuales que ha aceptado a trámite el recurso interpuesto por el Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana que considera inaceptable esa celeridad en un proyecto de esta envergadura. Es más, a su juicio, la rehabilitación de un edificio tan emblemático como este debería realizarse mediante un concurso de ideas con jurado, en lugar del procedimiento de urgencia promovido por la Generalitat.
Aunque el proyecto ha quedado por el momento paralizado, el acuerdo marco suscrito por la Generalitat y la Hispanic ya había previsto que las futuras instalaciones no estuvieran preparadas a tiempo y dejaba la puerta abierta para que la colección, o parte de ella, pudiera acogerse “con carácter temporal” en otros espacios. El propio Carlos Mazón daba una pista sobre un posible destino alternativo, aunque fuese temporal, para las obras: el Palacio de Altamira de Elche.
El expresidente hizo este anuncio durante la reapertura de este espacio tras la rehabilitación de tres de sus salas expositivas. El problema es que el complejo tiene pendiente nuevas obras dados los problemas de humedades y el deterioro general que sufría el palacio. Así, lejos de aclarar las cosas, aquel anuncio aumentaba la confusión, especialmente porque Mazón también avanzó que Elche recibiría cinco cuadros de temática ilicitana, del pintor José María López Mezquita, pertenecientes a la Hispanic Society. Pero en ningún apartado del acuerdo marco se mencionan los cuadros de López Mezquita y su posible traslado a Elche.
Así las cosas, Mazón dejó la presidencia con el museo de Sorolla sumido en una inmensa nebulosa. Y a Juan Francisco Pérez Llorca le corresponderá ahora despejar todas las dudas. O cubrir la operación con un manto de olvido como en los mejores momentos de los grandes proyectos de Zaplana y Camps. Por lo pronto, en su discurso de investidura no dedicó ni una mención al que hace poco era el anuncio estrella del Consell. Así mismo, el nuevo presidente del Consell ha cesado de su cargo como secretaria autonómica de Cultura a Pilar Tebar, la persona que hasta ahora supervisaba el proyecto y viajaba periódicamente a Nueva York para participar en la selección de las obras de Sorolla.
En cualquier caso, la respuesta final estará en los próximos presupuestos para 2026, que el Consell ha renunciado a presentar por el momento. La Hispanic Society ha exigido como condición para mantener el acuerdo que se incluya en ellos una partida anual para financiar su canon. Ahí, Pérez Llorca tendrá que decir su última palabra. O Vox.
València
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