Opinión
La independencia energética: una necesidad que no podrá pasar por los biocombustibles

Especialista en biocombustible de Ecodes.
Llenar el depósito del coche se ha convertido en un gasto cada vez más alto. Los precios de los combustibles han subido con fuerza en los últimos años, lo que ha impactado en la subida de la inflación que ha alcanzado en julio el 2,7%, y no es por casualidad. Esta escalada se debe a una combinación de factores globales; entre ellos, las tensiones geopolíticas y conflictos que han marcado los últimos años. También impactan las decisiones de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), las fluctuaciones del dólar y problemas en las cadenas de suministro. Todo esto ha afectado directamente al bolsillo de los consumidores europeos. Y este no es el único factor que se ha visto afectado por este contexto inestable: influye, igualmente y de forma determinante, en materia de seguridad energética; es decir, la garantía de tener acceso estable y asequible a la energía que necesitamos. España, al no controlar las fuentes de energía fósil, tiene aquí un margen de maniobra muy limitado. Es fundamental romper con la supeditación a las importaciones y asegurar nuestra independencia energética.
Al mismo tiempo, los impactos del cambio climático se hacen cada vez más evidentes y el sector del transporte continúa siendo uno de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero en España.
Está claro que este modelo tiene que cambiar. La reciente no aprobación del Real Decreto-ley 7/2025, también conocido como “antiapagones”, que incluía medidas urgentes para reforzar la resiliencia del sistema eléctrico frente a olas de calor y posibles apagones, ha sido una oportunidad perdida para avanzar hacia la seguridad energética a través de fuentes de energía más justas y limpias. En lugar de apostar con decisión por soluciones estructurales que reduzcan nuestra vulnerabilidad, se siguen promoviendo falsas salidas que perpetúan la dependencia del exterior.
En lugar de apostar por soluciones en pos de la soberanía energética, se siguen promoviendo falsas salidas. Los biocombustibles son una de ellas; el 80% de las materias primas que necesitan se importan.
Un ejemplo de ello es el caso de los biocombustibles. Algunas empresas, ansiosas por mantener su posición, repiten una y otra vez que son 100 % renovables y que van a mejorar la seguridad energética de España. Sin embargo, ¿son la clave para la independencia energética y el clima? Nada más lejos de la realidad: el 80% de las materias primas necesarias para su fabricación se importan, como destaca un análisis de Ecodes publicado el pasado 29 de julio.
La falsa promesa de los biocombustibles: nueva dependencia y peligros para el medio ambiente y la salud de las personas
En primer lugar, los biocombustibles fabricados a partir de cultivos ponen en peligro la seguridad alimentaria, hacen aumentar los precios de los alimentos y provocan deforestación, al competir por tierra y recursos con la producción agrícola destinada al consumo humano. En este sentido, la última revisión de la Directiva de Energías Renovables de la Unión Europea establece un límite para ellos y prioriza los biocombustibles a partir de residuos. En cualquier caso, estos tampoco son la solución. Aunque aprovechar los desechos para darles una segunda vida a través de los biocombustibles no parece mala idea y podría ayudar a gestionar nuestros residuos, en España se importa el 80 % de las materias primas que se usan para fabricarlos, según datos oficiales, y la mayoría vienen de Asia.
El HVO, un biocombustible fabricado a partir de aceite de cocina usado, se importa de, entre otros, Malasia. El país asiático exporta hasta tres veces más aceite usado del que recoge, lo que huele a fraude.
Estas importaciones, además de hacernos depender de terceros países, suponen serios riesgos para el medio ambiente. Tomemos como ejemplo el HVO, un biocombustible fabricado a partir de aceite de cocina usado (UCO, por sus siglas en inglés), que se importa al 86% desde China, Indonesia y Malasia. Se ha detectado que Malasia exporta hasta tres veces más aceite usado del que declara haber recogido. Esto levanta serias sospechas de fraude, ya que podría ser que parte de ese aceite “usado” en realidad sea aceite de palma virgen, mucho más barato y fácil de obtener. Además, en China, los controles aleatorios no son autorizados, y la única manera de controlar la materia prima es a través de las declaraciones de las empresas. La opacidad del sistema y la falta de mecanismos fiables para verificar el origen del aceite despierta preocupación sobre la posible entrada de aceite de palma vendido como usado en Europa.
Cabe destacar que el aceite de palma está directamente relacionado con la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el cambio de uso del suelo en regiones tropicales. Si se quema para mover coches en Europa, bajo la etiqueta de “biocombustible 100% sostenible”, el impacto ambiental puede ser incluso peor que el de los combustibles fósiles.
La producción local es insuficiente para contribuir a la descarbonización de todo el sector del transporte
¿Y no podríamos usar aceite de cocina usado producido localmente? En España, por nuestra cultura culinaria fuertemente basada en el uso de esta materia, consumimos unas 850.000 toneladas al año. Sin embargo, solo se recicla una pequeña fracción, y supone un gasto de tiempo y recursos para recogerlo. Si se maximizase esta labor, se estima que se podrían generar unas 130.000 toneladas de aceite de cocina usado. Una cantidad en cualquier caso insuficiente.
Si utilizáramos todos los recursos locales de aceite usado para biocombustibles, solo podríamos cubrir el 17,5% de la demanda actual de combustible.
Analizamos, para comprobarlo, a un caso muy concreto: el de la aviación. Esta cantidad solo alcanzaría para producir unas 26.000 toneladas de biocombustible del tipo HEFA (hecho a partir de aceites usados), dado que se necesitan 5 litros de aceite de cocina usado para producir un litro de este combustible. En 2025, la aviación en España está obligada a usar casi 148.000 toneladas de este tipo de biocombustible, y en 2030 necesitará más de 2 millones de toneladas. Es decir, con los recursos locales actuales solo se cubriría un 17,5 % de lo que se necesita en 2025 y un 0,013 % en 2030. Incluso si se destinara todo el UCO disponible exclusivamente a este sector, no se alcanzaría la demanda nacional.
La electrificación como vía hacia la independencia energética
A pesar de que queden claras las limitaciones de producción local y sostenible de biocombustibles, hay actores que promueven su uso en el transporte por carretera. Algo poco lógico cuando existen otras soluciones más eficaces y disponibles para reducir las emisiones de forma más rápida y a menor coste, como la electrificación a batería. España no tiene capacidad de abastecimiento de materia prima para producir biocombustibles, pero sí cuenta con un enorme potencial renovable que le permite reducir su dependencia de combustibles importados y volátiles. De media, en el año 2024, el 56,8% de la energía eléctrica se generó mediante renovables, según Red Eléctrica de España (REE).
Apostar por la electrificación del transporte no solo es más eficiente desde el punto de vista ambiental, sino que también refuerza la seguridad e independencia energética del país.
No existen recursos sostenibles para producir las cantidades de biocombustibles necesarias para reemplazar los combustibles fósiles en España. Es mejor la apuesta por la electrificación del transporte.
En definitiva, no existen los recursos sostenibles suficientes para producir las cantidades de biocombustibles necesarias para reemplazar los combustibles fósiles en España. Pongamos fin a las falsas creencias y no sustituyamos una dependencia a los combustibles fósiles por una nueva dependencia a materias primas procedentes del extranjero y con serios riesgos económicos, de salud y climáticos.
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