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Los políticos siempre nos han clasificado como buenas ciudadanas o malas ciudadanas dependiendo de si somos útiles para sus intereses o de si somos molestas. Extremadura en las últimas décadas ha sido un territorio de “buenas ciudadanas”, donde las huelgas y la conflictividad laboral han sido escasas, como los sueldos y las condiciones laborales.
Por eso, cuando alguien se atreve a decir en alto lo que todas sabemos y muchas callan, se genera tanto revuelo, porque, además, la falta de costumbre hace que la clase política no acepte las críticas. Y eso es lo que ocurrió el día 7 de septiembre, durante la entrega de medallas en el acto institucional de la Junta de Extremadura, cuando el atleta Álvaro Martín le afeó a Rodríguez Ibarra la designación del 8 de septiembre como Día de Extremadura, en lo que el propio Rodríguez Ibarra calificó en la televisión extremeña como “una cacicada mía”.
Extremadura
Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra reconoce que el Día de Extremadura fue “una cacicada”
Como Ibarra está muy lejos de aceptar las críticas, desde ese día, está utilizando su poder político, mediático y social para lanzar un feroz ataque hacia Álvaro Martín desde todos los altavoces que tiene a su disposición. El primero de ellos fue durante un acto que el PSOE realizó en Miajadas el 21 de septiembre. Durante ese acto, Ibarra acusó a la mayoría de personas que recibieron las medallas de no pagar sus impuestos en Extremadura. Según las palabras textuales de Ibarra, esto ocurría “…no porque se fueran con una mano delante y otra atrás, que a esos les tengo todo el respeto, se fueron para progresar ellos más, y no hacer el esfuerzo aquí para que progresáramos todos más…” (4). Y de nuevo volvió a atacar a Álvaro Martín en días posteriores en uno de los programas de televisión con más audiencia de la hora de la sobremesa.
Según el último anuario publicado por el Instituto de Estadística de Extremadura, hay 522.000 personas nacidas en Extremadura que residen en otras CCAA, aunque quien posiblemente más ha estudiado la emigración extremeña, Moisés Cayetano, indica que este número asciende a 750.000, pudiendo llegar incluso a 1.000.000. Es decir, hay tantas extremeñas viviendo dentro de Extremadura como extremeñas hay viviendo fuera de Extremadura.
Como emigrante y parte de la diáspora extremeña que ha estado tiempo sin pagar impuestos en Extremadura, me siento directamente atacada en las palabras de Rodríguez Ibarra y no puedo más que expresar todo mi apoyo y mi admiración por Álvaro Martín.
Quienes ya conocemos al ex presidente sabemos que, como diría mi madre, no da puntada sin hilo, y sus palabras siempre esconden muchas segundas intenciones, [...] quería enfrentar a quienes no emigraron con quienes sí lo hicimos
Quienes ya conocemos al ex presidente sabemos que, como diría mi madre, no da puntada sin hilo, y sus palabras siempre esconden muchas segundas intenciones, todas en su propio beneficio. Con ese discurso quería enfrentar a quienes no emigraron con quienes sí lo hicimos, al tiempo que señalaba quiénes son los buenos emigrantes que merecen respeto y quiénes los malos emigrantes que no merecen respeto.
La realidad es que todas y cada una de las extremeñas que emigramos lo hicimos para progresar. Unas se exiliaron huyendo de la represión y la muerte; unas emigraron con más hambre, otras con menos hambre y otras sin hambre; unas emigraron siendo analfabetas y otras teniendo ya estudios universitarios; unas emigraron para progresar a nivel personal, otras a nivel laboral, otras a nivel social… Hay muchos motivos diferentes para emigrar, tantos como emigrantes, pero hay un motivo común: todas las personas que emigramos lo hicimos buscando una vida mejor, más segura y más digna, porque las condiciones políticas, económicas, laborales y/o sociales que Extremadura nos ofrecía no nos lo permitían.
Tan digno era huir de la represión y la muerte impuesta por el franquismo cruzando a pie los Pirineos desde finales de los años 30, como digno era emigrar del campo a la ciudad durante los 60 y 70 viajando en trenes y autobuses cochambrosos, como digno es haber emigrado en los 2010s con un billete de avión low cost. Todas esas emigraciones tienen dos cosas en común, todas comenzaron con un viaje incierto sólo de ida, sin fecha de vuelta, y todas llevaban una maleta cargada de dignidad, de esa dignidad que a los caciques les falta.
Las emigrantes sabemos que toda migración supone penurias, miedo, incertidumbre, soledad, sensación de abandono... eso no ha cambiado. Lo que sí ha cambiado han sido las condiciones de vida, que ofrece a las emigrantes de hoy unas opciones mejores para la comunicación que la emigración de ayer no tuvieron. Y no tenemos por qué renunciar a esas mejores condiciones de vida sólo porque alguien crea que somos menos y peores emigrantes que no merecen el mismo respeto que quienes emigraron antes en peores condiciones. Ese es el objetivo del progreso, la mejora social, económica y laboral, y todas las personas que hemos emigrado, sea cual fuera el momento y el motivo, merecemos respeto sin renunciar a esas mejoras.
