Opinión
Bulos y negacionismo: así se fabrican chivos expiatorios para los incendios

Los incendios forestales no son culpa de la Agenda 2030, ni de los ecologistas, ni de la Aemet. Son consecuencia de décadas de abandono rural, de falta de inversión en la prevención y del cambio climático cada vez más acelerado.
Manifestación Valladolid 20 de agosto Incendios Galeria - 16
Manuel del Valle Una mujer sostiene un cartel durante la manifestación del 20 de agosto en Valladolid contra la gestión forestal de la Junta.
Portavoz de la Campaña de Bosques de Greenpeace.
22 ago 2025 06:00

No es nada nuevo. Ya lo escuchamos durante los incendios de Zamora en el verano de 2022. Hoy se repite en redes sociales y aflora en cada oportunidad que tienen algunos portavoces políticos para buscar un “chivo expiatorio”, disfrazar su negacionismo climático y eludir responsabilidades.

El nuevo mantra de la extrema derecha al que se suman también los dirigentes del Partido Popular, sostiene que los grandes incendios forestales no están provocados por una combinación de factores (intencionalidad del fuego, paisajes cada vez más vulnerables y extremos agravados por el cambio climático), sino consecuencia de la “agenda ideológica”.

El nuevo mantra de la extrema derecha sostiene que los grandes incendios forestales son consecuencia de la “agenda ideológica”.

Hace unos días, Isabel Díaz Ayuso reconoció que el incendio de Tres Cantos surgió de “forma anómala” y se propagó por rachas de viento que “no son normales en la Comunidad de Madrid”. Podría haber sido un primer paso para reconocer que existen factores estructurales y meteorológicos clave, pero no. La presidenta madrileña volvió a culpar a la “burocracia rígida” y las “agendas ideológicas” que entorpecen el “trabajo cotidiano”.

Ayuso replicaba así el relato del consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, cuando ante los graves incendios que asolaron la provincia de Zamora, en el verano de 2022, responsabilizó al “ecologismo radical”. Y con estos mimbres, los tertulianos volvieron a los lugares comunes: “el monte está sucio”, “los incendios se apagan en invierno”, “ya no dejan recoger piñas y ramas del monte”, “los montes gestionados no arden”, “los ecologistas no dejan limpiar el monte”, etcétera.

La búsqueda de culpables

Esta narrativa, muy arraigada en la población rural, llevó a que durante los años 70 y 80 se señalara al Icona como responsable de muchos de los problemas en el medio natural. Las normativas sobre caza y pesca, el uso del fuego o las repoblaciones forestales chocaban con la tradición de gestionar los recursos con total autonomía.

Con la reaparición del lobo en algunas comarcas a partir de los 70, las culpas empezaron a dirigirse hacia Félix Rodríguez de la Fuente, a quien se acusaba de liberar lobos a veces, incluso, desde helicópteros. Tras su muerte, fueron los ecologistas quienes heredaron ese papel, supuestamente responsables de soltar víboras y otras ponzoñas.

Hoy, los incendios forestales, las danas o las olas de calor dejan de ser consecuencia de un modelo territorial y climático insostenible. El “lobby ecologista”, la Agenda 2030, el Pacto Verde o incluso la Aemet aparecen como los culpables de todos los problemas, compitiendo en un ranking de responsabilidades. Da igual que la comunidad científica y Naciones Unidas lleven décadas advirtiendo que podría pasar lo que ahora está pasando.

El manual de comunicación en esta crisis es claro: la culpa es de una “normativa ambiental rígida” elaborada en los despachos de las grandes ciudades.

El manual de comunicación en esta crisis es claro: la culpa es de una “normativa ambiental rígida” elaborada en los despachos de las grandes ciudades. El PP y Vox presentan esto como una “batalla cultural”, pero en realidad son unos cuantos viejos argumentos dirigidos hacia una población golpeada por el drama de los incendios. En medio del dolor y la incertidumbre, los mensajes cortos y simples llegan antes.

¿Quién no deja limpiar el monte?

Este es el relato, ahora entremos en materia. Dicen algunos portavoces que estas cosas ocurren porque “los ecologistas ya no nos dejan limpiar el monte”.

En primer lugar, es la legislación de montes, estatal y autonómica, la que regula los aprovechamientos forestales: madera, leña, corcho, resina, setas o plantas aromáticas. Lo mismo ocurre con la caza o los recursos pesqueros: no puedes mariscar o pescar libremente sin permisos. Nadie diría que esto es “culpa de los ecologistas”, sino la manera lógica de evitar la sobreexplotación y adaptar el uso de los recursos a lo que los ecosistemas pueden sostener.

No son “los ecologistas”, es la legislación de montes la que regula los aprovechamientos forestales, al igual que ocurre con la caza o la pesca.

Además, no solo arde el monte. Lo que estamos viendo arrasado este verano son todo tipo de superficies afectadas, en buena parte por un éxodo rural que comenzó ya en los años 60. En este contexto, los pueblos se vacían, pocos se dedican ya al sector primario, el pasto se acumula ante la falta de cabras o vacas, se matorralizan las zonas más alejadas y la vegetación avanza. No, la agenda ambiental y los ecologistas no tenemos la culpa de esto. Es un problema estructural, producto de una tendencia común en toda Europa pero especialmente sangrante en zonas montañosas y del interior de la península, la renombrada “España vaciada”.

Durante los incendios de alta intensidad, con olas de calor extremas y vientos cambiantes, da igual si el terreno es agrícola, ganadero o forestal o si está gestionado o no: el fuego devora todo a su paso y los incendios se declaran “fuera de la capacidad de extinción”. En esos momentos, no hay helicópteros ni brigadas suficientes: solo queda evacuar y esperar a que cambie el tiempo. No es que el monte estuviera “sucio”, era un paisaje altamente vulnerable a las condiciones climáticas imperantes.

El negacionismo como cortina de humo

El negacionismo climático obvia que estamos en un escenario nuevo, agravado por el cambio climático. Son las actividades humanas y sus emisiones de gases de efecto invernadero las responsables del incremento de las temperaturas y la mayor frecuencia, duración e intensidad de las olas de calor.

Un último apunte. Al escapismo del PP de echar las culpas del problema a la agenda ambiental y los ecologistas, se suman ahora voces académicas dispuestas a reforzar este peligroso relato. Un pequeño núcleo de ingenieros de montes, emulando tácticas de la industria farmacéutica o fósil, acusan a las normativas europeas, la red de espacios naturales protegidos, la Ley de Restauración de la Naturaleza, la Política Agraria Común o los ecologistas de ser la causa de la vulnerabilidad del medio rural ante los incendios. Alimentan así el discurso que confunde y convierte a esa pequeña parte del sector forestal en combustible ideológico.

Cuando desde el poder se recurre al chivo expiatorio para ocultar que las causas están en el abandono rural o el cambio climático, no solo se engaña a la población: se alimenta la catástrofe.

Los incendios forestales no son culpa de la Agenda 2030, ni de los ecologistas, ni de la Aemet. Son consecuencia de décadas de abandono rural, de falta de inversión en la prevención y del cambio climático cada vez más acelerado. Cuando desde el poder se recurre al chivo expiatorio para ocultar estas causas, no solo se engaña a la población: se alimenta la catástrofe.

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