Opinión
28 de febrero: soberanía y lucha de clases
El histórico líder Juan Manuel Sánchez Gordillo apela a la unidad de los pueblos contra el capitalismo para recuperar la soberanía.

Es alcalde de Marinaleda (Sevilla) y miembro del Sindicato Andaluz de Trabajadores.
No se puede hoy menos que nunca ser de izquierdas e internacionalista sin ser soberanista.
Así lo entendió el SOC y el SAT desde su fundación. Y así ha sido y tiene que seguir siendo nuestra práctica y la de nuestro pueblo.
Porque somos anticapitalistas y creemos que es preciso abolir la propiedad privada de los medios de producción hemos practicado, y tenemos que seguir practicando, algo que ahora parece que se quiere olvidar, que es que en esta sociedad del 2018 siguen existiendo dos clases sociales de intereses antagónicos como son la burguesía capitalista (terrateniente industrial comercial, bancaria…) y la clase obrera que no tiene más que sus manos.
Hacer una opción de clases significa, aquí y ahora, enfrentarnos con cuantos medios tengamos a nuestro alcance a una burguesía descaradamente ladrona y explotadora, que impone desde la dictadura del mercado condiciones laborales más propias del siglo XIX que del XXI.
Los gobiernos como marionetas dóciles aplican el fascismo económico brutal que desmantela y aplasta a la clase obrera
Practicar la lucha de clases significa meterle fuego a las dos reformas laborales puestas en práctica primero por Zapatero (PSOE) y después por Rajoy (PP), que han dejado a la clase obrera absolutamente indefensa ante el patrón: despido más libre y más barato, precariedad absoluta hasta el 90% del empleo, sueldos de miseria en los que se pagan tres o cuatro euros la hora y se paga en negro para no dar a los trabajadores de alta en la Seguridad Social. Horarios leoninos de hasta las 10 y 11 horas la jornada, convenios laborales que no se cumplen en la industria, en el campo, en la construcción, en los servicios… Mafias organizadas con las ETT y abusos increíbles con la contratación claramente esclavista de inmigrantes en la fresa de Huelva, los invernaderos de Almería, la naranja en Córdoba y Sevilla.
Más del 30% de la economía es sumergida y eso ya se sabe es una esclavitud asegurada para mujeres y hombres que, como están ilegales, no se atreven ni tan siquiera a denunciar porque si lo hacen no les queda otra salida que el hambre y la miseria. Y esto tiene un nombre: terrorismo laboral.
La violencia y crueldad de la burguesía ha regresado y se ha multiplicado en sus abusos, que son prácticas decimonónicas y fascistas.
La clase obrera esta hoy terriblemente violentada y claramente indefensa en una convivencia corrupta entre el omnímodo poder económico (mercados, Bruselas, Organización Mundial del Comercio…) y el poder político, con gobiernos que no solo evitan estos atropellos sino que los fomentan desde las leyes, los imponen con represión y/o el aplauso político, vendiéndolo como progreso.
Los gobiernos como marionetas dóciles aplican el fascismo económico brutal que desmantela y aplasta a la clase obrera y la deja tirada en la basura como esclavos sin derechos.
Queda así la clase obrera robada de toda soberanía, de toda capacidad real de decidir, puesto que se le ha quitado todas las herramientas legales y de acción, absolutamente secuestradas por una represión cada vez más dura aunque sibilina (ley Mordaza) y por una creciente criminalización de sus luchas, aunque sean no violentas. Hasta el extremo de dejarles aniquilados en su miseria como personas y como clase o simplemente en la cárcel, como presos preventivos.
Por tanto, reclamar soberanía social laboral y política responde a un interés de clase frente a quien se la roba todos los días y a todas horas: el capitalismo imperialista dominante.
Pero este interés de clase de recuperar la soberanía como expropiado y explotado hoy se pone en el centro de su interés subvertidor y revolucionario.
El imperialismo económico desde la crisis ha provocado un trasvase de soberanía del ámbito de lo político al ámbito de lo económico (mercado) de tal manera que cada vez se decide menos desde los parlamentos y los gobiernos a los que se deja vaciados de contenido.
El "Dios Mercado" todopoderoso pone de rodillas a los Estados a las Naciones a los Pueblos y los somete a su dictadura leonina y a sus reglas del juego, que no son libres sino que funcionan como la ley de la selva. Las multinacionales y el capital financiero imponen reglas totalmente egoístas y miserables, y para ello cuentan con herramientas tan poderosas como FMI, Banco Mundial, o la OMC.