El progreso social y económico de una región no depende ni dependerá nunca de la acción individual de una persona, porque la solución a un problema colectivo nunca pasa por acciones individuales
Tampoco ninguna persona debe sacrificarse para que “progresemos todos más”. El progreso social y económico de una región no depende ni dependerá nunca de la acción individual de una persona, porque la solución a un problema colectivo nunca pasa por acciones individuales.
Y todo lo anterior sin tener en cuenta que quien decide quiénes son los “malos emigrantes que no merecen respeto” es quien ha gobernado Extremadura durante 24 años y quien es el máximo responsable, no sólo de haber echado toneladas de tierra sobre las cunetas y fosas comunes dondes están nuestros muertos, sino también de la implementación de las políticas económicas, sociales y laborales que lastraron el pasado y el presente de Extremadura y que nos empujaron a emigrar en busca de ese ansiado progreso que nuestra región nos negaba.
En Marea Granate denunciamos las políticas extractivistas que nos obligan a emigrar, sea cual sea el color del partido político que las implanta, y las extremeñas sabemos que esas políticas no terminaron con Ibarra. Tanto el anterior gobierno de Fernández Vara, del PSOE, como el actual gobierno de María Guardiola, del PP, no han hecho más que profundizar en unas políticas extractivistas para Extremadura y su población, políticas que trocean Extremadura para venderla por partes, trayendo aún más despoblación y convirtiendo Extremadura en una colonia dentro del propio estado español.
Habrá quien piense que denominar a Extremadura como una colonia es excesivo, pero ésa es la definición de un territorio empobrecido que trasvasa materia prima y población a territorios enriquecidos a su costa. De la tierra extremeña sale el trigo para hacer la harina, los tomates, los pimientos, las cebollas y el queso de la pizza que nos comemos, pero la fábrica donde se hace esa pizza está a cientos de kilómetros de distancia de Extremadura. Y es en ese territorio donde está la fábrica que consume la energía que Extremadura produce, donde viven las extremeñas que tuvieron que emigrar buscando trabajo y donde pagan los impuestos la empresa dueña de esa fábrica.
En lugar de hablar de malos emigrantes, deberíamos hablar de malos políticos que permiten que las empresas que gestionan los recursos naturales e hidroeléctricos extremeños no tributen ni paguen impuestos en Extremadura
En lugar de hablar de malos emigrantes, deberíamos hablar de malos políticos que permiten que las empresas que gestionan los recursos naturales e hidroeléctricos extremeños no tributen ni paguen impuestos en Extremadura. Al igual que las empresas que gestionan minas a cielo abierto o megainstalaciones fotovoltaicas, que, además de tener su sede fiscal en otras CCAA, ya sabemos que sólo traerán más desempleo y despoblación.
Del momento del ataque a Álvaro durante el acto de Miajadas quiero destacar los aplausos de las personas allí presentes. La comarca de Miajadas es una zona de emigrantes, como toda Extremadura, y es difícil encontrar una familia que no haya sufrido la emigración. Por eso me pregunto cuántas de esas personas que aplaudían las palabras de Ibarra han vivido cómo su madre y su padre, su tío, su hermana, su hija o su hijo, o incluso ellas mismas, han sido o son emigrantes. Supongo que si aplaudían es porque estaban de acuerdo con esas palabras. Pero si no estaban de acuerdo y aplaudieron, es porque el servilismo aún existe en Extremadura, ha sido mantenido durante décadas por quienes fueron derrotados por la dignidad del pueblo un 25 de marzo.
El 25 de marzo fue un día victorioso para el pueblo extremeño, fue el día de la dignidad y la lucha, el día que el pueblo extremeño se organizó para acabar con el caciquismo, el servilismo, la servidumbre y el hambre. El día que la clase obrera extremeña se levantó de forma pacífica para ser dueña de su propia hambre, de su presente y de su futuro. Por eso desde la Asociación 25 de Marzo reivindicamos que ése debe ser el Día de Extremadura, porque es el día que mejor representa la dignidad, la lucha y la conciencia de clase del pueblo extremeño.
Teniendo en cuenta todo esto y siendo emigrantes muy a nuestro pesar, el papel de la diáspora extremeña está claro. Tenemos que seguir luchando para que las condiciones socioeconómicas de Extremadura cambien, para que el futuro de la región esté en manos del pueblo extremeño y la emigración sea por aventura, no por obligación. Y también para que quienes estamos fuera, podamos dejar de estarlo.
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Enhorabuena por el artículo. Certero y directo a la verdad. Como bien dices hay diferentes motivos para ser emigrantes pero todos ellos dignos y válidos.
Gracias. Un artículo muy necesario. A Rodríguez Ibarra se le olvida mencionar los sueldazos y prebendas que le quedaron tras ser presidente de la cosa nostra, con cargo alos extremeños y extremeñas. Seguro que superan en mucho a los impuestos de los que habla. Afortunadamente, por mucho que berrea, ya ha pasado a lis anuales de la Historia de Extremadura como lo que fue: un cacique de tres al cuarto obsesionado con el odio a quienes emigraron, sobre todo a Cataluña.