Reclamar soberanía pues desde Andalucía o desde Cataluña o desde Euskal Herria… como pueblo no es pues una cuestión solo identitaria, sino que esas luchas nacionales coinciden con la lucha por otras condiciones laborales. El interés nacional por la soberanía coincide con el interés de clase.
Reclamar poder político aquí y ahora es quitarle al imperialismo económico lo que acumuló, monopolísticamente, que es la capacidad real de decidir.
Decide solo el Mercado. El mayor ladrón de soberanía es el imperialismo económico. Quitarle poder político es, pues, una lucha de liberación de clase y como pueblo.
Andalucía tiene que reclamar soberanía y los andaluces como trabajadores y como andaluces hemos de exigir poder político para acabar con el capitalismo y sus estructuras, hoy por hoy ladrones de derechos y libertades.
La lucha nacional y la lucha de clase tienen un interés común: reclamar soberanía política y económica. Hoy, en manos de una minoría que controla el Mercado y su mecanismo de imposición.
El obrero ya no es nadie. Los pueblos no son nadie. Andalucía en el contexto nacional e internacional no es nadie.
Si la clase obrera (mujeres y hombres) no deciden por sí mismos actuar, deciden por ellos. Si las andaluzas y andaluces no deciden como tales, otros mandan por ellos.
No somos nada como pueblo, como Nación. No somos nada como trabajadores.
Solo unidos como trabajadores y como andaluces podemos debilitar y acabar con el capitalismo que nos roba la soberanía como clase y como nación.
¿Soberanía para Andalucía para qué?
Soberanía para acabar con el paro y generar una economía de rostro humano y solidario donde la persona sea el centro de todos los quehaceres.
Soberanía para acabar con la corrupción y por tanto con el capitalismo, que es en sí mismo una extraordinaria máquina de delinquir. Ética a la política.
Soberanía para que la energía sea pública e inespeculable. Al servicio de la pequeña empresas y de las familias más pobres. La energía como un derecho inalienable de las personas.
Soberanía para que la vivienda no sea una mercancía con la que se hace negocio y se especula, sino un derecho real reclamable por ley. Para que todas las personas tengan garantizado un techo.
Soberanía para que Andalucía sea una nación de paz y de solidaridad entre los pueblos y desaparezcan las bases militares imperialistas de Rota y Morón, que están expendiendo la muerte y destrozando la soberanía de otras naciones y pueblos. Ningún andaluz por ningún motivo debe participar en ninguna guerra.
Soberanía para desprivatizar el agua y que sea pública y al servicio del pueblo. El agua está hoy convertida en negocio de multinacionales. Con el agua nadie puede especular.
Soberanía para poder disponer de un Banco Público Andaluz que sea capaz de invertir donde le convenga a los intereses de Andalucía y sus gentes.
Soberanía para que la sanidad y la educación sean públicas, universales y gratuitas. No a los convenios concertados con entidades privadas.
Soberanía para alcanzar la soberanía alimentaria y la Reforma Agraria que dé el uso de la tierra y las semillas a las comunidades que la habitan y la trabajan.
Soberanía que debe ser solidaria con todos los pueblos y naciones del planeta, porque al fin todas naciones y pueblos tienen un enemigo común que les aplasta a todas y les roba sus recursos, a unos de una manera y a otros de otra.
Nuestro soberanismo o nacionalismo es pues internacionalista y solidario. Es decir, cuando luchamos en Andalucía por nuestra soberanía y frente al capitalismo, estamos siendo solidarios con la lucha por su soberanía del pueblo palestino o del pueblo kurdo o del pueblo saharaui…
Del mismo modo, la lucha por su soberanía de otras naciones y pueblos del Planeta o del Estado español no son nunca contra nosotros, sino a favor de todos los que luchan contra el imperialismo capitalista.
Por eso espero que este 28 de febrero no pueda utilizarse Andalucía y la blanca y verde para frenar o servir de freno de otras luchas de pueblos hermanos como el catalán, el vasco o el gallego.
Su lucha es nuestra lucha. Nuestra lucha es su lucha. Porque los pueblos somos hermanos. El capitalismo es el único enemigo que tenemos que batir para que las personas las clases sociales y las naciones puedan ser verdaderamente libres y soberanas.
¡Viva la lucha de la clase obrera!
¡Viva la Utopía!
¡Viva Andalucía libre y soberana!
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